El Susurro del Viento
Capítulo 6
Los dos jóvenes habían recorrido ya una buena parte del camino hasta Abalach hacia el comienzo de la tarde. Después de atravesar la ciudad de Puerto Elba en su totalidad, Thalin había optado por el camino más corto. Su intuición le decía que Alf no iría por Colintia sino por el bosque del Emigrante.
Cuando llegaron a sus inmediaciones y tomaron el camino inclinado que los llevaba hacia el interior, Noa llamó la atención de su acompañante.
- Mira, Thalin.- Dijo señalando el suelo del camino. Herraduras de cascos de caballo habían levantado la tierra seca y quebradiza.- Esas huellas...
El joven tiró de las riendas de su montura y se situó al lado de ella. Ambos detuvieron a los caballos.
- ¿ Qué pasa ?.- Le preguntó él. Aquellas huellas no le decían nada.
- ¿ No decías que este bosque era muy solitario ?.- Dijo ella extrañada.
- Sí. - Asintió él. -¿ Por qué ?
- Hay muchas huellas.- Noa hizo un mohín.- Parece que hayan pasado por lo menos cuatro o cinco jinetes.
Thalin se encogió de hombros.
- Tal vez un grupo de comerciantes hayan venido por aquí.- Dijo él sin darle la menor importancia. - Los caminos son de todos.
Noa miró al joven y asintió. La seguridad de aquellos ojos casi incoloros le daban seguridad. Thalin estaba muy tranquilo.
- Sí, tienes razón.- Contestó.- Sigamos adelante.
Los dos avanzaron de nuevo por el espeso bosque y se introdujeron bajo la sombra y el frescor de sus árboles. Los rayos del sol pasaban débilmente por sus ramas y ellos, agotados como estaban de pasar calor, agradecieron a los dioses ese intervalo tan gratificante.
En seguida los árboles se abrieron en círculo y el sol volvió a darles en la cara. Atravesaron el claro al trote y llegaron más allá, hacia una colina. Después de bajar por ella muy lentamente para que los caballos no resbalaran, volvieron a estar sobre terreno llano. Unas cuantas rocas de pequeño tamaño aparecían diseminadas sin orden ninguno. Parecía como si una de grandes dimensiones hubiera estallado en mil pedazos repartiéndose por todas partes.
- Será mejor que nos bajemos de los caballos.- Dijo Thalin desmontado.- No quisiera que se torcieran una pata.
- Está bien.- Accedió ella bajándose de Byon.
Guiaron a los animales de las riendas por un trecho. Entonces el joven torció la boca en un gesto de pesar.
- Vaya.- Dijo en voz baja.- Ese hombre no ha tenido mucha suerte.
-¿ Qué hombre ?.- Preguntó la muchacha que estaba detrás de él y no veía lo que tenía delante más allá de dos metros.
Thalin se apartó un poco.
- Allí.- Señaló con su dedo delgado y fino.
Noa distinguió a lo lejos a un hombre inclinado sobre la hierba. Bajo él se encontraba un caballo bayo de color gris tendido en el suelo. Probablemente el animal se habría torcido una pata entre las piedras.
- Deberíamos ir a ver si necesita nuestra ayuda.- Dijo Noa apartándose un mechó de pelo de los ojos. Su trenza se estaba deshaciendo.
El joven lo pensó dos veces.
- No me gusta meterme en los asuntos de los demás.- Objetó.
- Vayamos a ver, Thalin.- Pidió Noa.- De todas maneras queda en nuestra dirección.
El compañero accedió ante la mirada suplicante de la joven.
- Pero si puede arreglárselas por sí solo nos iremos inmediatamente.- Dijo suave pero firme.- Tenemos prisa.
Noa asintió y avanzó confiada tras él, que ya había comenzado a desviarse para propiciar el encuentro. Los metros se acortaron despacio. Ambas figuras se hicieron más cercanas y nítidas.
Thalin enarcó una ceja casi blanca al creer conocer al caballo tendido en el suelo. Le parecía tan familiar...Hubiera jurado que era el caballo de Alf.
El hombre, que debía de ser alto, estaba de espaldas y de cuclillas. Al escuchar que alguien se aproximaba a él, reaccionó con rapidez y sacó un cuchillo de una de sus mangas con tal presteza que Thalin se paró en seco asombrado del todo.
Noa se tropezó ante la repentina parada y cayó de bruces en el suelo entre las patas de su caballo. Dijo unas cuantas palabras que no iban dirigidas más que a ella misma y se sacudió ofendida el polvo de sus ropas.
El hombre observó a la peculiar pareja de jóvenes unos instantes. Parecía decidir qué iba a hacer ante la inesperada interrupción. Después de esos momentos dubitativos se giró de nuevo hacia el animal todavía con el puñal en la mano.
El caballo soltó un bufido lastimero expresando su dolor.
Thalin, recuperado de la sorpresa, reanudó la marcha hacia el hombre pero ya más cauteloso. Aunque esa persona tuviera problemas, llevaba un cuchillo en la mano y no hacía ademán de volverlo a guardar.
Otro quejido del animal hendió el aire. Thalin sintió un miedo muy profundo dentro de su ser. Ahora que estaba ya tan cerca, la impresión de que aquel animal era la montura del clérigo atravesaba su mente como un millar de agujas. Aquellos ojos nobles, el cuello ancho y arqueado, y los lamentos que flotaban en el aire como una canción de muerte, eran una prueba irrefutable.
Pero entonces, pensó, ¿dónde estaba Alf ?, y más inquietante aún, ¿ quién era ese hombre que tenían delante ?.
Thalin dirigió instintivamente una mano a las alforjas de su caballo, Dragon. Sus dedos tocaron el frío metal de su puñal. Lo aferró por la empuñadura y lo sacó con sumo cuidado.
Noa vio como él lo ocultaba tras la espalda sin entender a qué venía aquel gesto. Quiso saberlo.
- Thalin...- Comenzó.
- Noa.- La interrumpió con un murmullo de voz. Su tono era el de siempre pero la joven sintió al apremio del muchacho cuando continuó. - Aléjate de aquí. Quiero que pase lo que pase no te acerques. Pase lo que pase, ¿ me entiendes ?.
- Sí, pero...- Ella era muy curiosa.
- Por favor.- El la miró con ojos brillantes y profundos. Su expresión era seria.- Haz lo que te digo. Aléjate despacio y no hagas nada que pueda parecer extraño.
Noa vio a Thalin como nunca lo había hecho antes.
Sus facciones cinceladas armónicamente tenían un rictus extraño, misterioso. Aquella mirada penetrante parecía revestirlo de un halo de poder. Su cuerpo alto y delgado se había cuadrado dando un aspecto impresionante. En conjunto, aquel joven de cabellos y ojos pálidos como la plata le era del todo desconocido.
La muchacha hizo lo que le pedía y se adelantó a él tirando de las riendas del alazán. Cuando estuvo a una distancia larga de ellos, se giró y contempló la escena con miedo. Sabía que algo malo iba a ocurrir.
Thalin la observó apartarse y cuando creyó oportuno se acercó al hombre con el puñal en la mano ocultándolo a la vista. Este no hizo caso de los sonidos que se producían a su espalda y siguió atento al animal herido.
Entonces, como si acabara de tomar una decisión, el hombre levantó el puñal que sostenía en alto y lo hizo descender de prisa haciendo un semicírculo sobre el cuello del caballo. Un tajo profundo y sangrante se abrió en la sufrida bestia produciéndole casi al instante la muerte.
El hombre oyó un grito de mujer y luego unos pasos ligeros y rápidos. Se giró muy lentamente y quedó de frente a un joven de cabellos blanquecinos con una mirada extraña en los ojos. Era el mismo que había visto de lejos, solo que ahora le parecía mucho más alto.
Este seguía en su avance imperturbable. Darrel adivinó lo que pretendía como si se lo hubieran dicho al oído. Una sonrisa torva se perfiló en su rostro de águila. ¡Qué sensibles eran los jóvenes...y qué estúpidos !
Darrel hizo un gesto con la mano y al instante un perro enorme salió a toda velocidad de la nada en dirección al desprevenido muchacho.
Noa lo vio muerta de miedo y un grito brotó de su garganta.
- ¡Cuidado !.- Gritó con las manos tapándose a medias la cara.- ¡Detrás de ti !.
Cuando Thalin se giró, las fauces del animal ya estaban a medio metro de su rostro. Unas patas potentes y muy fuertes lo tiraron de espaldas al suelo con una facilidad pasmosa. El cuchillo salió por los aires a una distancia inalcanzable.
Los colmillos del perro desgarraron la manga de su víctima en segundos. La sangre escapó del brazo, roja y brillante.
El dolor hizo reaccionar a Thalin y sus manos asieron con fuerza el cuello del horrible animal apartándolo de él con todas sus fuerzas. Pero la fuerza de aquel demonio era superior a la suya y la babeante boca del perro se acercaba a su cuello poco a poco. Thalin se debatió e intentó echar al perro hacia un lado de una patada, pero este lo había inmovilizado con maestría. Las piernas del muchacho solo patearon el aire.
Thalin sintió un pánico como nunca había pensado que podía sentir un hombre. Era la muerte lo que estaba sintiendo aunque todos sus sentidos le demostraran que estaba vivo.
Hizo un último intento por desprenderse de aquel abrazo mortal. Cuando parecía que estaba a punto de hacer ceder al animal, este atacó con renovada fuerza en dirección a su cuello. Los dientes hicieron presa y Thalin pensó que se moría.
A lo lejos Noa gritó de nuevo, ya histérica.
Entonces una luz dorada, muy brillante e iridiscente, estalló en el aire rodeándolo a él y a su atacante. El perro aulló de dolor y se apartó de Thalin como si le hubiera dado una descarga. Thalin, semi inconsciente, solo tuvo fuerzas para abrir los ojos que había tenido fuertemente cerrados.
La luz era muy fuerte y parecía provenir...de él mismo.
Thalin sintió que un calor abrasante le quemaba el cuello. ¿ Sería su sangre que le abandonaba ?. Se tocó con una mano temblorosa y luego la miró.
No había sangre. ¿ De dónde venía entonces aquel calor ?.
Sus manos tantearon de nuevo y esta vez hallaron algo. Se trataba del colgante que le había dado el viejo Rogard. Su tacto siempre frío, era ahora tan caliente que Thalin se vio obligado a volver a dejarlo caer sobre su cuello.
Sin entender lo que estaba ocurriendo, intentó ponerse en pie. Las piernas le flaquearon y se encontró de rodillas en el suelo. La luz del colgante comenzó a mitigarse y poco a poco este volvió a ser el mismo metal frío y vulgar de siempre. Thalin acabó de ponerse en pie.
Miró hacia adelante.
El hombre del perro lo miraba de una manera muy distinta. En sus ojos no había temor, ni siquiera incomodidad. Era como si tratara de comprender lo que acababa de observar con sus ojos. Estaba adoptando una nueva perspectiva del asunto.
El perro había corrido hacia él y aunque no se escondía tras él, si que estaba tremendamente aliviado de permanecer junto a su dueño y bajo su protección.
Noa no estaba. ¿ O qué era aquello que... ?. Sí, sería eso. La muchachita se había desmayado.
- ¿ Quién eres ?.- Le preguntó el hombre sacándolo de su ensimismamiento.
Thalin no contestó. No porque no quiso hacerlo sino por que las palabras no querían salir de su boca.
El hombre avanzó a unos pasos hacia él. Thalin se tensó como un arco.
- No voy a hacerte daño.- Dijo captando el estado de ánimo del joven. Y para demostrarlo añadió.- Lobo, aquí quieto.
El perro gimió. No tenía la menor intención de moverse del sitio. Estaba tan petrificado como el mismo Thalin.
- ¿ Eres mago ?.- Le preguntó el hombre avanzando otro par de pasos hacia él.- No lo pareces.
Thalin siguió mudo como si lo hubiera sido de toda la vida.
- No, no lo eres.- el hombre seguía atando cabos.- Un mago no atacaría con un puñal. Más bien pareces un noble. Un noble elfo. ¿ He acertado?.
Ahora por lo menos Thalin pudo negar con la cabeza. Estaba recuperando el control de su cuerpo.
- ¿ Entonces quién demonios eres ?.- Le preguntó. Estaba a cuatro metros de él.- ¿ Y qué has querido hacer?, ¿matarme ?.
- No, no pretendía eso.- Dijo él con una voz que no reconoció como suya. Era como más ronca.
Los ojos del hombre lo miraron con inteligencia.
- Dices la verdad.- Concluyó.- Querías hacerme pagar que hubiera matado al animal. Sólo darme mi merecido.
Thalin asintió.
- Pues ha sido una estupidez, muchacho.- Continuó el hombre con calma. Ya estaba a tres metros.- Mi perro ha estado a punto de matarte.
- Eres un asesino.- Lo acusó él de repente.
Las cejas del hombre se juntaron formando una fina línea.
- El animal estaba herido.- Le dijo sin ninguna emoción en su voz. - Ya no caminaría jamás. He hecho lo que debía.
- Asesino.
- Piensa lo que quieras. - El hombre estaba a dos metros. Thalin siguió sin moverse.- No me importa.
- ¿ Donde está Alf ?.
Esta pregunta lo pilló por sorpresa. Frunció los labios en una mueca, pensativo.
- Te refieres al dueño del caballo.- Apuntó.
- Sí. - Contestó Thalin.- ¿ Lo has matado ?.
- No.
-¿ Dónde está ?.
- A buen recaudo.
- ¿ Dónde ?.- Thalin estaba extrañamente tranquilo. Continuó con el interrogatorio.- Quiero una explicación.
El hombre se llevó una mano a la barbilla.
- Antes dime quién eres y entonces te lo diré.- Dijo.
- No soy nadie.
- Eso no me lo trago.- Le hombre era duro como una roca.- He visto lo que le has hecho a mi perro.
- Yo no he hecho nada.- La verdad sonó más falsa que una moneda de dos caras.
El hombre asintió. Se volvió hacia atrás y miró a lo lejos.
- Tu amiguita se ha desmayado.- Dijo cambiando de tema.- Cuando se despierte tendrá un terrible dolor de cabeza.
Esta vez Thalin sí que reaccionó y se abalanzó sobre el hombre con los puños desnudos.
Este, que no había esperado algo así, desvió la acometida sin a penas esfuerzo y sujetó el joven por el brazo. Se lo retorció tras la espalda y lo sujetó tan fácilmente como si tuviera un muñeco en sus manos.
- Cálmate, chico. He dicho que no voy a hacerte daño.- Le repitió.- Pero si vuelves a hacer algo semejante a esto...
- No la toques.- Dijo Thalin con la cara colorada por el esfuerzo.
- No seas tonto .- Las palabras salieron con desdén.- Tu amiguita me interesa menos que ese monje estúpido y la mujer de las llanuras.
Thalin dio un respingo.
-¡Khiara !. ¿ Qué has hecho con ella ?
- Ohhh.- Fue la contestación del hombre.- Bonito nombre.
- ¿Qué has hecho con los dos ?. ¡Dímelo de una vez!.- Estalló Thalin presa del miedo y la rabia.
- Ya está bien de perder los nervios .- Lo cortó secamente. El hombre lo hizo caminar hacia adelante, en dirección a Noa.- Tu y tu amiguita nos vamos a ir a dar una paseíto. ¿ Está claro ?. Y no quiero problemas, ya sabes.
Thalin asintió comprendiendo perfectamente. La presión del hombre en su brazo le estaba cortando la sangre.
Ya no volvieron a hablar.
Fueron hasta la joven y entonces el hombre soltó a Thalin. Sabía que el muchacho era inteligente y que había aprendido la lección. Además estaba el perro, que había vuelto al lado de su amo.
Entonces aquel hombre se llevó los dedos a los labios y emitió un agudo silbido. Un caballo alazán acudió veloz a reunirse con él. Era el caballo de Khiara.
En pocos minutos, los tres se hallaban montados a caballo. Noa más bien estaba sujeta a él, pues Darrel le había atado las manos alrededor del cuello para que no cayera mientras permaneciera inconsciente.
Darrel los condujo al campamento a paso lento. Thalin lo seguía por propia voluntad, pues sabía que ofrecer resistencia en aquellos momentos a aquel hombre era poner en peligro tanto su vida como la de la muchacha.
El sonido de los cascos de los caballos solo fue interrumpido una vez por la voz del joven.
- Me llamo Thalin.- Dijo él.
Darrel no contestó ni se giró.
Los tres jinetes se perdieron entre los frondosos árboles dejando el claro silencioso de nuevo. El perro los acompañó moviendo alegremente la cola. Sin embargo el animal procuró no acercarse a Thalin durante lo que duró el viaje. Todavía recordaba el extraño incidente.
- ¿ Estás preparado ?.- Preguntó Khiara al clérigo.
Alf estaba apoyado en una de las paredes de la tenducha a la que los habían arrojado. La herida del brazo estaba muy inflamada y comenzaba a supurar. Su cara estaba contraída en una mueca de intenso dolor. No había perdido el conocimiento por pura voluntad.
El clérigo asintió con la cabeza y esperó con los dientes apretados y los músculos muy tensos a que Khiara le asestara el golpe de gracia.
La mujer sostenía en su mano izquierda un trozo de madera plano y en la otra una piedra de mediano tamaño. Cuando Alf le dio el consentimiento, esta puso la madera apoyada en el extremo de la flecha que ya había partido anteriormente y miró al clérigo mientras balanceaba su mano derecha y ensayaba el golpe que haría salir la flecha por el otro lado. Cuando creyó que el vaivén era el adecuado se decidió a llevarlo a cabo.
- Será un golpe rápido.- Le dijo.- Cuenta hasta tres en voz alta.
El clérigo tragó saliva y comenzó a contar dificultosamente, como le había dicho ella.
- Una...- Comenzó débilmente.- dos...
¡Zas !. Antes de que Alf llegara al tres, Khiara dio un golpe seco y rápido sobre la madera con la piedra que sostenía en su mano derecha. La flecha salió limpiamente del brazo y cayó sangrante al suelo.
La mujer suspiró y tomó aire medio aliviada. El golpe había sido certero.
- Descansa ahora.- Le dijo al clérigo. Y acto seguido le ató un pañuelo que había llevado al cuello alrededor de la herida abierta. Un manchón de sangre comenzó a formarse. Khiara apretó el nudo tanto como pudo. Ella ya no podía hacer más por él, salvo rezar. La mujer rió en su mente ante aquel pensamiento. Ella nunca había creído en el poder de una oración y por ello nunca había rezado.
Sacudió la cabeza y se resignó ante el hecho de que el clérigo había perdido el sentido. El agudo dolor había acabado por ganarle la partida y ahora ella se había quedado sola con sus pensamientos.
Khiara arrojó la madera y la piedra que acababa de utilizar a un rincón. Se dejó caer de cuclillas al lado del clérigo y se pasó una mano por su oscura cabellera con la intención de alisarse el pelo. Sus dedos se quedaron atrapados en aquella maraña de nudos que se habían formado de repente. Se arregló como pudo y se secó el sudor del rostro que había aflorado a él con una de sus mangas. El calor era insoportable.
Ella y el clérigo se hallaban en una cabaña de aproximadamente unos tres metros cuadrados. Sus secuestradores la habían situado en un espacio abierto y por tanto el sol incidía de pleno sobre ellos en aquella hora de la tarde. A través de aquella piel tensada que hacía de paredes, el calor aumentaba por lo menos unos cinco grados en comparación con el exterior. Y teniendo en cuenta la temperatura elevada que había al aire libre, aquel lugar bien podía ser un horno de cocina.
Desde luego a aquellos hombres les importaba muy poco que se frieran vivos. Eran personas descuidadas y de poca inteligencia, a excepción del líder. Y aunque Khiara no había averiguado todavía lo que querían, sí que había caído en la cuenta de que los había tratado relativamente bien. Un par de empujones y miradas desconfiadas habían sido todo.
Durante el tiempo que llevaban allí, ella había intentado escuchar las conversaciones que tenían entre ellos para averiguar algo, pero como a penas soplaba el aire no pudo oír nada. Tendrían que esperar hasta que ellos quisieran para saber qué querían hacer con ellos.
Khiara, experta en meterse en situaciones de este tipo, ya se había hecho una idea bastante aproximada de los motivos que habrían detrás de todo esto. Sin embargo no quería pecar de enterada hasta que no tuviera una certeza absoluta de sus sospechas. No le había comentado nada al clérigo. ¿ Para qué iba a hacerlo ?. En su contrato no estaba el preocuparle.
Pensando en el trato que acababa de cerrar con él, Khiara tuvo que admitir que había desempeñado su trabajo bastante pésimamente. Pero qué se podía esperar de una persona desarmada y sorprendida en medio de un bosque. Sabía que aquello no era una excusa decente, pues ella siempre había presumido de hacer posible lo imposible, sin embargo el martirizarse por puro placer no estaba dentro de su carácter.
Lo que tenía ahora en mente era cómo salir de allí. Miró todos los rincones de aquella inhóspita y agobiante tienda recalentada.
Estaba absolutamente vacía y desprovista de cualquier cosa que Moander hubiera catalogado de potencialmente facilitadora de una huida. Solo la tierra misma y alguna ramita quebradiza les hacía compañía. La madera que ella había utilizado para sacar la flecha del brazo de Alf, sí que la había sacado de allí pero la piedra la había tenido que conseguir escarbando debajo ellos. Había sido una tarea que le había llevado mas o menos media hora.
Khiara llegó a la conclusión de que el problema no estaba realmente en poder escapar al exterior, sino en evitar la vigilancia de los secuestradores una vez lo hubieran conseguido.
En su mente, ella había ideado ya cinco o seis formas de salir de la tienda, pero con Alf herido solo un par le parecían posibles. Distraer la atención de aquellos hombres procurándoles algo más importante de lo que ocuparse, había sido una de las tretas en las que había pensado para ganar tiempo y ocultarse con el clérigo en los árboles más cercanos. Pero metida allí dentro, poca cosa podía hacer para asegurar una distracción lo suficientemente importante como para que aquellos descuidaran sus deberes de vigilancia.
Khiara suspiró de nuevo. La cosa estaba difícil.
Lo mejor sería esperar a que la situación fuese más ventajosa. Convencida de que no podía hacer nada por el momento, giró la cabeza hacia Alf y lo observó sin tener otra cosa mejor en la que ocupar su mente.
El clérigo parecía haber entrado en un sueño reparador. Su respiración era regular y la herida había parado de sangrar. El manchón que se había formado en el pañuelo se había vuelto más oscuro y parecía más seco. La herida cicatrizaría bien en poco tiempo.
Khiara observó los surcos de la cara del clérigo. Parecía que había sido un hombre que había pasado por muchas preocupaciones. Pero el rictus de su boca le decía que había sido un hombre agradable aunque probablemente algo severo. Su pelo se había vuelto gris y lucía la misma calva que había visto anteriormente en Siron. Llevaba un hábito también idéntico en textura y color a su hermano de orden y unas sandalias igual de cómodas. Khiara le calculó una edad de unos cincuenta años largos, aunque probablemente y por lo que acababa de razonar, tuviera sólo unos cuarenta y pico.
Sintiendo un poco de lástima por que aquel hombre ya entrado en años, se acercó a limpiarle el sudor de la cara. Este murmuró algo entre sueños y se removió ante el contacto de la mujer. Khiara apartó la mano y Alf volvió a sumirse en el silencio.
Estaba comenzando a idear otro plan para escapar cuando su afilado sentido del oído escuchó el sonido lejano de unos cascos de caballo. Debía de tratarse de aquel hombre que la había maniatado, que regresaba de buscar a los caballos. Recordando sus ataduras, se frotó las muñecas doloridas y un tanto rojizas. Allí donde estas habían estado, aparecían unas marcas bastante visibles.
Khiara agradeció interiormente el que los desataran una vez que ya estuvieron dentro de aquella cabaña. Moander había dado orden a dos de sus hombres apostados en el exterior que le avisaran ante el menor movimiento extraño de los apresados. Por lo tanto no temía esta limitada libertad. Khiara se preguntó si había tomado esta decisión a causa de su seguridad de control o a que consideraba que un monje herido y una mujer en clara desventaja no era algo que mereciera un tratamiento de excesiva vigilancia. No obstante gracias a eso Khiara había podido medio curar a Alf. Si no lo hubiera atendido la herida se habría infectado sin lugar a dudas.
Más ruidos se produjeron en el exterior.
Además del repiqueteo de cascos, las voces de los secuestradores se levantaron animadas. La voz aflautada de uno y la ronca de otro se superponían en un tono alto. Sonaron palmas y vítores.
Khiara pensó que era una exageración aquel regocijo solo por un par de caballos. Su yegua Rune era un animal de una raza muy noble pero el caballo bayo del clérigo no le había parecido nada del otro mundo.
Esperó a que el primer clamor pasara y el silencio recayera de nuevo. Sin embargo esto no sucedió. Hubo un intercambio de palabras entre el jefe y el hombre que acababa de llegar. Los demás hombres comenzaron a hacer preguntas y a agitarse en sus puestos. Entonces oyó a uno de los que se apostaban en el exterior de su prisión. ¿ Qué había dicho ?. ¿ Algo de otra mujer?.
Khiara arrugó el ceño e intentó escuchar de nuevo. Lo oyó fue más o menos esto :
- ¿ Dónde ... encontrado?.- Decía la voz del jefe. Le fue imposible entenderlo todo. - ¿ Y esta mujer...muerta o herida. ?
- Está inconsciente.- Dijo la voz del otro más claramente.- Hemos perdido a un caballo pero he encontrado a estos dos.
A sí, se dijo Khiara para sí, se trataba de dos personas que probablemente habían corrido la misma suerte de ella.
- ¿ Por qué has.... ?.- Lo interrogó de nuevo Moander.-...tendremos problemas. Deberías...una explicación.
La mujer maldijo para sus adentros el que el jefe estuviera tan lejos como para que sus frases llegaran bien a sus oídos. No conseguía darle un sentido completo a la conversación. Suspiró. Por lo menos la voz del otro sí que le llegaba con nitidez.
- No tuve elección. El chico conoce al monje y a la mujer.- Contestó este.
Aquello sí que no se lo esperaba. Khiara agudizó sus sentido al máximo. ¿ Quién podría andar por el bosque que conociera tanto a Alf como a ella misma ?. No podía haber mucha gente, pues ella era una extranjera en estas tierras y cualquiera que la conociera tenía que ser forzosamente alguien de su tierra pero, ¿que conociera al clérigo también ?. No se le ocurría en absoluto una sola persona que...un momento. ¿No sería Siron ?.
Khiara se tensó por entero. ¿ Habría ido ese estúpido monje tras ella ?. ¿ Acaso ese hombre había caído en la cuenta de lo que pensaba hacer después de salir del templo ?. O peor aún. ¿ Se lo habría dicho su hermana por su propia voluntad ?.
Tenía que averiguar de quién se trataba. El que lo había apresado lo había llamado “chico”. Probablemente se había confundido. La cara jovial de Siron lo hacía parecer más joven de lo que era, al contrario que Alf. Pero, aún no tenía ninguna pista de quién podía ser la mujer de la que también hablaban.
Khiara aguzó sus oídos. Los hombres continuaban hablando.
- ¿ Qué hago con ellos ?.- Oyó preguntar.
- Mételos dentro...desátala.- Dijo Moander.- Rondon y Kinno están vigilando...no pueden escapar.
- Bien.
Y ese fue el final de la conversación. Khiara pronto sabría lo que estaba pasando, por que era evidente que en la calurosa cabaña que ocupaba junto al clérigo iba a tener todavía menos espacio. Dentro de poco, con dos personas más allí dentro, el oxígeno iba a escasear. Khiara agradeció que la mujer de la que habían hablado estuviera inconsciente. Pues por norma general las mujeres no soportaban bien el cautiverio y se ponían muy nerviosas, con lo que respiraban muy rápido. Ella había sido testigo de eso y había tenido que abofetear a algunas para que se calmaran mínimamente. Así que aquella, en su estado apacible, no le daría quebraderos de cabeza. Ya tenía suficiente con compartir aquel invernadero.
Khiara escuchó un forcejeo y un par de protestas, el hombre desmontando del caballo y un gruñido que sería probablemente debido a que alguien había cargado con el peso de la mujer. Los pasos se acercaban y las protestas del hombre se hicieron más fuertes.
Tuvo la impresión de que aquella voz le era conocida. Aquel tono suave pero firme no pertenecía al del hermano Siron. Ni siquiera al de un hombre, sino al de un joven.
La inquietud removió a la mujer nómada. Realmente conocía a aquel muchacho. Era cuestión de segundos el reconocerlo. Tenía su nombre en la punta de la lengua. Era aquel joven, aquel que...
- Pasa dentro.- Dijo la voz ronca de un hombre en el exterior. Era Rondon.- Y no armes jaleo. El que no os mantengamos atados es una cortesía de mi jefe. Pero si intentáis alguna tontería os cortaré el cuello de cuajo. Y tu, Kinno.- Siguió dirigiéndose al compañero.- Trae de una vez a esa rubita. Si no fueras tan enclenque...
- ¿A quién llamas enclenque cara de rana ?.- Protestó el otro a una distancia media.- ¿Acaso no sabes que cuando las personas están dormidas pesan más ?.
- ¡Qué estupidez !.- Replicó Rondon burlón.- ¡Anda y muévete !. Lo único que quieres es escaquearte de tus responsabilidades.
Khiara se echó atrás previendo que en muy pocos instantes aquella extraña pareja de cautivos iban a pasar al interior. La mujer le pegó un codazo al clérigo para ponerlo sobre aviso de la inesperada visita pero Alf, que estaba en siete sueños, no se enteró.
Entonces Rondon, el hombre pelirrojo, asomó su fea cara al interior de la tienda.
- Tu, mujer.- Le dijo a Khiara.- Haz sitio. Aquí te traigo compañía.
Una sombra se recortó en el exterior. Era la de una persona muy alta y delgada. La tela de la entrada se abrió más para dejarle paso. La cara de aquel joven asomó por fin. Tenía un rostro hermoso y unos cabellos casi blancos. Sus ojos claros relucían de rabia contenida.
Rondon lo empujó con grosería y Thalin, como ahora recordaba que se llamaba, cayó de rodillas en su interior. Khiara lo miró fijamente cuando este, al verse libre de las manos de su opresor, comenzó a reaccionar.
Lo primero que hizo Thalin fue quedarse sentado sobre los talones, muy cerca de Khiara. Luego la miró a ella y luego al clérigo. Después sus ojos se abrieron como platos al reparar en la herida de su brazo. Alf tenía todo el aspecto de estar muerto. Por eso Khiara no le reprochó que se lanzara alocadamente sobre ella.
- ¡Lo has matado !.- Sus manos, de dedos largos y pálidos, buscaron su cuello.- ¡Has matado a Alf !. ¡Maldita perra de Zondvarag !. ¡ No mereces vivir !.
Thalin estaba fuera de sí. Khiara lo apartó como pudo y lo lanzó al otro lado de la tienda.
Justo en ese instante metieron el cuerpo de la mujer. De la joven. De aquella joven rubia que había caído de espaldas. Esta vez le tocó ella sorprenderse. Era capaz de conocer a su hermana en cualquier postura en la que estuviera. Hizo ademán de ir hacia ella.
- ¡ Vas a pagar caro lo que has hecho !.- Thalin cargaba de nuevo.
Khiara había perdido las ganas de continuar con aquel juego de toma y daca al ver a Noa. Si aquel muchacho seguía poniéndose pesado tendría que tomar medidas.
- Noa .- La llamó. Thalin se puso en medio - ¡Apártate !.
Thalin la derribó al suelo al dejarse caer sobre ella. Los ojos de la mujer brillaron de cólera. Agarró al joven por los brazos y lo sacudió fuertemente.
- ¡Basta !.- Le gritó.- No está muerto, está inconsciente.
- ¡ Mentira !.- Thalin no la escuchaba.- ¡ He visto la herida !.
- Y qué.- Dijo ella despreciativa.- ¿ Acaso has visto a alguien morirse por una herida en el brazo ?.
Thalin recapacitó ante aquellas lógicas palabras. Después de todo aquella mujer podía estar diciendo la verdad.
- ¿ Está vivo ?.- Preguntó él atragantándose de la emoción.
- Sí.- Fue la corta respuesta de la mujer.- ¡Y apártate de una vez !. No puedo llegar hasta mi hermana si tu sigues en medio.
Thalin se hizo a un lado y se aproximó al clérigo dejando paso libre a Khiara. La mujer llegó hasta la inconsciente Noa y le dio la vuelta. Con sumo cuidado, apoyó su cabeza en sus piernas y observó cómo la respiración de su hermana era regular y fuerte.
- ¿ Qué hace aquí ?.- Preguntó con tono serio.- Le dije que me esperara en el templo.
Thalin se giró hacia ella. Aquella mujer de ojos oscuros parecía verdaderamente preocupada. El casi había llegado a pensar que no tenía alma.
- Quiso venir conmigo y yo se lo consentí. - Dijo él contrayendo las cejas.- Yo no pude dejarla sola como habías hecho tu.
- Pues eres un imbécil.- Le espetó más furiosa que él.- Ahora estamos todos metidos en un lío y Noa no está preparada para afrontar esta situación. Yo la dejé a salvo y tu le has complicado la vida.
- Eso no es cierto. - Replicó el mirándola con sus ojos ambarinos.- Eres tu quien has creado esta situación.
- ¿Qué quieres decir ?.
- Por tu culpa me he visto obligado a ir tras tu busca. - Dijo él.- Noa me contó tus intenciones.
Khiara negó con la cabeza.
- Mi hermana no sabe nada de nada.- Contestó.- Y tu tampoco.
- Entonces explícame que es lo que está ocurriendo.- Pidió Thalin.- Vamos a pasar un tiempo aquí juntos. Es lo mejor que podemos hacer.
Khiara asintió y miró a Noa que todavía permanecía dormida.
- Eso es lo único razonable que has dicho desde que has entrado aquí.- Le dijo.- Pero primero cuéntame tu que le ha pasado a Noa.
Thalin y Khiara se enfrascaron en una larga conversación. Los malentendidos se fueron desenredando poco a poco. Tanto ella como él se habían concedido una tregua absolutamente necesaria. Las rencillas no les ayudarían de ahora en adelante. Si querían sacar algún provecho de aquella situación debían de aprender a confiar el uno en el otro.
El día fue tocando a su fin. El sol había dejado de recalentar la tienda y tras su desaparición en las montañas se les unió otro inconveniente. El frío.
Cuando llegó la noche, Noa y Alf todavía seguían sin despertar. El clérigo dormía en el mismo sitio desde que le sacaran la flecha y había adoptado una posición recogida. Khiara había recostado a su hermana sobre el clérigo para que ambos se dieran calor. Eran los únicos allí que disfrutaban del reposo.
Thalin y la mujer estaban bastante separados. Los dos permanecían despiertos y habían dejado de hablar. Sus miradas se cruzaron varias veces, pero en la penumbra, no pudieron interpretarlas.
Ninguno de los dos supo quién había sido el primero en dormirse.
(Y este es el último capítulo que escribí. Quizás hubiera tenido un futuro prometedor).
El Susurro del Viento is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 España License.