viernes, 30 de noviembre de 2007

GREENWOOD

Nota de la autora (Dalthea): Este es un libro muy especial para mí. Durante toda mi vida, desde que he tenido uso de razón, me ha atraído la lectura. Es especial, la de libros de corte fantástico. Fue a una edad muy temprana cuando en mi mente comenzaron a dibujarse historias que tenía la necesidad de narrar. Cuando las niñas dejaban las muñecas para empezar a interesarse por los chicos, yo ya tenía en mi imaginación multitud de comienzos para mis libros. No tenía ni la gramática adecuada, ni un planteamiento trabajado para ellos. Lo único que tenía era mucha ilusión por plasmar lo que veía, lápiz y papel.

Fue a los 14-15 años cuando conseguí terminar mi primera narración. Estudiaba por entonces 2º de B.U.P. Era verano, y las discotecas no estaban hechas para mí. Así que durante 2 o 3 semanas pasé horas y horas elaborando el que sería el libro que marcaría un antes y un después. La influencia de los libros que leía entonces, es patente en sus páginas.

Pasaron algunos años hasta que conocí a Tharem. No éramos más que amigos, cuando él me hizo el regalo más grande y precioso que me han hecho jamás: Después de entregale "Greenwood"-como así se llama este libro-, en desordenadas páginas escritas a mano, con una letra del demonio, para que lo leyera, me lo devolvió pulcramente encuadernado y totalmente escrito por ordenador. No os podéis imaginar lo que sentí cuando vi mi libro de aquella manera. Ni una balhiir hubiera podido contener tanta magia como se desató en mi interior. Me robó el corazón... para siempre.

Por ello, aunque este libro tenga muchos defectos, haga aguas en su argumento, o sea simple en su narración, siempre será para mí un libro que me hará recordar maravillosos momentos personales; el libro que me intrudujo en el mundo de la escritura y me hizo sentir la chispa de la creación por primera vez.

Por todo ello, se ha ganado un lugar en este blog, y merece estar aquí. ;-)))


Que lo disfrutéis.




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GREENWOOD






Estaba oscuro, y por su piel blanca y tersa corría una ráfaga de aire frío. Tal vez alguna ventana abierta. Si, tal vez. Pero no era normal en aquella época del año. Intentó caminar y falló en el intento. Si sus piernas no aguantaban casi su peso, cómo iban a querer moverse.

Pero sin embargo, se obligó a ello. Se movió con lentitud. Los latidos del corazón le retumbaban en la cabeza, y le dolía. Aun así se olvidó de todo ello. El corredor allí fuera era aterrador; oscuro y frío como aquella habitación. Pero lo peor de todo era aquel ruido regular y áspero que aumentaba más y más a cada paso que daba. Llegó un momento en el que se hizo insoportable. Miró a su alrededor; a la derecha, a la izquierda, abajo, arriba... ¿qué era aquello ?. Ahora lo vio. Bajaba a gran velocidad, a juzgar por el sonido. Había supuesto que era por su aproximación continua, pero ya no había duda. Bajaba, bajaba muy aprisa. Quiso correr y no pudo. Otra vez estaba impedido. En otra situación se habría irritado. Pero esta vez, no. Sus sentidos, habían quedado reducidos a uno sólo. Al miedo. Le invadió una sensación de urgencia, se exasperó, pero no podía moverse. ¡Oh Dios !, cuánto lo necesitaba. ¡Huye, huye !.

Continuaba bajando. Estaba cubierto de sudor, y al borde de las lágrimas. De pronto a ese ruido se unieron otros : voces humanas que chillaban. En el último momento, vio el brillo del acero. Hizo un último intento de salir corriendo, de escapar. Un grito se escapó de su garganta cuando lo vio caer sobre sí mismo.

Tuvo la sensación de estar en el agua, flotando. No, había cierta calidez en aquello. Tela si, era tela, pero mojada. Entonces suspiró aliviado. Todo había sido un sueño de su imaginación adolescente. Lo que le había parecido agua, era su propio sudor. Sin embargo, las voces continuaban. Algo andaba mal. Se levantó con cuidado de la cama. Se dio cuenta de que la inquietante pesadilla le había dejado los músculos agarrotados. Abrió su puerta, y se dirigió adonde procedían los incesantes ruidos. Al parecer era en la planta baja. Una vez allí, atisbó un pequeño pero existente rayo de luz amarilla. Seguramente, provenía del comedor. Allí las voces eran más fuertes. Agachó la cabeza casi con resignación. Todavía no se había acostumbrado a ello. Eran papá y mamá. ¿Qué habría hecho esta vez su padre?.

Una vez saciado su deseo de saber, se durmió. Esta vez, gracias a Dios, no tuvo pesadillas.

A la mañana siguiente, no se preocupó siquiera de preguntar por nada.

-- Joshua, vas a llegar tarde a clase, ¿quieres darte prisa ?.

Miró irritado a su hermana. Siempre son prisas. Total, para lo que haría hoy...

Era la última semana, y no había mucho que mereciera su atención. Tragando su último bocado de pan tostado con miel, la siguió de mala gana.

Le encantaban las mañanas. Y mientras el autobús cruzaba calles y calles, él imaginaba muchas cosas. Joshua era muy malo en matemáticas. Sin embargo sus profesores tenían que admitir que estaba dotado de una desbordante imaginación, aunque a veces resultaba bastante “peligroso”, por así decirlo. Una vez, pensando en historias de la Edad Media (siendo su temática las luchas de caballeros con espadas), se olvidó totalmente de donde estaba, y levantándose de su asiento en plena clase de latín, creyó ver a un enemigo, y luchó contra él con afán, hasta que se dio cuenta de que estaba arremetiendo contra su profesor con una regla de cincuenta centímetros.

Desde luego esto era en algunos casos determinados. Podría decirse que poseía un carácter sociable y amistoso. Esto, impedía que le tratasen de loco de atar entre sus amistades. Pero eso sí, sabía callar en los momentos que lo requerían y en definitiva, era considerado como un alumno ejemplar y educado.


Ya habían llegado, y había algunos amigos suyos esperándole.

-- Joshua, hola. He preparado un plan estupendo.

-- ¿Un plan ?

-- Si, ya te lo explicaré -dijo-. Fred y yo ya lo hemos planeado. Van a acordarse de nosotros en primaria durante todo el año que viene y el siguiente.

Joshua arrugó el entrecejo. No le gustaban las bromas de Fred.

Los cuatro siguientes días transcurrieron sin ningún percance, pero el último...

Loik no había exagerado ni una pizca acerca de las bromas de Fred. ¡Oh, sí !, dieron un buen resultado. Y se lo pasaron bien. A la salida, todos se despidieron como cada año, prometiendo llamarse y escribirse de vez en cuando.

¡Ahh.. !, el verano...

Según Joshua, si no fuera por las matemáticas, los próximos meses serían prometedores. Como cada año, le seguían como un perro hambriento sigue a un jugoso y tierno filete de carne. Sabía que sus padres, muy lejos de preocuparse por su suspenso, ni siquiera le mirarían el boletín de notas. Para él, sólo su hermana le tenía en consideración. Al llegar, subió las escaleras de cuatro en cuatro y se tiró en la cama como si tuviera plomo en los huesos. Más tarde, estaba perdido en sus cavilaciones.

El sol le dio de lleno en la cara y sólo entonces se dio cuenta de que había dormido toda la tarde del día anterior y la siguiente noche. Pensándolo bien, era lógico. No había dormido casi nada últimamente con las pesadillas. Se peinó como un rayo y salió al jardín. En ese lugar le gustaba pensar en cosas poco usuales y consideradas tabú. Solía pensar en un libro que había leído recientemente que trataba de viajes astrales, telepatía, hipnosis, y temas de este tipo. Había descubierto que podía ejercer estas artes con mucha más facilidad que el resto de la gente, y obtenía excelentes resultados en muy poco tiempo. Pero sabía de los peligros que corría y por ese motivo quería saber más.

--Joshua, Ann... venid en seguida, la comida está lista.

--¡Ya voy mamá ! -contestó.

Comió de prisa y fue a su cuarto. Una vez allí, apagó la luz. Esta era la única hora del día en la que podía practicar sus facultades.

-- Nueve, diez, once, doce... Ahora abro los ojos, bien. Ya estoy listo.

Se fijó en un objeto de su habitación, y se concentró. Casi no lo veía en la oscuridad, pero cuando su vista se adaptó, comenzó.

-- Se mueve. Se está moviendo. Poco a poco. Ya se ha movido. Ahora, se... -¡PLOOF !.

El objeto, un pote de metal, se había caído al suelo. Todavía no dominaba este ejercicio. En lugar de moverlo con un aporte de energía, lo había tirado. Esto de mover objetos era demasiado difícil para él. Sabía que podía hacerlo, pero necesitaba un nuevo enfoque. Lo probaría otro día.

Encendió la luz. Había pasado aproximadamente una hora. Se sentía atontado como cada vez que ponía en movimiento una parte de su cerebro que no utilizaba con regularidad. Las personas normales utilizaban el 10% de su cerebro. Pero podía decirse que Joshua utilizaba el 25% de él. A pesar de ello quería llegar a más.

Gritos y más gritos. ¿Qué habría pasado ahora ?. Se asomó a la ventana.

Había una ambulancia en frente de su casa. Y su padre y su madre eran los que gritaban. A Joshua se le aceleró el pulso. En un abrir y cerrar de ojos, estaba en la puerta de su casa. Palideció en cuanto vio a su hermana en una camilla. Pero más blanco se puso cuando escuchó a su madre. Esta repetía continuamente :

¡Un daño irreversible !, ¡puede morir !, ¡no, no, no es posible !.

Pero por desgracia, lo era.

Su hermana había sido atropellada por un automóvil.

Por la noche, todos estaban con la mano pegada en el teléfono. Por fin sonó :

-- Si... si... ¡No es posible !... ¡En coma !...

Ya no hubo más conversación. Su madre cayó instantáneamente al suelo.

Pasaron días y días. Siempre la misma noticia. En su cabeza resonaban las últimas palabras de su madre.

¡En coma... en coma... !

Sabía que tenía que olvidarse de todo ello. Se estaba torturando innecesariamente. Pero sólo podía recordar, recordar...

Por fin, también él cayó en un estado profundo de inconsciencia.




La inquietud de su mente hizo que empezase a recobrar el conocimiento. Trató de abrir los ojos, pero ese simple movimiento le causaba un intenso dolor y renunció al intento. Tenía la garganta seca e irritada, y no podía hablar, aunque tampoco pensaba que nadie pudiese oírle.

Pero sí lo había. Pudo sentir sus presencias moviéndose, con sigilo a su alrededor. Y eso le dio que pensar. No tenían por qué haberse molestado sus padres en ver si tenía un trauma. Nunca lo habían hecho y no entendía por qué lo tenían que hacer ahora. Pero era extraño. Su padre olía a rancio. No recordaba este olor en él. Su padre podría ser descuidado, inclinado a las juergas nocturnas y a discusiones innecesarias, pero odiaba todo lo que no era limpieza. Esta vez su mente registró voces físicas y reales.

-- Te repito, que el chico no está en condiciones de cabalgar -el tono era de una mujer-¿Quieres que muera durante el camino ?. No podemos...

-- Comprendo lo que quieres decir, Nilsa, y yo también lo creo -ahora era una voz masculina y autoritaria-. ¡Pero ya has visto lo que ha pasado!. No sabemos lo que le ocurre. Su piel se torna de un color alarmante. Cuando lo tocas se estremece. Puede haber contraído una enfermedad mortal. Lo encontramos en el bosque. ¡Tu misma lo viste!. Y ahora quieres arriesgar su vida por una miserable cabalgada. Si lo dejamos aquí, ¡Morirá con toda seguridad !.

¿Morir ?. ¿Estaban en sus cabales ?. ¿Había oído bien ?. Tenía noción de que le costaba centrarse en asimilar las palabras. Su significado resbalaba en aquellos momentos. Pero eso de cabalgada... Todavía no entendía. Si estaba enfermo, estaría sin duda en el hospital. Por eso no conocía las voces. Si, todo se arreglaría.

-- ¿Qué opináis vosotros ?. Yo ya no puedo hacer más. Aunque sigo pensando que no debería moverse de aquí -insistió la voz de mujer.

-- Vamos, vamos. No penséis tanto. Seguramente ha alargado la lengua más de la cuenta y lo han puesto de patitas en la calle -dijo una voz jovial y aflautada.

Ignorando el atrevido comentario, Temos se acercó al chico.

-- Si, está volviendo en sí, aunque lo oculta. Y pensar que de no ser por él estaríamos muertos y enterrados. ¿Puedes oírme, muchacho ?.

Algo en su voz, firme, pero agradable, hizo que el chico quisiera desesperadamente responder, pero no se sentía capaz.

-- Dale agua, Nilsa. Allí hay un vaso.

Le acercaron algo húmedo y frío a los labios y lo tragó a grandes sorbos. El líquido tenía un sabor salado, pero sin embargo, despejó su garganta.

-- Ya está -dijo amablemente la mujer-. Y ahora, ¿puedes hablar ?. ¿Cuál es tu nombre ?

¿Su nombre ?. No se acordaba, y esta idea hizo renacer su miedo. Quiso moverse y el dolor que esto produjo en su brazo izquierdo fue tan fuerte que lanzó un gemido y cayó de nuevo entre las mantas.

-- ¡Por la diosa Yanxa, Temos, la herida está sangrando de nuevo !. Traedme algo para taparla, Grimmik, ¡date prisa !,

Algo mojado se posó sobre él. Aunque molestó, contrarrestó ese fuego que sentía, pareciendo quemarle vivo. Mas tranquilo, quiso hablar, pero sólo pudo pronunciar :

-- Mi hermana...

La mujer miró a Temos y argumentó :

-- Debe ser la de ese nombre tan extraño que pronunciaba en sus delirios. Creo que era Ann, o algo así.

-- Si queréis, iré a buscarla por allá afuera. Aunque no vi a nadie, quién sabe... Quizá necesite el consuelo del gran Grimmik -replicó con tono de doble filo, y bailándole una sonrisa en los labios.

Ya se dirigía a la puerta cuando una mano pequeña pero fuerte le agarró el brazo.

-- No, no estaba conmigo. Ella... ella...

Y rompió en pequeños gimoteos.

-- ¡Oh, vamos !, sólo era una broma -se justificó Grimmik ante la irritada mirada que le dirigió la mujer.

-- Si le ha ocurrido algo, ten fe en nosotros. La encontraremos.

-- ¡No, no !. Ella... ella se muere. Está en el hospital de San Cristóbal, calle Remind, número 54. La atropelló un coche. ¡No, Ann !.

Si no fuera por la angustia que demostraba mientras lo decía y lo hacía tan real, Grimmik se hubiera echado a reír de buena gana. San Cristóbal, números, y cosas de loco. Debía estar trastornado. Si no, no se explicaba estos delirios. Se decía que duraban mientras se está inconsciente, pero cuando se está consciente... eso era otra cosa.

-- Bueno, mira Temos, a mi me parece que sea quien sea esa tal Ann, exista o sólo sea efecto de delirio, tenemos que llevarlo a lugar seguro. Esto está repleto de asaltantes de caminos y hace frío. Nos quedemos o no, que viva o muera es decisión de los dioses. Así que tomemos nuestra propia decisión.

Temos se asombró. No había esperado semejante comentario de Grimmik. En realidad, nunca había oído nada lógico que saliera de él, pero reflexionando tuvo que admitir la cruda realidad. Tenía que decidir. Siempre lo había hecho desde que el grupo lo nombró como su jefe, por guiar con el corazón, y no sólo con la cabeza. Sus decisiones, aunque algunas veces faltas de lógica, habían demostrado más de una vez su razón, y habían salvado así al grupo de grandes apuros y emboscadas. Pero decidir sobre peligros inevitables, era una cosa, y otra era decidir la vida de una persona. Y esto lo abrumaba.

-- Bien -dijo con voz firme y decidida-. No podemos quedarnos aquí. Debemos partir. Haremos el viaje con más descansos de lo habitual, y si es necesario, subiré al chico a mi caballo, ya que no creo que pueda sostenerse sólo. Nilsa, ve a llamar al resto del grupo y tú, ven conmigo. Tenemos que ensillar los caballos. ¿Crees que podrás quedarte sólo por unos momentos, chico ?.

-- Si... creo que sí -dijo todavía aturdido y haciendo muecas de vez en cuando por el dolor de su brazo. Se preguntó si tendría el hueso roto. Aunque no recordaba haberse fracturado ni dañado. Tan sólo que perdía la noción de todo.

Temos, acompañado del risueño y garboso Grimmik, se dirigió a los establos. Y Nilsa, corrió hacia alguna parte trasera de la casa.

¡Casa !. Joshua se fijó mejor.

¿Era esto una casa ?. No. Era... era... como las cabañas o chabolas de los refugios del oeste. Era como si en plena selva virgen, hubieran construido cuatro paredes de troncos con una pequeña abertura para entrar.

Ahora ya podía mantener los ojos abiertos y por primera vez desde que había llegado, se detuvo a mirar su entorno. Dentro de... esa especie de cabaña, apenas habían muebles, y eran de madera también. No había objetos . Sólo la jarra, algunas bolsas de provisiones para viajeros y otras cosas que no reconoció. Si, indudablemente se dedicaban a viajar. Pero, ¿no sería mejor llevar maletas al aeropuerto y estar en el lugar deseado en un santiamén ?.

Una sombra oscureció su visión. Estaba en la entrada. Le pareció una persona alta, singular. Al entrar se llevó una mano a la boca. Era un chico de unos veinticinco años. Sin embargo, esa actitud jovial que había visto tantas veces en los otros chicos, estaba ausente. Era de facciones agradables y parejas, aunque inspiraba respeto. Su cara parecía tallada en mármol. Era blanca, lisa y contrastaba con sus ojos negros. Su porte era rígido y bien formado. Lo que más le llamaba la atención era su capa. Lo rodeaba completamente. Era como la de el famoso conde Drácula. De pronto pensó que se estaba volviendo loco. ¡Esas cosas no se llevaban !. ¡Sólo en las películas !. Ese joven le habló :

-- Bienvenido seas -dijo con voz profunda y sin mostrar sus sentimientos-. Te llevamos a la ciudad, y cuando te hayas recuperado lo suficiente para valerte por ti mismo, nos separaremos -y saludando con un gesto de cabeza, se retiró silenciosamente.

No se dio cuenta de que estaba tenso hasta que relajó sus músculos. No le gustó ese hombre. Su carácter era... inusual, pero pronto estaría en su casa de nuevo, y todo esto acabaría.

Temos se presentó en la habitación y lo ayudó a incorporarse. Los ojos de Joshua se posaron en un gran ogro. ¡Pero si era una persona !. Le vio un cierto parecido a “Conan el bárbaro”, o a “Rambo”. De algo estaba seguro, procuraría llevarse bien con él. Sin embargo, al sonreírle, le pareció más amigable de lo que el había creído.

-- ¿Estás mejor, chico ? -dijo el coloso-. Me llamo Ron, y tengo que decir que creímos que no aguantarías toda la noche.

-- Si, gracias, estoy mejor, aunque aún me duele un poco el brazo. Pero no sé con que me lo he roto. Sólo dormía y...

--¡Ya lo creo que dormías !. Pero no estoy de acuerdo en los lugares que escoges para dormir. Un matorral no es más cómodo que una buena cama -dijo con voz socarrona y alta.

-- ¿En un matorral ? -Joshua estaba cada vez más confundido-. No recuerdo nada de eso. La última palabra se le quebró en un gemido, cuando Ron lo levantó para llevarlo afuera. Cual no fue su sorpresa cuando lo subieron a la silla de un caballo. Protestó con pánico.

-- ¡Un caballo !, ¡pero si no se montar !

Se dio cuenta de que había atraído la atención de todos y calló de pronto. Momentos después todos siguieron con sus cosas. Le pareció que las miradas eran de asombro. Tan sólo una persona no se giró: el hombre de la capa roja.





Pronto esperaba ir viendo los paisajes típicos de la ciudad, aunque de momento todo era verde. No sabía donde estaba. Pero tampoco se atrevía a preguntar eso, ni muchas más cosas. Temió que fueran mal interpretadas por culpa de su fiebre. Se bamboleaba inseguro sobre el corcel, aunque iba sujetado por Temos que iba en el mismo caballo. ¿Cuánto habría pasado ya ?. No llevaba el reloj y no sabía la hora, pero eso sí. Llevaban mucho tiempo cabalgando. Era casi de noche. Cerró los ojos, y al abrirlos, pensó que era imaginación suya, pero ya salían los primeros rayos del alba. No creía posible que nadie pudiera dormirse cabalgando, pero ahora ya no podía dudarlo. El caballo paró y se dio cuenta de que estaban en un pueblo, de casas similares a las que estaba acostumbrado a ver, pero era curioso. No había asfalto. ¡Ni siquiera calles !. Era como si se construyeran casas en desorden dentro de un desierto. Vio varios bares al pasar, y le sorprendió el mobiliario: todo era de madera y muy rústico. Desmontaron.

-- Bueno, chico, se acabó el paseo -dijo Folow, un hombretón de tamaño parecido al de Kamner, pero mucho menos musculoso.

Entraron en una de las casas y lo pusieron sobre una cama. Nilsa se encargó de él, y una vez solos, Joshua preguntó :

-- Nilsa, ¿podrías explicarme cuando me ha ocurrido esto del brazo, y desde cuando estoy aquí ?

-- Desde luego. No sé desde cuando estabas en los matorrales, pero cuando te vimos, nos atacaron y tú te levantaste. No te habían visto, y eso ya era algo a tu favor. Aunque no creo que fueras consciente de lo que hacías. Avanzaste y tropezaste con un mago. Le rompiste la concentración y le arruinaste el sortilegio. Si lo hubiera llegado a formular, según Redblod, el hechicero de nuestro grupo, ese que tiene la elegante capa roja, habríamos estado todos en una peligrosa situación, tal vez insoluble.

-- ¿Mago ?. No, no recuerdo nada. Sólo se que estoy en otro lugar. No sé siquiera como me rompí el brazo, y como me hice la herida que hay en él.

-- Oh, bueno, eso fue al caer sobre uno de los estaban alrededor del mago. Tenía una espada en la mano y te la clavaste.

-- ¡Una espada !. Entonces si lo cogen lo meterán en la cárcel de por vida.

-- ¿Por qué ? -preguntó indiferente.

-- Por intento de asesinato -dijo convencido. Oyó una carcajada corta, pero sonora, y vio a la mujer reír como si le hubiera contado un chiste gracioso.

-- ¿Por matar dices ?. Sí, creo que sigues teniendo fiebre. Todos hemos matado alguna vez.

-- ¿Tú has matado ? -preguntó con los ojos abiertos de par en par.

Su expresión cambió.

-- Sí -dijo con amargura-. Más de una vez. Es cierto que nunca me ha gustado hacerlo, pero prefiero matar a que me maten.

Joshua estaba asombrado más que asustado. Intentaba asimilar todo aquello. Espadas, asesinatos,... Entonces recordó las vestiduras de esta gente. Capas, ropa de guerrero, práctica y ligera... No le gustaba el cariz que estaban tomando las cosas.

Esa noche soñó con historias de lucha y de la época de la Edad Media. Al despertar pensó que su sueño no había sido tan descabellado. Se levantó muy pronto para hacer averiguaciones.






Al cabo de un mes, su brazo había mejorado, y el hueso se había soldado. Sólo le molestaba de vez en cuando, y recordó lo que le dijo aquel misterioso joven, el mago. Ahora que se había curado, tendría que apañárselas sólo, y no conocía a nadie. Su estancia de un mes le había dado suficiente tiempo para pensar sobre todo lo que le había ocurrido, y había llegado a una conclusión : o estaba en el pasado, o estaba en otro mundo, y él no tenía más remedio que aceptar eso. Había pedido varios mapas de esa zona y se había dado cuenta que los continentes eran distintos y los países y ciudades también. Asimismo, de que todos los que pasaban por las calles eran hombres a caballo. Por consiguiente no existía la posibilidad de que le hubieran querido engañar sobre lo de los mapas. Era un mundo distinto. Recordó sus intentos de proyección astral y de cuan diferente era el supramundo. Era como si se hubiese trasladado a otra época. Y el roce con la gente le informó de lo preparados que estaban sobre luchas y emboscadas, y sin embargo poseía pocos conocimientos. Estaba en otro mundo, era evidente, ya que no tenían ni idea de la gente famosa del suyo. Tampoco sabían nada de física, y muy poco de matemáticas. No pasaban de lo elemental de un niño de E.G.B. Allí sería considerado o un chico sabio, o un loco. Optó por no ponerse en evidencia. Ocultaría lo que sabía, si le era posible, y se esforzaría por aprender nuevas cosas. Y eran muchas...

-- Joshua, ¿estás aquí ?. Ah, si. Prepárate entonces. Nos reuniremos al salir el sol.

Había conocido a un nuevo miembro del grupo. El no había ido con ellos en la expedición anterior. Este era de estatura normal, robusto, y poseía un gran dominio de la espada. Se había ofrecido a enseñarle lo elemental. Su nombre era Kamner.

-- Muy bien, nos veremos donde siempre -respondió inseguro. Las primeras clases no habían ido muy bien. La espada era pesada entre sus manos, y ni siquiera con las dos manos podía dominarla.

Kamner le esperaba con paciencia entre los árboles, espada en mano.

-- Hoy aprenderás a parar los golpes. Concentra tu fuerza en el puño de la espada.


Estaba tendido en el suelo. Un hilo de sangre le corría por el mentón. No podía respirar. Había una especie de fuego desatado en su garganta, e iba bajando gradualmente hasta asfixiarle los pulmones. Sintió una pesada bota contra su costilla.

-- Joshua, levanta. Luchas peor que una niña. ¡Vamos, no tengo todo el tiempo del mundo, y tu tienes mucho que aprender !. Era muy estricto mientras hacía algún ejercicio que él consideraba importante y vital. Y Joshua ya estaba lamentando su decisión de aprender a un precio tan caro.

-- No puedo levantarme -dijo-. Dejémoslo. No sirvo para esto.

-- ¡Ya lo creo que sirves ! -exclamó Kamner-. Pero no te rindas a la primera caída. ¡Vamos levanta !

Una nueva patada en las costillas, y un nuevo gemido. A Kamner no le gustaba hacerlo, pero había comprobado por su experiencia, que todo el mundo acababa por agradecer las múltiples cicatrices recibidas durante la etapa del aprendizaje. Joshua se estaba debilitando, y la paciencia a veces no resultaba, pero si hería en el amor propio, y le provocaba la furia, tal vez lucharía con más arrojo y decisión.

-- Joshua, llevamos dos horas practicando, ¡y estás como al principio !. Fíjate en la espada de tu contrincante y no pienses otra cosa que adivinar su movimiento. Descubrirás que tu propia espada se moverá por tu instinto. ¡Ahora levanta y deja de lloriquear !.

Joshua luchó por levantarse. Una vez de pie se dio cuenta que todavía tenía la espada en la mano.

Kamner levantó la espada en señal de saludo. Joshua también la levantó. En ese momento, Kamner, adivinando su punto débil, avanzó espada en mano e hizo un rizo. La espada de Joshua estaba ya en el suelo.

-- ¡Por el amor de Yanxa, Joshua !, ¿cuántas veces te lo he de decir ?. ¡No dejes caer tu espada nunca !. Manténla tensa. A ver, cógela. Voy a atacarte y a tratar de hacerla volar por los aires. Recuerda lo que te dije hace dos días. Introduciré la espada por donde se ase la tuya.

Retrocediendo hasta medir la distancia necesaria para el rápido avance, Kamner realizó un movimiento dirigido a su contrincante. Joshua apretó esta vez con más decisión la espada y dominando su inquietud e incomodidad, esperó pacientemente. Kamner siguió su avance y lanzó la decisiva estocada.

Joshua, con un giro de muñeca, logró quitarla de su alcance, pero al hacerlo, la espada del caballero arañó su hombro. Había vuelto a fallar. De haber querido, ya estaría muerto. El era un fracaso. Su frustración se convirtió en furia. Arrojó la espada al suelo y le miró con odio creciente. Un pequeño y breve grito asomó a los labios de Kamner. También él había soltado la espada.

Al dirigir la mirada al arma caída del caballero, ahogó una exclamación. La empuñadura de la misma estaba al rojo vivo. Miró a su compañero, que sólo pudo devolverle la mirada y restregarse la mano, con síntomas de quemaduras en su palma.





Unos ojos negros como el carbón los observaban. Una sonrisa torcida se curvó en sus lívidos labios. Redblod acababa de comprobar lo que antes era sólo un presentimiento. Había visto con todo detalle la escena y estaba saboreando su final. Por fin el muchacho había dado muestras de ello. Todavía no sabía que era lo que poseía, pero ya lo adivinaría. Al encontrarse por primera vez con el muchacho en la chabola del bosque, había notado un cierto poder extraño, y sabía que no provenía del lugar, sino del chico mismo. Y ahora se habían cumplido sus pensamientos.

Había encontrado a lo largo de su vida a muchos magos, y había aprendido a darle un color y sabor distinto a cada tipo de magia, y esta, esta... era distinta, si es que era magia lo que poseía...

Regresó por donde había venido y se dirigió a su casa. Tenía que meditar. Si era lo que él creía, tendría muchas cosas que hacer.

Una vez allí cerró los postigos, impidiendo así la entrada de la luz. Cogió un libro lleno de polvo de su estantería y se acomodó lo mejor que pudo. Leyó página por página. La escritura era antigua, y creada con otro sistema de lectura. Una palabra podía ser leída al derecho o al revés, y podía escribirse tanto horizontal, como verticalmente. En cada postura estaba dotada de un significado distinto. Buscó el que le interesaba, y leyó. Su pulso se aceleraba por la tensión, y sabía que esto ya lo había experimentado antes. El recuerdo era impresionante. Asimilando al máximo lo que se mostraba ante sus ojos, leyó con vehemencia.

Tarsik maralaen domihus”.

Ante sus ojos apareció una imagen. La habitación empezó a temblar y sintió un poder fortísimo. La naturaleza, con todos sus sentimientos (odio, amor, alegría, ira...) penetró en él con brusquedad. Esto le hizo perder el equilibrio y cayó al suelo mareado y aturdido. La estancia refulgía con una luz brillante y pudo ver ante él a una mujer con el cabello largo y negro, que portaba un hábito color madera y un cayado. La reconoció y le habló :

-- Madre Tierra -dijo inclinándose ante ella-. Te he mandado llamar por algo a lo que no encuentro solución. He podido notar un sentimiento y no sé como definirlo. Era... superficial, pero a medida que pasa el tiempo se hace más fuerte.

-- Si -dijo ella con una voz que parecía salir de las mismas entrañas de la tierra-. Sé a qué te refieres.

-- Querría contar con tu favor y sabiduría -dijo intentando hablar con voz firme.

-- Sabes cual es el precio de la sabiduría -dijo ella mirándole con sus grandes ojos color caoba.

-- Si... Y lo acato -dijo esforzándose por dominar los repentinos escalofríos.

Al instante, esa sensación tan inquietante y poderosa volvió a penetrar en él. Estaba viva y le recorría todo el cuerpo. Seguidamente, otra la reemplazó, o quizá fuera la misma, aunque esta vez venía con más fuerza; con más dolor, más intensidad. Estaba al límite del dolor humano. Sus gritos fueron amortiguados y acallados por sus hechizadas paredes. Cuando creyó que iba a estallar, una fuente de sabiduría alivió su cuerpo y mente.

Nascrotisli stemitris”, pronunció sin saber por qué.

Vino entonces el viento como un torbellino, apartando salvajemente los mechones de mojado cabello de su cara. Un frío helado inundó su habitación. Una luz gélida y azulada como un glaciar, envolvió a un hombre alto y con barba blanca y espesa. Este le habló.

-- ¿Por qué me has llamado ?

Siendo ahora sabio, y comprendiendo, contestó :

-- Viento del Norte, necesito que me lleves a lugares lejanos, a otros tiempos, a otros mundos...

-- Sabes cual es el precio de lo que me has pedido -dijo con voz insensible y eterna.

-- Si... y lo acato -contestó esta vez sin sentir temor o miedo alguno.

Sus ojos se abrieron a otros lugares desconocidos, al pasado, al futuro, a otros mundos... No supo cuanto tiempo estuvo viéndolos. Los lugares pasaban rápido y sólo podía percibir como eran por su color, su sabor, su tacto, su textura... Al llegar a otro lugar, sintió lo que notaba siempre al estar al lado de Joshua, y entonces lo supo. Supo darle a ese mundo un color, un sabor y una textura antes inasequible para él. Descubrió sus secretos, su complejidad. Y al descubrirse ante él ese nuevo mundo y todos sus habitantes, conoció a Joshua más que él a sí mismo.




T
emos estaba en su habitación. Había previsto no tener que irse de la ciudad en varios días, pero esa mañana le había llegado una carta por medio de Brunnin, quien poseía uno de los caballos más rápidos del condado, donde se decía lo siguiente :

Saludos.

Bien hallado seáis, Lord Temos :

Habiendo recibido noticia de su pronta llegada a la ciudad, tengo el triste honor de comunicarle cierta desgracia que quizá le interese. Según la información recibida en la Asamblea, se ha afirmado la existencia de ciertos seres no identificados en mi ciudad Corren rumores de ser atroces y peligrosos. Se han hallado personas muertas y mutiladas sin haberse encontrado indicios de lucha, todas ellas mujeres. La gente está atemorizada y asustada. Apenas salen de sus casas. Estamos en un apuro que consideramos para personas especializadas como vos, un gran y valeroso mercenario, y le pedimos su colaboración. Esperamos noticias suyas.

Atentamente :

Lord Ardovis.

De la casa real de Bloshcome.

P.D. : Se dará una gran recompensa a quien los destierre de los lindes de Bloshcome, y dé fin a su existencia.”

Dejando la carta en su escritorio, se levantó y caminó inquieto por su habitación. Ya tenía tarea, si, pero tendría que consultar con los demás. Es verdad que eran mercenarios, pero desde que se habían unido, se habían ido independizando cada vez más de los asuntos de la sociedad. Y lo que realizaban eran trabajos sueltos. Pero una petición de la realeza no se podía rechazar... y tampoco su recompensa. La necesitaban. Ya tomada una decisión, se dispuso a prepararlo todo para un muy, muy largo viaje, ya que la ciudad mencionada, Bloshcome, quedaba a unos veinte días de viaje a caballo.





Kamner seguía mirando interrogativamente a Joshua. Pero este no pudo darle una explicación. El guerrero habló :

-- ¿Qué ha sucedido ? -dijo examinando la espada concienzudamente, ahora que ya estaba fría.

-- No tengo ni idea -respondió.

Y no pudiendo averiguar nada de lo que había ocurrido, recogieron las cosas y se fueron a sus casas respectivas. Joshua vivía en la casa de Temos, ya que este se consideraba responsable de él. Al entrar lo encontró muy atareado.

-- Oye, Temos. Hoy ha sucedido algo extraño. La espada de...

-- Si, si... ya me lo contarás -dijo apenas escuchándolo-. ¿Quieres avisar a los otros ?. Esta noche nos reuniremos a la salida de la luna en El Salón. Es importante.

-- Muy bien. Haré lo que me pides -y salió corriendo a casa de Nilsa. Una vez allí llamó a la puerta, y el joven Grimmik salió al exterior.

-- Vaya, vaya, vaya !. ¡Mira quién está aquí !. Por lo visto, tienes algo mejor que hacer que ir por ahí con una espada más grande que tú. Oye, ¿te he contado alguna vez, cuando luché contra un gran grifo peludo que me confundió con un gusano ?. Verás, ese bicho me atacó e iba a arrancarme la cabeza de un superpicotazo cuando yo...

-- ¡Grimmik ! -gritó una voz desde el interior.

-- ¿Si ? -dijo con aire inocente y con una sonrisa de oreja a oreja.

-- Eres incorregible -dijo apartándolo de la puerta con una evidente cara de reproche.

Era Nilsa.

-- ¿Qué deseas ? -continuó diciendo, ya más amablemente.

-- Me envía Temos. Esta noche va a haber reunión en el gran Salón de Mármol -repuso divertido Joshua.

-- Es extraño. ¡El Salón! -dijo Nilsa-. Debe ser algo urgente.

-- Si -contestó Joshua-. Lo es. Por cierto, ¿dónde queda ese salón ?

-- Bueno, no es una sala de piedra, como seguramente estás imaginando. Se trata de un claro en el bosque donde algunos de nosotros nos conocimos por primera vez.

-- Ah, supongo que debe ser especial para vosotros.

-- Si. En realidad lo es. Muy bien. Te doy las gracias, Joshua. No te entretendré más. Iré a avisar a Folow y a Kamner.

-- Gracias a vos -contestó. Aún le costaba acostumbrarse a ese refinado lenguaje. No quería ni imaginarse lo que ocurriría cuando se le escapara algún “taco” de los de su tierra.

Ahora le esperaba lo que más temía. Tenía que avisar al mago. Su casa era sombría y estaba apartada de las otras. Cuando llegó a la puerta le corrió un escalofrío. Sin haber llamado siquiera, la puerta se había abierto. Miró en el interior. Una figura se recortaba al lado de la ventana. Era él. El misterio que emanaba del mago, lo atraía a la vez que hacía que deseaba estar en el lugar que más le alejara de allí.

-- Te saludo... Redblod -titubeó Joshua. En su presencia se le atragantaban las palabras. Esperaba que no se notase mucho.

-- ¿Qué es lo que deseas ? -dijo con sus ojos negros clavados en los suyos. Este gesto hizo que el vértigo se apoderase de él-. M... Me envía Lord Temos... Quiere convocarnos en el Salón esta noche al salir la luna. Y... dice que es urgente -concluyó.

Redblod tardó en contestar. Todos estos segundos se le hacían siglos a Joshua.

-- Iré. ¿Algo más ? -preguntó divertido, notando la incomodidad del joven.

-- No. Eso es todo -respondió Joshua, haciendo su voz lo más firme posible.

Con un gesto de cabeza, le indicó al chico que había dado por concluida la conversación.

Mas tarde, Joshua se preguntó porque estaría todo oscuro en la habitación del mago, y porque habían gotas de sangre en el suelo. Eso... sólo el mago lo supo. Había sido el precio de su última petición.




-- Y eso es todo -concluyó Temos cuando hubo leído la carta delante de todos y hubo dado su opinión-. ¿Qué decís vosotros ?

Folow fue el primero en contestar :

-- A mi me parece bien. Pero esa ciudad es lejana, Temos. Tendremos que trazar una ruta segura.

-- Si. Estoy de acuerdo -dijo Nilsa-. Y va a ser un viaje largo. Creo recordar que se atraviesan muchas montañas, entre ellas, Ynix. No la podremos evitar. Tendremos que asegurar los caminos.

Las palabras de Nilsa eran sensatas y produjeron un silencio por parte de todos.

Redblod fue el primero en quebrantarlo :

-- En realidad hay un modo de evitar la Gran Montaña.

-- ¿Cual ? -preguntó Kamner, temiendo la respuesta.

-- Atravesando la Ciudad Perdida -contestó con una voz fría como el hielo.

Se produjo otro silencio, pero en este había algo más que reflexión. Había temor.

Ynix, era una de las montañas más altas de ese mundo, Greenwood. Y normalmente, estaba poblada de asaltantes de caminos, ladrones y todo el que tenía un motivo para huir de los lugares habitados. Al lado de Ynix estaba... la Ciudad Perdida. En esa ciudad tuvo lugar la lucha más grande de la historia. Al parecer fue provocada por la ética de las distintas razas. Se dice que una parte de los que allí lucharon y juraron defender la ciudad, huyeron en desbandada ante la fuerte invasión. A sus muertes, todos los que huyeron y rompieron su promesa, quedaron atrapados en una especie de “limbo” en el cual tenían que cumplirla. Corrían rumores acerca de que el que entraba se volvía loco, o nunca volvía a salir de allí.

-- ¡Bah! -dijo Folow tratando de alejar los oscuros pensamientos del grupo y los suyos propios-. No debemos fiarnos de todos esos cuentos para niños. A los que han estado allí, les gusta exagerar las cosas. Aun así, si podemos evitar pasar por allí, mejor.

-- No hay otro remedio, a no ser que quieras rodear inútilmente Ynix, claro -insistió Redblod irónicamente.

-- Bueno. Tendremos que arriesgarnos. No hay otro camino más rápido y seguro. Y no creo... que... -se interrumpió Temos. Un murmullo de voces apagadas y fantasmagóricas ululaban a su alrededor. Se dio cuenta de que ellos también lo habían oído. Se miraron entre sí con miedo creciente.

La ciudad perdida... la ciudad perdida...” -repetía el susurro apenas audible. Los matorrales más lejanos y menos iluminados por la luna, empezaron a moverse. Se escucharon palabras que eran arrastradas por el viento. Aquella voz fue haciendo más agudas sus palabras, hasta que...

-- ¡Ahhh ! -gritó, y reconocieron el sonido-. ¡Maldita inoportuna !. ¿Por qué no estas en otra parte ?. ¡Vete !, ¡vete te he dicho !. ¿Aún no te has movido ?. ¿Te resistes ?. ¡No me provoques, que tu a mí no me conoces !. Ya puedes ir a... ¡ahhh ! -los matorrales volvieron a moverse, y apareció Nilsa llevando de la oreja al bromista Grimmik.

-- Siéntate y deja de hacer tonterías -le amonestó ella.

Aunque se disgustaron con él, más tarde rieron lo ocurrido.

Aproximadamente una hora después, concluyó la reunión. Ya se había tomado una decisión : atravesarían la ciudad perdida.

-- Temos, paremos para descansar. Estoy agotada. Llevamos demasiadas horas en la silla de montar. Y yo no puedo más -dijo Nilsa dejándose caer en el suelo tras desmontar, y sin esperar respuesta.

-- Muy bien. Quedaos aquí mientras yo voy a explorar el terreno. Tendremos que acampar y es posible que tengamos que avanzar un poco para eso. Este suelo es demasiado arenoso. Es mal lugar -dijo Temos.

-- Si. Si nos viéramos en un apuro, este no sería el mejor terreno, ni para correr ni para defendernos -dijo Kamner.

-- Pues a mi me da igual -dijo Folow bostezando y dejando caer su inmenso cuerpo junto al árbol más cercano. Antes de hacerlo, tuvo el buen criterio de dejar el arco que llevaba a su espalda, o habría acabado hecho añicos-. Con tal de que haya algo para comer.

-- Bueno, Joshua, como te iba diciendo por el camino... venía volando y se lanzó en picado contra mí -decía el entusiasmado Grimmik, acompañando a sus palabras de gestos exagerados-. Abrió su inmenso pico y ya estaba a pocos metros de mi cuando...

-- Grimmik -interrumpió Nilsa con voz cansada-. Deja a Joshua tranquilo. Y en primer lugar, nunca nada ni nadie te ha intentado atacar. Compadezco al que lo haga -añadió en voz baja, pero suficiente para provocar un fingido, aunque pronunciado, fruncimiento de cejas.

-- Eh, Kamner, ¿qué te parece si vamos a cazar algo comestible ?. Estoy muerto de hambre -dijo Ron.

-- Vamos entonces. Al primer pájaro que se me cruce...

-- Lo dejarás en paz -atajó el mago con tono de advertencia y de desprecio-. No te atrevas a hacer daño a nada de este bosque. La mayoría de los animales son druidas : hombres y mujeres del bien que sirven a Yanxa, y para ello han de tomar la forma de un animal. Comeremos de nuestras provisiones, aunque sean escasas -y dió un mordisco a un trozo de carne seca.

-- Oye, mira -dijo Folow-. Yo no creo nada de eso, mago chiflado. Personas que se convierten en animales... ¡Bah !. Los animales son animales, ¡y yo tengo hambre !. Vete con tus cuentos a otra parte.

-- He dicho que no vais a matar nada, y eso haréis -dijo con tono glacial mientras se levantaba del suelo. De pie era una figura imponente.

-- ¿Crees que puedes detenerme con todas tus fantasías ?. ¿Acaso vas a convertirme en gusano ?. Eh, contesta.

-- Déjalo ya, Folow -dijo Kamner, más prudente después de echar una ojeada al furioso mago.

-- ¡No ! -dijo levantándose y volviéndose hacia el mago-. ¡Vamos, tu has empezado esto !. ¿No es así ?. ¿Quieres probar algo ?. ¡Vamos, acércate, mago mediocre !.

-- ¡Maldito seas !. Voy a...

-- ¡No lo harás ! -dijo Temos mientras se acercaba al trote con su caballo-. Venid. Os necesito. He divisado a un grupo de personas en el camino. ¡Vayamos a la arboleda !. Van cubiertos con capas grises, y tendrían todo el aspecto de monjes, si no fuera por las empuñaduras de sus espadas que asoman entre los pliegues de sus vestiduras. ¿Sabes algo de ellos, Redblod -preguntó mientras se ponían en marcha.

-- No. Poca cosa. Luchan según su parecer. Protegen alguna causa, no se cual -gruñó mirando de reojo al todavía furioso Folow.

-- En mi tierra hubo unos hombres parecidos, según comentas, Temos -dijo Joshua aproximándose con Nilsa hacia la arboleda-. Eran los Templarios. Tenían el signo de la cruz y luchaban y mataban en nombre de Dios. Pero estaban mal vistos por todos. Eso fue hace mucho tiempo.

-- Tendremos que comprobarlo -dijo Temos-. Kamner, ve al camino y averigua lo que puedas. Todos vosotros escondeos. Que nadie se mueva hasta que yo dé la señal.

Mientras tanto, los misteriosos personajes avanzaban despacio y en silencio. Kamner se sentó en el suelo. Al acercarse los personajes, se levantó fingiendo alivio.

-- ¡Qué suerte !. ¡La buena de Yanxa me acompaña ! -dijo sonriendo-. Decidme. Vengo de lejos e iba de caza con mi guardia, pero me desvié persiguiendo un hermoso venado. Creo que he perdido la orientación. ¿Por donde queda la próxima ciudad ?.

-- Está lejos todavía, pero ¿de donde venís ?. Estamos comenzando la época de las nieves. Los venados no abundan -apuntó con agudeza.

-- Vengo del este.

-- Del este... -repitió mientras parecía meditar algo. Se giró y habló en una lengua desconocida con los otros. Hablaba rápido y bajo.

De pronto...

-- ¡Sois vosotros ! -voceó Grimmik mientras se asomaba por los matorrales donde estaban todos, poniendo de manifiesto la falsa interpretación de Kamner-. Los que habéis hecho todas esas atrocidades, ¿verdad ? -dijo orgulloso de haber entendido su lengua.

Los demás salieron del escondite. Grimmik había desvelado el escondite, y Nilsa descubrió como pensamientos asesinos cruzaban por su mente.

Pero los monjes no se habían quedado inmóviles. Al haberse descubierto Grimmik, reaccionaron de modo inmediato, y antes de que se dieran cuenta, habían ya desenvainado sus espadas, dispuestos a acallar su secreto.

-- ¡Nilsa, colócate junto a mi ! -advirtió Folow.

Dos de los monjes se arrojaron sobre Kamner, quien evitó los ataques con un rápido movimiento. Tanteó su cinto, y pudo encontrar el tranquilizador frío de la empuñadura de su arma. Las espadas se cruzaron, y en un descuido de su oponente, le atravesó mortalmente el costado. En ese momento. Un peso muerto cayó sobre él desde atrás. Era el otro monje, con una de las flechas de Folow asomando en su espalda.

Temos, luchando a su vez con un diestro adversario, sudaba por el inesperado ejercicio.

-- ¡A tu derecha, Ron ! -gritó, y parando la espada de su enemigo, lo golpeó en el rostro con su puño. Este no esperaba ese golpe, y cayó al suelo-. Tenemos que salir de aquí. Son demasiados.

Joshua sólo podía mirar con horror. En ese momento vio uno dirigirse corriendo hacia él, mostrando una expresión de triunfante furia.

-- ¡No ! -gritó-. ¡No te acerques !.

Una mano se posó sobre su hombro. Se giró de golpe empuñando su cuchillo para atacar instantáneamente, pero su golpe fue parado por una mano firme.

-- Ponte tras de mi -ordenó Redblod-. No te muevas y sobre todo no me toques.

El mago cerró los ojos y tensó los músculos concentrándose. Esto duró un eterno segundo durante el cual el enemigo había salvado toda la distancia que los separaba. Por fin, el mago levantó los brazos y pronunció unas extrañas palabras :

-- Dolus ksirah moitorus.

Una llama azulada salió de los dedos del mago alcanzando al hombre cuando ya se le abalanzaba. Este se incendió en llamas prorrumpiendo en grandes alaridos.

En el otro lado, Nilsa luchaba desesperadamente con Folow a su lado. Atacaba a todo lo que se movía, usando más el instinto que la cabeza. Aún así, había acabado ya con dos.

-- ¡Corred ! -gritó Temos con furor-. ¡Hacia los caballos. El ruido puede haber alertado a otros !.

Todos corrieron lo que daban de sí sus piernas. No les seguía nadie, pero aún así siguieron corriendo. Cuando llegaron, montaron inmediatamente.

-- Continuaremos el camino ahora mismo -dijo Temos.

Espolearon sus corceles y se pusieron al galope. Las ramas azotaban la cara de Joshua al pasar, haciéndole pequeños arañazos. Podía oír la respiración entrecortada de su compañero, y sentir los poderosos músculos de su caballo bajo la piel sudada. Sabía que estaba llorando. Pero ya no le importaba.







Era de noche y el viento refrescaba la piel y los relajaba. Todos estaban en silencio y montando sus tiendas. Por fin acabaron y Temos habló :

-- Grimmik. Dijiste algo sobre ellos. ¿Entendiste su lengua ?.

-- ¡Oh, si ! -dijo henchido de orgullo. El había observado la intrincada lucha con fascinación y deleite, y estaba animado y alegre-. Mi tatatatatatarabuelo, cuando era pequeño, conoció a un enano y este...

-- La versión abreviada, por favor -rogó con paciencia.

-- Un enano se la enseñó a mi familia -dijo llanamente.

-- ¿Qué dijeron ? -intervino Kamner.

-- Bueno, pues dijeron más o menos esto : “Este no debe saber nada... sólo nos llevamos lo nuestro, y actuamos con discreción. Al marcharnos sólo encontraron los cuerpos. ¿Qué hacemos con él ?. No podemos arriesgarnos a que nadie nos vea... todavía. “ y entonces yo dije : “sois vosot...”.

-- Si, si. Ya sabemos lo que tú dijiste -dijo Nilsa, pronunciando molesta las dos últimas palabras, y con especial énfasis-. Nos pusiste al descubierto.

Hubo una corta pausa.

-- Así que -continuó Temos- los crímenes fueron cometidos por ellos. Pero todavía no entiendo que pretenden sacar con ello. No hay un motivo claro.

-- Creo que ya lo voy entendiendo -dijo Redblod pensativamente-. Según Lord Ardovis, todos los cuerpos eran mujeres.

-- Si, creo que sí -contestó todavía sin entender nada.

-- No podemos hablar de maniáticos. Esos monjes, o lo que sean no me lo parecieron. No. Buscaban algo que sabían que encontrarían en esa ciudad. En alguna de las personas de aquella zona. Si os fijáis -continuó-, todo sucedió en un radio muy pequeño de la ciudad. En concreto, en Trawit. Tal vez buscaban una señal.

-- ¿Qué quieres decir ?, ¿y qué te hace pensar eso ? -preguntó Nilsa.

-- Al caer uno de ellos, un brazo quedó al descubierto. Llevaban un tatuaje en el hombro : un gran grifo.

-- ¡Un grifo ! -gritó Grimmik-. ¡Como el que me atacó !. Joshua, ¿te he contado alguna vez cuando... ?

-- ¡Oh, no ! -dijo Ron-. Ya se lo contarás en otro momento -y dirigiéndose al mago preguntó :- Entonces, ¿por qué las mataban ?

-- Creo que buscaban a alguien en particular. Según Grimmik, dijo : “sólo nos llevamos lo que es nuestro”

-- Si, empieza a encajar -dijo Kamner-. Pero para buscar una señal no hacía falta matar.

-- Tal vez no es cierto que no hubo lucha. Tal vez la hubo, ¡y grande !.

-- Es posible, pero sea quien sea a quien estén buscando, ha de se muy importante para provocar todas esas luchas tan cruentas.

-- ¡Cruentas !. ¡Pues yo creo que eran monigotes -dijo Grimmik-. Luchaban muy mal, y olían peor. Además...

-- ¡Un momento ! -dijo Nilsa-. Creo que Grimmik ha dado en el clavo. ¿Acaso no son normalmente cierto tipo de personas las que llevan marcas y tatuajes ?.

-- ¿Quiénes ? -preguntó Kamner.

-- Esclavos.

-- ¡Desde luego ! -exclamó Ron-. ¿Cómo no se me habrá ocurrido antes ?

-- Si. Ya sabemos algo -dijo Temos, hablando más para sí mismo que para los demás-. Ciertos “esclavos” a las órdenes de alguien que es posible que adore a los grifos, partieron a la ciudad de Bloshcome a buscar a una persona muy importante para ellos que posiblemente tenía también la marca de esclavo, o esclava en todo caso. Es posible que escapara y todavía la andan buscando. Pensaron que estaría allí, en el mismo lugar donde la cogieron al principio.

-- Creo que tiene sentido -dijo Nilsa.

-- Si, bueno, en todo caso vayamos a dormir. Estamos todos muy cansados.




-- ¿Puedo pasar ? -preguntó alguien tímidamente desde fuera.

-- Adelante -contestó Redblod desde su tienda con sequedad. Odiaba que le interrumpieran mientras estudiaba sus libros de magia.

-- Oh. Siento haberte molestado -era Joshua-. Pero... tenía que venir -acabó precipitadamente, escondiendo la mirada en sus desgastadas botas.

-- ¿No eres ya demasiado grande para ruborizarte, muchacho ? -preguntó irónicamente el mago-. ¿Cuantos años tienes ?.

-- Quince... quizá dieciséis. He perdido la cuenta desde que estoy aquí. M... quería darle las gracias por haberme salvado la vida. Sé que aquí es normal defenderse y salvarse la vida mutuamente, pero allí, yo... ¡Tengo que decirlo !. ¡No puedo esconderlo por más tiempo !. ¡Estoy asustado... !, ¡y... !

-- ¡Oh, si ! -dijo sin conmoverse el mago-. Lo he notado.

-- ¡No, eso no ! -gritó angustiado-. Quiero decir, que... que... ¡que no soy de este mundo !. ¡Necesito ayuda !

Tampoco hubo ahora reacción por parte del mago. Sin embargo, sus cejas se contrajeron casi imperceptiblemente. Cerró el libro que tenía entre las manos y lo examinó de ariba a abajo.

Esa mirada incomodó un poco a Joshua. No lo miraba directamente a él. Lo estudiaba.

-- Siéntate -dijo Redblod.

Joshua se sentó. Se había tranquilizado rápidamente después de que lo dijera todo de golpe. Ahora no sentía absolutamente nada.

-- Te creo, chico -continuó el mago, pero se abstuvo de expresar todos sus pensamientos- Te he estado observando. Y es cierto, por lo que he visto. No sabes manejar una espada, ni siquiera un cuchillo, y tampoco has montado a caballo en tu vida. No has podido pasarte la vida en una habitación, encerrado porque eres bastante sabio para tu edad, y algunos aspectos de esa sabiduría no se adquiere en los libros.

Hubo una larga pausa. Joshua continuaba mirándose las botas.

-- ¿Me equivoco ? -preguntó el mago.

-- No. En mi mundo, la gente no combate. No se lucha con espadas ni monta a caballo si no es como deporte. Tanto para la gente creyente como para la que no lo es, hay unas reglas fundamentales. Unas se deben cumplir bajo castigo severo :

-- No matar y no robar -afirmó con tono distraído el mago.

-- Si. Las otras ocho se hacen según el criterio de cada persona, aunque deberían hacerse.

-- Lo se -dijo Redblod-. ¿Cómo llegaste hasta aquí ?.

-- No lo se. Mi hermana sufrió un accidente en mi mundo y estaba en estado grave. Creo que me desmayé o algo así, y cuando desperté, estaba en este otro. -El recuerdo de su hermana, le hizo gimotear-. Si pudiera salvarla... -dijo entre sollozos.

-- ¿Y cómo pretendes volver ? -le volvió a interrogar el mago, sin hacer caso de sus lágrimas.

-- No lo se -dijo-, no lo se. Esperaba que alguien pudiese decírmelo. ¿Por qué estaré aquí ?. Yo no sabía ni siquiera que existía este mundo, aunque toda mi vida haya soñado con él. Además, el mío es más evolucionado que este. Yo soy del año 2003.

-- El 2003 -dijo convirtiendo los ojos en dos pequeñas rendijas-. Debes saber que aquí estamos en el año 537.

Hubo una corta pausa.

-- Pues ya que estoy aquí, debería aprender algo. Me siento inútil -afirmó Joshua.

-- Bien. Hay muchas cosas que puedes hacer. Empieza por aprender que es de noche y de noche se duerme. Si no te importa...

Joshua sintió que se ruborizaba de nuevo. Se levantó y se despidió.

-- B... Buenas noche. Hasta mañana. Y gracias de nuevo -y salió tan precipitadamente como al entrar.





Ya se empezaban a ver los típicos árboles de Ynix. A unos días estaría la Ciudad Perdida.

Se detuvieron para comer, y continuaron la marcha.

Los dos días siguientes fueron al mismo ritmo. Sólo se detenían para descansar. De vez en cuando veían algunas casas apartadas en los claros de la montaña. Los techos estaban deteriorados por la erosión de los elementos, y las paredes tenían aspecto de ser viejas y húmedas. El grupo continuaba su avance incansablemente por subidas y bajadas. Más de una vez tuvieron que desmontar para subir alguna cuesta pedregosa. El caballo de Grimmik se había lastimado una pata al tropezar, y ahora tenía que ir subido al caballo de Folow.

Al finalizar el día estaban todos cansados. Incluso Grimmik, aunque con el alba volvía a hablar, y hablar, hasta que alguien bajaba del caballo con un palo o lo primero que pillase a mano.

Al tercer día tuvieron que ponerse a cubierto. Se había desencadenado una llovizna, fina, pero continua. De esas que empapan hasta las telas más gruesas. Aún así, cuando pasadas unas horas comprobaron que no iba a amainar, continuaron la marcha.

Pasaron diez días con lluvia. Kamner contrajo una pulmonía y los demás, síntomas variados, desde dolores de cabeza hasta toses y estornudos. Gracias a las pócimas de Redblod, que extraía de las plantas que seleccionaba con gran cuidado y esmero, todos se sentían un poco mejor.

El mismo día que dejó de llover, llegaron a la Ciudad Perdida.

Los caballos estaban agotados y nerviosos. Movían bruscamente la cabeza de un lado a otro, haciendo desequilibrar a los jinetes. Ahora iban a paso lento. Temos iba en cabeza, seguido de Folow y Kamner. Detrás iban Nilsa y Grimmik, quien por una vez estaba en silencio. Por último Joshua y el mago. Desde que este compartió el secreto de Joshua, se abrió una pequeña amistad que se había ensanchado en estos últimos días. Cabalgaban lado a lado, y de vez en cuando el mago le dirigía la palabra. Hablaban poco, pero ahora lo entendía mejor. Una de las noches en que el mago se mostraba comunicativo le había contado que él tenía un hermano más o menos de la edad suya. Hace poco había muerto en una emboscada, y desde entonces Redblod se había vuelto huraño, irónico y cruel. Joshua sintió que era quien más en común tenía con el mago. El había perdido un hermano, y su propia hermana estaba gravemente herida en algún lugar más allá de su alcance.

Pararon los caballos.

Por primera vez desde que atravesaron los límites de la Ciudad Perdida, Joshua se detuvo a observar su entorno. Todo era ruinas a su alrededor. Casi no quedaba piedra sobre piedra. Los árboles que habían crecido entre los escombros eran espesos, y proyectaban su sombra fantasmagóricamente sobre el pedregoso suelo. La luz de la luna, en fase menguante, pero aún iluminando suficiente, hacía este lugar silencioso e irreal. No se oía ningún ruido de animales, excepto el que producían las espantadas monturas. Joshua miró hacia atrás. Sólo quedaba un vacío y estrecho camino oscuro. No había viento, ni un sólo movimiento, y no pudo contener un escalofrío. Que irreal era aquello.

Los demás sentían lo mismo, cada uno a su manera. Temos sólo veía los inconvenientes y las ventajas del lugar. Las últimas eran pocas y poco fiables. Folow lo que lamentaba era que no hubiera nada con cuatro patas que pudiera comerse. Kamner examinaba los inconvenientes del terreno en una lucha. Nilsa observaba ese paisaje con el corazón en la mano. Sujetaba tan fuertemente las riendas de su caballo, con el fin de aferrarse lo más posible a la realidad, que la montura piafaba y coceaba en señal de protesta. Grimmik miraba con ojos abiertos y llenos de fascinación todo a su alrededor. Redblod, por su parte, era aparentemente indiferente al paisaje, pero nadie sabía los pensamientos tan profundos que tenían lugar en su mente.

-- Alto -dijo Temos, sin parecer apercibirse de que ya se habían detenido-. No podemos continuar. Debemos descansar. Kamner. Tu y yo haremos la primera guardia. Folow y Grimmik la segunda. No... Folow y Joshua. No creo que Grimmik esté concentrado para hacer guardia. Montaremos las tiendas muy próximas unas a otras. Y Redblod, si no te importa, enciende un fuego.

Todos desmontaron con la cabeza gacha, solo parcialmente conscientes de lo que Temos había dicho. Al cabo de unas horas, todo estaba hecho.

-- Idos a dormir -dijo Kamner a Folow y Joshua-. Os despertaremos cuando os toque la guardia. Los demás -continuó-, no estaría mal que hiciérais lo mismo.

-- A mi no necesitas dedírmelo -dijo Nilsa convencida-. Sólo tengo que cerrar los ojos, y me dormiría de pie.

Y así se zanjó la conversación esa noche.






Joshua sintió un peso en su hombro. Saliendo de su ensoñamiento, vio a través de sus ojos nublados a Temos.

-- ¿Qué ocurre ? -preguntó medio dormido.

-- La guardia.

-- ¿Qué ?, ¡ah !. Ya voy.

-- Folow está esperándote fuera.

Se vistió y salió.

-- Supongo que sabrás hacer una guardia -preguntó tanteando cuando se acercó Joshua.

-- Pues... no.

Folow suspiró.

-- Muy bien. Siéntate aquí. No, así no. Busca una postura cómoda. Bien -dijo sentándose espalda contra espalda. Aquí se siguen unas normas. Para no dormirnos, de vez en cuando nos daremos pequeños toquecitos con los codos, a los cuales hay que responder igual. Si ves u oyes algo, imita en voz baja la voz de un búho. ¿Sabes hacerlo ?. Muy bien. Eso es todo lo que hay que saber.

Por un momento todo estuvo en silencio.

Un chasquido seco sobresaltó a Joshua.

-- Tranquilo. Ha sido el casco de un caballo al chocar contra las piedras -comentó Folow en un susurro-. Empieza a escuchar los sonidos del grupo y de la naturaleza. Pronto aprenderás a conocerlos y podrás diferenciarlos de los desconocidos.

La noche transcurrió sin percances. Joshua habia estado a punto de dormirse pero a causa del eficaz método de hacer la guardia, cuando esto estaba sucediendo, el codo de Folow se le había clavado en las costillas y le había despertado de golpe.

Ya despuntaban los rayos del sol. Despertaron a los demás, y Nilsa comenzó a preparar un mínimo desayuno.

Desde un principio pensaron que la Ciudad Perdida iba a ser un lugar inhóspito. Pero después de pasar la noche y ver ese magnífico día soleado, todo quedó entre mitos y leyendas.

Cada cual meditaba este hecho a su modo cuando Nilsa los llamó a desayunar. Folow fue el primero en llegar. Los demás fueron apareciendo poco a poco. Joshua, poco acostumbrado a no dormir por la noche, tenía noción de las cosas sólo a medias. Llegó junto al grupo atraído por el olor de la comida. Redblod se sentó a su lado.

-- Temos -dijo Kamner mientras masticaba un trozo de carne-. A mi me parece una ciudad normal. No he notado nada extraño en ella. En realidad, me gusta.

-- Si -fue la respuesta-. A mi también. Tampoco yo creo...

-- No os habéis dado cuenta de nada, ¿verdad ? -interrumpió Redblod sin haber probado bocado-. No, y tampoco habéis mirado a vuestro alrededor.

-- ¿Qué ocurre a nuestro alrededor? -dijo Folow distraídamente.

-- No estamos en la Ciudad Perdida -respondió el mago-, y tampoco está aquí Grimmik.







Se acercaban. Estaban mirándole. Sólo a él. ¿Por qué a él ?, si estaban todos sus compañeros. ¿Qué ?, ¿le estaban llamando ?. Bueno. Pues se acercaría a ellos. Además, le intrigaban, a pesar de las caras de angustia que estaban presentes en todos. Se desvió del camino que seguían sus compañeros y dirigió su caballo hacia ellos.

-- ¡Hola ! -dijo alegre-, soy Grimmik. ¿Y vosotros ?. ¿Qué ?, ¿que os siga ?. Si. Con mucho gusto, aunque preferiría que me hablarais en lugar de hacerme tantos gestos. ¡Si, ya voy !. ¡No me empujéis !. Oye, no seréis sordos además de mudos, ¿verdad ?. ¡Que lástima !. Os habría gustado escuchar mi historia. Por cierto, ¿hacia donde me lleváis ?. Si, ya sé, que os siga. No pregunto. Vale. ¡Oye, dejad de empujarme !, ¿quieres ?. ¡Uf... !

Grimmik fue llevado al centro del bosque.

-- ¿Os váis ? -preguntó curioso más que asustado-. ¿Quién es ese que viene por ahí ?. ¡Caramba, pero si es una dama !. ¿Qué hace aquí una dama entre tanto bosque ?.

-- Demasiadas preguntas -dijo acercándose con una sonrisa-. ¿Por qué no las formulas de una en una ?

La dama, como la había llamado Grimmik, no era exactamente eso. Tendría la misma edad de Joshua. Su cara era infantil, y su cuerpo delicado. Sus ojos eran de un tono verde pálido, su cabello, dorado como la miel. Llevaba un sencillo vestido del mismo color que sus ojos, y estaba descalza.

-- ¡Vaya, vaya !. ¡Pero si hablas ! -exclamó Grimmik-. ¿Qué les pasa a todos esos ?, ¿no pueden hablar ?

-- Si pueden hablar, sólo que tú no puedes oírles -contestó.

-- ¿Y tú, puedes oírles ?.

-- Yo sí -dijo con tristeza y bajando los ojos-, pero a veces desearía no poder hacerlo. Dicen cosas tan tristes... Sus canciones son lamentos, y cuentan en ellas su pasado y su maldición.

-- ¿Por qué puedes oírlos tú y yo no ? -siguió preguntando.

-- Ellos no utilizan sonidos. Hablan... con sus pensamientos.

-- Ah, ya. Otra cosa -añadió-, ¿por qué me han traído aquí ?

-- No te han traído. Tu has querido venir.

-- Mira, estaré loco, pero no hasta ese punto... -dijo molesto.

-- ¡Oh !. No quería ofenderte. No entiendes. Nadie quiere venir a la ciudad perdida. Le tienen miedo -explicó-. No puede entrar en ella nadie que no lo desee, y mientras tanto, este lugar... no existe.

-- Cada vez lo entiendo menos -dijo con sinceridad Grimmik.

-- Si, escucha. Este es un lugar irreal. Cuando la gente dejó de venir, desapareció como todos los que traicionaron la promesa. Fueron a parar aquí. Quien quiere venir, esté donde esté, sólo tiene que desearlo.

-- ¡Así que esto es la ciudad perdida ! -bociferó contento por saber que estaba allí-. Pues no es como yo lo imaginaba. En realidad esta bruma casi no me deja ver nada.

-- Si y no -contestó ella.

-- ¿Te importaría dejar de contradecirte ?. No hay quien te entienda -protestó Grimmik.

-- En los mapas aparece la Ciudad Perdida, pero en realidad sólo es el nombre que le pusieron a ese lugar ciertas personas, sabiendo que había desaparecido de verdad. Para no despertar el pánico entre el pueblo, le dieron ese nombre al simple y común lugar que quedó. Más tarde, cuando esas personas murieron, su secreto también lo hizo, y nadie sabe ahora la verdad, excepto tú, yo y todos ellos -y abarcó con un movimiento de su brazo a los seres que habían guiado a Grimmik hasta ella.

-- ¿Y dónde estamos entonces ? -preguntó.

-- No lo sabemos. Pero en ninguna parte real de este mundo.

-- ¡Caramba !. Debe haber muchas cosas interesantes aquí, ¿no ?.

Ella no contestó.

-- Dime una cosa -dijo pensando de pronto Grimmik-. ¿Mis compañeros están aquí ?

-- No.

-- ¡Me estarán buscando !.

-- Es posible.

-- Tengo que irme...

-- No -dijo ella de pronto-. No. Ellos te necesitan. Estos seres te necesitan.

-- ¿Para qué ?.

-- Debemos volver a nuestro mundo. Ellos necesitan el descanso. El verdadero descanso. Están desesperados.

-- ¡Caramba ! -exclamó Grimmik-. Pues yo los veo muy tranquilos.

-- No lo entiendes -dijo ella decepcionada.

-- ¡Oh, claro que te entiendo ! -dijo-. ¿Como puedo ayudar ?.

La cara de la niña se iluminó de alegría.

-- Ven, sígueme.





-- Es cierto -dijo sorprendida Nilsa mirando a su alrededor. ¿Dónde estará ?.

-- En la ciudad perdida, seguramente -contestó Redblod.

-- ¡No digas tonterías ! -le amonestó Folow-. ¡Esto es la ciudad perdida !.

Una risa salvaje brotó de los labios del mago.

-- ¡Necios !. ¿Acaso creéis que esto es la ciudad perdida ? -dijo volviendo a reír.

-- Entonces ¿qué es ? -inquirió Folow retador.

-- Otro lugar -dijo llanamente.

-- ¡Estás loco !. ¡Esto es la ciudad perdida, y Grimmik estará aquí dentro de un momento. ¡Quién sabe lo que estará haciendo !. ¿ Quien lo ha sabido nunca ?.

Redblod no contestó, mas la sonrisa torcida no desapareció de su rostro.

Pero llegó la noche y Grimmik seguía sin venir.

-- Está bien -dijo Temos-. Seguiremos instalados aquí hasta que aparezca, y si no lo hace pronto, alguien deberá buscarle.

-- ¡Yo iré ! -dijo el mago acercándose a él.

-- De acuerdo, Redblod -aprobó Temos, y añadió indeciso -. Me... me inquietó lo que dijiste antes. Este es el lugar que marca el mapa como la ciudad perdida. ¿Qué quisiste decir ?.

El mago le miró sin parpadear, como examinando si lo entendería o no.

-- ¿Crees que todos los rumores son falsos ? -contestó al fin-, ¿que la ciudad perdida puede ser un lugar tan apacible como este ?

-- N... no. No lo creo -dijo Temos.

-- No sé donde está la ciudad perdida. Eso es cierto, pero este lugar, no es lo que dice el mapa. Puede ser que ocurran cosas extrañas, si. En todos lados ocurren. Quizá aquí se les dan más valor. Pero no creo que el mapa esté equivocado, y tampoco creo que encontremos a Grimmik esta noche. Pero no te preocupes. Puedo estar equivocado -intentó consolarlo, pero sus maneras frías y cortantes no eran lo que se podían llamar consoladoras. Entendía a Temos. El debía cuidar de todo el grupo. Y el que faltara alguien o surgiese un imprevisto lo intranquilizaba.

-- Gracias, Redblod -dijo en una voz apenas audible-. Ojalá lo encuentres -y se retiró.







Joshua lo acompañaba. No era un gran consuelo, pero a veces sentía que entendía sus palabras más que nadie. Aminoraron el ritmo de los caballos hasta el paso.

-- Redblod -dijo Joshua-. No lo vamos a encontrar, ¿verdad ?

-- No. No creo que lo encontremos, aunque no lo sé seguro.

-- Ya.

-- Volvamos -dijo el mago cuando habían recorrido es bosque de punta a punta-. Quizá a la vuelta haya más suerte.

Joshua asintió con la cabeza. Ambos apresuraron el paso todo lo que la escasa luz permitía. El chico cabalgaba mucho mejor que al principio, y se dio cuenta. Casi sin saber como, se había descubierto acostumbrado a los movimientos de su montura. El descubrir su avance era muy alentador. ¡Ya había aprendido algo, por poco que fuera !.

Más tarde estaban todos dormidos.






Joshua abrió los ojos sólo para descubrir un cuchillo apoyado en su garganta. Quiso incorporarse de un salto, pero lo único que consiguió fue abrirse una herida. Redblod estaba hablando.

-- Aparta a tus hombres de mi lado. Que no me toquen -dijo al que parecía el jefe- ¡o morirán !.

No fue necesario que dijera nada. Los otros se retiraron a una distancia prudente pero con sus espadas en alto.

-- ¡Muévete, pues ! -dijo el jefe amenazante. El mago obedeció y salió afuera.

Joshuá oía gritos de Nilsa y golpes de espada.

-- ¡Levántate ! -amenazó al chico aquel hombre. Joshua lo hizo.

-- Quiénes sois -preguntó.

-- Deja de preguntar, mocoso -dijo haciendo una seña al que sostenía el cuchillo para que apretara más.

Joshua sintió el frío del acero tan clavado en su cuello que pensó que si tragaba saliva se degollaría a si mismo.

-- ¡Llévalo fuera, con los demás !.

Al salir vio que los otros estaban en una situación semejante. También vio como Kamner aflojaba disimuladamente las correas que le ataban sus muñecas con lentos movimientos de fricción.. Pronto se hubo liberado, aunque permaneció en la misma posición, como si aún permaneciera atado. No tenía su arma a mano. Se habían encargado de quitarla de su alcance antes de despertarlo, al igual que habían hecho con todos sus compañeros. Cuando el guerrero vio a Joshua recordó algo y sintió que un poco de esperanza renacía en él. Durante los días que le había intentado enseñar a manejar la espada, también había aprendido otros trucos de lucha y supervivencia. Recordó cuando le estaban buscando unas botas adecuadas a sus pies, y como todas le estaban grandes. Entonces, él había dicho que era una pena desperdiciar tanto espacio libre, y le habían construido una funda especial para una daga. Si no se equivocaba, aún debería estar allí.

Kamner hizo unos gestos a Joshua intentando que comprendiera su intención. En ese momento, el que aún apoyaba el cuchillo sobre su cuello, apartó este y lo empujó hacia el resto del grupo. El chico se las arregló para caer sobre el guerrero, y ambos rodaron por el suelo. Con un disimulado movimiento, Kamner introdujo su mano en la bota derecha de Joshua y extrajo la daga. Se levantaron lenta y pesadamente, mientras los hombres que los habían tomado prisioneros se burlaban de ellos. Cuando estaban de nuevo todos de pie, Joshua había oído del guerrero un breve e improvisado plan.

El asaltante más cercano al grupo se aproximó aún más para poder burlarse en sus caras. Antes de que supiera que había pasado, una afilada hoja le había atravesado el corazón. Kamner se apoderó rápidamente de su espada, y pasó la sangrante daga a Joshua, quien procedió a liberar a sus compañeros del modo más rápido posible, mientras el diestro guerrero paraba él solo la primera oleada compuesta por tres hombres.

Temos se apoderó de la daga tan pronto estuvo libre, y corrió a ayudar a Kamner.

Dos de los asaltantes se le echaron encima a Folow. Cogió a uno por el cuello intentando estrangularlo, pero el otro le golpeó en la cabeza con la empuñadura de su espada, y a punto estuvo de perder el sentido. Folow, aturdido, empujó al que sujetaba por el cuello hacia su compañero, y con el mismo movimiento le arrebató su espada de la vaina.

Temos se había quedado protegiendo a Nilsa, quien sólo había logrado apoderarse de un grueso tronco, con la daga, esquivando golpes y asestando otros al mismo tiempo.

-- ¡Kamner, a tu izquierda ! -gritó-. ¡Vienen otros dos !. Ahhh.

Le habían herido en el costado, aunque podría haber sido más grave. Dio un paso adelante y se deshizo de su oponente de un tajo en el cuello. Podía oír a Redblod entonando el idioma de la magia.

-- ¡Temos ! -gritó Joshua-. Han herido a Folow.

El chico estaba asustado. Esperaba que Temos pudiera ayudarlo, pero este estaba bastante ocupado en sobrevivir él y proteger a Nilsa como para poder atenderlo. Folow se había deshecho de uno de sus oponentes antes de que el otro le hubiera asestado un feo corte en el brazo que sostenía el arma. Ahora estaba en el suelo, a merced de este. Joshua, sin pararse a pensar, se adelantó y le quitó la espada de su inerte brazo. Ahora intentaría poner en práctica lo que le había enseñado Kamner. Antes de nada, levantó la espada en señal de saludo. Fue un error. El otro aprovechó ese gesto de cortesía para atacar frontalmente. Joshua se hizo atrás, pero no lo suficiente para que no le hiciera un corte en la mejilla. Atacó, esta vez con decisión. El otro lo esquivó diestramente. ¡Oh, Dios !, lo estaba arrinconando. Miró desesperado a su alrededor. Temos sangraba por el costado. Folow, en el suelo, sujetándose el brazo derecho. A Redblod no se lo veía por ninguna parte. Nilsa estaba gritando. Y esa nube de polvo... se acercaba. Eran jinetes. ¡Grimmik estaba con ellos !. Corrió hacia él, esquivando por muy poco y sin saberlo un golpe de su oponente.

-- ¡Grimmik ! -gritó

Los asaltantes asustados por tantos hombres, salieron en desbandada por donde habían venido. Al llegar Grimmik al claro, los demás pararon sus monturas a unos quince metros tras de él.

-- ¡En nombre de Yanxa ! -exclamó asombrado Kamner-. ¿Dónde estabas ?, ¿quiénes son estos, y que haces con ellos ?.

-- A su debido tiempo -decía Grimmik-. Todo a su debido tiempo. Solso, Jemino, ¡Venid aquí !. ¡Traed a cinco o seis y ayudadlos !. ¡Caramba ! -dijo cuando vio a Folow-. Estás hecho un colador. ¿Qué es lo que hacíais vosotros ?. ¿Jugar a las batallitas ?. ¡Vaya, vaya !, lo que me he perdido. ¿Duele ?. A mi no me han herido nunca.

-- Desde luego -se burló Kamner-. ¿quién atacaría a un pobre demente ?.

-- Demente o no, os he traído un ejercito, ¿no ?.

-- Eso es cierto. ¿Cómo demonios lo has hecho ? -preguntó asombrado.

-- Ahora no preguntes. ¡Vaya, vaya !, ¿quién diría que se me están pegando las costumbres de estos tipos ?. No preguntar. ¡Ja !

De no ser por lo que veían tras Grimmik, pensarían que cada día estaba más loco. A su lado iban dos personas : una mujer y un muchacho, aunque la muchacha debía ser casi una niña.

Joshua no estaba allí, sino llevando a los heridos a sus tiendas.

-- Grimmik -dijo Redblod apareciendo lleno de polvo y de sangre. No parecía tener heridas, así que la sangre debía de ser de ellos-. Sé donde estuviste. En la Ciudad Perdida, ¿me equivoco ?

-- No.

-- ¡Apartate ! -gritó el mago al hombre que se le acercaba para ver si estaba herido, y añadió con tono más calmado, al ver que se asustaba-. Estoy bien, gracias.

-- No, no lo estás -dijo la muchacha que acompañaba a Grimmik-. Intenta recordar un sortilegio.

El rostro del mago tornó a un tono ceniciento cuando comprobó que todos, incluso los más simples, se habían borrado de su mente. Solo pudo mirar a Grimmik con suspicacia. Luego a ella con desconfianza.

-- ¿Cómo lo supiste ?.

-- ¡Aaaa !. Todo a su debido tiempo -dijo de nuevo Grimmik-. Os he de contar algo, pero más tarde. ¡Vosotros ! -dijo dirigiéndose a los jinetes que seguían inmóviles-. Ah, se me olvidaba que no me hacen ni caso. ¿Quieres encargarte de ellos, por favor ? -dijo con una sonrisa que trataba de censurar su torpe olvido.

-- Claro -dijo la chica, evitando así contestar la pregunta que el mago le había formulado. Indicó con un gesto al muchacho que fuera con ellos, y algo más que no entendieron ninguno de los presentes.

-- ¿Quién es ? -preguntó Redblod caminando hacia su tienda junto a Grimmik

-- No preguntes tanto. ¡Ja !, ¡ja, ja !. ¡Que curioso !. ¡Me gusta, me gusta de verdad !. ¡Ja, ja, ja ! -dijo Grimmik mientras entraba en la tienda con él.

Joshua estaba dentro, limpiándose torpemente las heridas.

-- ¿Dónde estabas ? -preguntó cuando vio a Redblod-. No te vi, y casi me matan. Si no llega Grimmik a tiempo, me hacen papilla -en el grupo se habían acostumbrado ya a oírle de vez en cuando sus extrañas expresiones.

En la cabalgata de hace un par de días, se había caído del caballo, y se sorprendió gruñendo : “esfúmate, maldito jamelgo, o te aseguro que te haré correr más que a los caballos del 92”. Cuando se había dado cuenta de lo que había dicho, se puso rojo de vergüenza. Ya se estaban dando a conocer sus verdaderas costumbres, en lugar de tanta inacostumbrada cortesía.

Sin embargo, la chica, que entraba en ese momento en la tienda, se sobresaltó cuando escuchó su expresión. Entonces fue cuando Joshua reparó en ella. ¡Qué hermosa era !. Si la vieran las chicas de su mundo, la envidiarían. Era... era... perfecta. Sí. Esa era la palabra.

Grimmik le dio unos golpecitos amistosos en la espalda.

-- Respira, chico, respira -le susurró-. Te estás poniendo morado.

Entonces tosió. Sin darse cuenta había aguantado la respiración. Ella bajó los ojos tímidamente, y Joshua con ese gesto se puso más nervioso. Ella se acercó a él tomándole el agua ensangrentada de sus manos.

-- No, no -dijo nervioso, casi tirando el agua-. No hace falta. Ya... ya lo hago yo, gracias.

-- No. Tu no puedes hacerlo sólo. Deja que te ayude. Mojó el paño en el agua y le limpió la mejilla que le habían herido. Le ardía como el fuego.

-- ¡Ahhh... !.

-- Lo siento.

-- No, no te preocupes.

-- ¿Duele ?

-- Duele más que te lo hagan -contestó Joshua riendo. La chica también rió por lo bajo.

-- Bueno, os dejamos -dijo Redblod-. Grimmik y yo tenemos que hablar de muchas cosas -y empujándolo hacia afuera se lo llevó, a pesar de sus protestas.






Se miraron.

-- ¿Cual es tu nombre ? -preguntó Joshua con tono inestable.

-- Nayara -respondió con igual tono.

-- ¿Venías con Grimmik ?

-- Si.

-- Nos tenía preocupados.

-- Lo sé.

-- ¿Cómo lo encontraste ? -inquirió de nuevo Joshua.

-- Oh, bueno. El nos encontró a todos nosotros.

-- ¿También viajabas con todos esos jinetes ? -se asombró.

-- Si.

-- ¿Y qué hacías tú con ellos ? -preguntó Joshua.

-- ¿Y qué hacías tú en una lucha ? -dijo ella.

Al mirarse, se echaron a reír. Acababa de empezar una larga amistad. Quizá algo más... ¡Quien sabe !.





-- Bueno. ¡Ya te he dicho como llegué allí y como los conocí a todos !. ¿Qué más quieres ? -preguntó enojado Grimmik.

-- ¡Quiero que me cuentes cómo llegaste hasta aquí !.

-- Bueno, a eso iba... si me dejaras acabar...

-- Estaríamos aquí hasta que se te desgastara la lengua. ¡Quieres hacer el favor de...!

-- ¡Ya voy, ya voy !.

-- Mas te vale -dijo pareciendo recobrar su paciencia el mago.

-- Nayara, la “dama”, me dijo que la siguiera. Yo no quería pero me lo pedía de una manera... Así que la seguí hasta un lugar que estaba completamente iluminado por la luna. En el centro, en el suelo, había una argolla. Esta estaba unida al suelo. Ella se acercó y tiró de ella. ¡El suelo se levantó !, pero no era suelo. Era suelo sobre el que había crecido musgo y muchas hierbecitas, como... bueno, bueno, ya voy -dijo viendo como el rostro del mago volvía a cambiar de expresión. Continuó-. Cuando miré debajo, todo era oscuridad. Ella encendió una antorcha. ¡Estaba todo hueco !. Bajamos por una especie de escalera y anduvimos por un pasadizo subterráneo. Al fondo había una gran biblioteca. Cogió un libro y me dijo : “Aquí está relatado el maleficio que rodea esta ciudad. Al principio se supuso que era un castigo de los dioses, pero hay testigos que dicen que fue un importante mago de esa época que luchaba junto a ellos. Este vio como sus compañeros retrocedían y huían en desorden, destruyendo la promesa. Se enfureció y los maldijo. Aquí están las palabras que pronunció, escritas por los testigos. Las hemos intentado descifrar, pero no hemos podido romper el hechizo

¿Cómo se rompe el maleficio”, pregunté. “Eso es lo peor. Hay una especie de escritura que dice cómo hacerlo”. “Entonces, ¿qué problema hay”, dije, y me contestó : “Míralo tú mismo”. Entonces abrió una página. Me la enseñó y yo la leí. Creo recordar que decía :



Todo empieza al principio de esto,

lo mismo ocurre en la salida,

y en la larga carrera.

Está en medio del escriba,

ue soy yo y lo vi todo

en el principio de la ira

que está al empezar la búsqueda

que llevó a Irakendi, el gran mago,

a comenzar su inhumana ruta.

Está en medio de la clave,

y al final del final,

al igual que en el fin del cóndor.

También en la segunda del medio

y el precio de la huida.

¿Por qué no se cambia en el principio

de la vergüenza del pueblo al huir ?.

Si no lo ves ya, mira en medio de este hueco

y cuenta hasta el final de tres.”



“Dime”, dije yo, “¿lo han intentado descifrar todos ?”. “Los que saben leer, si”, me contestó, “y son dos o tres. ¿Lo has entendido tú ?”. Dije yo : “No”, porque no lo había entendido realmente, “pero podría intentarlo”. Y me puse a pensar como nunca lo hice, Redblod. Te lo prometo. Y lo entendí. Primero me fijé en lo que quería decir. Habla de la huida, si, pero no habla de nada concreto. Sin embargo lo leí muchas, muchas veces, y todo empezó a tener sentido, por absurdo que pareciera. “Todo empieza en el principio de esto”. Es el principio de algo, dice, y ese algo es esto. ¿Entiendes ?. ¿Qué es lo que hay al principio de “esto” ?. ¡Una “e” !. “Lo mismo ocurre en la salida”. ¿Qué hay al principio de la salida ?. ¡Una “s” !, y así sucesivamente. Esto es lo que logré descifrar : “Escribir al revés”. Entonces le pregunté qué cuáles habían sido las palabras que pronunció el mago. Dijo que eran estas : “Anul al Diugesnok”. En seguida supuse que la “k”, era en realidad una “c”, y al escribirlo al revés, ¿qué crees que resultó ? : “Conseguid la luna”. Bueno, no era muy alentador, lo se, pero cuando se lo dije a ella, me comentó que también llamaban “luna” a un objeto perdido en la época de los dioses. Cavaron por todas partes, hasta que encontramos una espada rota y deforme. Aún así, de ella parecía emanar algún tipo de poder. Cuando uno de ellos la tocó, desapareció junto con su caballo. ¿Sería eso una pieza de tanta antigüedad ?. Pues lo fuera o no, todos pensaron que era la legendaria “luna”, y la tocaron uno por uno. Todos ellos fueron desapareciendo con sus monturas. Para salir yo, sólo tenía que querer marcharme, al igual que cuando quise llegar. Ella también.

-- Entonces -dijo Redblod-. ¿Ella no era de allí ?

-- No, por lo visto no.

-- ¿Y no te ha contado nada ?.

-- ¡Pero bueno !. ¿Crees que acaso teníamos tiempo de hacernos preguntas de tipo personal ?.

-- Tienes razón -dijo pensativamente el mago-. ¿Cómo llegasteis aquí ?

-- Ya te lo he dicho. Pensé en vosotros y aparecí yo y toda la tropa. ¡Y en qué momento !, ¿eh ?.

-- Si... Bien. Esto es todo, Grimmik. Hay que contárselo a los demás. Se estarán preguntando muchas cosas. Regresemos.





-- ¿De dónde eres ? -interrogó Joshua.

-- De Bloshcome.

-- ¡Vaya !, te habrás enterado de lo que ocurre por allí, ¿verdad ?.

-- Si -dijo bajando la vista. Joshua no captó su movimiento.

-- Parece que están buscando a alguien. A una mujer, por cierto -continuó.

-- ¿Cómo lo sabes ? -preguntó ella con miedo.

-- Oh, nosotros hemos sido llamados por Lord Ardovis. Nos pide nuestra ayuda. Y ese es el motivo de nuestro viaje.

Ella pareció turbarse por unos momentos.

-- Debo irme -dijo-. Perdona.

-- No. Dijo Joshua sujetándola por el brazo-. No te vayas. Quédate un poco más.

De repente se fijó en el brazo de ella. Estaba marcado con el dibujo de un grifo.

-- ¿Quién eres ? -dijo soltándole repentinamente el brazo.

-- Oh... -se levantó-. Esto no debería haber ocurrido. Estáis en peligro por mi culpa.

-- ¿Por qué ?.

-- Es a mi a quien persiguen -dijo.

El silencio cayó entre ambos como una pesada piedra. Joshua al fin logró salir de él.

-- No entiendo. ¿Por qué te persiguen a ti ?.

-- Ellos quieren saber el secreto de la Ciudad Perdida, y saben que yo estoy aquí. Quieren saber donde se guarda la verdad.

-- ¿Y tu la sabes ?. ¿Cómo ? -preguntó Joshua.

-- Si. Yo soy la hija del gran mago Irakendi. El que maldijo la ciudad, aunque no sabía cómo volverlos a traer a este mundo. De no ser por Grimmik...

-- No te preocupes. Te protegeremos -dijo Joshua intentando tranquilizarla.

-- Oh, ¡pero ellos tienen a mi padre !.

-- ¡No sabía que estaba vivo ! -exclamó sorprendido.

-- Si. Lo está, pero...

No pudo continuar. Se echó a llorar.

-- ¡Vaya !. ¡Me duele la cabeza terriblemente !.

-- Es por mi culpa -dijo ella hablando entre lágrimas.

-- Oh, ¡tu no tienes la culpa de nada !

-- Si. No entiendes. Mi padre sabía que esto pasaría, y me encantó.

-- ¿De veras ? -dijo mirándola escéptico.

-- Si. Me hechizó de tal manera que el mago que estuviera delante mía perdiera sus hechizos, y que aquel que decidiera ayudarme, pudiera adquirirlos.

-- Y, ¿qué tiene que ver eso con mi dolor de cabeza ?

-- Pues, yo... te los he dado.

-- ¿Qué me has dado ? -inquirió temeroso.

-- Magia.

-- ¡Aquí ! -dijo asombrado-. ¡Pero si no se nada !.

-- Ahora si. Compruébalo.

Joshua buscó en el interior de su cabeza. Se asombró al notar que le venían montones de palabras, parecidas al latín. ¡Y las sabía !. No tenía que pensar. Venían solas.

-- ¿Cómo... cómo has hecho esto ? -preguntó asustado.

-- ¡Ya te lo he dicho ! -mientras me escuchabas te la di.

-- Si, pero, ¿por qué a mi ?

-- Necesitaba a alguien. Y tu... tu... no sé como explicarme. Tú me entendías. Nunca nadie antes lo había hecho, excepto mi padre.

-- ¿Y qué me dices de Grimmik ?.

-- Oh, si. Le debemos todos mucho. Pero la magia no es algo que deba tomarse a broma. Y él es capaz de conocer a alguien y olvidarse a la mañana siguiente.

-- Si, tienes razón -la miró-. Pero, ¿no crees que debiste preguntarme si quería esta responsabilidad ?.

-- Si. Oh... yo... lo siento -dijo apenada, bajando la vista.

-- Bueno. Ahora ya está hecho. Te ayudaré en lo que pueda. Salgamos fuera. Debemos contarlo todo.







Temos se quedó boquiabierto cuando escuchó la extraña historia de Grimmik, y la de Nayara y Joshua. Estaban todos intentando imaginarse la lucha y lo que sucedió después. Ahora entendía Redblod porqué no recordaba sus hechizos en ese momento, y cuando estaba en presencia de ella.

-- ¿Por qué crees que te hechizó tu padre ? -preguntó.

-- Quizá quería protegerme de la magia. Aunque era absurdo, ya que eso anulaba también su magia en mi presencia. Quizá sabía evitarlo... no sé.

-- Bueno -dijo Temos-. Al menos ya se ha resuelto lo que pasaba en aquella ciudad. He mandado una carta a Lord Ardovis, explicándoselo todo. Podemos ayudarte a encontrar a tu padre, si quieres.

-- No. Eso lo haré yo sola, gracias. Además, creo que será mejor así. Bien. Aquí nos despedimos -y miró a Joshua-. Espero volver a verte -una lágrima brotó de sus ojos.

-- Yo también -no quería que se fuera, pero ella se había empeñado en encontrar a su padre-. Que tengas buen viaje.

-- Toma -dijo ella dándole una cadena que colgaba de su cuello-. Quédatela. Si estás en un apuro, o estás triste, pronuncia las palabras que hay inscritas en el medallón. Te sorprenderá lo que ocurra.

-- Gracias -dijo él sosteniendo la cadena con suavidad. Me acordaré de ti cada vez que la vea -y se la colgó al cuello conmovido.

-- Adiós, adiós a todos. Y gracias.

Y desapareció delante de todos.





La vuelta de camino a casa fue larga, pero no fueron atacados por nadie, ni tuvieron ningún problema. Al llegar, todos los vecinos mostraron su afecto por el grupo. Las noticias volaban. Ya se habían enterado de sus aventuras y proezas. El dinero de la recompensa llovía a mares. Temos describió en su carta a Lord Ardovis a los implicados en los crímenes de la ciudad, y pronto estuvieron todos apresados y juzgados culpables. La noche de su llegada a la ciudad, celebraron una gran fiesta, y agotados, todos se durmieron sin preocupaciones.

-- Despierta Joshua, despierta.

-- Ya voy -contestó agotado, y sin abrir los ojos-. Pero... hoy no tendré que hacer guardia, ¿verdad ?. Que la haga Grimmik.

-- ¿Qué estás diciendo?.

Joshua abrió los ojos, se desperezó y miró a su alrededor hasta encontrar a quien había hablado. Lo que vio le impactó como un jarro de agua fría. ¡Era su madre !.

-- ¿Qué haces aquí ? -preguntó levantándose de un salto-. ¿Tú también has venido ?.

-- Pero, ¿de qué estás hablando ? -dijo su madre-. Deja de decir tonterías y vístete. Vamos a ver a tu hermana.

Joshua miró su entorno. No era posible. Estaba en su casa. Su verdadera casa. ¿Y Ron ?, ¿y Temos ?, ¿y los demás ?. ¡No !. No podía ser un sueño. Había sido todo tan real... Sin saber porque se echó a llorar. Se alegraba de estar allí, pero ni siquiera se había despedido de ellos. Había sido algo tan brusco...

-- Vamos, Joshua... -dijo su madre compasiva-. Ya sé que te afecta lo que le ocurre a tu hermana. Vamos. No llores. No ha mejorado, pero por lo menos no está muerta.

-- ¡No es justo !. ¡No es justo ! -repetía Joshua-. Yo no quería despertar ahora. Yo quería estar allí.

-- Ya lo sé. Yo también querría estar al lado de tu hermana.

-- No, mamá. Tú no lo entiendes -decía Joshua resignado-. No importa, me iré a duchar.

-- Date prisa. Saldremos en un momento.

Cuando el chico se desvestía, un tintineo llamó su atención. Era el collar que le había dado Nayara, colgando aún de su cuello.

-- ¡No ! -gritó de alegría-. ¡No ha sido un sueño !. ¡No lo he soñado !. ¡No lo he soñado !.

Un médico que lo hubiera visto en ese momento, habría dicho que sufría un ataque de histeria, pero era algo mucho más profundo de lo que nadie pudiera imaginar.




Ya estaban en el coche camino del hospital. Al entrar en la habitación donde estaba su hermana, sintió latir el collar en su pecho. Lo cogió como si fuera un talismán de donde se saca fuerzas para salir adelante. Nayara había dicho que cuando estuviera triste leyera lo que había en el medallón. Ahora quería leerlo, pero pasara lo que pasara quería estar a solas con su hermana, y a petición suya, sus padres salieron de la habitación.

Joshua había pensado que sería un escrito en el idioma de la magia, pero se sorprendió al ver que eran palabras en el idioma común. Leyó en voz alta :


“Desde los rincones,

a través de los mundos,

en los sueños,

en lo más profundo de los ríos,

pronuncia mi nombre : Nayara.


Ante sus ojos ocurrió algo asombroso. Nayara apareció a su lado. Joshua no podía soportar tantas sorpresas en una sola mañana.

-- Te dije que te sorprendería lo que ocurriera -dijo sonriendo-. ¿Me equivoqué ?

-- N...no -dijo tocándole el hombro con un tembloroso dedo, para cerciorarse de que estaba allí realmente-. ¿Cómo viniste ?

-- Tú me llamaste, ¿no ?.

-- Si, pero...

-- ¡Encontré a mi padre !.

-- ¡Qué ! -dijo asombrado-. Pero si te fuiste anoche. ¿Tan pronto ?.

-- Si y no.

-- ¡Oh, vamos !, ¡Nayara .

-- Bueno. ¿No te has dado cuenta de que lo que allí fueron para ti dos meses ha sido aquí tan sólo una noche ?

-- ¡Caramba !. Tienes razón -dijo Joshua pensándolo bien.

-- Pues yo he estado un mes en mi búsqueda, y aquí tan sólo han transcurrido unas horas.

La evidencia dejó atontado al chico.

-- ¿Y cómo sabes tú todo eso ?.

-- Bueno, pareces olvidar que soy hija de uno de los más grandes magos de Greenwood -dijo divertida-. Tengo mis métodos.

-- También ahora tienes razón. Pero no lo digas aquí muy alto, o te meterán en un manicomio.

-- ¿Y qué es eso ? -preguntó.

-- Oh, es una historia muy larga.

Callaron unos momentos.

-- Oye -dijo curiosa Nayara-. ¿Quién es ella ?.

-- Es mi hermana -respondió apenado.

-- ¿Y qué le ocurre ?.

-- Está en coma.

-- ¿En qué ?.

-- ¿Cómo lo diría ?... -dijo pensativo-. Está dormida, y no la podemos despertar. Lleva así un par de días.

-- Pues despiértala...

-- No se puede. No me entiendes. Lo que quiero decir...

-- Con tu magia... -añadió ella en un susurro.

-- ¿Mi magia ?.

-- Si.

-- Pero... no tengo. La tenía allí cuando tú me la diste, pero no aquí.

-- ¿De verdad ? -preguntó sembrando en él la duda-. ¿Lo has probado ?

-- No...

-- Tienes mi collar... ¿por qué no tu magia ?.

Pensándolo bien, lo que ella decía tenía sentido.

-- ¿Cómo ?.

-- Déjate llevar. Ella vendrá sola si la necesitas.

Cerró sus ojos, y sin saber por qué, Joshua depositó su mano izquierda en la frente de su hermana. Sintió una especie de fuerza helada y ardiente a la vez que le recorría el brazo, y sintió como salía suavemente de su mano al cuerpo de su hermana. Cuando la fuerza cesó, se sintió vacío, apagado, y le volvía a doler la cabeza. Al abrir los ojos, Nayara le sonreía y le señalaba con la mano a su hermana.



Al cabo de unos largos instantes, los tres salieron por la puerta, para la total estupefacción de los padres. Todo volvía a funcionar bien.

-- ¿Cómo podría agradecerte lo que has hecho por mí? -preguntó Joshua cálidamente unas horas después.

-- ¿Por qué no te acercas más y te lo digo ?.

Joshua se acercó.

Se miraron largo rato. Joshua se encontró rodeando con sus brazos a Nayara, y se fundieron en un largo y apasionado beso.






Año 2015.




-- ¡Papá, papá ! -gritaba Sirow-. ¿Donde estás ?.

-- ¡Aquí !, ¿qué quieres ? -preguntó Joshua desde el jardín, mientras ayudaba a su mujer, Nayara, a regar las plantas. Sirow apareció colorado de emoción.

-- ¡Papá, mamá ! -dijo excitado-. A que no sabéis lo que me ha pasado.

-- No, ¿qué te ha pasado ? -preguntó con dulzura Nayara.

-- Verás, estaba dormido. Entonces me desperté en otro mundo que yo no sabía cual era y ...











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