viernes, 30 de noviembre de 2007

El Susurro del Viento - Capítulo 2-.





El Susurro del Viento



Capítulo 2






El clérigo, Alf, se mantenía ocupado como cada día a la misma hora encendiendo las velas ceremoniales del templo de Jarms. Estaba plenamente dedicado a ello. Cualquiera que lo observara diría que estaba en éxtasis con su diosa Mara. El hombre encendía metódicamente cada vela, una a una con calma y sin prisas. Sus pies apenas hacían ruido cuando iba de acá para allá en su labor.

Alf, encendió una nueva mecha. La del cirio ceremonial situado en el centro del altar. Tan absorto estaba que no advirtió que el joven Thalin se acercaba por su espalda. Cuando este último tocó su brazo, Alf trastabilló de la impresión y a punto estuvo de dejar caer el cirio. Cuando se giró, el clérigo vio unos ojos que esperaban los reproches de su superior. Sin embargo, Alf solo pensó en reprenderlo un poco, como una madre haría con su hijo.

- Lo lamento, hermano Alf, yo...- Comenzó a decir tímidamente el muchacho disculpándose. Thalin era aun joven y estaba nervioso. Sabía que los días venideros iban a estar llenos de incertidumbre y que él tendría un papel importante en ellos. Ahora mismo no podía evitar tropezar con todo, pues su mente y su cuerpo vivían realidades distintas.

A pesar de que Alf nunca lo había tratado con dureza, el joven bajó la mirada y esperó pacientemente las palabras de su superior. Al ver que estas no llegaban, levantó la vista más por curiosidad que por temor. El clérigo lo miraba con condescendencia y una sonrisa a penas pronunciada en los labios. Puso por fin una mano en su delgado hombro.

- Soy yo quien debe disculparse. Como tu mentor debería haberme dado cuenta de que me he descuidado en mis deberes. Te prometí instruirte en tus nuevas obligaciones y todavía no lo he hecho. Se que la impaciencia es la causante de todo. ¿ Verdad, muchacho ?.

- Sí, supongo que sí. - Los claros ojos azules del joven, casi ambarinos, miraron de nuevo hacia el suelo. Su cabello pálido como la plata cayó libre sobre su rostro en ondas suavemente insinuadas. - Venía a informarte de un problema. - Dijo de un tirón.

- ¿De qué se trata ?.- Alf juntó sus espesas cejas en una línea, preocupado.- ¿ Acaso tiene algo que ver con mi marcha ?.

- No, padre.- Contestó Thalin. - No se trata de eso.

- ¿Entonces ?.¿Es que no quieres encargarte de mi trabajo ?.- Alf hizo un gesto tranquilizador con la mano.- No te preocupes. El hermano Siron viene a ayudarte, ya lo sabes. El te enseñará cualquier cosa que yo me haya olvidado de hacerlo.

- Gracias, Alf, pero tampoco se trata de eso.

El clérigo apretó los labios. Con una mano alzó el rostro del joven para poder verlo mejor. Lo observó como si fuera esta la primera vez.

Con el paso del tiempo se había convertido en un muchacho notable, de profunda mirada y facciones delicadas. De hecho, para ser un hombre sus rasgos eran demasiados bellos, perfectos y simétricos. Alf siempre había pensado que su joven pupilo tenía sangre elfa, no podía explicarse de otra manera su inusual apariencia. Sin embargo lo más llamativo de Thalin era la armonía de sus gestos y movimientos a pesar de su increíble altura. Detalle que una vez más hacían al clérigo dudar de la completa humanidad del muchacho. Por último, y no menos importante, estaba aquella mente prodigiosa que leía tan a menudo sus pensamientos ; aquella forma de adelantarse a los acontecimientos, de ir siempre un paso más rápido que los demás ; aquella madurez innata en un cuerpo inmaduro ; la mirada sabia de unos ojos inocentes que todavía no habían visto el mundo.

Alf lo miró como tantas otras veces había hecho. A pesar de que él mismo había criado al muchacho, no pudo evitar sentir aquella sensación de lejanía, de que el joven no le pertenecía y de que pronto sería reclamado por el destino. Era una sensación que había tenido desde el primer día que lo tuvo entre los brazos, desde que sus ojos claros lo miraron más allá de donde verían otros ojos mortales.

El clérigo asintió y desvió la mirada para salir del trance de sus pensamientos.

- Una trifulca. - Dijo al fin volviendo a la realidad.- El pueblo de nuevo se a levantado.

- Algo así, - confirmó el chico - En realidad se trata sólo de Bellac. Otra vez está armando jaleo.

- Gracias, hijo. Iré en unos instantes. - El clérigo terminó de encender las velas que le quedaban antes de seguir a Thalin.

El clérigo conocía a Bellac desde hacía años. Anteriormente había sido un asiduo visitante de este templo. Pero desde que los ensalmos y las oraciones habían dejado de hacer parte de su efecto, el mal humor había caído sobre los residentes del lugar. Algunos lo tomaban mejor que otros. Bellac lo llevaba fatal. Alf no entendía por qué ocurría esto ; por qué las oraciones no eran escuchadas, por qué las velas se apagaban sin ninguna causa, por qué moría el ganado si no había lobos y muchas más cosas extrañas que estaban sucediendo allí. Alf trazó en el aire el signo de la diosa Mara. Se sintió mejor.

Thalin terminó de cruzar el pasillo del templo y salió al exterior. Alf pudo ver a Bellac, un humilde agricultor, esperando furioso bajo el tórrido sol.

- ¡Malditos sean los dioses !- Chilló este colérico.- ¡ Y maldito seas tu también, clérigo !.- El hombre estaba fuera de sus casillas. Sus puños se habían alzado en alto, retadores.

- Por favor, Bellac - pidió Alf, acercándose a él, sin alterarse -, respeta este templo sagrado y modera tus palabras. No tengo intención de escucharte si tu propósito es sólo difamar.

Por un momento pareció como si los ojos de aquel hombre fueran a salírsele de las órbitas. Su voz tronó roncamente.

- ¡Por supuesto que vas a oírme !. ¡Tu y tu diosa de la Tierra y todos los demás si quieren !.- Sus puños seguían apretados.- Bien sabes que la he servido y venerado tanto como el que más. Durante muchos, muchos años. ¡Toda mi vida si he de ser exacto !.¡Y mira !.

Bellac abrió una de sus manos apretadas y dejó caer al suelo un puñado de tierra estéril, negra y maloliente.

- ¡Mira !.- Repitió señalándola con un dedo acusador.- ¿Crees que me merezco esto ?,¿eh ?. Yo y todo el pueblo sufrimos el hambre y la miseria.

Alf miró desolado la tierra esparcida por el suelo y comprendió la difícil situación que pasaban en Puerto Elba. Si había algo que podía hacer enloquecer a un hombre era que el porvenir le trajera duras penurias, tanto a él como a su familia. Sentía pena e impotencia por todo su pueblo y deseaba con toda su alma que las cosas cambiaran, no obstante no estaba dispuesto a seguir el camino que había tomado Bellac, como tantos otros. La profanación de la casa de un dios no les iba a devolver el bienestar. Si los problemas debían solucionarse no lo harían mediante insultos. Si quería que este asunto no se le fuera de las manos, e impedir que otros ciudadanos imitaran a Bellac siguiendo su mal ejemplo, debía imponerse fríamente ante este y exigir un mínimo de respeto por su templo y por la divinidad que durante tantos años había venerado.

Encarándose al enfurecido hombre, Alf habló con dureza.

- Bellac, sal ahora mismo de este templo sagrado.- Ordenó.- No permito rebeliones y las irreverencias están de más. Si tienes algo que discutir, por favor, hagámoslo fuera de aquí.

El granjero tragó saliva ante las palabras del clérigo, más se atrevió a pisotear la tierra caída en el suelo de mármol. A continuación escupió en ella, se dio media vuelta y gritó mientras se alejaba.

- ¡Ningún dios sirve para nada !.¡Nos han abandonado !. ¿ Has oído ?. Nos han dejado a todos. Y yo voy a encargarme de que nadie pise este templo hasta que las cosas sean como antes.

- Te equivocas.- Se dijo Alf tan suavemente que sólo Thalin que estaba a su lado lo oyó.- Somos nosotros quienes les hemos abandonado.

El joven no supo por qué pero sintió un pellizco en su estómago al escuchar a su mentor. De repente tenía ganas de vomitar.

Bellac, ya en el exterior, dio un empujón a uno de los monjes más ancianos de Jarms. Lo conocía tan bien como al mismo Alf y seguramente se habría reprimido de no estar tan furioso. Thalin deseoso de hacer algo, corrió hacia él. El anciano se sujetaba el pecho con las dos manos como si le costase trabajo respirar. Con una mano arrugada y encallecida de tanto trabajar los huertos, hizo ademán de apartarse del joven quien lo miraba muy preocupado.

- Quítate de en medio, chico. Déjame recobrar el aliento.- Se quejó malhumorado. Thalin no hizo caso.- Todavía no soy un decrépito anciano. Puedo mantenerme en pie sin ayuda.

- Solo pretendía ayudar.

- Pretendías, pretendías...- repitió con voz gruñona.- Esta juventud...Yo a tu edad era muy diferente, si señor. Muy diferente.- Y añadió mirándolo de reojo.- ¡Y no era tan alto !. Mi padre decía que el palo alto y larguirucho se quiebra antes que el corto y romo. Si, eso decía, si señor. Un hombre sabio.

Thalin se encogió de hombros y se apartó del anciano. Era mejor no contrariarlo. Dejándolo entre murmullos seniles, el muchacho fue de nuevo hasta el clérigo. Este recogía con sus manos la tierra pisoteada y humillada con sumo cuidado. Cuando la tuvo toda en sus manos, rezó una rápida oración y la lanzó a los vientos.

Hubiera sido bonito que el viento se la llevara, pero lejos de suceder esto, volvió a caer como lo haría el plomo sobre el suelo.

- Yo la recogeré.- Se ofreció adelantándose a Alf.

- No te inquietes.- Negó el clérigo con la mirada triste.- Déjala donde está. Tal vez sea mejor así.

- No te entiendo.- Thalin sintió un escalofrío.

- La tierra llama a la tierra.- Meditó Alf atrapado en su mente.- ¿ En qué nos hemos equivocado ?.

El rostro del clérigo se había vuelto ceniciento.

- Escucha, muchacho - Continuó. Con una mano atrajo a Thalin hacia el. Los dos comenzaron a pasear en torno al templo.- Son tiempos de incertidumbre, muy duros y difíciles. Pero pasarán, no te inquietes.

El joven vaciló y en su hermosa cara se pintó la duda. Inclinó la cabeza y su cabellos plateados reposaron en sus hombros.

- No estoy asustado, padre. Sólo entristecido.- Dijo.- No se si seré capaz de hacer lo que debo hacer mientras estás fuera. Ni siquiera con Siron o con diez monjes más.- Dijo sincerándose.- Siento como si nuestras fuerzas fueran siempre insuficientes. Como si a pesar de que hagamos lo humanamente posible haya algo que desbarate todos nuestros esfuerzos, nuestros propósitos.

Alf miró detenidamente a aquel joven que conocía tan bien y que sin embargo a veces le parecía ser un extraño. Ahora era uno de esos momentos.

- Thalin.- Le dijo parándolo en su paseo.- Tu tienes un don especial. Ves en los corazones de la gente, ves el alma de las cosas. Pero no te atreves a admitirlo, a aceptarlo.

- ¿ Qué quieres decir ?.- Le preguntó con ojos brillantes.

- Que tu vida sería mucho más fácil si tu mismo te liberaras de tus ataduras.

El muchacho no respondió.

- Se que hace tiempo te has dado cuenta de que mis poderes ya no son los que eran.- Siguió el hombre.- Que mis oraciones no son escuchadas y que apenas podemos hacer nada por ayudar a nuestro pueblo. Pero no piense que por eso somos unos inútiles.

- Yo no pretendía...

- No.- Lo cortó Alf.- Déjame acabar. Dime, ¿por qué piensas que voy a emprender un viaje ?.- Le preguntó.

Thalin juntó sus manos y miró sus finos dedos.

- Por que te necesitan en Abalach. Para atender un nuevo cargo más importante.- El joven retorció sus dedos nervioso.

Alf lo miró de frente. A Thalin le costó mantener su mirada.

- Te he preguntado, ¿por qué piensas tu que me voy ?.- La voz del clérigo era insistente. Tenía un ligero tono de urgencia.

- Porque eres más necesario en otro lugar.

- ¿ De verdad ?.- Dijo Alf enarcando una ceja.

Thalin bajó la mirada intimidado por quien para él era su verdadero padre.

- No. no pienso eso. Creo que te necesitamos en todas partes. - Admitió.- Es que...no sé como hacerme entender.

- Inténtalo.

- Creo...creo que estás asustado.- Dijo el joven temiendo la reacción del clérigo. Como no ocurrió nada continuó.- Asustado como lo está Bellac, como lo estoy yo y todo Puerto Elba. Pero se que hay algo más.

- ¿ Qué más ?.- Alf lo instigó a ver dentro de su mente.- Quiero que me lo digas tu.

Thalin tuvo cuidado en elegir bien las palabras. Era difícil expresar lo que sentía. Decidió retroceder un poco en el tiempo para hacerlo.

- Cuando de pequeño me asustaba, yo corría a esconderme a tu lado. Buscaba tu protección.- Dijo mirando fijamente al clérigo.- Sin embargo, recuerdo que me cogías de la mano y me decías, “¿de qué tienes miedo ?. Enséñamelo ”. Yo señalaba a mis espaldas temiendo ver seres terribles y malvados que querían hacerme daño y entonces tu me mostrabas que no había nada que pudiera herirme. Que todo estaba en mi imaginación.

Thalin tragó saliva. El pasado, no muy lejano, había entrado en su mente con incómoda viveza.

- Continúa.- Pidió Alf.

- Yo huía del miedo, creía que así todo se solucionaba.- Se explicó.- Como Bellac hace ahora con sus tierras. Tiene miedo y se aleja de ellas. - Entonces Thalin bajó la voz como si temiera despertar a alguien.- Pero tu luchabas contra el miedo. Tu te enfrentabas a él y lo destruías.- Lo miró a los ojos con intensidad.- Creo que ahora buscas de laguna forma la mejor manera de enfrentarte de nuevo a él. Por eso quieres marcharte.

Alf sintió un frío repentino en su espalda. ¡Qué ciertas eran esas palabras !. Tenía miedo si, un miedo atroz como nunca antes había sentido. Y su joven novicio lo sabía. Sabía la verdad.

- Es cierto. Lo que dices es cierto.- Repitió en un susurro.- Pero esta vez hay un ligero cambio. Esta vez no perseguimos fantasmas. Esta vez son realidades.

Thalin asintió.

- Quiero acompañarte, padre.- Dijo de repente rompiendo la intimidad que se había creado a su alrededor.- Quiero ir contigo.

- De ninguna manera.- Alf se negó en redondo.

- Pero yo puedo ayudarte.- Dijo anhelante.- Y Siron está más preparado que yo para relevarte en el cargo. Puede encargarse perfectamente de todo. Además, no son muchos los que vienen ya.

- No, hijo.- Insistió el clérigo.- Iré primero a Abalach por que me lo han pedido. Mucho me temo que allí tienen los mismos problemas que aquí. Permaneceré unos días y luego volveré a marcharme, y esa vez mi destino sólo los dioses lo sabrán.

- Me das la razón.- Objetó el muchacho con una mirada consternada.- Piensas deambular por ahí para obtener respuestas. Me necesitarás a tu lado. No puedes viajar solo, no lo consentiré.

El clérigo sonrió al muchacho y le desordenó el cabello con la mano.

- No te preocupes más, Thalin. La decisión ya está tomada.

El joven se remordió por dentro pero calló esta vez. Encontraría otro momento para insistir. Ardía en deseos de ir con él, sobre todo ahora que sus sospechas habían sido confirmadas.

Caminaron juntos por el jardín del templo, cada uno perdido en sus cavilaciones. Se cruzaron con el anciano que Bellac había estado a punto de tirar al suelo. Todavía refunfuñaba.

Cuando Alf estuvo al alcance de su mano, Rogard, como así se llamaba el viejo, tiró de su manga.

- ¿Qué ocurre, hermano ?. ¿hay algún problema ?.- Le preguntó.

- ¿Y cuando nos los hay, joven ?.- Le dijo a Alf con los labios fruncidos.- Mis ancianos huesos ya no soportarán muchas primaveras, no señor. ¿Es mucho pedir un poco de reposo ?.

- ¿Y quién os molesta ahora, anciano ?.- Quiso saber Alf buscando otro ciudadano ofuscado por los alrededores. No lo vio.

- ¡Por los siete cuernos de Efes !.- Protestó de nuevo el monje.- Aquí no los verás. Están en la entrada del templo.

- ¿ Quienes ?.- Intervino Thalin curioso.

- ¡Ellos !.- Chilló con su boca desdentado.- Se creen que van a entrar aquí con sus maneras extranjeras y desafiantes. ¡Y nadie amenaza a Rogar !,no señor. Si yo digo que no pueden pasar es que no pueden pasar.

- Pero, hermano - Comenzó pacientemente Alf.- No se le puede negar el paso a nadie en el templo de Jarms. Este es un refugio para todo aquel que lo solicite.

El anciano arrugó su cara con perspicacia. Sus ojos apenas se veían.

- ¿Incluso si son mujeres ?.- Dijo haciendo más aguda su voz. - ¿Mujeres extranjeras que secuestran a monjes como nosotros?.

Thalin no entendía nada. Miró a Alf haciéndose ambos la misma pregunta.

- Vayamos a ver, muchacho.- Decidió el clérigo. Iban a aclarar antes las cosas que haciendo mil preguntas al anciano monje.

Una vez que llegaron a la entrada, Alf abrió la puerta.

Tres figuras montadas a caballo esperaban con aire de resignación tras ella. Rogard había dicho la verdad, a medias. Dos de ellos eran mujeres de apariencia nómada. Una más joven que la otra. Sus caballos alazanes pateaban el suelo cansados de permanecer quietos tanto tiempo al sol. La otra figura llevaba un hábito como el suyo salvo por la ornamenta del cinturón que ellos no llevaban. Era un monje de todas, todas. Como aquel llevaba la capucha echada, Alf no pudo ver su rostro ni dar signos de conocer al hermano.

Entrecerró los ojos y esperó a que alguien se pronunciara.

Entonces el monje se bajó la capucha y dejó ver un rostro afable, redondeado y con tajo muy feo en la calva cabeza. El hombre sudaba a chorros y respiraba con dificultad. Ahora, el clérigo, sí que lo reconoció.

- ¡Hermano Siron !.- Exclamó al tiempo que dirigía una mirada de reproche a Rogar, que estaba a su lado.- Lamento haberos hecho esperar bajo este sol tan abrasador. Entrad.- Dijo abriendo las puertas al trío. Luego se dirigió a su hermano de orden. - Pero, ¿estás herido ?,¿qué ha sucedido ?.

- Es una larga historia.- Resopló él mientras entraban. Estaban agotados.

Alf comprendió que no era momento de preguntas y calló. Hablarían más tarde, cuando hubieran descansado lo suficiente.

El anciano preparó tres habitaciones y los acomodó, sin dejar de refunfuñar por supuesto. Los viajeros pasaron el resto de la tarde disfrutando del refugio que ofrecía el sagrado templo. Siron fue atendido casi al instante por un monje sanador que lavó su herida y le proporcionó una poción para calmar el dolor. Agradecido, el monje ocupó su tiempo libre orando a la diosa Mara en la capilla. Las mujeres prefirieron recuperar fuerzas y cuando cayó la noche ya estaban dormidas.

Era ya por la mañana cuando Alf y Thalin se habían sentado a escuchar el relato sobre el accidentado viaje del hermano Siron.

Estaban todos reunidos en una sala pequeña, acogedora. Los muebles eran pocos, como cabría esperar en un templo. Sin embargo, estos estaban finamente trabajados en reconocimiento a la diosa de la Tierra, la cual les proporcionaba las preciadas maderas de las cuales habían obtenido forma. La luz entraba por una ventana orientada al norte, iluminando cálidamente la estancia. El ambiente era relajado y distendido.

De hecho lo hubiera sido más, si Siron so se hubiese sentido acribillado por la penetrante mujer nómada de ojos oscuros. Pero aquello no era posible porque cada vez que hacía alusión a algún detalle referente a las hermanas, era objeto de una observación total por parte de la misma.

La más joven estaba, no obstante, completamente embelesada con Thalin. Desde que lo había visto en las puertas de Jarms sus ojos ya no le obedecían y se desviaban continuamente al alto y pálido muchacho. Por todo ello, el monje tenía una audiencia limitada.

Contó cómo la mujer nómada lo había tirado del caballo a un solo golpe de su cayado, abriéndole ese profunda herida en la cabeza ; cómo lo había atendido “amablemente”, y el acuerdo que habían establecido para viajar juntos después de aquella conversación en la taberna del “Gato Pardo”. Pero se dejó un detalle que no le pasó ni mínimamente inadvertido a la atenta mujer.

- Y por su puesto.- Apuntó ella para que todo quedara bien claro.- Cuanto antes zanjemos el trato, antes nos marcharemos mi hermana y yo.

- ¿Qué trato?.- Alf miró al monje al hacer la pregunta.- Creí que era un acuerdo amistoso.

Siron carraspeó y tomó aire fuertemente.

- Más o menos.- Dijo con voz insegura.- Acordé algo, eso es verdad.

- Acordó pagarme.- Khiara sonrió y se recostó en el sofá que ocupaba con su hermana.

Siron aguantó la respiración y se puso rojo. Cuando lo soltó las palabras salieron sin control.

- Y te pagaré, te pagaré.- Dijo rápidamente.- Pero ahora creo que no es momento de saldar el resto de la cuenta.

- ¿ Y eso por qué ?.- Preguntó repentinamente crispada Khiara. La voz tensa de su hermana, hizo que Noa volviera al mundo real.- Supongo que habrá una explicación para eso.

- Si, claro...bueno.- Siron miró a Alf y el calor volvió a subir a su rostro. Se dirigió a la mujer.- Te lo explicaré luego. Y ahora,- Dijo levantándose de la silla deseando marcharse.- ¿Por qué no vamos a tomar el aire fuera ?. Aquí dentro empieza a hacer mucho calor.

Los ojos de la mujer lo miraron excrutadoramente. ¿Qué tramaba aquel monje ?. ¿ Acaso pretendía engañarla ?.

- Siron, espera.- Lo retuvo Alf interviniendo de pronto.- ¿ Acaso hay algo que yo deba saber ?.

- No, no.- Repuso él secándose el sudor de la frente con la manga del hábito. No le gustaba mentir a un superior.- Es un mal entendido sin importancia. Khiara y yo lo arreglaremos a solas.

- Es una buena idea.- Dijo ella levantándose del asiento. Dio un tirón al brazo de su hermana.- Noa, vamos.- Por cierto, hermano Alf.- Añadió como si recordara algo.- No le he dado aún las gracias por acogernos aquí. Lo hago ahora. Gracias.

- Es nuestro deber abrir las puertas del templo a quien lo solicite.- Contestó él.- Podéis quedaros tanto tiempo como queráis. Aquí sois bien recibidas.

- Gracias de nuevo, clérigo. Pero no creo que permanezcamos por mucho tiempo más. Tenemos prisa.

- Como quieras.

La conversación terminó. Las dos mujeres salieron de la estancia seguidas por Siron.

Una vez fuera, Khiara cogió a este por la túnica y señaló con la cabeza el jardín del templo. Siron asintió comprendiendo que esta vez no se escaparía.

- ¿Qué pasa ?.- Le preguntó ella cuando estuvieron bajo la protección de los árboles perennes del templo. - ¿ Me estás ocultando algo, monje ?. Creo que nuestro acuerdo fue sencillo. Me pagarías en cuanto llegáramos aquí. ¿A qué viene este cambio de planes ?.

- No ha habido ningún cambio de planes y te pagaré. Es sólo que ahora no es posible. Además, deberías ser más precavida al hablar.- La reprendió Siron arrugando la frente.

- ¿ Qué quieres decir ?.- Preguntó ella ladinamente.- Habla claro, monje.

- ¡Lo que digo es que no deberías haber dicho nada del dinero delante de Alf !.- Se quejó molesto.- Se lo pediré cuando yo lo considere adecuado. ¡Con la de problemas que tiene él ahora!.

- ¡Problemas !.- Khiara lo miró de hito en hito.- Yo si que voy a tener problemas si no me pagas. Gasté todo mi dinero en ese puñal élfico.

- Eso es cosa tuya.- Dijo él no muy convencido.- No haberlo hecho. Hay que contar con las consecuencias de lo que se hace.

- Contar con las consecuencias...- Repitió Khiara en un voz baja.

Siron la miró de reojo. Parecía un gato a punto de saltar sobre un ratón impertinente y que ya lo ha molestado demasiado. No se equivocó.

- ¿Sabes cual va ser tu consecuencia si no me pagas, hermano ?.- Khiara sonreía de una manera aterradora. Siron tragó saliva.- ¿ Quieres que te la diga ?. Estoy desando que me digas que sí.

Siron negó con la cabeza.

- No me interesa.

- ¡Claro que si !.- Exclamó ella.- Te concierne de pleno.

- ¿ No estarás amenazando a un hombre santo ?.- Siron hizo el signo del dios de la Vida sobre su pecho.

- ¡Bobadas !.- Le espetó furiosa !.- No eres más santo que yo.

- ¡Soy un monje !.- replicó él.

- ¡Y a mí que !.- Khiara se reafirmó.- Dame mi dinero ahora y no te molestaré más. Te lo prometo.

- Ya te he dicho que no puedo. ¡Qué obstinación !.

- Si no le pides lo que me debes al clérigo ya mismo, iré yo personalmente. ¿Está claro?. - Insistió ella.

- Deja que te explique.- Siron intentó calmar a la mujer. - Mira, Alf necesita todo el dinero que pueda reunir para su viaje. Cuando vuelva, estoy seguro de que te lo dará gustoso. Pero ahora...

- ¿ Y mi hermana y yo de qué vivimos mientras tanto ?.- Le espetó ella furiosa. Noa, que estaba detrás, se adelantó unos pasos para escuchar mejor.- ¿ Del aire ?.

El monje se rascó la calva, pensativo.

- Podéis quedaros en el monasterio, como ha dicho Alf. Nosotros los monjes procuraremos que no os falte de nada mientras estéis aquí.

- ¡Esta sí que es buena !.- Dijo Khiara dándose una palmada en los muslos.- ¡Encerradas en un templo !. Ni hablar.

- Pues no tienes otra opción. Además,- le recordó - piensa en tu hermana.

Khiara miró a su hermana. Noa se había apartado un poco de ellos, aunque estaba segura de que había oído la conversación al completo. Esta parecía distraída, ensimismada. La mujer sacudió la cabeza, consternada. El monje tenía razón. No podía viajar sin dinero llevando a su hermana con ella. Empezar desde cero era siempre peligroso y se necesitaba un temperamento fuerte para enfrentarse a las trampas de la vida. Estaría dispuesta a correr los riesgos si hubiera venido sola, pero con Noa... Eso era distinto. ¡Maldita chiquilla !.¿ Por qué habría tenido que llevársela con ella. Era la peor idea que había tenido nunca.

-¿ Nos ofreces tu asilo entonces ?. ¿ Podemos quedarnos ?.- Preguntó.

- Por supuesto.- dijo Siron aliviado de que la mujer cediera al fin.- Yo creo que es lo más acertado.

Khiara lo observó con inteligencia. Asintió.

- Nos quedaremos entonces.

Y diciendo esto, se marchó con Noa pisándole los talones.

Siron, agradeciendo a la diosa que le diera este respiro, suspiró aliviado. Tal vez era hora de rezarle otra plegaria y de pedirle más favores. Ultimamente estaba tan necesitado...

Khiara escuchó sus pasos rápidos hacia la capilla y miró en aquella dirección. Después se detuvo y se pasó una mano por la melena a la vez que intentaba ordenar sus pensamientos. Estaba jugando con una baraja de doble filo. En su mente había comenzado a urdirse un plan.

- A mi no me parece tan mal.- Dijo tímidamente la chiquilla.- Me gusta este lugar. Estaremos bien aquí.

Khiara, que miraba todavía hacia donde había salido corriendo el monje no le prestó atención. Noa la tocó en el hombro para sacarla de su ensimismamiento.

- ¿ Qué quieres ?.- Le espetó de malos modos.

Noa se sobresaltó.

- Decía que... lo de quedarnos en el templo, a mi no me parece mal.- Dijo con voz trémula.

Khiara la miró de los pies a la cabeza. A ella debía decirle la verdad. O parte de la verdad.

- Me alegro de que te guste la idea. Porque vas a quedarte por aquí un tiempo.

- ¿ Qué quieres decir con “quedarte” ?. ¿ Y qué pasa contigo ?.- Preguntó Noa alarmada.

La mujer pensó bien lo que iba a decir antes de contestar.

- Yo no puedo quedarme, lo sabes muy bien.- Dijo.- No soporto estar encerrada entre cuatro paredes. Pero necesitaba complacer a Siron. Cuanto menos llame la atención más fácil me será marchar sin despertar sospechas.

- Pero, ¿estás hablando en serio ?.- La joven no podía creer que su hermana estuviese tan convencida de lo que decía.- ¿ Pretendes irte y dejarme aquí sola ?.

- Eso es.

- ¿ Y qué voy a hacer yo?.- Preguntó más asustada si cabía.- ¿ Qué voy a hacer sin ti ?.

Khiara estaba furiosa con ella misma por haberse metido en esta situación, pero como siempre que se sentía culpable lo pagaba con otro. Esta vez le había tocado a la joven soportar sus despechos.

- Haz lo que quieras.

- No me dejes.- Noa estaba a punto de llorar. - Por favor, Khiara. Yo quiero ir contigo.

- No puede ser.- La voz de la mujer era cortante. Sin duda no se estaba dando cuenta de ello.- Es peligroso. Voy a ir tras ese clérigo hasta que recupere nuestro dinero. Y debo hacerlo sola.

- No puedo creerte. Vas a perseguirlo.- Dijo ella, y se le ocurrió.- A lo mejor me necesitas.

- No. Serías un estorbo. - La rechazó su hermana.- No puedo ocuparme de ti y del clérigo a la vez. Te quedarás.

- No quiero quedarme sola.- Dijo la joven.

- No estarás sola. Los monjes te harán compañía.

- ¡Llévame contigo !.- Pidió Noa. Una lágrima resbalaba por su mejilla.- ¡Haré lo que me pidas !.

Khiara la miró. Ante sí tenía una muchachita asustada e implorante. En otros momentos se habría compadecido de ella y la habría atraído entre sus brazos para pedirle perdón. Pero esta vez, no debía ceder. Su plan no era para dos.

Puesto que estaba claro que había perdido toda probabilidad de que le pagaran sus servicios por las buenas, obtendría el dinero por las malas. El destino no jugaría con ella, no pensaba aceptar las cosa como le venían si no le convenían. Ella era dueña de dirigir su vida a su libre albedrío y estaba dispuesta a forzar los caminos para llegar a donde ella quería.

En este caso, el fin sí que justificaba los medios.

El dinero era algo más que dinero para ella en estos momentos. Era un seguro para su futuro y el de su hermana. Lo necesitaba imperiosamente para crearse una nueva vida.

Maldijo para sus adentros tener que meterse en problemas como este para conseguirlo. Pero ella era una mujer de amplias miras y sabía que no sería esta la única ocasión en que se hallaría en problemas antes de conseguir una estabilidad.

El inconveniente era que no quería arrastrar a Noa con ella.

Aquella dulce y tímida niña que había vivido una vida apacible y sin contratiempos durante toda su vida, al contrario que ella. Sabía que no debía someterla a los duros avatares de la vida si podía evitárselos. En realidad Siron había tenido muy buena idea al sugerir que se quedaran. Que creyeran que ambas esperarían en el templo, se dijo. Luego cuando el monje descubriera que ella no estaba allí ya sería demasiado tarde para que pudiera hacer nada.

Por otra parte, Khiara no pretendía hacer daño al clérigo, ni siquiera forzarlo a que le diera el dinero que le había prometido Siron. Solo quería mantener una vigilancia. Saber que su dinero no se perdería para siempre y con él su futuro.

Pero para ello debía viajar sola, sin preocupaciones. Noa debería quedarse en el templo le gustara o no.

La miró.

Noa todavía esperaba una respuesta, una disculpa, unas palabras cariñosas. Por eso se sorprendió cuando Khiara volvió a hablar.

- Vete, Noa.- Le dijo en tono cortante.- Déjame sola. Tengo que pensar.

Noa dudó.

- Pero...- Comenzó.

- ¡Vete te digo !.- Gritó la hermana colérica. - ¡Déjame en paz !. Mi vida era más fácil antes de que aparecieras, niña.

Noa sintió cómo todo su mundo se derrumbaba. Las lágrimas acabaron de resbalar por su angelical rostro en mudo silencio. Khiara sintió el dolor que acababa de producirle pero no dijo nada. Era necesario que Noa la odiara, sería lo mejor para ella en su ausencia.

- ¡Vete ya !.- Repitió esta vez sin mirarla. No quería admitirlo pero aquello, aunque era por el bien de la joven, le estaba resultando muy duro.

Noa bajó los ojos anegados en lágrimas y respiró buscando el aire que le faltaba. Miró a Khiara. Ella la ignoraba con absoluta frialdad. Noa, comprendiendo que no la querían allí echó a correr, hacia el otro extremo del jardín. En su alocada carrera se cruzó con Thalin, quien había observado la discusión entre las dos hermanas desde lo lejos. Noa ni siquiera lo vio. Cuando llegó a un banco de piedra y musgo, se dejó caer desconsolada sobre él y enterró su rostro entre sus manos. La muchacha estalló en sollozos entrecortados. Se sentía muy sola.

Khiara la observó marchar y sólo cuando se dio cuenta de que había estado conteniendo la respiración, tomó aire para sus pulmones. Su mirada se cruzó entonces con la de aquel alto joven de facciones agraciadas. Sus ojos se habían vuelto muy fríos, como el hielo. La mujer sintió que aquella mirada la atravesaba como un dardo mortal. Obviamente la culpaba de las desgracias de la joven. Pero él no entendía por qué debía ella de actuar así. El la veía como todos los demás : como una mujer dura y egoísta que sólo buscaba su propio beneficio. Sin embargo, ¡cuán equivocados estaban !, se dijo ella para sí misma. Si supieran que todo lo que hacía obedecía a un motivo...

Khiara se giró en redondo y se marchó de allí. Aún pudo sentir aquellos ojos clavados en su espalda, culpándola. El aire se levantó a su alrededor y sintió un escalofrío en la escalda.

No importaba, se dijo, lo hacía por el bien de Noa. Lo hacía por las dos. Aunque nadie lo entendiera.


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