viernes, 30 de noviembre de 2007

El Susurro del Viento

Nota de la autora (Dalthea): Un día tuve una idea, y comencé a darle forma en el mismo instante en que plasmaba las palabras en el ordenador. Los capítulos se sucedieron con facilidad. Sin embargo, llegué a un punto en el que le di mil vueltas a cómo sacarle el máximo partido a lo que quería narrar, y no sé por qué, seguí pensando... pero no escribiendo.

"El susurro del Viento" es uno de mis libros inacabados que se quedaron en eso... una idea. Pero lo disfruté mientras lo escribía y sus personajes me atraparon por su diversidad y complejidad. Algún día recordaré cuál era esa idea inicial - pues fue hace años también cuando este mundo tomó vida-, y quién sabe... quizás el viento me susurre la palabras adecuadas para terminarlo.

(Rondaba yo los veinte y pocos años cuando escribí estas páginas. No obstante, se aprecia un estilo narrativo diferente de aquel con el que emprendí "Greenwood". Es curioso ver cómo madura el propio estilo, se diversifica y enriquece el vocabulario, y los giros argumentales se van haciendo más complejos a medida que uno escribe, crece.. escribe, crece.. y sigue escribiendo).

Que el viento os acaricie en estas páginas.



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El Susurro del Viento

Capítulo 1



El golpe había sido muy fuerte. La mujer nómada lo había descargado con contundencia. El agredido no había visto ni siquiera un amago de lo que se le venía encima y ahora yacía boca a arriba tendido en el suelo y a merced de su agresora.

- ¿Crees que lo hemos matado ?.- Una voz temerosa y tímida sonó tras la mujer. Esta hizo un gesto molesta por la estúpida pregunta.

- Calla, Noa. No digas bobadas. Le he dado fuerte nada más. ¿Ves como respira ?.

Dos mujeres se inclinaron sobre la abultada figura que tenían a sus pies. El pecho del hombre subía y bajaba con pesadez. La más joven apenas si se atrevió a tocarlo y se ocultó de nuevo tras la otra, como acostumbraba a hacer siempre que se sentía en peligro. De hecho, no tenía nada que temer del pobre hombre derrumbado. No se habría podido levantar ni con ayuda. Pero Noa se imaginaba en su mente cosas terribles y prefirió resguardarse.

Khiara, la mayor, era quien lo había golpeado. Esta, tanteó el cuerpo del caído buscando entre sus pertenencias. El hombre se removió consciente al contacto de unas manos sobre su cuerpo pero no pudo abrir los ojos. Un gemido se escapó de su garganta asustando a Noa, quien retrocedió todavía un paso más.

- ¡No lo toques !.- Dijo ella con los ojos abiertos como platos.- Déjalo y vámonos. Vámonos antes de que se despierte del todo.

Khiara se giró enfadada con la joven y la fulminó con la mirada. A veces su hermana podía ser del todo estúpida.

- Eres tonta, niña.- La reprendió secamente.- ¿No ves que está herido ?. ¿Quieres que lo dejemos aquí para que se lo coman los lobos o algo peor ?. Además, no va a hacernos nada. Mira sus ropas. Es un monje.

Noa se inclinó precavidamente sobre él y cayó en la cuenta de que lo que su hermana decía era verdad. Aquel hombre de mediana edad, vestía una túnica parda y áspera típica de los monjes. Un cinturón negro sujetaba la túnica por la cintura y unas sandalias cómodas de viaje le cubrían los pies. No llevaba adornos en ninguna parte de su cuerpo y la coronilla la llevaba completamente rasurada. Su rostro, aunque ahora contraído por el dolor, parecía ser afable y bondadoso. Una brecha corta pero profunda y sangrante le cubría media cabeza.

- ¿Qué hacemos entonces ?.- Noa miró a su alrededor viendo en su imaginación un tropel de lobos saliendo de todas partes. - ¿Nos lo llevamos ?.

- Ajá.- Khiara hablaba para sí. No escuchó a la joven.- Lo que pensaba. No lleva ni un arma. Bueno, qué más da. Lo primero que haremos será despertarlo del todo. Noa.- llamó a la chica.- tráeme el odre de agua que hay en la alforja.

La joven, corrió con pasos cortos hacia los caballos y rebuscó con prisa en la alforja. Cuando dio con el odre volvió rápidamente con su hermana. Quería que todo aquello terminara para marcharse pronto.

- Toma. Queda poca.- Le advirtió.

Khiara refrescó el rostro redondeado del monje y lavó la herida, apartándole los cabellos ralos que se habían mojado. El hombre gruñó otra vez negándose a despertar. La mujer, que no era muy paciente lo abofeteó con fuerza.

- ¿Qué haces ?.- Noa se había llevado las manos a la cara presa de la angustia.- No se puede pegar a un hombre santo. Es un falta de respeto.

El hombre, esta vez sí que abrió los ojos. El bofetón lo había convencido por completo de que su salvadora no se andaba con chiquitas.

- Beba, despacio.- Khiara le acercó el odre a los agrietados labios y le hizo beber. El monje tragó unos sorbos y luego apartó la cara a un lado derramándose el agua por el cuello.

- ¿Qué...dónde... ?- Fueron sus primeras y entrecortadas palabras.

- Ahora no hay tiempo para hablar.- Khiara lo agarró por las vestiduras y tiró de él con fuerza. Se puso roja como la grana del esfuerzo pero sólo consiguió que se sentara. Aquel hombre pesaba el doble que ella.

- Hermano, ¿cuanto hace que no ayuna ?.- Preguntó burlona.- Va ha ser difícil subirlo al caballo.

- ¿Qué caballo ?.- El monje miró a su alrededor un poco atontado.

- El suyo, señor.- Dijo Noa con voz dulce. - Tiene que venir con nosotras para que podamos curarle.

- ¿Curarme ?...¿qué ?, ¡Auuuh !.

- Quieto.- Ordenó la mujer sujetando las manos del monje.- No se toque la herida. Se la coseré cuando estemos lejos del bosque. Este lugar es peligroso. Noa, trae el caballo.

La joven obedeció de nuevo. Cuando el animal vio acercarse a la joven movió vigorosamente su cola y soltó un bufido. Este era un bonito caballo del color del trigo. Después de dirigir un par de ojeadas a la extraña, se dejó conducir dócilmente hasta su dueño.

- Ayúdame. No puedo subirlo yo sola al caballo.- Pidió Khiara cuando Noa llegó a su lado. Con grandes esfuerzos por parte de ambas consiguieron lo que se proponían.

Las mujeres reunieron a sus caballos alazanes y montaron también en ellos dispuestas a emprender la marcha.

- Listos.- Dijo la mujer.- Nos vamos.- Y sin más, espoleó a su caballo.

Atrás fueron dejando el bosque y las espesuras. Khiara se dirigió rumbo a Dacia, donde se proponía ir en un principio antes del imprevisto accidente. Con mucho gusto habría dejado al monje a su merced pero sentía remordimientos por haberlo golpeado. Además, se había dado cuenta de que desvariaba a causa del golpe. Curaría su herida en Dacia y allí habría terminado su responsabilidad. Tenía cosas más importantes que hacer que cuidar de un monje.

Los árboles se abrieron a su paso y los caminos se hicieron más anchos conforme avanzaban. Media hora más tarde Khiara pudo ver a lo lejos la pequeña ciudad.

Cuando llegaron a sus puertas sus monturas resoplaban de agotamiento. No habían parado ni una sola vez. Tanto Khiara como Noa estaban acostumbradas a estas marchas intensas pero su sedentario acompañante estaba pálido como una pared y el sudor resbalaba por su rostro y empapaba sus ropas. La sangre de la cabeza se había secado y daba un aspecto desaliñado y sucio.

- Agua...necesito agua. - Dijo el hombre con la garganta seca.- Por favor.

Khiara, con ojos llameantes como el fuego lo miró con las cejas contraídas. Las mujeres nómadas tenían fama de temperamentales y esta era una espléndida muestra de ello.

- No es posible.- Dijo concisa .- Ya no nos queda. Habrá que comprar más.

El hombre hizo una mueca decepcionado. Si no bebía pronto algo se moriría de sed. Y de hambre. También tenía hambre, o así le pareció. Además, le dolía terriblemente la cabeza ...y otras partes de su cuerpo.

Dacia no era desconocida para él, pero tampoco había estado allí muchas veces. Recordaba sus pequeñas casas blancas, de ventanas amplias y tejados claros; sus calles estrechas pero regulares; sus rincones exóticos y sus típicas tiendas que lo tenían todo, porque esta era una ciudad costera a la que llegaban barcos de todos los lugares.

Habían muchos extranjeros paseando de arriba a abajo. Las razas convivían unas con otras y no era infrecuente encontrar a un grupo compuesto por elfos, enanos y hombres, todos ellos hablando animadamente. Sin embargo, tal hecho no era admitido ni bien visto en otros lugares de leyes más radicales, como por ejemplo en Isses, una ciudad situada muy al norte de Karmania.

El monje se restregó las sudorosas manos en su túnica descuidando un poco las riendas de su montura. El caballo, al notar que se aflojaban, comenzó a desviarse hacia un abrevadero que había en el centro de una plaza. También estaba sediento y cansado.

- ¿Adonde vais?.- Le preguntó Khiara viendo que el monje se apartaba de ellas.

- Tiene sed.- Contestó el hombre encogiéndose de hombros.

Khiara dio una palmada al cuello de Rune, su yegua alazana y suspiró.

- Está bien. Demos de beber a los animales primero.

Las mujeres desmontaron y llevaron de las riendas a sus monturas hasta el abrevadero. Cuando estuvieron junto al monje lo miraron con curiosidad. Este no se decidía a desmontar.

Dándose cuenta de que estaba haciendo el ridículo, el hombre se inclinó hacia un lado y sacó un pie del estribo. Su cuerpo rellenito descargó todo su peso sobre el lomo de su animal. El caballo pateó el suelo molesto por la carga y dando un giro repentino aplastó el cuerpo de su dueño contra la grupa del caballo de Noa.

- ¡Aaaah... !- Gritó el monje con los ojos desorbitados. Perdió el equilibrio y cayó pesadamente al suelo con uno de sus pies todavía colgando del estribo. Estaba inmerso en un mar de patas inquietas y pezuñas peligrosas.- ¡Socorro, Ayudadme !. Me van a matar.

Noa mantuvo a su montura, Byon, tan quieta como pudo. Khiara se inclinó sobre el asustado monje y sacó su pie del estribo. Después lo levantó del hombro.

- ¿ Es que no habéis montado en un caballo en toda vuestra vida ?.

El hombre se arreboló y sacudió la cabeza con pesar.

- Lo siento.- Se disculpó.

Khiara suavizó su expresión.

- Esta bien.- Asintió.- Decidme por lo menos cómo os llamáis..

- ¿Mi nombre ?....Ah. - Se rascó la cabeza como si le hubiesen hecho una pregunta complicada.- Creo que...Siron. Sí, eso es. Me llamo Siron.

- Estupendo. Yo me llamo Khiara.- Dijo ella, y señaló luego a su hermana.- Y ella es Noa.

- En otras circunstancias diría que estoy encantado de conoceros, señoras.- Dijo el hombre rascándose la cabeza.- Pero la verdad es que estoy algo confuso.

- Eso es porque el golpe os ha aturdido.- Intervino Noa .- Pero pronto estaréis bien. Mi hermana os ayudará.

El monje miró de reojo a Khiara. Aunque sus pensamientos iban y venían sin control, tenía la seguridad de que aquella mujer nómada era directamente responsable de la brecha que tenía en la cabeza.

- A veces se cometen errores.- Se excusó ella, con serenidad, leyendo en los pensamientos del hombre.- Yo intento remediar el mío.

El monje asintió. La voz de la mujer sonaba sincera y él más que nadie debía de practicar el perdón.

- Está bien. ¿ Pero por qué lo hicisteis ?.- Quiso saber él.

Ella se encogió de hombros.

- Hay muchos asaltantes de caminos. Pensé que erais un ladrón.

Las espesas cejas del hombre se alzaron divertidas. Jamás nadie lo había confundido con un ladrón.

- ¿ Acaso tengo aspecto de eso ?.

- En absoluto.

- Oh. Eso pensaba yo.- El monje sonrió complacido y se rascó de nuevo la calva cabeza..

Khiara estaba a punto de darse la vuelta cuando un grito de dolor brotó de la boca del hombre. Este, con sus ademanes, había abierto la herida otra vez.

- ¡Por los dioses ! - Khiara sacó de su alforja un pañuelo violáceo un poco manchado y lo mojó en el agua del abrevadero. Lo aplicó a la herida y soltó un chasquido con su lengua. No estaba muy satisfecha.

- No será suficiente.- Dijo negando con la cabeza.- Hay que coser la herida. Noa ve a la tienda de Temos y compra una aguja e hilo, de prisa.

La joven se abrió paso entre el gentío y corrió a cumplir lo que le había dicho su hermana. Khiara sabía que tardaría por lo menos un buen rato.

- Y decidme, ¿Qué hacíais en el bosque ?- Quiso saber ella mientras mantenía la presión sobre la cabeza del maltrecho monje.

- ¿Que qué hacía?.- El rostro de Siron estaba contraído por el dolor.- Iba a visitar a un hermano de mi orden que vive en Puerto Elba.

- ¿Y cómo se os ocurre atravesar un bosque sin armas ?. Estabais totalmente desprotegido.

El hombre no daba crédito a lo que oía. ¿ Acaso esa mujer estaba ciega ?.

- Veo perfectamente que sois un monje.- Se adelantó ella de nuevo.- Pero eso no significa que no podáis armaros cuando vais solo por caminos tan peligrosos.

Siron negó con fuerza, haciendo que a la mujer le fuera difícil sujetar el pañuelo sobre la herida.

- Eso es imposible. Impensable. - Su voz era más aguda debido a la emoción.- Jamás mataría o heriría a alguien. Lo que decís es casi una herejía.

- Entonces, la próxima vez sed más precavido. Ni una manada de ñus en estampida habría hecho tanto ruido.- Sentenció ella.

- ¿ Ruido ?, ¡estaba cruzando un bosque !

Khiara lo miró casi con compasión. En otros tiempos, aquel hombre habría sido su víctima perfecta. Lo habría derribado y desvalijado después sin miramiento alguno. De hecho se habría sentido orgullosa de su pericia y de su buena suerte. Ahora su camino era otro. Todavía no muy distinto del anterior, pero por lo menos se proponía que lo fuera. Ya era algo.

- ¿Con qué me golpeaste, muchacha?.- Dijo Siron sacándola de su ensimismamiento e intentó tocarse la herida en un gesto inconsciente. La intervención de Khiara se lo impidió de un manotazo.

- Con mi cayado.- Dijo después señalando algo a su espalda.- Cuando viajo por los bosques ato a su extremo un puñal bien afilado. Es más eficaz.- Le explicó.

- Ya. Muy eficaz por lo que he podido comprobar.- Respondió él.- Y por favor, tutéame. No soy tan viejo.

- Como quieras.- Accedió ella.

Noa, que ya estaba de vuelta, se abrió paso entre las gentes y se dirigió hacia ellos dando pequeñas carreritas. Corría un poco, apartaba a un par de personas y volvía a correr. Khiara la miró detenidamente. Aquella hermana suya la traía por la calle de la amargura. Siempre tan tímida, tan vulnerable y tan dulce. Era una combinación peligrosa. Por ello la vigilaba constantemente, hasta que madurara un poco. Después de todo, era su única hermana.

- Ya estoy aquí.- Su voz cantarina sonó entrecortada.- He traído...la aguja que me pediste y ...un poco de hilo, toma.

Khiara demostró poseer unas dotes notables para la curación. Trabajó fino y rápido. Era muy probable que aquella fea herida cicatrizase sin dejar apenas ninguna señal.

- Gracias, muchacha.- Dijo Siron haciendo ademán de llevarse las manos a la cabeza para comprobar el trabajo de la mujer. Pero cuando cruzó una mirada con esta se contuvo. - Supongo que está bien.- Dijo finalmente.

- Pos supuesto.

- Claro, claro.

Khiara guardó los útiles que había empleado en sus alforjas.

- ¿ Me dijiste que ibas a Puerto Elba ?.- Le preguntó.

- Sí, así es.- El monje titubeó.- Y mejor será que me vaya ya. No quiero molestaros.- Después señaló su herida como queriendo dar a entender que estaba agradecido por las atenciones de la mujer. Finalmente se encogió de hombros y ensayó una torpe sonrisa.

- De nada.- Dijo Khiara.- Que Tu dios te acompañe, sea cual sea este.

- Mara, la diosa de la tierra. - Dijo el monje pensando mientras hablaba que iba a tener que montar de nuevo. Todavía le temblaban las piernas.

- Entonces que Mara te acompañe.- Dijo la mujer despidiéndose.

Siron asintió. Estaba apunto de irse cuando sus tripas rugieron sonoramente. Con evidente malestar, el monje dio la espalda a las mujeres, avergonzado.

Noa se llevó una mano a la boca para ocultar una risilla.

- ¿Cuánto hace que no comes ?.- Preguntó Khiara.

- Unas horas.- Replicó él sin girase. Se sentía incómodo.

Noa tiró de la manga a su hermana. La idea de descansar un rato en un bar era muy sugerente. Khiara suspiró y cedió a las súplicas de la chica.

- De acuerdo. Iremos a tomar algo.- Accedió.- Siron, será mejor que vengas con nosotras. De alguna manera me siento en deuda contigo.

El monje las miró y sonrió de nuevo. Después de todo aquella mujer de ojos de fuego era, si se lo proponía, incluso agradable.

- Conozco un bar cerca de aquí.- Les dijo.- Sirven buena comida y la cerveza tampoco está mal. Vine a Dacia hace unos meses, durante una peregrinación.

- ¿A beber cerveza ?.- Dijo Khiara irónica.

- ¡Pos la diosa, no !.- Siron puso momentáneamente cara de alarma.- Nuestros motivos eran otros más espirituales. Pero también los monjes tenemos derecho a disfrutar de los placeres que nos ofrece nuestra madre tierra.

- No lo dudo.

El monje caminó delante de ellas y las condujo por las calles de Dacia buscando con ojos inquietos el bar. Cuando lo hubo encontrado señaló con el dedo el lugar.

- Ese es.- Dijo.- El Gato Pardo.

Khiara y Noa lo conocían de vista pero no habían entrado en él. Exteriormente tenía buen aspecto. Sus puertas de madera eran grandes y un poco viejas. El cartel que llevaba la insignia del local era llamativo y el dibujo de un gran gato sosteniendo una cerveza en la mano se recortaba perfectamente.

El local, por dentro, era espacioso y limpio. Habían pocas mesas en su interior pero estaban situadas estratégicamente. En general, era un lugar aceptable.

De una ojeada, pasó revista a toda la clientela.

En la barra había un hombre con un trapo en el hombro sirviendo jarras; en una de las mesas del rincón, un grupo de elfos hablaba con sus voces aflautadas ignorando al resto de los ocupantes del local; un hombre solitario meditaba sobre un plato de legumbres apenas sin tocar, y un grupo de hombres y enanos se sentaba en otra de las mesas.

Khiara, se dirigió hacia una mesa central que permanecía vacía. Su hermana y el monje la siguieron de cerca. Una vez sentados Siron llamó al posadero. Su estómago no podía esperar.

Pidieron cerveza y algo para calmar el hambre de Siron.

Este mordió un trozo de pan y miró a las dos mujeres con detenimiento por primera vez. Antes no había tenido la oportunidad de hacerlo.

La mayor, Khiara, debería de rondar los treinta años aunque probablemente no los alcanzara todavía. Siron tuvo que reconocer que era muy atrayente. Era una belleza salvaje: Ojos pardos, cabello ondulado de color castaño y una boca expresiva y sensual. Su rostro, pensó, sería incluso más bello si no contrajera tan a menudo el ceño. En cuanto a su altura, no sobresalía por ello. No obstante su constitución era formidable. Este rasgo era característico de las mujeres nómadas, que en general, eran atléticas debido a los vigorosos ejercicios físicos a las que se sometían y a las largas cabalgadas. Pero lo que más le impresionaba era algo que no se veía. Una gran fuerza y coraje interiores. A su juicio, era un mujer a la que no se la llegaba a conocer nunca del todo. Siempre la rodearía un halo de misterio.

La otra joven, sin embrago, era harina de otro costal. Con esos ojos azules siempre anhelantes y ese cabello color dorado, daba el aspecto de una delicadeza y finura que no poseían los de su tierra. Era, sin duda, una joven dulce y fácilmente intimidable, al contrario que su hermana. Parecía haber vivido una vida sin contratiempos. Sus ojos a penas se habían abierto al mundo.

Ambas vestían trajes cómodos para la monta. Estaban hechos de un tejido flexible que se adaptaba a la perfección a sus cuerpos. Eran de colores apagados y parecían apropiados para pasar desapercibidas entre los bosques.

Khiara lo miró al sentirse observada y Siron, turbado, dirigió su vista hacia el plato. Acto seguido, cogió un trozo de pollo frito y jugueteó con él sin intención de comérselo.

- ¿De donde eres Siron ?.- Le preguntó ella iniciando una conversación.- ¿De Thiras ?

- Sí, de Thiras. Mi orden se encuentra allí.

- ¿ Y qué se le ha perdido a ese hermano tuyo en Puerto Elba ? ¿ Es que os ha dado ahora a todos los monjes por viajar ?

- No, no.- Negó con él su redondeada cabeza.- El vive allí. En el templo de Jarms, también erigido para adorar a nuestra diosa Mara.- Le explicó.- Lo que ocurre es que tiene que ocuparse de unos asuntos muy importantes y me ha pedido que vaya a cuidar a un joven novicio que vive con ellos.

- ¿ Qué edad tiene ?, ¿catorce, quince ?.- Apuntó ella al azar.

- Uumh, veamos.....-Siron torció la boca en un mohín.- Unos...¿veinticuatro ?. Sí, algo a sí. Poco más o menos.

- ¡Vaya !.- Khiara ladeó la cabeza en un gesto muy gatuno.- ¿ Y necesita tu ayuda para poner un par de velas en un altar ?. No creo que esa sea una tarea muy complicada ni siquiera para un niño de cinco años.

- Debe hacer muchas más cosas que esas.- Siron se molestó por el comentario. No necesitaba dar explicaciones pero quiso aclarar el asunto.- Su trabajo requiere una gran responsabilidad. Va a sustituir al hermano Alf, el superior de la orden. Además, ese muchacho es realmente competente. Sólo necesita un entrenamiento adecuado para potenciar sus facultades, que son muchas. Se trata de un joven muy especial y a quien yo personalmente aprecio mucho.

- Perdona, no quería molestarte.- Se disculpó ella. Era evidente que había tocado sin saberlo un tema delicado.- Noa,- Comenzó intentando cambiar de conversación -¿ataste bien los caballos al abrevadero ?. No me gustaría encontrarme con que no están allí cuando salgamos.

- Sí, están bien atados.- un mechón rubio le cayó suelto por la cara.

Khiara asintió fingiendo sentirse satisfecha. El silencio se hizo unos momentos entre ellos.

- ¿Cuantos años tienes, Noa ?.- Dijo de repente Siron.- Debes de tener la misma edad que el joven al que voy a ver.

Noa se miró las manos apoyadas en la mesa. Tartamudeó al responder.

- Pues...,Veintidós. En otoño haré veintitrés. - Dijo. Sus dedos juguetearon inquietos.

- Eso suponía.- Se dijo Siron. Miró a Khiara intencionadamente al hablar.- ¿ Y no crees que ella es demasiado joven para viajar por senderos peligrosos ?

- Ella viene conmigo. No corre ningún peligro.- Repuso secamente.

- ¿ Y a dónde vais ?. Todavía no me habéis contado nada de vosotras.

Khiara frunció los labios, pensativa. Siron notó que Noa había desviado la cabeza hacia otro lado evitando mirarlo.

- No tenemos nada interesante que contar. Vamos de acá para allá, un día estamos en un lugar y otro día en otro. - Respondió al fin la mujer.

- Oh.- Siron notó que su tono era evasivo. No hizo más preguntas.

- ¿Piensas atravesar el bosque de Wever solo, Siron ?.- Khiara quiso encauzar de nuevo la conversación.- Es solitario pero sus árboles son idóneos para los asaltantes de caminos. No me sorprendería si después de haber tropezado conmigo tuvieras también más sorpresas desagradables.

- Oh. No habéis sido ninguna sorpresa desagradable.- Dijo Siron. A lo que añadió.- Quizá solo un poco dolorosa.

- ¿ Y qué me decís ?.- insistió ella.- ¿ Iréis solo ?

El se encogió de hombros como si la respuesta fuera tan clara como el agua.

- ¿ Con quién si no ?. - Dijo.

- Podéis pagar los servicios de un profesional para que os lleve hasta allí.- sugirió Khiara.- Os quedan por lo menos un día y medio de camino hasta llegar a Puerto Elba.

- Me las arreglaré yo solo.

La mujer desgajó un trozo de pan y lo masticó.

- Entonces debes llevar un arma al menos. Es una imprudencia viajar sin ninguna.

- ¡Diantre !.- Siron negó frenéticamente con la cabeza.- Me niego a usar las armas rotundamente. Soy un hombre que ha elegido el camino de la paz. Ya te lo he dicho antes.

- Entonces eres un estúpido.

- ¡Hermana !.- Noa la miró perpleja. - ¿ Cómo le dices eso ?

- ¿ Y cómo no voy a decírselo ?.- Dijo estirándose en su silla.- Se cree que su hábito y su calva reluciente le va salvar de los asaltantes y ladrones. Incluso después del golpe que se ha llevado en la cabeza no atiende a razones.

Siron apretó los labios. Aquella mujer se traía algo entre manos.

- ¿ Y qué quieres que haga ?. - Le preguntó.

Al momento Khiara se relajó de nuevo y sacando un puñal de una de sus botas, apoyó el extremo clavándolo en la mesa y comenzó a darle vueltas lentamente. Siron lo miró más sorprendido que asustado.

- Nosotras podríamos acompañarte si nos pagas bien.- Le dijo entonces ella mirando también su puñal.- Andamos justas de dinero y no nos vendría mal un trabajo extra. Te protegeremos en el camino.

Siron alzó las cejas. ¿Acaso las mujeres nómadas eran mercenarias ?. No dudaba de que la morena pudiera ser una profesional formidable, pero su hermana...

- No tengo dinero suficiente para pagaros, me parece.- Dijo el llevándose las manos a los bolsillos. - lo justo para un tentempié nada más. Además, lo que dices es absurdo porque...

- No importa.- Lo interrumpió Khiara levantando el puñal unos centímetros de la mesa. Al darle vueltas había hecho un pequeño agujero. Con la otra mano siguió sus bordes en círculos, distraída.- Nos lo pagarías luego. Ese hermano tuyo, Alf, puede contribuir a la causa de salvar a un hermano de los lobos, saltantes, ladrones, mercenarios peligrosos, caballeros chiflados,...etc.

- Ya , ya , no sigas.- Dijo el monje medio convencido.- De acuerdo, está bien. Supongo que Alf lo entenderá.

Noa miró a su hermana de reojo. Esta no daba muestras aparentes de satisfacción. Pero a pesar de ello, la joven sabía que Khiara se regocijaba cuando conseguía lo que se proponía, y eso era casi siempre.

- Entonces, vámonos ya.- La mujer se levantó de la mesa, al igual que su hermana. Siron cogió otro trozo de pollo y el resto del pan para el camino, les dijo. Pagaron la frugal comida y salieron del bar.

Fuera, el sol del verano les dio de lleno en los ojos. Noa se los protegió con la mano. La claridad era excesiva para ella.

- ¿ Y ahora a dónde vamos ?.- Le preguntó con los ojos casi cerrados a su hermana.- ¿ A la tienda de Temos ?. Me ha preguntado por ti.

Khiara sonrió para sí.

- No, no vamos allí. Lo que busco está en la de Bracon.- Contestó sin para de caminar en una dirección que ya había fijado.

- ¡Bracon !.- Noa hizo un mohín y arrugó la nariz.- Odio a ese hombre. Me da miedo cómo me mira.

- Pues quédate fuera con Siron. No tienes por qué entrar.- Le dijo sin inmutarse.- Será solo un momento.

Noa no estaba conforme pero no dijo nada. Miró a Siron y este le devolvió una mirada serena.

- Esta bien.- Aceptó la joven con desaliento.

Khiara no tardó en llegar a la tienda de Bracon. Esta se encontraba tras un grupito de casas apiñadas y una cuesta muy empinada. Era pequeña, oscura y tétrica. A ella tampoco le gustaba. Ni Bracon ni su tienda. Pero no tenía más remedio que ir si quería comprar un arma élfica.

Bracon era un hombre curtido por los años y por malas experiencias diversas. No era mala persona, aunque su mirada era inquietante y a veces maliciosa. Tras muchos años al servicio de los señores de la guerra se había establecido en Dacia y comerciaba con todo tipo de armas, algunas no legales. El arma que Khiara buscaba era un puñal exquisitamente trabajado. De acero la hoja y hierro la empuñadura. Había sido realmente forjada por los enanos de Seymour pero las runas gravadas en su hoja habían sido trazadas por los antiguos elfos. Estas runas conferían de un poder especial al puñal y por ello era una de las armas de las cuales Bracon se habría arrepentido de tener si algún entrometido se hubiera chivado de que la poseía.

Khiara se giró y se dirigió a sus acompañantes.

- Quedaos aquí los dos.- Dijo.- Ah...Siron. Tu dinero me haría falta ahora.

El monje, que acaba de llegar a su lado, se detuvo respirando con dificultad. Su calva cabeza brillaba de sudor y rostro había adquirido un rojo encendido.

- ¿ Mi...dinero ?.- resopló secándose con la manga de la túnica la cabeza.- ¿Ahora ?. No podríamos...dejarlo...para más...

- No.- Khiara se pudo en jarras.- Lo necesito ahora. Ya que me has de pagar el resto, considéralo un adelanto.

Siron asintió. Su respiración todavía era agitada. Metió una mano por entre sus ropas y sacó unas monedas de plata. Se las entregó a la mujer.

- Es todo cuanto tengo.

- Es suficiente.- Dijo con un pie dentro de la tienda.- Ah. Se me olvidaba. Cuida de Noa. No le gusta estar aquí.

Era cierto, se dijo Siron cuando la mujer nómada desapareció dentro de la tienda. La joven muchacha miraba hacia el interior nerviosa, con los ojos muy abiertos. Casi diría que se había arrimado a él a pesar del calor que hacía a esas horas de la tarde. El monje puso una mano en su hombro y le dirigió unas cuantas palabras tranquilizadoras para hacer la espera más amena. La chiquilla le sonrió tímidamente agradecida. Cuanto antes saliera Khiara de la tienda antes podrían irse.

Pasó un tiempo largo. El calor era agobiante. Noa empezó a cansarse.

Desde el interior se oyeron unas voces que subían de tono. Al parecer había una discusión acalorada ahí dentro. La voz de la mujer se imponía sobre la otra, más grave y si cabe furiosa. Se oyeron después dos golpes secos y un tintineo metálico. Khiara estaba cerrando el trato, fuera cual fuese. Sus botas sonaron próximas a la entrada. Por fin hizo su aparición.

Una mujer arrebolada y de expresión salvaje, salió como un torrente incontrolado. Casi tiró al monje al pasar por su lado. Noa lo sujetó.

- ¡Que te aspen !.- gritó mirando hacia su invisible interlocutor.

- ¡ Vete a las llanuras, a timarle a otro !.- Gruñó una voz de hombre desde el interior. Seguramente Bracon.

- ¡ Si te he hecho un favor comprándote esta baratija!.- Bramó ella no menos convencida.

El otro dijo algo que ninguno llegó a entender por que había bajado el tono de voz al hacerlo.

Adoradora de Zond había dicho, o algo así pensó Siron. Casi sin pensarlo hizo una señal de protección sobre su pecho. Nombrar al dios de la muerte daba mala suerte.

Cuando los tres estuvieron de vuelta con los caballos, Siron le preguntó que qué había dicho para enfurecer tanto al comerciante.

- Nada en especial.- Le comentó.- El regateo es una arte aunque muchos no lo entienden. A veces hay que ser un poco...enérgico y perspicaz.

- Ah.- Siron asintió. El nunca había seguido ese juego tan común entre algunas personas.- ¿ Y salió bien ?. ¿ conseguiste lo que querías ?.

- Ajá.- Asintió con la cabeza.- Y no pagué tanto como pensaba que haría.

- ¿ Cuanto dinero te queda ?.

- Ninguno.- Enseñó sus manos vacías al monje .- Mejor será que no tengamos ningún contratiempo durante el viaje o nos veremos en apuros.

Siron se llevó una mano a la frente. Rezaría a Mara para que los protegiese.

- ¿ Qué has comprado ?.- Noa rebuscó en la bolsa de Khiara.

- ¡Quieta !.- Gritó Khiara hilarante dándole un manotazo. - ¡No vuelvas a hacer eso !. ¡Nunca !.

Noa sorbió por la nariz ruidosamente. Estaba a punto de llorar por la sorpresa. Khiara se retractó al instante. No había pretendido asustarla.

- Lo siento. Es que... has sido imprudente.

- ¿ Por qué ?- Quiso saber Noa.- ¿ Qué hay ahí dentro ?.¿ Una serpiente ?.

- No.- Los ojos oscuros de la mujer relucieron con intensidad.- La Iral podría ser peor si no se trata con cuidado. Causa la muerte con mucha facilidad.

- ¿ Qué es una Iral ?.- Noa no entendía.

- Un arma élfica. - Explicó ella usando las palabras con cuidado. No quería volver a asustarla.- Sus runas mágicas son las responsables de...

- ¡Un arma !.- Siron chilló con voz aguda.- ¡ Te has gastado todo nuestro dinero en un arma infernal !. ¡Un artilugio de muerte !.¡ Es horrible !.

- Mi dinero.- rectificó ella sin sorprenderse de la reacción del monje.- Además, no es un artilugio de muerte. Es un arma defensiva e imprescindible para poder protegernos todos. No creerás que voy a aceptar el cargo de escoltarte hasta Puerto Elba con solo un cayado y un puñal despuntado por tu dura cabeza.

- ¡ Mi dura cabeza !.- refunfuñó Siron dolido.- ¡Por poco me matas !.

- No exageres, hombre.- Khiara montó en Rune y Noa hizo lo mismo con agilidad. - Y monta ya. Nos vamos.

Siron todavía murmuraba algo por lo bajo. Intentó subirse su dorada montura con torpeza. Tras varios intentos lo consiguió. Dedicó una sonrisa socarrona a la mujer que lo miraba cínica, y clavó las sandalias, enérgicamente, en el animal.

Caballo y jinete salieron disparados hacia adelante cuesta arriba por el camino principal que conectaba Dacia con el bosque de Wever. Noa dijo algo de seguirlo a toda prisa para alcanzarlo pero Khiara negó con la cabeza y puso a su yegua al paso sin preocuparse del monje. Mirando hacia su bota, sacó el puñal con el que había herido a Siron y lo miró detenidamente. Lo giró sobre sí mismo para que la luz le diera en toda su superficie. Arrugó la frente y pasó un dedo delicadamente por la hoja, inspeccionándola.

- ¡Cabeza de chorlito !.

- ¡Khiara !.- La regañó por tercera vez en ese día su hermana. Podía adivinar a quién iba dirigido ese improperio. La mujer no hizo ni caso.

- ¡Me ha abollado la hoja !. ¡Tiene una mella !.- Y sin pensarlo dos veces, la arrojó al suelo como si de un trapo sucio se tratara.- Es igual. Ya no la necesito. Tengo algo mucho más poderoso que cualquier puñal,...incluso que cualquier espada.

Noa miró el reflejó que desprendía el arma por los rayos del sol. Había quedado semi oculta ente las hojas de los árboles caídas en el suelo.

- Espero que no la necesitemos.- Dijo Noa mirando hacia adelante de nuevo.

- Un arma rota no vale para nada.

- No me refería a esa arma.- Dijo la joven encogiéndose en la silla de montar. Sus manos se enredaron sin darse cuenta en las crines de Byon.- Me refería a la otra. O...a cualquiera.

Khiara miró a su hermana de soslayo pero no dijo nada.

Más adelante, el caballo del monje regresaba sobre sus pasos en un alegre trote.

Siron se había caído.





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