viernes, 30 de noviembre de 2007

El Susurro del Viento - Capítulo4 -.






El Susurro del Viento


Capítulo 4







Hacía tiempo que Noa se había despertado ya. Los rayos del sol entraban con fuerza por su ventana y la claridad de los mismos le impedía volver a dormirse. Tiritando de frío, se acurrucó formando un ovillo con su cuerpo para entrar en calor. Las habitaciones del templo eran todas bastante inhóspitas. Las paredes, al ser de piedra, filtraban la humedad por las oquedales y ni siquiera el hecho de que estuvieran en la estación del verano las calentaba.

Siron le había dicho que estas en las que se alojaban ellas eran las más cálidas, pues tenían orientación sur. Las demás, eran verdaderamente frías.

Indecisa a salir de la cama, observó con la mirada el interior de la habitación.

Era pequeña, rectangular ; Un escritorio sencillo se apoyaba en una de las paredes. También había un espejo redondo y una alfombra en el suelo. En un rincón se apiñaban parte de sus pertenencias, junto a las patas de una silla. Sólo se había traído lo indispensable para asearse y cambiarse de ropas.

Suspiró. Noa agradecía que el anciano hubiera preparado habitaciones separadas para ella y Khiara. No le apetecía hablar con su hermana. Desde la discusión, la otra tarde, no habían cruzado ni una sola palabra. Para su consuelo, Thalin había demostrado cierta preocupación por ella. Sus atenciones hacían que se sintiera menos sola en este lugar extraño.

Parpadeó. Miró a través de la ventana de su cuarto.

El sol había ascendido un poco más. Resignada a levantarse, se desperezó y buscó sus ropas. Una vez vestida, abrió la puerta y buscó la cocina. Sus tripas pedían urgentemente comida.

Cuando hubo saciado su apetito salió al patio del templo.

El sol le dio de lleno en la cara y se llevó una mano a los ojos para protegérselos. No vio a nadie. Ni un alma. ¿Dónde estarían todo el mundo ?.

Noa miró por todos lados pero era evidente que estaba sola. Tal vez los monjes estarían rezando en la sala de oraciones. A punto estaba de volver sobre sus pasos cuando vio a Thalin con aspecto meditabundo y deambulando con la mirada perdida.

Se acercó a él.

- Hola, Thalin.

- Hola - Le contestó él saliendo de su ensimismamiento.- Espero que hayas descansado bien.

- Si, gracias.

- Me alegro.- Dijo sinceramente el joven.

- Y dime, - Comenzó ella - ¿dónde están todos ?. Eres la primera persona que veo esta mañana.

Thalin señaló con la mano una parte del templo.

- Allí.- Dijo.- Están rezando sus oraciones a la diosa.

- Oh. - Y añadió.- ¿ Siempre se levantan tan temprano para rezar?.

El muchacho sonrió, reanudando su paseo por los jardines. Ella le siguió.

- Si te digo la verdad - le explicó -, hace más de cuatro horas que pusieron los pies en el suelo. Desde entonces, esta es la tercera vez que realizan los servicios.

- ¿ Y mañana harán lo mismo que hoy ?.

- Todos los días, y a la misma hora.- Le dijo él.- El orden aquí es muy importante.

- ¡Vaya !. Yo pensaba que la vida aquí sería más divertida, menos monótona.

Thalin se encogió de hombros.

- Yo no se cómo es una vida más divertida.- Le dijo.- Siempre he vivido aquí. Desde que tengo uso de razón sólo recuerdo estas paredes.

-¡No es posible !.- Exclamó Noa asombrada.- ¡Has vivido todo tu vida en un monasterio !.

- Sí, así es.

- Pues deberías salir.- Le dijo ella convencida.- Ver las ciudades, sus gentes, y aprender nuevas cosas.

- ¿ Conoces tu muchos sitios ?.- Le preguntó él.

- Pues...no. La verdad es que...no.- Reconoció ella.

- ¿ Y como es eso ?. Pensaba que los nómadas viajaban mucho.

- Y así es.- Asintió Noa.- Pero yo apenas acabo de empezar a hacerlo. No había salido antes de mi poblado hasta que Khiara vino a buscarme.

El rostro de la joven se ensombreció como si una nube le hubiera privado del sol. Thalin, repentinamente alertado, no se dio cuenta.

- Por cierto...hablando de tu hermana.- Recordó Thalin buscando a su alrededor con la mirada.- ¿ Donde está ?. ¿ No ha salido al patio contigo ?.

- No.- Le contestó.- Ya te he dicho que no he visto a nadie antes que a ti. Ni siquiera a ella.

- Bueno, no tiene importancia.

- ¿ Pasa algo ?.

- No, no. Es mejor así.- Dijo él.- Prefiero dártelo a ti.

- ¿ El qué ?.

- Alf me pidió antes de marcharse que os diera ocho monedas de plata. - Le contó.- No sé a cuento de que venía esto. Me dijo que Siron lo sabía.

- Oh. - Noa sintió el vértigo en la garganta.- El clérigo se ha marchado ya...

- Sí, esta misma mañana. Hará solo unas horas.

La joven se puso pálida como la leche. ¿ Lo sabría Khiara ?.

- Noa, ¿estás bien ?.- Le preguntó preocupado Thalin viendo cómo el color de la cara se le había ido por completo.

- Ehhh...sí, claro.- Mintió. - Tengo que irme.

Sin despedirse del joven salió corriendo hacia el interior del templo, derecha a la habitación de la hermana.

Noa subió escaleras y cruzó pasillos a toda prisa. Tropezó dos veces y una de ellas cayó al suelo, pero no se detuvo en sus propósitos. Casi en unos instantes estaba ante la puerta de la habitación que el monje había dispuesto para Khiara.

Con el resuello cortado y el corazón palpitante, Noa abrió la puerta.

Una habitación vacía y en la que parecía que nadie había entrado desde hacía tiempo se mostró ante sus ojos. A parte de los muebles, no había nada allí. Ni ropas, ni objetos personales...ni su hermana. ¡Khiara se había marchado !.

La respiración de Noa era muy rápida. El miedo de la verdad la había sobrecogido. Debía recoger sus cosas, buscar a Khiara,...¡Hacer algo !.

Corrió en dirección contraria. Tenía que llegar a su habitación lo más rápidamente posible. No había tiempo que perder. Apunto estuvo de caer rodando cuando Thalin apareció casi de la nada, delante de ella. El joven la había seguido.

Este observó perplejo como la joven entraba a tropel en su cuarto y amontonaba sus cosas unas sobre otras y las sujetaba debajo del brazo.

Noa miró rápidamente a su alrededor para cerciorase de que lo había cogido todo y salió corriendo de nuevo escaleras abajo hacia el exterior del templo.

-¡Noa !.- Le gritó él siguiéndola otra vez.- ¿ Qué ocurre ?.

Esta se paró en el centro del patio para respirar el aire que se le había agotado.

- Se ha ido, Thalin.- Dijo asustada.- Se ha marchado.

- ¿ Qué dices ?.- El la miró a los ojos y la sujetó por los brazos.- Cálmate.

- Khiara se ha ido.- Repitió ella con voz entrecortada.

- ¿ Qué dices ?. - Thalin negó con la cabeza.- ¿ A dónde ?.

- Se ha marchado de Puerto Elba.

- ¿ Qué ?. ¿ Cómo va a marcharse sin ti ?. No puede hacer eso.

- Sí que puede y lo ha hecho.- La voz de la joven era un gemido lastimero.

Thalin la sujetó por los brazos intentando que ella se tranquilizara.

. Noa, lo más probable es que haya ido a comprar algo al centro del pueblo.

Ella negó frenéticamente con la cabeza.

- ¿ Cómo estás tan segura ?, dime.

La joven, alterada , intentó explicárselo.

- ¿Recuerdas el otro día,...cuando me preguntaste por qué ella y yo...discutíamos ?.- Tenía que pararse de vez en cuando para tomar aliento. La carrera la había agotado.

- Si, lo recuerdo.- Asintió Thalin.

- Fue por eso.- Continuó.- Me dijo que iba a marcharse. A marcharse sin mi.

Los ojos del joven refulgieron de rabia.

- No es posible. - Objetó.- Eso es absurdo.

- Sí, lo es. - Dijo ella mordiéndose el labio inferior.- Y eso no es lo peor.

- ¿ Hay más ?.

- Sí. - Noa se llevó las manos a la cara. Todo había sido un error .- Khiara cree que Alf tiene el dinero. Siron dijo que se lo llevaría todo para el viaje.

- ¿ Y eso que tiene que ver ?.- Thalin no entendía nada.

- Todo.- Unas lágrimas cayeron por sus mejillas.- Khiara a ido tras Alf para recuperar nuestro dinero.

El joven comenzó a atar cabos. ¿Estaba Alf en peligro ?. Era eso lo que estaba insinuando la muchacha.

- ¿ Qué va ha hacer exactamente tu hermana ?.- Le preguntó.- No pensará hacerle daño...

- No, claro que no.- Negó con la cabeza.- Ella no es así. Solo quiere el dinero. Es todo lo que tenemos.

- ¿La estás defendiendo ?.- La acusó.- Noa, ¡te ha dejado aquí !. No le importas nada.

- ¡Eso no es cierto !.- La joven se tapó los oídos.- No quiero oírte. No quiero.

- ¡Pues vas a hacerlo !.- Thalin la obligó a apartar las manos.- Lo que ha hecho esa mujer es detestable.

- Tu no la entiendes.- Lo acusó.- Ella ha sufrido mucho. No puedes comprender por qué lo hace.

- Noa, eres demasiado buena.- Le dijo.- Y además es tu hermana. Por eso eres tu la que no lo comprende.

Thalin comenzó a caminar en dirección a los establos.

- ¿ Dónde vas ?.- Lo siguió.- ¿ Qué vas a hacer ?.

- Voy a buscar a Alf.- Dijo escuetamente.- Necesitará mi ayuda.

La joven estaba asustada de verdad.

- ¿ Vas a marcharte tu también ?.- Preguntó limpiándose la cara mojada por las lágrimas.- ¿ Qué voy a hacer ?.

- Es mejor que te quedes aquí. - Dijo él.- Viajaré más rápido solo.

- ¿ Y qué le digo a Siron y a los demás ?.

Thalin, que había comenzado a ensillar a un caballo negro, joven y nervioso, se encogió de hombros al contestar.

- Diles que he tenido que salir. Lo que se te ocurra. Pero no les digas la verdad.- Le advirtió.- Se preocuparían por mi.

-¡Y qué pasa conmigo !.- Protestó Noa. - ¡Yo también quiero ir contigo !. ¿ Qué harás si te tropiezas con mi hermana primero ?.

El joven pensó que si viera a esa odiosa mujer le daría su merecido. Desde luego no podía decirle eso a la sensible muchacha. ¡Diantre !. ¿ Por qué tendrían que ser hermanas ?.

- Ya veré cómo me las apaño. Ahora lo importante es el tiempo.- Dijo acabando de poner el bocado al brioso animal. - Debo salir cuanto antes. Ya me han sacado demasiadas horas de ventaja.

Noa, con todas sus pertenencias todavía debajo del brazo, las miró compungida. Eran lo único que tenía, además de a Byon que aun seguía en el establo. Este bufó al reconocer a su dueña. La yegua de Khiara, por supuesto, no estaba.

- Me da igual lo que digas.- Dijo tirando sus cosas al suelo y caminando hacia su alazán. Lo sujetó por la cabeza y comenzó a ponerle el arnés.

-¿ Qué haces ?. Ya te he dicho que no puedes venir.

Noa sacó del miedo fuerzas para contestar.

- He oído eso demasiadas veces en muy poco tiempo.- Dijo dolorida.

Thalin sintió una punzada en el estómago. Estaba actuando igual que Khiara. Miró a Noa y vio la resolución en sus ojos por primera vez desde que la conociera. Asintió más por detener sus remordimientos que por otra cosa.

- De acuerdo.- Cogió al caballo de las riendas y lo sacó del establo.- Pero date prisa, por favor. No me fío de esa hermana tuya.

Noa lo miró de reojo dispuesta a protestar pero se calló. Lo observó tranquilizar al negro animal mientras lo llevaba a las puertas del templo y lo ataba a una argolla.

- Noa, ahora vengo.- Le dijo.- Tengo que coger unas cuantas cosas y hablar con Siron. Espérame en la puerta.

Y diciendo esto echó a correr hacia el interior del templo, donde los monjes oraban.

Ella metió de nuevo sus pertenencias en las alforjas del caballo y le dio unas palmaditas en el hocico.

- Tranquilo.- Le susurró.- Vamos a buscar a Khiara y a Rune.

El alazán cabeceó arriba y abajo y coceó en el suelo, como si comprendiera.

La joven terminó de ensillarlo y lo llevó a la puerta junto al caballo que había escogido Thalin. Noa esperó pacientemente a que él reapareciera.

Durante el tiempo en que tardó en volver el joven, los animales tuvieron tiempo para provocarse y dirigirse una cuantas miradas amenazadoras. Noa no se habría alterado si no hubiera sido por que los dos, machos jóvenes y vigorosos, se encabritaron de golpe y comenzaron a cocearse violentamente.

- ¡Quietos !.- Chilló desde una distancia prudente. Los furiosos animales podían herirla.- ¡Parad de una vez !.

Por suerte para ella, Thalin apareció en ese preciso momento y la ayudó a separarlos.

- ¿ Se han herido ?.- Le preguntó mientras los inspeccionaba con una mirada rápida.

Noa negó con la cabeza.

- No. Creo que están bien.- Contestó un poco avergonzada de no haber podido mantener el control de los animales.

- Perfecto.- Dijo él montando en el caballo negro.- Entonces vámonos.

Noa montó también con bastante agilidad para sorpresa del joven.

Thalin se dijo que no debería de asombrarse ya que ella, aunque no lo pareciera en lo más mínimo, era una mujer bárbara al fin y al cabo.

Cuando ambos estuvieron acomodados en las sillas de sus monturas, espolearon con fuerza a los animales y salieron raudos en dirección a Abalach. La misma que había tomado Alf esa misma mañana y la misma que habría tomado Khiara con toda seguridad.

Con el sol ya en pleno cenit, los jóvenes galoparon tras ellos.

Habían transcurrido ya unas cuantas horas desde que Alf dejara el templo de Jarms. Como él había supuesto, el sol, al alcanzar su punto máximo era ahora muy fuerte. El sudor empezaba mojarle el escote del hábito y sentía escoceduras en las piernas al rozarse con la silla de montar a cada trote del caballo. Se pasó una mano por la frente para limpiarse.

La estación del verano estaba siendo muy calurosa en la zona sur de Karmania, se dijo. Siempre había habido aunque fuera, un poco de viento fresco para aliviar a los sufridos habitantes, pero él se había percatado de que desde hacía algunos años, una veintena aproximadamente, el clima se había descontrolado por completo.

Los veranos eran terriblemente calurosos y los inviernos eran muy fríos también. Esto era normal en el norte, pero no allí en el sur. Además, últimamente había aparecido un nuevo fenómeno climatológico relacionado con el viento. Los elfos de Gehena lo llamaban Xar.

Alf no había visto ninguno desde que conocía su existencia, pero sabía que los Xars aparecían sobre todo por la zona media del continente, justo donde vivían los elfos. Por lo que había oído eran similares a los tornados. Aparecían bruscamente, sin avisar, y se llevaban todo cuanto se les pusiera al paso. La fuerza que desataban era impresionante, al igual que su desaparición. Los afortunados que lo habían presenciado sin vivenciarlo, aseguraban que era como ver al dios Yevhai en persona materializándose en su forma esencial.

Unos pensaban que era un castigo, otros que era una muestra del poder del dios, y los blasfemos decían que el dios del viento debía de estar borracho como una cuba cuando esto sucedía.

Sea por el motivo que fuere, estos Xars eran mortales y peligrosísimos. Lo mejor que podía hacer uno al verlo era echar a correr en dirección contraria con todas las fuerzas que se tuvieran.

Y aún así...no todos escapaban de sus garras.

Alf hizo el signo de la diosa Mara para que lo protegiera de todo mal. Y dio gracias por lo afortunado que era, pues en el fondo de su mente una vocecilla le decía que todos sus problemas en Puerto Elba no eran más que minucias comparadas con los que tendría el resto de Karmania. Por eso había tenido que salir de su apacible templo y aceptar su cargo en Abalach. Aunque estaría allí un tiempo, el suficiente como para no levantar murmullos, tenía muy claro que su camino no acababa ahí, sino que comenzaba.

El caballo de Alf piafó cansado. El clérigo tiró de las riendas y paró la marcha hasta un paso lento. Fizz tenía la boca cubierta de espuma blanca.

- Descansemos un ratos.- Le dijo dándole una palmada en su cuello gris. - No hay razón para ir como si nos persiguiera una manada de lobos.

Alf había mantenido a su montura al trote durante el camino, había parado ya dos veces y pararía las veces que hicieran falta para que descansase el animal. No había motivos para tener prisa.

El clérigo había detenido la marcha en la entrada del bosque del Emigrante.

Había dos formas de llegar a Abalach. Una era atravesar la ciudad de Colintia y otra era pasar por el bosque. El camino más corto era sin duda el que había elegido pues atravesar Colintia suponía dar un rodeo bastante grande.

Alf no le tenía miedo a los bosques ni a los que pudieran ocultarse en él. Ni siquiera el hecho de que Siron hubiera tenido ese desafortunado incidente con las mujeres bárbaras le había hecho cambiar de actitud.

Sin embargo, tomarse a la ligera los caminos boscosos en aquellos tiempos tan revolucionados era simplemente una temeridad. Recordaba haber desaprobado el que Siron aceptara la protección de las mujeres, pero ahora que miraba los árboles altos y frondosos que apenas dejaban pasar los rayos del sol, se dijo que tal vez no hubiera sido mala idea hacerse acompañar por alguien.

Lo que le hizo pensar inmediatamente en Thalin.

El pesar volvió a pellizcarle las entrañas. Conscientemente se decía que había tomado la decisión correcta pero en el fondo de su mente o tal vez de su corazón sentía que había cometido un error. Un error imperdonable si además tenía en cuenta el pasado del joven. Los recuerdos se agolparon en su mente pidiendo entrar, Alf los desterró sabiendo que si lo consentía sería capaz de dar media vuelta en busca del muchacho.

Y eso no podía hacerlo, se dijo. Era por el bien de Thalin. El mundo no estaba preparado para recibirlo y el abrirse a él solo le traería desdichas y sufrimientos incalculables. No, había hecho lo que debía. Aunque aquello significara no verle nunca más.

Fizz coceó el suelo y piafó ruidosamente. Alf desmontó del caballo, le quitó la silla de montar y lo ató a un árbol próximo. Metió la mano en las alforjas y sacó un pedazo de carne seca, pan y un par de zanahorias. Dio las hortalizas al agradecido animal y él se sentó a la sombra de las ramas del árbol dando un par de mordiscos al pan y a la carne.

Aún le quedaba una tarde entera a caballo para cruzar el bosque y tenía previsto llegar al monasterio de Abalach no muy entrada la noche. Por tanto era una buena decisión tomar algo ahora y esperar a que el sol descendiera un poco y remitiera su calor.

El clérigo suspiró aliviado de haber encontrado cobijo del sol bajo aquel espigado árbol. No había viento pero aun así era una delicia ocultarse un tiempo de aquellos rayos abrasadores. Sentado con las piernas extendidas, dio fin a la frugal comida. Luego, sus manos callosas de tanto trabajar el huerto, levantaron a penas el hábito hasta las rodillas e inspeccionaron sus piernas de arriba a abajo. Unas rojeces habían comenzado a formarse en la parte interna de los muslos y sus pantorrillas se había arañado un poco probablemente debido a algún arbusto alto del camino.

Desde luego, se dijo, montar a caballo con un hábito y unas sandalias no era lo más apropiado, pero no pensaba quitárselo por nada del mundo. Aceptaría los inconvenientes a pesar de que sabía que aquello era una cabezonada infantil.

Entonces, un sopor empezó a embargarle por todo el cuerpo. El cansado ejercicio de la cabalgata, el calor que había soportado por el camino y la comida que acaba de ingerir, contribuyeron todo ello a que sus párpados le pesaran enormemente.

Fizz, aquel dócil y noble animal que le había traído hasta allí, ya le había tomado la delantera y cabeceaba sumido en apacibles sueños.

La idea era atrayente, desde luego. Alf miró a derecha e izquierda oteando el lugar en el que se había parado. Era una zona boscosa con un claro en el centro donde el sol daba de lleno. Alrededor de ese claro los árboles formaban un círculo irregular y solitario. Alf había escogido uno de esos árboles al azar con tal de que el sol no diera en él.

Era un sitio bonito y tranquilo. Los pajarillos revoloteaban sobre ellos buscando tal vez el frescor tan ansiado aquellos días. De vez en cuando sonaba una grulla o algún otro animal de pequeño tamaño. La fauna era menos peligrosa de lo que podía serlo el cansancio en un jinete que viaja por caminos poco transitados.

Otra cosa eran los asaltantes de caminos o los ladrones. Estos podían estar en cualquier parte y aparecer en cualquier momento. Cualquiera podía ser sorprendido tanto despierto como dormido, y Alf pensó que sus posibilidades, dado que él era un monje pacífico, serían prácticamente las mismas. Así que cerró los ojos y se dispuso a dormir un rato.

No habían pasado ni unos instantes cuando el clérigo se sobresaltó al oír el sonido de unos cascos lejanos que se aproximaban a él. Abrió los ojos como si le hubiera caído un rayo y se levantó rápidamente.

Fizz salió también de su amodorramiento y bailoteó intranquilo alrededor del árbol. Dio un par de tirones a las riendas intentando soltarse de sus ataduras, pero no lo consiguió.

La figura de un jinete se recortó en el camino.

Iba al paso y parecía haber advertido ya que no estaba solo. No daba señas de hostilidad pero tampoco de lo contrario. El clérigo no pudo ver claramente de quién se trataba, pues la luz que daba a sus espaldas se lo impedía. Tendría que esperar a que fuera él quien se acercara.

- ¿ Todos los monjes sois tan poco precavidos ?.- Sonó una voz de mujer. - Dormir en los bosques sin protección es un suicidio.

Aquella voz...la conocía. Alf se llevó una mano a la frente y entrecerró los ojos para ver mejor. La figura era ya más nítida y a cada paso que daba hacia él le parecía más familiar.

- ¿ Quién eres ?.- Preguntó.- No puedo verte bien.

La mujer hizo que su caballo se desviara un poco hacia la derecha y la luz del sol la iluminó desde otro ángulo. Esta vez el clérigo sí que la reconoció.

- ¡ Por la diosa !.- Exclamó sin dar crédito a lo que veía.- ¿ Qué haces aquí ?.

Khiara llegó muy cerca de Alf. Paró a su yegua y desmontó.

- No me gustan los templos.- Replicó con voz seca mientras se acercaba a él.- Y no me gusta tener cuentas pendientes.

- No te entiendo.- Alf desató a su caballo y le dio unas palmaditas en el cuello.

- Sabes perfectamente de lo que estoy hablando.- Le espetó resabidamente ella.- Sé que Siron ha hablado contigo y que te has negado a darme el dinero que me debes.

Alf negó con la cabeza. Khiara estaba a un escaso metro de él y lo miraba con una intensidad abrumadora.

- Eso no es cierto.- Contestó él con voz grave.

- No lo niegues.- Dijo ella apoyando el peso de su cuerpo sobre una de sus piernas.- Se que es verdad.

- No. Te repito que estás equivocada, mujer.- Se reafirmó Alf. Luego le invitó con gesto a que se sentara.- Pero por favor, hablemos calmadamente.

Khiara se lo pensó unos instantes y asintió por fin. Dejó a su montura suelta para pastara libremente y se sentó en la hierba. Alf tomó asiento a su lado.

- Me gustaría pensar que no has recorrido todo este camino para recuperar tu dinero.- Comenzó él.- Me decepcionaría enormemente esa actitud.

La mujer sacudió su cabellera en un gesto enérgico y se carcajeó irónicamente. Su mirada era salvaje.

- ¡ Me importa muy poco lo que piense nadie de mí !.- Dijo desafiante.- Hace tiempo que he dejado de vivir preocupada por lo que opinen los demás.

Alf asintió respetuosamente.

- Me lo supongo.- Y dijo mirando alrededor.- ¿ Has venido sola ?.

- ¿ Te parece que hay alguien más conmigo ?.- Contestó ella señalando a su alrededor con un gesto rápido.- Claro que he venido sola.

- La joven...tu hermana, está en el templo.

- Sí, la he dejado allí.

Alf se llevó una mano a la barbilla.

- ¿Qué puedo hacer por ti ?. - Le preguntó yendo al grano.

- Eso es evidente.- Dijo ella.- Necesito mi dinero, pero quiero ser una persona justa.

- ¿ A qué te refieres ?.- Preguntó él alzando una ceja.

- Te propongo un trato.- Dijo ella.

Alf no pareció sorprendido. Aquella mujer parecía vivir de los tratos.

- Te escucho.- Concedió al fin.

- Podría llevarme mi dinero ahora.- Dijo ella segura de sí misma.- Y también me lo habría podido llevara en el templo si hubiera querido. Pero no me hubiera traído buena cuenta.

- Digamos que no habrías sacado provecho.

- Exactamente.- Dijo ella.- Tengo que invertir mis bienes.

- Quieres ver tus ocho monedas de plata convertidas en veinte.- Dijo él siguiendo los pensamientos de la mujer.

- Algo así.- Asintió ella.

- ¿ Y cómo piensas hacerlo ?.- Le preguntó el clérigo.

- Verás. Es muy sencillo.- Los ojos de Khiara brillaron de manera extraña.

Por primera vez a Alf le pareció peligrosa.

- Se trata de lo siguiente.- Continuó ella con voz sibilante.- Yo te ofrezco protección por una temporada discutible y tu me pagas las ocho monedas que me debes más las que me haya ganado hasta entonces por mis servicios. Es sencillo, ¿no ?.

- Ya veo.- Dijo el clérigo cruzando las piernas y llevándose una mano al mentón. - Me ofreces el mismo trato que le ofreciste hace unos días a mi hermano Siron, ¿no es cierto ?.

- Es parecido, sí.

- ¿ Y qué pasa si no acepto ?.- Dijo Alf tanteando a la inteligente mujer .- ¿ Que pasa si decido devolverte ahora mismo tus ocho monedas de plata y te buscas la vida en otra parte ?.

- Ohhh.- Khiara sonrió tranquilamente. Había esperado esa respuesta del monje.- Podrías hacerlo, claro. Nadie te lo impide.

Alf intuyó que algo se estaba quedando en el aire. Algo peligroso.

- Pero crees que no debo hacerlo. - Dijo hurgando en la mente de la mujer. - Piensas que debería aceptar tu trato. ¿ Por qué ?.

Khiara ensanchó aún más su sonrisa.

- Eres más listo de lo que me pensaba. - Le dijo.- Casi le quitas el encanto a mis argucias.

Alf no contestó y la miró con ojos severos. Esperó a que ella se pronunciara.

- Sí, ya te he dicho que es un trato parecido.- Dijo suavemente.- Pero hay algunas diferencias. No hace falta que te lo desvele todo en caso de que aceptes.

- Siempre he preferido saber todos los detalles antes de tomar una decisión.- Le contestó él conciso.

La mujer nómada se encogió de hombros.

- Como quieras.- Y se dispuso a explicarse con claridad.- Mi trato es sencillo. Puedes aceptar y en tal caso contar con mi leal protección....O bien puedes rechazarlo. En este último caso, además de entregarme el dinero que me debes, tendrías que pagarme unos intereses por haberme tomado la molestia de seguirte hasta aquí.

Alf asintió.

- ¿ Te refieres a dinero cuando hablas de intereses ?.- Preguntó él todavía receloso. - ¿ O a otra cosa ?.

- Eso que dices es interesante.- Khiara fingió meditar las palabras del clérigo como si a ella no se le hubieran ocurrido antes.- Realmente interesante. Me sorprendes, clérigo.

- No puedo decir lo mismo.- Contestó él mirándola con lástima.

Khiara reaccionó a esa actitud con una ira volcánica. Se mantuvo sentada por pura fuerza de voluntad y cuando habló su tono cambió casi imperceptiblemente pero sus ojos llameaban.

- En mi tierra, los trueques son muy frecuentes.- Dijo.- Siento que no estés acostumbrado a ellos.

- ¿ Trueque o extorsión ?.- Precisó Alf.

- Llámalo como quieras.- Dijo Khiara.- La decisión es tuya. Acepta mi oferta o dame mi dinero y ...tu caballo.

Alf había supuesto algo así, pues no podía ofrecerle nada más.

Entre ellos se hizo un denso silencio. El clérigo se levantó muy despacio de la hierba para no dar una sensación errónea a la mujer, pues no era esa su intención. Khiara imitó su gesto y ambos quedaron de nuevo frente a frente.

La mujer nómada era más alta que él, estaba en plena forma y parecía dispuesta a saltar a la menor provocación. Alf estaba en desventaja. No le quedaba otra salida.

- Sea como tu quieres.- Dijo. - Acepto el trato.

La mujer sonrió triunfante. No había nada que ella no pudiera conseguir.

- Has hecho bien, clérigo.- Le dijo apartándose un poco de él.- No te arrepentirás.

- Ya me estoy arrepintiendo.- Contestó Alf .- Sabes que he aceptado por que no me queda más remedio. No puedo llegar a Abalach a pie ni comprar otro caballo en Colintia. No llevo dinero suficiente para eso.

- Ya lo sé.- Khiara rió. Era una risa corta y sin emoción.- Contaba con ello.

Alf tuvo que admitir que la pericia de aquella mujer era admirable. Se dijo para así que en su vida habría tenido que salvar muchos obstáculos.

La mujer, que vio como el clérigo la observaba, esbozó una sonrisa. Había sido todo muy fácil. Pronto reuniría el dinero suficiente que necesitaba, solucionaría unos asuntos pendientes y volvería al templo a recoger a su hermana Noa. Debía dar gracias a los dioses por que el destino le estuviera siendo propicio en estos momentos.

Alf se atrevió a hacer una pregunta más.

- ¿ Eres buena en este trabajo ?. Quisiera saber que por lo menos estoy en manos de una profesional.

- Por supuesto que soy buena.- Dijo orgullosa.- Soy la mejor.

- Eso me tranquiliza.- Asintió Alf.- Quería asegurarme de que el trato era equitativo.

Entonces ocurrió algo inesperado tanto para ella como para el clérigo. Una flecha voló rauda por los aires y se clavó en un árbol próximo a Alf.

La flecha había pasado a medio metro de la cabeza del clérigo, a la altura de los ojos. Khiara lo miró dando a entender que ella también estaba sorprendida.

No tuvieron tiempo de reaccionar cuando otra flecha idéntica a la anterior hizo blanco en un brazo de Alf. El clérigo se retorció de dolor y cayó al suelo como un saco roto. La mujer nómada se inclinó al instante sobre él y una lluvia de flechas pasó volando por encima de su cabeza hundiéndose en la maleza.

Khiara levantó la vista y tuvo tiempo de ver cómo unas sombras se movían por entre los árboles allí donde antes no había habido nada. Los caballos habían huido despavoridos y era cuestión de tiempo que otra andanada de flechas hiciera puntería con ellos. Con mudo pavor, Khiara tuvo que admitir un hecho indiscutible que no había previsto y que podía acabar con su vida además de con sus planes. Y era algo muy simple.

Que los estaban atacando y que sus probabilidades de resistir a un ataque como ese eran muy pocas. Entonces el clérigo le tiró de una manga y consiguió pronunciar una frase entre toses :

- Querida.- Dijo balbuceante.- Quédate con mi caballo.






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