sábado, 1 de diciembre de 2007

El Círculo del Poder - Capítulo 10







EL CIRCULO DEL PODER


Capítulo 10 - En el Lugar de los Hechos. Nuevas Pistas.






- Bien hallado seáis, Sir Ulquier - Lo saludó formalmente el superior Lenn.

- Bien hallado, Sir Lenn. -Contestó el interpelado.

Los paladines de Ulquier estaban detrás de él formando fila de a tres. Egolas iba a su lado derecho y Banegun a su lado izquierdo. Los dos paladines saludaron también con cortesía al superior de los paladines de Jerón.

El superior Lenn era un hombre de aspecto recio y serio. Lucía un espeso bigote del cual se sentía muy orgulloso y era comedido en sus maneras. No obstante, las ojeras de sus ojos daban a entender que no había dormido desde hacía muchas horas.

Lenn iba acompañado tan sólo por cuatro paladines que lo rodeaban por los cuatro costados. Estos, también cansados, conservaban la compostura sobre sus monturas con gran esfuerzo.

Egolas pensó que a todos les hacía falta un buen sueño.

Los paladines de Jerón no vestían como los de Trempos. Sus ropas eran del estilo propio de las ciudades más cálidas. Pero el distintivo era el mismo : el colgante de la Orden de la Estrella.

Los paladines se habían reunido en un camino ancho, dentro del bosque de Jerón pero cerca de los límites de Permand. Los árboles altos y de hoja perenne filtraban la luz del sol dando más frescor al lugar. Aunque era una estación calurosa, allí se respiraba humedad.

- Hemos venido lo más pronto que las circunstancias nos lo han permitido.- Dijo Ulquier.

- Gracias por venir.- Lenn miró a Ulquier con seriedad. - Nos os lo habría pedido de no ser muy urgente.

- No me cabe la menor duda. - Ulquier asintió con un gesto de cabeza.- Aunque no tenemos ninguna información sobre este asunto del carruaje, tanto de lo que transportaba como de la identidad de sus ocupantes, debe de ser grave.

- Sí ,lo es.- Reiteró el superir Lenn.- Si no hay inconveniente, os explicaré ahora mismo todo lo que sabemos nosotros.

Ulquier mandó romper filas y se adelantó con Lenn a solas. Ambos pusieron a sus monturas al paso.

- Bien, esto es lo que tenemos.- Comenzó a exponer el superior de Jerón.- Un carruaje sale de Oranda con destino hacia Yavish. En el camino, entre Jerón y Permand, desaparece sin dejar rastro. Y cuando sigo sin dejar rastro me refiero a eso exactamente. Mis hombres están agotados de rastrear durante tantas horas, por ello sólo me he hecho acompañar de cuatro de ellos.- Aclaró.- Hemos explorado con todo detalle sobre todo las intersecciones entre Jerón y Permand.

- ¿ Y que habéis descubierto ?.- Preguntó Ulquier.

- De momento sabemos sin lugar a dudas que el carruaje no ha sido desviado hacia ningún sitio.- Dijo Lenn.- Las huellas de sus ruedas estarían marcadas en la tierra.

- ¿ Es posible que haya habido una emboscada ?.

- No, tampoco.- Aseguró Lenn negando con la cabeza.- Por el estado del camino se diría que el carruaje viajó solo todo el trayecto. No hay huellas de ningún otro carruaje ni de nada anormal como ya os dije en los mensajes que os envié. De echo, las huellas del carruaje desaparecen bruscamente en el camino entre Jerón y Permand. Cuando las vimos por primera vez, juraría por mi honor, que no había ninguna otra cerca de ellas. Ni de caballos ni de ningún otro carruaje.

- ¿ Sería posible ver donde fue eso ?.- Sugirió Ulquier.

- Por supuesto, camarada.- Concedió.- Pero he de advertiros que las huellas ya no son tan claras como antes. Mis hombres las han cubierto casi por completo en sus rastreos.

- ¿Está lejos el lugar ?.- Quiso saber Ulquier.

- A pocos minutos de aquí.

- Me gustaría hacerme acompañar por uno de mis hombre si no os importa.- Pidió Ulquier.

- En absoluto.- Y añadió.- Será conveniente tener alguna otra opinión sobre el hecho.

Ulquier levantó una mano desde lo lejos y gritó un nombre. Los dos superiores se habían distanciado bastante del grupo de paladines en su charla.

Egolas miró en la dirección de los dos paladines y oyó como Ulquier lo llamaba. En unos segundos estuvo con ellos.

- Sir Lenn, me gustaría que conocierais a mi más formidable paladín.- Dijo Ulquier haciendo las presentaciones.

- Es un placer, camarada.- Dijo Lenn estrechando su mano. - ¿ Como os llamáis ?.

- Sir Egolas Oribel, señor.- Dijo él en su forma completa.

- ¿Os gustaría acompañarnos al lugar donde se produjo la desaparición del carruaje ?.- Preguntó Lenn acariciándose el cuidado bigote.

- Sería un placer, señor.- Dijo Egolas.- Os acompañaré con mucho gusto.

Los tres paladines pusieron al trote a sus caballos. El superior Lenn iba delante de ellos, seguido por Ulquier y después por Egolas.

El camino ancho en el que habían estado fue progresivamente estrechándose a medida que se acercaban a los límites de Jerón con Permand.

Los árboles eran más espesos y la luz entraba cada vez con menos fuerza por entre los ramajes.

Al cabo de unos minutos, Lenn frenó su montura y todos pararon.

El lugar en el que se habían detenido estaba sumido en las penumbras y se veía con dificultad las señales de las que había hablado el superior.

Lo más visible eran las huellas de las monturas de los paladines que habían rastreado el lugar. Desde luego, Lenn tenía razón. Era imposible distinguir nada en todo ese amasijo de huellas.

Ulquier y Egolas tardaron unos segundos en acostumbrase a la luz del lugar.

- Las huellas del carruaje desaparecen aquí mismo, ¿las véis ?.- Lenn señaló con un dedo hacia una zona que al principio parecía como las demás.

Egolas aguzó la vista. Ahora sí pudo ver las huellas difusas del carruaje.

- Es cierto.- Dijo asintiendo.- Desaparecen bruscamente. Justo aquí.

Ulquier asintió también.

- Es increíble, ¿verdad ?.- Dejo Lenn.- En todos estos años que llevo de servicio nunca me había ocurrido nada igual. Es inexplicable.

Egolas y Ulquier miraron bien por los alrededores pero no encontraron nada sospechoso.

- Ciertamente es incomprensible. Un carruaje no puede desaparecer así como así.- Dijo Ulquier.

- Ahora sabéis por qué estamos tan desesperados.- Dijo Lenn.- Mis paladines y yo éramos los responsables de custodiarlo hasta Trempos, donde debíais haceros cargo vosotros.

- Lamento la situación en la que os encontráis. No me gustaría estar en vuestro pellejo.- Dijo sinceramente Ulquier.- ¿ Qué es lo que podemos hacer por vosotros ?.

Lenn miró a ambos antes de responder.

- Es crucial averiguar quienes viajaban en el carruaje. A nosotros tampoco se nos informó su identidad.- Explicó.- Sólo se nos dijo que tales individuos llevaban unos documentos de especial importancia. Que si no llegaban a su destino podía provocarse una guerra.

Ulquier asintió.

- Perdonádme, señor.- Comenzó Egolas.- Hace menos de unas semanas vi interrumpida mi misión por un mensaje como ese.

- ¿ Qué queréis decir ?.- Lenn lo miró intrigado.

- Cuando me encontraba en Henna,- explicó Egolas - un paladín malherido me suplicó que continuase su misión. Me dijo si mal no recuerdo que el mensaje que llevaba en caso de no ser entregado podía provocar una guerra. Vi con mis propios ojos que llevaba marcado el sello real de la casa de los Pandúbal.

Los ojos de Lenn brillaban excitados.

- ¿ Y qué decía el mensaje ?.

- Tampoco me lo dijeron, señor.- Se disculpó Egolas.

- La casa de los Pandúbal.- repitió Lenn para sí.- Y decidme, ¿qué hicisteis luego ?.

- Lo entregué en el palacio de Bloshcome, en Seymour, como se me pidió.- Dijo Egolas.

- ¿ En Seymour ?.- Lenn se extrañó.- Me pregunto que mensaje llevaría la casa de los Pandúbal a Seymour. Nunca he oído que los Pandúbal tuvieran ninguna relación con los Bloshcome.

Ulquier intervino.

- ¿Podría haber alguna relación entre ambos incidentes ?.- preguntó.

- Poder, podría haber una relación.- Dijo Lenn.- Desde luego esta información le arroja una nueva luz a todo esto.

- Sir, Lenn.- Dijo Egolas.- Podríamos mandar una correo a la casa de los Bloshcome informando de la desaparición del carruaje. Tal vez ellos tengan el otro extremo del hilo que se nos escapa.

Ulquier y Lenn asintieron.

- Es una buena idea, paladín.- Lenn se mesó el bigote pensativo.- Una buena idea. Haremos eso y esperaremos a ver qué ocurre.

Los paladines regresaron con los demás.

Sir Ulquier y Sir Lenn se despidieron formalmente.

Ya en el camino de vuelta a la posada Ulquier felicitó a Egolas por su ocurrencia. No obstante, le comentó, que mandar un mensaje a Bloshcome y esperar una respuesta les iba a obligar a permanecer en Jerón por más tiempo del que habían pensado.

Cuando llegaron a la posada, el posadero informó a Ulquier que tanto Ariana como Liriel habían salido un poco después que ellos acompañadas por el mago y un hombre de rizos pelirrojos. Ulqueir intentó averiguar dónde habían ido pero el posadero contestó que no sabía nada.

Resignado y esperando que Travis supiera por dónde las llevaba, se fue con Egolas a pasear por la ciudad mientras discutían el asunto. Los otros paladines fueron enviados por orden suya a buscar información sobre la identidad de los ocupantes del carruaje. Se dividieron por parejas y se distribuyeron por todo Jerón realizando investigaciones de todo tipo. Algunos se vistieron con ropas de paisano para entremezclarse con los ciudadanos, otros adoptaron el más regio porte militar. Los estilos de sus hombres eran muy variados.

Ulquier rogó que tuvieran suerte en su búsqueda.



La ciudad de Jerón no era precisamente llamativa. Era una ciudad grande y de aspecto agradable pero no había sido edificada para atraer precisamente al turismo. Tenía un par de avenidas grandes y bien empedradas. El resto eran calles pequeñas y no muy regulares, pero a pesar de ello eran bastante transitables.

A Liriel le pareció que la ciudad tenía su encanto. Mientras caminaba con sus tres compañeros y Osses, se fijó en que Jenor rebosaba de tranquilidad. El tiempo era cálido pero no agobiante y las gentes de la ciudad eran de carácter abierto y dicharachero.

Travis los dirigía con buen humor por entre las casas y las plazas de la ciudad. Caminaban despacio y de cuando en cuando les señalaba algún que otro lugar para contarles a continuación alguna historia relacionada con él.

Ariana también se encontraba de buen humor. Había descansado bien, y el ambiente de la ciudad junto con la compañía de su antiguo maestro habían despertado en ella el interés de antaño.

Sólo algo le molestaba. Yargos.

El bardo brincaba como un loco revoloteando sin parar alrededor de ellos y llamando la atención. No dejaba de hablar y de interrumpir a Travis en sus explicaciones. Ariana deseaba que se callara.

- ¿Y a dónde vamos ?.- Preguntaba Yargos en voz chillona al mago.

- Vamos a visitar una biblioteca.- Dijo él pacientemente.- Creo que ya estamos llegando.

- ¿ Y qué se nos ha perdido en una biblioteca ?.- Yargos no encontraba ninguna diversión en esa visita.- Hace un día espléndido para pasear y tomar el aire. El aire de esos sitios es húmedo y desagradable y hace daño a los pulmones.- Dijo él arrugando la nariz con asco.

- Vos si que sois desagradable.- Le espetó molesta Ariana.- Ya os hemos dicho que os quedarais en la posada. ¿ Por qué no os dais media vuelta si no queréis venir?.

Yargos la miró asombrado. Se llevó los dedos a los pelirrojos rizos y los retorció en tirabuzones.

- ¡Que mal carácter tienes !.- Dijo. En su cara se formó una mueca.- Pensaba componer una balada que hablara de este viaje tan magnífico. Recuérdame que te excluya de él.

Ariana se mofó.

- Yo no necesito formar parte de ninguna balada, señor. Y os agradecería que no me tutearais, no os he dado permiso para hacerlo.- Terminó ella con firmeza pero con educación.

- Lo siento, querida,- Dijo el bardo sin inmutarse - pero la costumbre es la costumbre. No puedes cambiar mi forma de ser.

- Es una verdadera lástima.- Respondió ella.

Travis interrumpió el diálogo.

- Mirad.- Y señaló una casa de color ocre oscuro y con una puerta delantera enorme. El interior parecía oscuro como la boca de un lobo a pesar de que por la magnitud de la misma debería entrar gran cantidad de luz. - Esa es la biblioteca. Ya hemos llegado.

Los cuatro miraron ensimismados hacia ella.

Osses, que estaba al lado de Liriel ladró dos veces con fuerza.

- No. Tú te quedarás aquí fuera.- Le dijo ella al perro.- ¿Me has entendido ?.

Osses ladró dos veces más por toda contestación y meneó el rabo.

Travis entró el primero, seguido muy de cerca por Ariana. Yargos se puso al lado de Liriel distanciándose adrede de la mujer paladín.

La biblioteca por dentro era tan oscura como habían supuesto. No habían ventanas y el aire era húmedo y fresco. A primera vista se distinguían dos habitaciones de dimensiones descomunales y repletas de libros hasta arriba. Entre ambas bajaba una escalera hacia lo que parecía que era un sótano.

Había un anciano tras la gran puerta que no dejaba de escribir incluso cuando vio por el rabillo del ojo a los visitantes.

Travis tosió para hacerle notar que estaban allí.

- Disculpe, señor.- Probó.- Me gustaría que me indicase por dónde debo buscar los libros escritos por sacerdotes.

El anciano lo miró sólo a medias y tampoco dejó de escribir.

- Esta biblioteca está repleta de ellos, señor. - Dijo.- Hay miles de ellos en cualquier lugar.

Travis frunció el ceño.

- No me sirve uno cualquiera.- Se explicó.- Busco un determinado tipo de libro.

El anciano dejó la pluma en la mesa.

- Sea más explícito por favor, señor.- Pidió contrariado el anciano.- Tengo mucho trabajo que hacer.

Ariana viendo que Travis se exasperaba retomó el interrogatorio.

- Nos referimos a Nereida.- Dijo escuetamente.- ¿Dónde están los libros escritos por la sacerdotisa Nereida?

Ahora sí que reaccionó el anciano.

- ¡Diantre !.¡Pero haber empezado por ahí !.- Se levantó de su silla y señaló la escalera que bajaba entre las dos salas.- No están todos aquí pero los que hay son muy interesantes. Allá abajo los encontraréis.

Ariana dio las gracias al anciano y todos ellos bajaron las escaleras.

La habitación del sótano era igualmente grande. Los libros podían contarse por miles. Travis suspiró.

- ¡Cuantos libros !.- Liriel jamás había visto tantos juntos.- Esto es una maravilla.

-¿ De veras ?.- Yargos se tapaba la nariz con un pañuelo. Su voz sonó enrarecida.- Aquí no se ve nada con tanta oscuridad y huele a hongos podridos. Es repugnante.

Nadie hizo caso de su comentario.

- ¿Cómo encontraremos los libros, maestro ?.-Preguntó Ariana preocupada.- Me temo que ese anciano no está para más explicaciones. Tendremos que arreglárnoslas por nosotros mismos.

- Tenéis razón, Ariana.- Contestó mirando en todas las direcciones.- Aunque se me ocurre algo.

Yargos estornudó ruidosamente. Entornó los ojos.

- ¿ Encender una tea ?.- Dijo.

- Además de eso.- Dijo Travis.- Apartaos un poco de mí.

Travis desató el báculo que siempre llevaba atado a su cintura y pronunció una palabra en un idioma extraño. Al instante el extremo del báculo adoptó la apariencia del cristal y refulgió una fuerte luz azulada de su interior. La habitación se iluminó.

Travis comenzó a mover las manos.

Los compañeros miraron expectantes al mago esperando a que algo ocurriera. Segundos más tardes, en una de las esquinas de la gran habitación, se proyectó una luz más amarilla esta vez sobre varios libros antiguos y apergaminados. La luz parecía surgir de las mismas sombras.

- Adelante.- Dijo Travis .- Allí los tenéis.

Liriel no salía de su asombro. ¡ Acababa de ver hacer magia por primera vez en su vida !. ¡ Y allí estaban los libros de Nereida !.

Eufórica, fue la primera en correr hacia ellos. Alzó una mano muy despacio y tocó delicadamente uno cualquiera.

Las tapas de cuero estaban frías pero eran suaves. Lo cogió. Era muy pesado.

- Con cuidado.- Dijo Travis.- Tienen tu edad aproximadamente. La humedad de este lugar ha podido dañar sus páginas.

Yargos alzó una mano para coger otro más pequeño.

- ¡Virgen de los virus traicioneros !.Están todos cubiertos de polvo.- Protestó estornudando de nuevo.- Vamos a coger una infección.

Ariana miró a Travis.

- ¿ Debemos buscar entre sus páginas ?.

- No.- Travis observaba todos ellos con pasión.- Sólo al final. Recuerdo haber visto esos símbolos al término de uno de ellos, escritos en otro tinte, como si hubiesen sido un apunte de última hora.

Travis los repasó todos con la mirada. Eligió el que tenía Yargos en sus manos, que era el que le resultaba más familiar.

El bardo se limpió las manos rápidamente en su pañuelo como si se hubiese contagiado de alguna enfermedad.

- Veamos este.- Travis abrió el libro por la contra portada.- Si hemos tenido suerte, se acabó nuestra búsqueda nada más empezar.

Ariana y Liriel se acercaron a él, expectantes.

La luz azulada del báculo se proyectó sobre sus últimas páginas. Liriel apenas podía contenerse de la emoción.

Travis miró los bordes de las páginas con esmero. Estas, a pesar del tiempo estaban en muy buenas condiciones. Sólo el color se había alterado un poco.

De repente pareció encontrar lo que buscaba y su rostro se iluminó.

- Por Kiril ,después de tanto tiempo...- Y dijo con reverencia.- Este es el libro.

Enseñó los garabatos a los compañeros.


Estos eran idénticos a los que había recibido el padre de la joven, pero no había sello. Eran más o menos así:



Liriel los miró estupefacta. No podía creer lo que veía.

- Es asombroso que estos símbolos sean en realidad un código. Y yo que los había visto tantas veces no he sido capaz de sospechar nada.- Dijo Travis.

El maestro pasó otra página del libro.

- ¡Por Kiril !. Aquí hay otra inscripción.



- Posiblemente sea la continuación de la anterior.- Sugirió Ariana.

- Sí. Es posible.- Travis buscó en el resto del libro pero no encontró nada más.

Cogió los demás libros y los ojeó también. No había ningún símbolo más en ellos. Ese había sido el único que los contenía.

- ¿ Y ahora qué haremos ?.- preguntó Liriel.

- Nos llevaremos el libro, por supuesto. En caso de que no nos lo permitan haremos una copia de los dibujos.- Dijo Travis.

Se hizo un silencio.

Entonces Yargos estornudó encima del libro salpicándolo un poco.

- ¡Me estoy enfermando !.- Dijo llevándose una mano a la frente.- Ya os dije que este lugar era insano.

- ¿ Queréis hacer el favor de dejar de importunar de una vez ?.- Lo atajó Ariana. - Vais a estropear el libro. Si la tinta se corre no averiguaremos nada.

Yargos la miró ofendida.

- Muy bien.- Y se giró hacia las escaleras.- Pues ya que nadie me quiere aquí me iré con el perro, fuera de la biblioteca.

Y diciendo eso las subió muy dignamente.

Ariana lo miró hasta que lo perdió de vista. Se dirigió a Lireil.

- No sé cómo lo soportáis.- Le dijo.- A mi me crispa los nervios.

Liriel no contestó. Se sentía un poco mareada. Allí abajo había muy poco aire.

Travis acarició las páginas del libro con una pasada de la mano como si pudiera con ese gesto acercarse más a los recuerdos. Entonces se acordó de algo y cogió otro de ellos. Buscó de nuevo y cuando encontró lo que quería llamó Liriel.

- Venid.- Le dijo .- Quiero que veáis esto.

Liriel se acercó muy despacio a Travis.

Cuando estuvo con él miró por encima de su hombro para ver lo que le mostraba.

Liriel se quedó paralizada.

En la página del libro por la que estaba abierto, había un boceto del rostro de una mujer. Una mujer de ojos grandes y profundos, de unos treinta años. Sus cabellos eran ondulados como los de Liriel. La mirada de aquellos ojos era serena. La expresión de su cara era delicada aunque firme. Podía haber sido un dibujo de ella misma.

Lireil se mareó. De repente hacía calor, mucho calor. Se le nubló la vista. Abrió la boca para respirar aire, pero se ahogaba.

El mundo se desdibujaba ante sus ojos.

- ¡Liriel !.- Ariana corrió hacia ella y la sujetó por los hombros. - Maestro. Voy a llevarla arriba.

Ariana sujetó el peso de la muchacha mientras subían las escaleras. Liriel estaba blanca como un papel. Las manos le sudaban.

- ¡Lo sabía!.- El bardo se llevó las manos al corazón dramáticamente cuando vio a la joven medio desmayada.- ¡ Oh!. Ya lo decía yo.

- ¡Callaos de una vez!.- Le gritó Ariana.- Y apartaos para que Liriel pueda respirar. Sólo está un poco mareada.

Ariana la recostó en la gran puerta de la biblioteca. La luz era demasiado fuerte para ella ahora que habían salido de la oscuridad por lo que tuvo que entre cerrar los ojos.

Liriel respiró agradecida el fresco aire a bocanadas. Se tranquilizó y el mundo pareció volver a la normalidad.

- ¡Que susto nos habéis dado a los dos !.- Dijo Ariana. Travis se reunía en este momento con ellas.- Pensé que ibais a desmayaros de nuevo.

Travis puso una mano en la frente de Liriel.

- Perdonadme.- Se disculpó.- Debería haber tenido un poco más de tacto. No esperaba que reaccionarais de esta manera. Lo siento mucho.- repitió.

Liriel asintió sintiéndose un poco mejor.

- Me encuentro bien.- Dijo a media voz.- No os preocupéis por mí.

Osses gimió e intentó dar a Liriel unos cuantos lametones pero Yargos lo apartó sujetándolo por el cuello.

- Cuando Liriel se encuentre bien nos iremos.- Dijo Travis.- Aquí no hay nada más que ver.

Liriel insistió en que ya estaba mejor y los cuatro dieron media vuelta de camino a la posada.

Travis y Liriel iban muy callados. Cada uno estaba inmerso en su pensamientos.

Ariana intentaba contenerse todo lo que podía para no volver a enzarzarse en discusiones con el bardo. Lo hacía sobre todo por Liriel, quién no estaba para escuchar trifulcas.

Al medio día llegaron a ” Manos Rojas “.

Los paladines los estaban esperando desde hacías horas. Ya habían vuelto todos. Comieron hablando animadamente sobre lo ocurrido esa misma mañana y comentando lo que iban a hacer a continuación. Egolas observó que Lireil estaba muy callada pero no dijo nada. Travis también parecía ensimismado. Ambos se retiraron muy temprano.

Después de comer se echaron todos una siesta, excepto Liriel quien permaneció despierta evocando en su mente la imagen de esa mujer. La historia que mantenían los paladines iba cobrando más fuerza y Liriel se iba sintiendo cada vez más vencida.




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