Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06
Capítulo 07
Capítulo 08
Capítulo 09
Capítulo 10
EL CIRCULO DEL PODER
Capítulo 11 - Mensajes Reveladores
Egolas se sentía inquieto con aquella calor. Se había despertado hacía rato. Ulquier roncaba plácidamente a su lado, boca arriba y con los brazos en cruz.
Sin saber por qué Egolas se acordó de Liriel.
Desde que llegara al castillo apenas había conversado con ella y cuando había conseguido una cita para intimar más, había tenido que anularla.
De hecho, se las había apañado para mantenerse casi apartado de la muchacha.
La había conocido siendo una joven tímida. No es que ahora fuera muy distinta, pero había más serenidad en ella. Le agradaba más que antes. Sin embargo había algo que le impedía, de alguna manera, acercarse a ella.
Egolas recordó cuando la vio por primera vez vestida de paladín. Fue todo un espectáculo digno de ver. ¡Qué diferente parecía !...Y sin embargo era la misma de siempre.
Egolas suspiró.
Ahora Liriel iba vestida con un sencillo vestido que le había prestado Ariana. También recordó haberla visto muy hermosa, casi tanto como Ariana. Casi como la mujer paladín.
Sí, Ariana era la respuesta. En presencia de Ariana todo cambiaba. Todo desaparecía. Incluso Liriel. Como habían desaparecido también otras mujeres en su vida.
Ariana era la fuente de la vida para Egolas, pero también de su dolor.
Años atrás había estado enamorado de ella con pasión, pero Ulquier se había interpuesto entre ellos.
Sin saberlo, el hermano había abierto una barrera invisible e insalvable entre la mujer y él. Toda la vida de Ariana daba vueltas alrededor de su hermano y de nadie más. Este había cerrado el lazo invisible muy fuertemente. Tanto, que ni Egolas podía romperlo. Por ello sólo podía perseguir una sombra eternamente y calmar su vació con otras mujeres que se cruzaban en su camino.
Egolas creyó entender por qué se apartaba de Liriel. El paladín no quería que la joven fuese otra de esas mujeres que entraban en su vida y se iban sin dejar rastro.
Liriel era distinta. Tan fresa , tan inocente... No se merecía eso. Liriel se merecía un hombre muy distinto a él. Alguien que apreciara sus cualidades y sobre todo, alguien que la amara por entero y no sólo con una parte de su corazón.
El corazón de Egolas era sólo para Ariana le gustase o no. El paladín estaba convencido de que mientras Ulquier no rompiera ese lazo que mantenía al los hermanos tan unidos, su destino sería irremediablemente la perpetuidad de su presente.
La resignación. El vacío.
Egolas sintió la congoja anidar en su pecho. La opresión era angustiosa. ¡Qué destino más solitario el suyo !. Jamás podría amar a otra mujer. Jamás. Y la mujer a la que amaba se encontraba tan lejos de ser suya...
Sus ojos cansados de permanecer abiertos mirando a la nada se cerraron doloridos. Los ronquidos de Ulquier se hicieron cada vez más lejanos, más suaves.
Egolas volvió a dormirse con una mano cerrada en un puño, cerca de su corazón.
Pasaron tres días más. Los paladines habían esperado pacientemente a que llegaran más noticias mientras ellos seguían buscando la identidad de los que viajaban en el carruaje, como les había pedido Sir Lenn. A pesar de haber indagado en todos los lugares posibles para obtener alguna información, los hombres de Ulquier no habían tenido éxito.
La mañana de ese segundo día llegó un joven solicitando entregar un mensaje en mano personalmente al superior Ulquier. Este último lo tomó en mano y leyó.
El mensaje decía lo siguiente :
Los acontecimientos que voy a relatarle van a sorprenderle con seguridad. En primer lugar, es justo que le comunique que uno de mis hombres ha encontrado esta misma mañana el cuerpo del cochero muerto, cerca del lugar de la desaparición del carruaje. Su cuerpo había caído a un riachuelo de no mucha profundidad. Ha sido necesario que el calor de estos días secara el agua para que lo encontráramos. No presenta signos de violencia ni de haber muerto por ahogo. Más bien parece que cayó del carruaje y que en la misma caída se fracturó el cuello muriendo en el acto. Nadie ha identificado al cochero todavía.
Por otra parte la respuesta de la casa de Bloshcome ha sido impactante. Ahora sabemos que el viaje emprendido por los ocupantes del carruaje tiene mucho que ver con el mensaje que vuestro paladín envió a esta casa.
Lord Bloshcome tuvo la amabilidad de revelarme por carta el contenido del mensaje.
Más o menos venía a decir, que la casa de los Pandúbal lo prevenía contra una posible conspiración que lo afectaba directamente. El hijo menor de los Pandúbal había escuchado por casualidad un rumor inquietante que atentaba contra la ciudad de Seymour. Un carruaje partiría con documentos falsos desde Oranda hasta Yavish instigando el que se produjera una guerra entre esta última cuidad y Seymour. En seguida, escribió el mensaje y se lo entregó personalmente a un paladín llamado Sir Perkal y le hizo jurar que lo protegería con su vida hasta que lo entregase en mano al lord de la casa de los bloshcome, en Seymour. Este, al recibirlo de vuestro paladín, envió a sus mejores hombres de armas para que interceptaran el carruaje e impidieran que esos documentos llegasen a su destino.
Al cabo de unos días, llegaron sus hombres anunciando que no habían visto el carruaje, aunque se habían repartido por los caminos por los que este más probablemente debía pasar.
Nosotros los paladines, fuimos contratados con la orden opuesta :
Proteger el carruaje de posibles ataques, con la excusa - y esto es lo paradójico de la cuestión -, de que en caso de extraviarse, podría producirse una guerra. ¿Quién está detrás de todo esto ?, no lo sabemos. ¿Por qué ha desaparecido el carruaje?.¿ Qué ocurrió realmente ?.Tampoco lo sabemos. Sólo podemos afirmar que quienes quiera que viajasen en ellos han desaparecido junto con los documentos falsos y que estos últimos, al extraviarse, no han producido en absoluto esa guerra inminente de la que tan insistentemente nos previnieron.
Que esos documentos nunca llegaron a su destino, y que la intervención de Lord Bloshcome ha sido del todo innecesaria, pues no han sido sus hombres quienes han detenido el carruaje.
Personalmente, pienso que una disputa interna entre los viajeros fue la causante del aborto de la misión aunque no acierte a comprender cómo es posible que un carruaje haya desaparecido sin más sin dejar rastro.
¿Tienen algo que ver los propios viajeros en la desaparición del mismo ?. ¿Quienes eran y cuántos ?,¿por qué querían provocar una guerra entre ambas ciudades ?, ¿y qué ocurrió realmente cuando se encontraban entre Jerón y Permand ?.
Realmente es un misterio. Aquí acaba todo lo que puedo deciros. Le he relatado todo cuanto sé. Habéis sido de una gran ayuda y os doy las gracias. Ya no será necesario que permanezcáis aquí por más tiempo. Que Kiril os guarde en vuestro viaje de regreso .
Atentamene :
Sir Lenn, de Jenor.”
Ulquier releyó el mensaje por segunda vez para comprender toda aquella información.
Ciertamente la carta lo había dejado sorprendido. Ahora tenía que comunicar todo aquello a los demás paladines y partir de nuevo hacia Trempos.
Su deber allí había terminado, si es que alguna vez lo había tenido.
Cuando todos se habían retirado aquella tarde a dormir una siesta, Travis había permanecido despierto leyendo las ya conocidas historias que Nereida relataba en el libro. Podía recordarlas como si hubiesen ocurrido ayer mismo.
La añoranza de Travis era muy grande. Nunca se había permitido aceptar que la desaparición de la sacerdotisa le había afectado tanto. Se había convencido a sí mismo durante muchos años de que algún día tendrían que separarse. Lo que nunca imaginó fue que ocurriría de aquel modo tan extraño y repentino.
Hubo un tiempo en el que los buscó a ambos hasta que las fuerzas le fallaron. En días desesperados se había dicho que ambos compañeros se habían fugado para permanecer a solas y que todo aquello no había sido nada más que una fuga planeada egoístamente para conseguir intimidad. Pero otros días sabía que aquello no era cierto.
Cuando Travis recibió la carta de Ariana pidiendo que se presentara urgentemente en Trempos tampoco alcanzó a imaginar los motivos que la mujer paladín había tenido para escribirle.
Ver a Liriel allí de pie, a solo dos metros de él, tan parecida a Nereida que le temblaron las piernas...Era algo para lo que no estaba preparado.
Nunca tuvo la menor duda de que Liriel era la hija de Nereida. Ni si quiera durante unos segundos. A la muchacha se le había ocultado el pasado de sus padres por algún motivo que ni a ella misma le había sido revelado.
Ahora compadecía la confusión de la chiquilla y los momentos duros por los que estaría pasando.
Travis había pasado en vela toda la noche rememorando el pasado. Una parte de su ser se resistía a averiguar el porqué ambos compañeros habían desaparecido. Los años habían pasado lentamente y él había sobrevivido a la incertidumbre con dignidad. Ahora, cualquiera que fuese la explicación del hecho no cambiaría su pasado.
El mago, después de haber sufrido la desaparición de sus compañeros había aceptado el ofrecimiento que le había hecho el fundador de la Orden de la Estrella. Sería maestro de paladines. Enseñaría todo lo que había aprendido de la vida y todo cuanto pudiera serle útil a un paladín.
Así habían pasado veinte largos años.
Travis no se reprochó nunca el tomar esta decisión. Ver que podía ser útil a los jóvenes paladines era más que suficiente para él. Transmitir sus conocimientos, llenar el vacío que sentía.
Olvidar. Eso era lo único que quería. Pero, ¿lo había conseguido ?.
De repente, unos golpes llamaron a la puerta sacando de sus cavilaciones al maestro.
- ¿ Quién llama ?.
- Soy yo. Liriel. ¿ Puedo entrar ?.
- Sí, pasad.- Concedió Travis.
Liriel entró temiendo interrumpir al mago en su que hacer.
- Estaba inquieta.- Dijo ella a modo de explicación.- Me preguntaba si habíais descifrado ya las inscripciones.
El maestro se arrellanó en la silla. Inspiró profundamente.
- Estoy en ello.- Dijo él.- Intento familiarizarme con los dibujos. Este código ha sido creado a conciencia para que los personas ajenas a él, en caso de interceptar un mensaje como este, no logren traducirlo.
Liriel abrió mucho los ojos.
- Así que todo nuestro esfuerzo, ¿ha sido inútil ?, ¿no se puede descifrar ?.
- Yo no he dicho eso. - Negó él.- Sólo que necesitaré un poco más de tiempo. Es una tarea difícil.
Se hizo un silencio.
La muchacha suspiró.
- ¿Sabéis ?,- dijo en voz baja.- he estado pensando.
Travis la miró a los ojos.
- ¿ Sobre qué ?.
- Sobre mis padres.
El maestro arrugó la cara en un gesto de preocupación. No creía que fuera saludable que la muchacha andara todo el día cavilando sobre los espinosos asuntos de su familia.
- ¿ Y qué habéis pensado ?.- Le preguntó.
- Pues, he llegado a la conclusión de que tenéis razón.- Dijo ella.- Mi padre me ha ocultado la verdad.
Travis asintió.
Que la joven llegara a esa conclusión era inevitable. Tenía que pasar en algún momento.
- Sí.- Ratificó.- Pero no penséis que ha sido por frivolidad.
- No, ya lo se.- Contestó ella. Ladeó la cabeza.- Habrá tenido sus motivos. Pero he vivido en una mentira.
Travis que había permanecido sentado mientras hablaban se levantó e hizo que Liriel se sentara en la silla. Cuando la tuvo acomodada le habló en voz muy dulce.
- No ha sido una mentira, querida liriel. No tengo la menor duda de que kelmor ha actuado para protegeros de alguien.
- Sí pero, ¿Por qué no iba a contarme a mí la verdad ?.- Dijo Liriel casi al borde de las lágrimas.- Soy su hija. Qué menos que confiar en mí.
- Tal vez no se trate de confianza, Liriel, sino de evitaros algo que pudiera dañaros.
- ¿ Es qué acaso creéis que todo esto no me hiere de igual manera ?.
Travis la atrajo hacia sí y la rodeó con sus brazos.
Liriel se dejó consolar y rompió a llorar desconsoladamente. Las lágrimas corrieron a raudales por sus mejillas. Tanto dolor contenido salía ahora sin ataduras.
Liriel sentía que todo su mundo se venía abajo. ¡Qué más le daba a ella las razones que hubiera tenido su padre !. La realidad era que ella había sido engañada y que ya no podría confiar en él nunca más.
Travis la acunó hasta que la joven ya no tuvo más lágrimas que verter.
Cuando Ulquier comunicó el contenido del último mensaje que había recibido del superior Lenn a los demás, todos estuvieron de acuerdo en volver a Trempos. Al parecer parte del entramado se había solucionado y ellos ya no podían hacer nada allí.
Después de haber buscado infructuosamente a los misteriosos viajantes, Ulquier llegó a la conclusión de que lo mejor que podían hacer era retirarse. Esperarían, como habían hecho hasta ahora, más noticias de Sir Lenn e irían atando los cabos de este escurridizo asunto conforme fueran apareciendo más datos.
Así que todos regresaron, todos menos Yargos.
Este había encontrado un nuevo hogar en Jerón. Decía que era un buen lugar para empezar de nuevo. Que escribiría estupendas baladas y que se convertiría en un bardo famoso.
Tanto los paladines como Ariana estuvieron encantados de perderlo de vista. Ya no tendrían que tomar más remedios contra el dolor de cabeza.
Sin embargo a Liriel, le dio pena perderlo como compañero. Aquel bardo de rimbombantes colores la había hecho reír en los momentos más duros. Liriel le debía mucho y así se lo dijo cuando llegó la hora de la despedida.
- Me alegro de haberte conocido.- Le dijo sinceramente.- Espero que te vaya bien aquí.
Yargos tenía los ojos húmedos y con su pañuelo siempre en la mano, se los restregaba continuamente.
- Yo también, querida. Te echaré de menos.
Liriel le dio un abrazo. El bardo se sonrojó.
- Eres una gran persona, Yargos.- Le dijo ella emocionada.- No dejes que nadie se ría de ti, ni que te insulte. Si alguien no sabe apreciar lo que tiene delante, es porque está ciego.
- Gracias, gracias.- Se sorbió el agüilla que le caía por la nariz. - Pero yo no he hecho nada de especial. Estás exagerando.
- De eso nada.- Negó rotundamente ella.- Me has ayudado siempre con tus palabras alentadoras, e incluso cuando te hiciste cargo de Osses. Tu fuiste quien me animaste a venir aquí y me diste valor. Siempre has sido agradable conmigo y has estado a mi lado cuando me he sentido sola.
El bardo estaba conteniendo las lágrimas con esfuerzo. Las confesiones de Liriel eran demasiado emotivas para un alma tan sensible como la suya.
- ¿ Todo eso he hecho ?.- Dijo entrecortadamente.- Vaya, no tenía ni idea.
Liriel le sonrió.
- Ha hecho eso y mucho más.- Le dijo.- Me alegro por ti porque sé que Jerón está llena de nuevas gentes y nuevos ambientes como tu querías, pero yo también voy a echarte de menos.- Y añadió mirando al perro, que estaba a su lado.- Y Osses también.
El animal, al oír su nombre ladró efusivamente y se puso de pie sobre sus patas traseras. Yargos le cogió las patas para que no cayera al suelo.
- Yo también voy a echaros de menos a los dos.
Osses le dio unos lametones en sus finas y pálidas manos.
- Sí, sí.- Continuó el bardo mientras lo acariciaba en la cabeza.- Eres un buen perro, un buen perro.
Liriel los miró unos instante a ambos.
Desde que ella se fuera con los paladines de viaje, tanto uno como otro se habían hecho inseparables. Incluso cuando Yargos se incorporó a ellos tras seguirlos, Osses había permanecido más tiempo con él que con ella.
- Osses, ven aquí.- Lo llamó.
Al instante, el animal bajó las patas y la miró con la lengua colgando. Tenía la misma expresión de siempre. Liriel lo acarició detrás de las orejas.
- Eres el único perro que he tenido,- le dijo mirándolo a sus almendrados ojos castaños -, pero estoy segura que jamás tendré otro como tu. También has sido una buena compañía y mi más fiel acompañante.
Osses, por toda respuesta, ladró otra vez y miró después a Yargos.
- Sí, Osses.- Le dijo Liriel suavemente.- Quiero que te quedes con él.
El bardo, se llevó el pañuelo a los ojos y estalló en unas escandalosas lágrimas.
- Pero , ¿ qué estás diciendo ?.- Su voz aguda a penas se entendía.- ¿ Cómo vas...a estar tu...sin él ?.- Sollozaba entre palabra y palabra.
- Basta ya Yargos.- Lo reprendió Liriel.- Lo estás haciendo todo más complicado.- Y entonces también ella rompió a llorar.
Cuando pudo controlarse, habló de nuevo.
- Iros ya los dos.- Les dijo con un gesto de la mano. Osses meneó el rabo y se la lamió.- Cuidaos los dos.
Yargos dejó de gemir y llamó al perro a su lado. El animal no supo qué hacer y se quedó en medio.
- Vete.- Lo animó Liriel.- Cuida de él.
- Gracias, Liriel.- Pudo decir él por fin.- Soy yo el que te debe mucho.
- Ya dices tonterías otra vez.
- No. Es verdad.- Dijo, y se sonó la nariz con el pañuelo.- Eres la única persona que me ha soportado a su lado más de dos minutos seguidos. - Reconoció.- Ojalá esa mujer paladín aprendiera de ti un poco de cortesía. Seguro que está celebrando ahora mismo que me marcho.
- Bueno, Yargos.- Le hizo notar ella.- La verdad es que no has sido del todo simpático con ella, siempre te has quejado de algo cuando estaba cerca. Además, las personas somos todas distintas, como tu dices : “ En la variedad está el gusto”.
El bardo asintió.
- Tienes razón, querida Liriel. Tienes razón.
Liriel retrodeció un poco.
- He de irme ya. Me están esperando.
El bardo asintió de nuevo y se atrevió a devolverle el abrazo.
- Sí, vete ya. Será lo mejor. - Miró a Osses, que finalmente había optado por ponerse a su lado.- Y no te preocupes. Lo cuidaré bien.
- Lo sé.
Liriel se giró y comenzó a andar en dirección a su montura, que estaba a unos diez metros de ella. No se dio la vuelta en ningún momento - no se atrevía -, ni siquiera cuando montó en ella y se reunió con los demás paladines.
Liriel espoleó a su montura y el animal emprendió un trote corto, siguiendo a los otros caballos. Pasados unos segundos, tras ella a lo lejos, un aullido largo hendió el aire. Luego, a este le siguió otro y luego otro más.
Liriel lloró en silencio.
Lloró amargamente por lo que dejaba atrás, más sabía en el fondo de su alma que había obrado bien. Su corazón, sin embargo, se había partido en mil pedazos por el dolor y las lágrimas le quemaban el rostro.
¿ Acaso sería ese su destino ?, ¿ separase de todo los que quería ?.
Durante todo el viaje hacia el castillo, Liriel dio vueltas a algo que le había dicho anteriormente el bardo. Este siempre, con sus palabras aparentemente sin sentido, había dado sin embargo sentido a muchas cosas en su vida.
En su mente, aún sonaban aquellas frases que le dijera por las calles de Trempos :
“ Tu no eres de las que se dan la vuelta a la primera de cambio..., atrévete..., ¡ Es el destino, querida !. Es el destino lo que te ha traído hasta aquí.”
Y así, rodeada de pensamientos y sentimientos, Liriel encontró el valor para recorrer otro nuevo sendero de su vida.
Un día como otro cualquiera un nuevo mensaje de Sir Lenn llegó a manos de Ulquier. Como habían supuesto, el asunto iba desenredándose poco a poco. El paladín lo leyó en su habitación, esta vez a solas. Decía lo siguiente :
De nuevo os saludo, Sir Ulquier :
La niña, acompañada por su padre se presentó ante mis paladines pidiendo una audiencia. Cuando los tuve ante mí, el padre me entregó un documento de vital importancia.
Al parecer su hija había estado jugando en el mismo lugar de la desaparición del carruaje durante esos días y lo había encontrado oculto en los ramajes. Os escribo a continuación su contenido que también os sorprenderá como anteriormente supongo que lo hizo el último mensaje que os envié.
Dice así :
No puedo soportarlo por más tiempo, padre, y os pido perdón. Vivir me produce más dolor que habitar en los infiernos a los que sin duda iré. Nunca me he atrevido a deciros nada pero ya es hora de que lo deje por escrito ya que no puedo enfrentarme a vos cara a cara y deciros la verdad.
Me avergüenza confesar esto pero no tengo alternativa. Ya que voy a morir pronto, dejaré en estas líneas lo que mi alma ha llevado oculta todos estos años. ¿ Recordáis a mi prometida ?. Aquella dulce muchacha que jamás llegó a ser mi esposa por una muerte repentina. Yo os diré por qué murió realmente. Yo la maté.
Sí, lo hice y me avergüenzo. Pero me pregunto si otro hombre no hubiera hecho lo mismo que yo de encontrarse en mi lugar. Sí, padre, un día la encontré en los brazos de otro. En los brazos del hijo de lord Bloshcome. No pude soportarlo. ¿ Me odiáis por ello ?. Yo lo hago ahora. Sin embargo callé mi asesinato por que no podría enfrentarme a vuestro juicio. Como mi vida no tiene ningún sentido, he decidido quitármela.
Perdonadme padre. Espero que mi prometida allí donde esté lo haga también ahora que muero para redimirme de mi error.
Príncipe Saryon Bane, de Yavish.
Por supuesto hemos contactado con Lord Bane y nos ha confirmado como supusimos desde un principio, que su hijo se encuentra perfectamente y que para nada tiene en mente el suicidarse. Ambos hombres niegan el contenido de este documento y piden que sigamos investigando en este asunto, pues están muy preocupados.
Se han tomado las debidas precauciones para que el príncipe no sufra ningún atentado. Este documento ciertamente podía haber creado una reyerta entre ambas ciudades aunque creo, entre nosotros, que el hijo menor de los Pandúbal exageró en las consecuencias del mismo. Ciertamente se hubiera provocado una desgracia, pero la posibilidad de que este escrito, tras la muerte del príncipe, fuera el causante de una guerra, es remota. De todas formas debemos dar gracias por que el carruaje no haya llegado a su destino. Con ello se ha salvado la vida del príncipe Saryon que sin duda hubiera muerto asesinado por los malhechores.
Sir Lenn , de Jenor.
Sir Lenn ya se hallaba de nuevo libre de responsabilidades, pues aunque aún habían muchos puntos oscuros en aquel suceso, todo lo sucedido daba a entender que ya no ocurriría ninguna tragedia. Que esta había sido frustrada por motivos que a él y a los demás se le escapaban. Pero que al fin y al cabo ya podían todos ellos descansar, siempre y cuando se mantuviera una escolta prudencial cerca del príncipe Saryon de Yavish para protegerlo de otros posibles atentados.
Por su parte, Ulquier, ya había conseguido de nuevo la tranquilidad.
En el fondo, deseaba que nadie más los contratara hasta que hubieran pasado una semanas y pudieran por lo menos recuperar las fuerzas y el ánimo. Este suceso los había beneficiado en muy poco. Además de no haber obtenido ningún pago debido a los imprevistos que habían interrumpido la misión, Ulquier había tenido que desplazar a todos sus hombres y ponerlos a trabajar igualmente que en cualquier otro caso. Esto le había supuesto un gasto monumental de dinero contando los desplazamientos de más de una docena de hombres con sus monturas, los pagos por las noches pasadas en la posada de “Manos rojas”, el dinero invertido por los paladines para obtener información, además de haber tenido la carga moral del cuidado de las mujeres y de aquel extraño bardo amigo de la joven.
En definitiva, lo único que quería ahora era descansar y olvidarse de que todo esto le había ocurrido.
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