sábado, 1 de diciembre de 2007

El Círculo del Poder - Capítulo 4








EL CIRCULO DEL PODER



Capítulo 4 - De Camino a Trempos






Zaltior era un caballo magnífico. Se cabalgaba muy cómodamente sobre su grupa. No solía tropezar como le había ocurrido con frecuencia al alazán y su ritmo era casi hipnótico, regular. Si a todo esto se le añadía el que seguía el camino guiado tan solo por su instinto, el viaje no podía ser más plácido.

Liriel, se sentía segura a medida que pasaba el tiempo.

El perro, al que había llamado Osses, la seguía feliz con la lengua colgando. Ella estaba disfrutando realmente. El mundo se abría a su paso y ya no sentía miedo.

El sol brillaba en lo alto. Aunque aún era fuerte, el aire la acariciaba evitando que lo sintiera en toda su fuerza.

Liriel se sentía llena de emociones desconocidas. Una libertad como nunca antes la había experimentado, comenzaba a crecer en su interior. Se sentía distinta y más responsable de su propia vida.

La joven llevaba cabalgando desde hacía una hora.

Egolas le había dicho que a lo sumo tardaría tres en llegar. Así, todavía le quedaban dos tercios del viaje.

Tranquila, oteó a su alrededor.

La ciudad como tal, ya la había dejado atrás. Ahora, el resto era en su mayor parte campos y riachuelos que tenía que atravesar hasta llegar a la linde. El paisaje era precioso, o así se le antojó a ella. Los campos de trigo se alternaban con las cosechas de verduras y legumbres. Vio al pasar por ellos a los hombres trabajando en sus campos.

Liriel se sentía importante con sus ropas de paladín. Le faltaba muy poco para creérselo, incluso su comportamiento era más gallardo, a la altura de las circunstancias.

Zaltior aunque no aminoraba la marcha, comenzaba a resoplar con cansancio.

Liriel había dejado que el animal cogiera su propio ritmo como le había aconsejado Egolas. ”Deja que él te lleve a su paso, y no tendrás problemas. Zaltior es un caballo de batalla y sabe muy bien cómo debe conducirse“, le había dicho. Pero lo que no le había advertido era cuándo debía dejarlo descansar. ¿Era normal que resoplara de aquella manera o debía parar inmediatamente ?. Tal vez no era bueno forzarlo. Dudó un momento y tiró de las riendas del animal.

Zaltior paró el trote y se detuvo después de andar al paso unos momentos. Liriel desmontó. Le dolían las piernas. A ella también le vendría bien pasear un poco y descansar.

No había terminado de poner los pies en el suelo cuando Osses se tiró encima de ella ente lametones y carantoñas.

- Quieto, Osses.- Liriel no pudo aguantar su peso y cayó sentada en el suelo.- Tranquilo, tranquilo. ¿Que pasa ?, ¿tienes hambre ?.- Osses no dejaba de lamerle la cara y las grandes patas del perro no la dejaban levantarse.

Después de un par de intentos lo consiguió. Abrió las alforjas que llevaba Zaltior y sacó un trozo de carne para el perro. Se lo tiró por los aires. Osses lo cazó al vuelo con sus enormes mandíbulas y para cuando sus patas tocaron el suelo ya había desaparecido medio filete en su boca.

Liriel le dio unas caricias en el morro y las orejas. El podenco se tumbó boca arriba en el campo y se dejó coscar agradecido.

Zaltior pateó el suelo. Su respiración había vuelto a la normalidad pero aún no se encontraba totalmente recuperado.

Liriel lo miró admirada.

Recordó cómo había sido la primera vez que lo había visto. Zaltior era un pura sangre y esto no dejaba de verse por acostumbrado que estuviera uno a su presencia.

Le dio una palmada en su ancho cuello negro.

Zaltior piafó y sacudió la cabeza. La muchacha sonrió y se abrazó a su cuello. Escuchó cómo latía su poderoso corazón, y la respiración del animal..

Osses celoso, comenzó de nuevo a llamar la atención de liriel con ladridos y bailoteos en círculos.

- Bueno, ven aquí.- Liriel chascó sus dedos. Osses acudió rápido.- Nos vamos a ir pronto. Dejemos descansar a Zaltior un poco más, ¿de acuerdo ?.

Y Liriel se dedicó a mirar los campos para distraerse y a acariciar al cariñoso de Osses mientras esperaba a que Zaltior recuperara las fuerzas por completo. Así pasaron varios minutos. Cuando Liriel consideró oportuno, montó en el caballo y tras silbar a Osses, reemprendió la marcha al trote.

Los campos pasaron rápidos a su lado. Ya le parecían todos similares. El sol se iba poniendo poco a poco y el viento soplaba más fresco. A su alrededor sólo se oía la respiración de los animales, y el trote del caballo.

Liriel comenzó a adormecerse, el viaje transcurría sin sobresaltos. Egolas le había dicho que los problemas podrían surgirle una vez que hubiera entrado en la ciudad de Trempos. Posiblemente le pedirían que se identificase y que comunicara sus intenciones al entrar en la ciudad. Allí se practicaba un estricto control de las gentes que entraban y salían, sobre todo de los caballeros, paladines u hombres de armas. Trempos era una ciudad que quería presumir de seguridad.

Pasaron dos horas.

Ya faltaba poco para llegar. Zaltior volvía a estar cansado y una espuma blanca se había formado en su boca. Osses era el único que parecía entero todavía.

Liriel estaba sombrada de su energía. Pensó que tal vez hubiera sido un perro de caza habituado a correr. No se le ocurría nada más plausible, porque el animal no daba muestras de cansarse en absoluto.

Entonces, surgió a lo lejos una gran ciudad, más grande incluso que Henna y más estructurada. Unas murallas se alzaban desafiantes en su entrada. Liriel la miró estupefacta. Egolas no le había dicho la grandeza que inspiraba la ciudad. El paladín no parecía dar importancia a los mismos detalles que ella.

Refrenó a Zaltior.

Osses pasó delante de ellos sin detenerse. Cuando vio que corría sin compañía se detuvo, ladró y emprendió de nuevo la carrera hacia Trempos. Liriel no lo llamó, lo dejó correr a sus anchas. Ya volvería.

Ella conducía a zaltior al paso. Este agradeció el descanso. Había aguantado de un par de tirones todo el camino. Y este último había sido mayor. Liriel le palmeó el cuello y le dirigió unas cuantas palabras de agradecimiento y de consuelo.

Cuando estaba ya muy cerca de la muralla de Trempos, Liriel abrió las alforjas y sacó una capa de viaje que había introducido Egolas. ”Intenta pasar desapercibida” le había aconsejado. Y sin olvidar sus advertencias, Liriel se cubrió con ella y se echó por encima de la cabeza la capucha que colgaba a la espalda. Ahora era imposible distinguir si era un hombre o una mujer quien cabalgaba a lomos del caballo.

Y de esta manera se dirigió Liriel a las puertas de la amurallada ciudad.

- Nombre.- Le preguntó uno de los dos solados que se apostaban a ambos lados de la puerta con voz rutinaria.- Y destino.

Liriel se había detenido tras un grupo de personas que hacían cola para pasar por el mismo interrogatorio que ella. Cuando le tocó el turno, intentó dar firmeza a su voz al responder.

- Liriel Deandra, paladín de la orden de la Estrella.- Dijo de un tirón. - Me dirijo al fuerte Rinos.

El hombre la miró un momento, y frunció los labios.

- Déjame ver tu cara, joven.- Exigió.

Liriel dudó y obligada a hacer lo que le pedían se bajó la capucha. Esperó con ánimo templado.

- Ajá - El hombre hizo una mueca como si confirmara sus pensamientos.- Te han ordenado hace poco.

- Sí, señor.

- No te había visto nunca por aquí.- Siguió él. -¿ Es la primera vez que vienes a la ciudad ?.

- Sí, señor.- Repitió ella.

- Te aconsejo entonces que alquiles los servicios de un callejero si no quieres perderte. El fuerte Rinos está en el centro de Trempos.

- Gracias por el consejo, señor.- Dijo Liriel.

- No me cuesta dinero, gracias a Kiril. Este trabajo no da para mucho.

- Supongo que debe ser pesado.- Dijo ella. - Todo el día aquí de pie.

- Sí que lo es. No lo sabes bien.- dijo el soldado con voz cansina. - ¿Y vienes sola ?.- Le preguntó.

- Pues sí.

El hombre hizo una mueca de fastidio.

- Siempre es mejor tener compañía.- Le dijo.- Trempos es una ciudad segura pero no podemos evitar que los ladrones deambulen por donde quieran. Sobre todo en esta época del año.

- Bien.- Asintió Liriel.- Tendré cuidado con mi bolsa.

- Harás bien.- Le aseguró el hombre.- Los maleantes que aquí se cuelan son muy hábiles. Recurren a todo tipo de trucos.

- ¿ Y el castillo de Rinos queda muy lejos ?.- Le preguntó.

- No. Pero te llevará varios minutos llegar hasta allí,- le informó - incluso aunque vayas a caballo.

- Oh.

De repente se alzó una voz cercana.

- ¿Quieres terminar de una vez, Lloid ?- Su compañero le dio un codazo sin miramientos. - Estás deteniendo la cola.

- Perdona si te molesto, pero estoy haciendo preguntas rutinarias.- El soldado que había interrogado a Liriel se puso a la defensiva.- ¿Es que acaso crees que no estoy cumpliendo con mi deber ?.

El interpelado bufó fastidiado.

- No, Lloid. Sólo digo que estas personas llevan mucho tiempo esperando en la cola. ¿ Es que quieres que estén aquí hasta mañana ?.

- ¡Pues que esperen, diantre ! - Se quejó furioso.- Yo he de estar aquí hasta que me salgan callos en los pies. ¡Y no me metas prisa, maldita sea. ! Sabes que me pone furioso.

El hombre frunció el ceño y se calló.

Lloid se dirigió a Liriel de nuevo con el ceño todavía fruncido. Sin embargo su voz era la misma que la de antes.

- Puedes pasar. Y no armes jaleo.- Le advirtió.- Esas son normas inamovibles para todo el mundo sean quienes sean.

Liriel asintió y pasó por las puertas de la ciudad. Todo había ido bien. Suspiró medio aliviada y se pasó una mano por la frente. Había empezado a sudar sin darse cuenta.

Zaltior avanzó muy despacio por la escarpada calle. Piafó otra vez y remarcó el paso exageradamente. Había arqueado su cuello y parecía bailar más que caminar. En las puertas de Trempos había mucha gente. Los que estaban más próximos se volvieron a mirar el espectáculo.

Liriel se avergonzó.

- Para ya, Zaltior.- exigió ella consciente de los ojos que estaban puestos en ellos.- Estás llamando la atención.

Pero el caballo de batalla no hizo caso a la muchacha y siguió caminando de aquella manera tan peculiar. Liriel se cubrió de nuevo la cabeza con la capucha y se resignó a pasar vergüenza.

- Es buena persona, no creas.

Alguien habló en voz alta muy cerca de ella. Era una voz aguda, de un joven tal vez.

- Es una labor tediosa la suya.- siguió la voz. - Enormemente aburrida.

Liriel buscó con la mirada al que había hablado. No lo encontró. Habían demasiadas personas caminando de un lado a otro.

- Detrás tuyo.

Liriel giró la cabeza. La capucha tapaba parcialmente su visión. El desconocido la saludó con la mano.

Se trataba de un hombre joven pero mayor que ella. Era de estatura normal y vestía con ropas de colores atrevidos. Sus cabellos le llegaban al hombro; eran cobrizos y rizados. Sus ojos eran grandes y expresivos, de color azul. El tizne de su piel era muy pálido, como si nunca le hubiese dado el sol.- Me llamo Yargos. Y tu eres Liriel, lo he oído. - Esa fue su manera de presentarse.

- Bien hallado seáis, señor.- Liriel saludó con la cabeza.

- Oh, por favor tutéame.- El hombre hizo un gesto de la mano de lo más gracioso.- No hagas que me sienta viejo. Aun me falta un año para cumplir los treinta.

Liriel le sonrió. Ella le habría echado algunos más.

- Me refería a él.- Continuó el hombre. Señaló al soldado que había entrevistado a Liriel momentos antes.- Es un primo mío. El pobre tiene una profesión de lo más monótona.- repitió.

- No lo dudo.- Dijo ella.

- Sí. - Afirmó él moviendo la cabeza.- Quedan pocos trabajos que valgan la pena. Ser paladín es buena cosa.

El hombre la miró esperando a que ella respondiera. Parecía disponer de todo el tiempo del mundo.

Liriel se sintió incómoda. No podía quedarse allí hablando con un desconocido. Ella sí que tenía prisa. Intentando no ser descortés hizo avanzar a Zaltior al paso.

El hombre llamado Yargos la miró con cara de sorpresa y abrió mucho los ojos.

- Pero, cómo, ¿ya te vas ?.- Le dijo caminando a su lado.- ¡Por la Diosa de los vientos que el fuerte de los paladines no va a salir volando!.

Liriel rió, sintiendo que parte de la tensión la abandonaba.

- Eso espero.- Dijo ella.- Pero ya es tarde. Me están esperando.- Se disculpó.

El sol comenzaba a ponerse en el horizonte. Pronto se haría de noche.

- No quiero retenerte. Pero creo que te dejas algo.- Dijo él con cara enigmática señalando algo que los seguía. Ella no pudo verlo muy bien.- No es que yo quiera meterme en tu vida, entiéndeme. Pero este animal te ha estado observando muy fijamente desde que estabas en la cola.

Liriel abrió la boca asombrada. ¡Se había olvidado de Osses !.¡ Pero qué atolondrada era !. El bulto que había visto era él sin duda alguna.

- Oh, cómo lo siento. Pensé que estaba a mi lado. - Liriel chascó los dedos y medio girada en la silla de montar llamó al perro hasta que este estuvo a su lado. El hombre se encogió de hombros.

- No me lo digas a mi, joven, yo no me he perdido.- Yargos miró al feliz de Osses.- Díselo a él. De todas formas no parece guardarte rencor.- Le hizo notar.- A propósito, ¿Cómo pretendes llegar a Rinos sin un guía?. Te oí decir que venías a esta ciudad por primera vez.

Liriel no se paró al contestar.

- Conozco el camino, y eso es suficiente. - Dijo concisa.

- Sin embargo te acompañaré.- Sentenció él apremiando el paso.- Es peligroso que viajes sola, aunque seas un paladín. Podría asaltarte un ladrón o cualquier cosa peor.

El soldado apostado en las puertas de Trempos le había dicho lo mismo.

- El camino es de todos.- Dijo ella. - Puedes venir si quieres.

Ambos continuaron por las pedregosas calles de Trempos seguidos muy de cerca por Osses.

- Espero llegar pronto. Se está levantando el viento.- Dijo ella frotándose los brazos presa del frío.

- Aquí la noche es fría sea verano o invierno.- Dijo Yargos molesto también por el tiempo.- Estropea mucho el cutis.

Liriel no pudo contener la risa y estalló en una sonora carcajada.

- ¿ Qué te hace tanta gracia ?.- Dijo él con voz chillona. - Si tuvieras que pasar tanto tiempo a la intemperie como yo, ya veríamos si lo harías.

- Perdona.- Dijo conteniendo la risa al hablar. - ¿ A qué te dedicas ?.

- No sé si decírtelo.- Contestó él haciéndose de rogar.

- Oh, vamos, no pretendía ofenderte.

- Ya.- El hombre la miró de soslayo.- Soy cantor.- Dijo al fin.- Un bardo suele decirse. Aunque otros me llaman otras cosas.

- Vaya.- Liriel lo miró sinceramente admirada.- Siempre me han gustado las canciones y las historias.

El hombre pareció recobrar la alegría.

- ¿De veras ?.

- Claro.- Le aseguró Liriel.- Eira, mi nodriza, solía cantarme una canción que se llamaba “El árbol del verano”. Era preciosa.

- Sí. La conozco. Es una de mis preferidas.- Dijo él.

- ¿ Y cómo fue que te hiciste cantor ?.

- La vida.- Dijo él mirándose con las cejas alzadas.- ¿Me imaginas vestido de soldado como mi primo Lloid ?.

- No. Para nada en absoluto.- Le dijo Liriel. Era imposible crearse una imagen definida de un hombre como Yargos vestido con ropas tan serias como las de un soldado.

- Yo tampoco. Aunque a mi padre le habría gustado que siguiera los pasos de mi hermano Xamoel. El si que es un gran guerrero. No se parece en nada a mi.- Se sinceró.- Pero nadie dice que tengamos que ser todos iguales. En la variedad está el gusto.

- No, claro que no. - Liriel le dejó hablar.

- Además, como mi madre dice : “ Hay que sacrificar cosas para seguir adelante”. Yo soy así y siempre lo he sido. He probado con otra profesiones, pero ninguna se ajustaba a mi...personalidad.- Dijo él buscando la palabra adecuada.

- No tienes de qué avergonzarte.- Le dijo Liriel con voz suave.- A mi me parece una profesión de lo más respetable, y sensible además.

- ¿ Yo, avergonzarme?.- Yargos meneó la cabeza de lado a lado.- ¡Qué va !. Yo estoy de lo más feliz, aunque no gano mucho dinero con ello. Lo bueno es que me ahorro una barbaridad en hortalizas y verduras cuando canto,- bromeó - y por lo menos hago lo que me gusta.

- Ojalá yo pudiera decir lo mismo.- Dijo Liriel recordando que ella había tenido que trabajar como camarera a pesar de que lo quería era trabajar con su padre.

- ¿ Pero qué insensateces dices ?.- Le preguntó asombrado el bardo ante el comentario de la muchacha.- Aún no he conocido a ningún paladín que no quisiera serlo. Además,- añadió escandalizado- cualquiera diría que lo sois a la fuerza.

Liriel sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

Por culpa de su desliz, había estado a punto de rebelarle al bardo su verdadera profesión. De ahora en adelante debía de tener más cuidado. Lo mejor sería hablar de otras cosas menos comprometidas.

Poco a poco, mientras conversaban, se fueron acercando a las proximidades del castillo. A lo lejos, una inmensa mole de piedra se alzaba entre las casas, imponente.

Era un castillo muy viejo que habría sido de algún rey antes de pertenecer definitivamente a los paladines. Sus muros eran de color gris ceniza y algunos bloques de piedra mostraban profundas grietas. La puerta principal era de fuerte hierro negro. También estaba corroído en algunas zonas por la herrumbre y el óxido. Cuatro hombres formaban una hilera ante ella, lanzas en mano. No se movieron ni un centímetro cuando Liriel se acercó a ellos. Egolas ya la había advertido sobre lo que debía hacer.

Zaltior se paró justo a medio metro de ellos, pateó el suelo y movió la negra cabeza de arriba a abajo exigiendo entrar. Liriel levantó una mano y mostró el colgante que había llevado al cuello para que los guardianes lo vieran.

- En nombre Sagen, fundador de la orden de la estrella, pido humildemente que me permitáis entrar en su casa.- Fue lo que dijo.

- ¿Quién lo demanda ?- Preguntó ritualmente uno de ellos sin que se hubiera producido movimiento alguno todavía.

- Lady Liriel Deandra, paladín de la orden de la estrella.- Esas eran las palabras que Egolas había enseñado a la muchacha.

- Tenéis acceso, Lady Deandra. - Concedió el guardián.- Sed bien venida al fuerte de Rinos.

Las puertas de hierro se abrieron de par en par, y Liriel pasó con gallardía, seguida de Osses, en un Zaltior de nuevo bailoteante, que ya se sentía de nuevo en casa.

- ¡Eh !, ¡pero qué es esto !.- Protestó el bardo más atrás.- ¡Virgen de los escándalos, que falta de consideración !.

Los guardianes habían cruzado sus lanzas impidiendo el paso a Yargos. El joven bardo profirió una maldición tras otra indignado por el comportamiento de aquellos hombres.

- Oh, perdona Yargos.- Dijo Liriel tirando de las riendas.- No creo que te dejen pasar. Gracias por haberme acompañado hasta aquí.

- No hay de qué.- Respondió este todavía indignado.

- Si tuviera más tiempo...- Comenzó Liriel.

- No importa. Lo entiendo.- Dijo Yargos retrocediendo de la puerta de hierro.- Me marchó ya.

- Gracias de nuevo. Has sido una compañía muy agradable, de veras. Espero que volvamos a vernos.

Yargos se encogió de hombros.

- A no ser que pases por el “ Fuego Fatuo”...

La joven asintió sin comprender. ¿ A qué se refería el bardo ?.

- ¡Quién sabe !. A lo mejor nos vemos de nuevo por las calles.

- Sí, a lo mejor.

Yargos se dio la vuelta y se marchó sin más, un poco cabizbajo.

Liriel se introdujo dentro del fuerte sintiéndose culpable por haber dejado atrás al bardo de aquella manera tan abrupta. Sin embargo, no había podido hacer otra cosa. Estaba segura que aquel personaje pintoresco y desconocido para los paladines no hubiera podido poner los pies en el castillo a pesar de que hubiera intercedido por él.

Así que, despejando su mente, se concentró en lo que tenía delante.

La entrada del castillo daba a un gran patio vacío. El fuerte, por lo que pudo ver, era de construcción regia. Había mucho espacio y pocos pasillos intrincados. Un jardín verde y salpicado de árboles de hoja perenne, altos y espigados, enmarcaba un ancho corredor de piedra esmaltada que daba directamente al interior. Dos columnas enormes, cilíndricas y a medio esculpir, eran la única decoración que mostraba el patio.

Los cascos de Zaltior repicaban ruidosamente sobre la piedra desgastada. Al sonido de su avance, un hombre fornido y bien vestido fue a su encuentro. Zaltior se paró y le dejó que le acariciara el morro. El hombre miró a Liriel unos segundos y asintió después con la cabeza.

- No conozco a la dama. - El hombre acarició las suaves orejas del caballo.- Zaltior y yo ya somos viejos amigos.

Así que aquel hombre conocía a Egolas, se dijo Liriel. Se preguntó qué estaría pensando al ver a Zaltior montado por una extraña. ¿Debía decirle que ella no era un paladín ?.

- Me llamo Liriel, Liriel Deandra. - Dijo ella.

- Bien hallada seáis, lady Liriel.- La saludó cortésmente.

El hombre, que resultó ser un escudero, ayudó a bajar a la joven del caballo. Este se presentó con el nombre de Jumar y le preguntó después por el dueño de Zaltior.

- Sir Egolas ha tenido que ausentarse por un contratiempo.- Le informó Liriel.

Jumar asintió mientras desensillaba al caballo y lo acercaba a un abrevadero cercano. Zaltior bebió sediento.

- Lo he supuesto.- Respondió él.- Algo muy urgente ha debido de ser cuando se separa del animal.- Miró a Zaltior al hablar.- Que yo recuerde, esta es la primera vez que ocurre.

- Sí, lo ha sido.- Liriel se sorprendió ante la revelación del hombre. Cuando Egolas le propuso la idea de montar sobre Zaltior se le ocurrió que podía ser una molestia para su dueño pero no le dio la más mínima importancia.

- Si me permitís.- Se ofreció el hombre solícito.- me ocuparé de que os instaléis aquí como si estuvieseis en vuestra casa. Lady Ariana os recibirá cuando hayáis descansado.

Liriel dudó. Egolas no había hablado de ninguna mujer.

- Sir Egolas me dio instrucciones precisas.- Dijo Liriel sin querer parecer descortés.- Me pidió urgentemente que me entrevistara con su superior, Sir Ulquier.

El hombre asintió y frunció las cejas.

- Sir Ulquier ha tenido que partir urgentemente, pero lady Ariana os atenderá como lo hubiese hecho él mismo.- insistió el hombre.

Liriel no estaba plenamente convencida y en sus ojos se pintó la indecisión. Jumar la miró extrañado.

- ¿ Sois nueva en la orden ?- El escudero tenía también sus dudas.- Me parece que ignoráis que en caso de faltar Sir Ulquier ,el paladín de rango superior es quien ostenta el mando mientras este está fuera. Y este no es otro que su propia hermana, lady Ariana.

Egolas no le había hablado de esto ya que seguramente no contaba con este imprevisto. La farsa le estaba resultando incómoda.

- En efecto, lo soy.- Mintió a medias.- No conozco casi nada sobre la vida y sus normas aquí.

Jumar sacudió la cabeza avergonzado.

- Escusadme, lady Liriel.- Se disculpó.- Tendría que haberlo supuesto por vuestra juventud.

A Liriel la sacudieron los remordimientos. Estaba mintiendo y confundiendo a este buen hombre que no hacía sino ganarse el pan. A pesar de que se convencía a sí misma de que era por una buena causa, no dejaba de retorcerse por la culpa.

- No tiene importancia.

- Entonces si me permitís os enseñaré dónde podéis acomodaros.- Jumar no necesitaba más explicaciones. - Por nada del mundo quisiera que lady Ariana se molestara conmigo por mi falta de atenciones.

Y sin más palabras el escudero condujo a Liriel dentro del castillo.

Jumar la condujo a paso moderado por los pasillos del castillo de Rinos. Osses no se separó un instante de ella temiendo perderse de nuevo.

Aunque el exterior del fuerte ofrecía un aspecto árido y viejo, en su interior la decoración era innovadora y de muy buen gusto. Se notaba que se había intentado hacer lo más cómodo posible el fuerte. Las alfombras, de colores varios aunque coordinados, vestían con lujo los estrechos pasillos del interior. Las paredes sostenían cuadros de pinturas hermosas y ricas en formas y detalles. Las habitaciones, salas y demás lugares se sucedían en precisas combinaciones de espacios grandes y pequeños.

El castillo en su conjunto era espléndido. Después de mucho caminar y de torcer hacia la derecha y luego a la izquierda, Jumar se paró ante una habitación. Saco un manojo de llaves y abrió la puerta.

- Esta es su habitación lady Liriel.- Dijo señalando su interior.- Traeré sus cosas en seguida.

- Gracias Sir Jumar.- Agradeció Liriel.

- Oh ,no.- Objetó él levantando las manos.- Llamádme Jumar solamente. Sólo soy un escudero lady Liriel.

- Como digáis.- Liriel buscó al perro con la mirada. Estaba a su lado.

El escudero salió de la habitación y Liriel se quedó sola. Cerró la puerta y miró su provisional cuarto.

En sólo dos días había estado en dos ciudades distintas y dormido en diferentes lugares. Para Liriel era como si todo un mes hubiera pasado.

Miró la habitación. Su cuarto era de tamaño mediano. Estaba decorado como todo lo demás, con una alfombra cálida y mullida, y varios cuadros de pequeño diámetro colgando de las paredes. La cama era ancha y de colchón duro como pudo comprobar más tarde, y una mesa rinconera rodeada de un par de sillas se situaba en su extremo derecho. También había un armario de madera, alto, pero no muy grande y un tocador bastante sencillo.

Liriel sonrió.

A pesar de todo se sentía bien y agradeció en silencio haber conocido a Egolas.

Media hora después Jumar entraba de nuevo en la habitación. Dejó las pertenencias de liriel en el suelo y se dispuso a marcharse.

- Perdonad, señor.- Dijo Liriel.- ¿ Cuando podré ver a Lady Ariana ?.

- No os preocupéis por eso.- le respondió Jumar con la mano en el pomo de la puerta.- Ya he informado a Lady Ariana de que estáis aquí. Mañana por la mañana os recibirá. Hasta entonces descansad.

El escudero cerró la puerta y Liriel se tumbó en la cama con Osses a su lado. Tenía mucho tiempo para pensar antes de conocer a esa enigmática mujer paladín.







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