sábado, 1 de diciembre de 2007

El Círculo del Poder


Nota de la autora (Dalthea):
Este libro lo escribí a la edad de 21-23 años aproximadamente. Es uno de los que, afortunadamente, llegué a terminar. El guión es sencillo, la trama ligera, y se deja leer de un tirón. El estilo es distinto al del Susurro del Viento. Las expresiones obeceden a una formalidad propia del mundo de los caballeros y paladines. Los diálogos son abundantes, y a través de ellos es como entramos en este mundo medieval, y vemos desarrollado su desenlace.

El mapa que adjunto al mismo, hace referencia exclusivamente a la zona en la cual tienen lugar los acontecimientos que se narran. Y el Abecedario, fue una aportación de Tharem, que amablemente se prestó a creármelo.

Bien hallados seáis los que leáis estas nobles páginas.

Que Kiril os acompañe durante todo el camino.


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EL CIRCULO DEL PODER




MAPA




ABECEDARIO







PRIMERA PARTE





Capítulo 1 - El Río Dorado





Hoy era un claro día de primavera. El cielo estaba despejado, de un color azul radiante, y soplaba una fresca brisa matinal. Los rayos del sol eran cálidos y anunciaban un día especialmente caluroso. Las copas de los árboles de Winder se mecían suavemente y proyectaban sombras protectoras sobre las calles de la ciudad.

Winder era verdaderamente bonita.

Algo pequeña, pero llena de rincones misteriosos y salvajes. La naturaleza se expresaba de forma atrevida en ella y sus habitantes, acostumbrados a ella, sólo reparaban en lo curioso de este hecho cuando un extranjero expresaba con euforia la rareza y belleza de la ciudad sureña.

Arboles milenarios se cruzaban retorcidos en sus ramas por calles y casas ; fuentes naturales y de aguas limpias hacían su aparición por doquier llenando de sonidos frescos el ambiente ; tallas de madera caoba representaban a este o aquel otro personaje que formaba parte de la historia de la misma.

Sus habitantes eran gentes de costumbres rutinarias y tranquilas, poco dados a la aventura, pero grandes amantes de las culturas extranjeras. Tenían fama de hospitalarios y era fácil arrancarles una sonrisa en una conversación. Los niños corrían a su libre albedrío, jugando y curioseando, ajenos a todo cuanto no fuera atractivo para ellos.

Podría decirse que aquel era un lugar idóneo para que un niño creciera feliz y sanamente, lejos de guerras y ambientes tenebrosos. Lo más cerca que ellos podían estar del mundo que les rodeaba más allá de Winder, era a través de las historias que narraban los extranjeros. Estos se veían avasallados por miles de preguntas de los infantes. Algunos saciaban su sed con relatos extraños y misteriosos, otros sin embargo se deshacían de ellos con una mueca de disgusto.

Así había crecido Liriel Deandra.

Una joven adolescente a la que el destino la había hecho ir a parar a esta cálida ciudad. Como todos los niños, había jugado y correteado por las enrevesadas calles de Winder, asimilando cada rincón de ella. Desde que tuviera uso de razón, no había habido para ella otro lugar en su mente. Si cerraba los ojos y jugaba a imaginar, eran los árboles de Winder los que veía ; Sus ríos, sus gentes, sus acogedoras casas, y ese magnífico puerto en el que tantas veces había descansado.

Ahora mismo, la joven se encontraba atravesando sus calles, en dirección a la posada de Teros. Sin apenas darse cuenta, Liriel había cruzado ya la calle principal y había tomado una de las muchas bifurcaciones en las que se dividía el camino.

Para unos ojos extraños, todas parecían complejas callejuelas por donde perderse en el exótico paraje. Pero Liriel, como guiada por una mano invisible, tomaba unas y dejaba otras con total decisión y sin aminorar el paso en ningún momento.

Después de varios minutos caminando, la muchacha se detuvo ante un hostal de tamaño no muy grande que tenía por nombre ”El Río Dorado“. Una pesada puerta de madera color caoba le cerraba el paso.

Llamó con suavidad.

Era bastante temprano y el hostal no abría sus puertas todavía. Esperó pacientemente a que alguien saliera.

Por fin la gran puerta se abrió.

Asomó la cabeza un soñoliento hombre de mediana edad con profundas ojeras. Este, miró largamente a Liriel y con un movimiento de cabeza la invitó a pasar. Se llamaba Teros y era un antiguo amigo de la familia.

- Siento despertarte tan temprano.- Se disculpó ella.

- No importa.- El hombre le indicó con la mano que se sentara en una de las sillas.- Anda, pasa. Dime que te trae por aquí a estas horas.

Liriel tomó asiento.

- Se trata de mi padre.- Dijo ella en tono suave.- Se ha empeñado en que la alfarería no es trabajo para mí.

El hombre asintió, alcanzó una silla y se sentó a su lado.

Teros conocía ese tema muy bien. La semana pasada había estado hablando de eso mismo con el padre de la muchacha, y había accedido a hablar con ella sobre ello.

Boreas, el padre de Liriel, no había nacido en Winder.

Se había venido a vivir a esta ciudad aproximadamente hacía unos veintiún años. Su mujer, Eleanor, había dado a luz a la joven durante el primer año. El parto fue muy complicado y la debilidad se fue cebando en ella hasta que poco a poco fue perdiendo la salud.

A su muerte, los vecinos de la ciudad pusieron todo lo que estaba en sus manos para que aquella niña tuviera un vida normal. Boreas, el padre, apenas podía hacerse cargo de ella. Había entrado en una fuerte depresión de la que incluso en días presentes no estaba totalmente recuperado.

Ya fuera por la nube negra que había rodeado a la pareja desde que llegaron o por puro deber moral, lo cierto era que todo Winder se sintió responsable del infortunado hombre y de la pequeña.

Liriel se crió sin madre, pero tuvo numerosas sustitutas.

Podría decirse que la infancia de Liriel había sido feliz. Nunca le había faltado el cariño. Boreas entró entonces a trabajar con Devin, el alfarero de Winder. Diez años después ya eran socios. Teros, quien le había conseguido ese trabajo, era el dueño de la posada ”El Río Dorado“.

Liriel adoraba a su padre. Siempre estaba a su lado.

Con sólo siete años ya lo había convencido para que la dejase aprender el oficio y así poder estar con él. Devin no se opuso y Liriel se convirtió en una trabajadora más. Pero los años pasaron y fue haciéndose evidente que aquel no era el trabajo apropiado para una joven adolescente. La alfarería era un trabajo rudo y pesado.

Teros parpadeó para despejarse y carraspeó.

- Así que eso te ha dicho tu padre.- Dijo él con voz tranquila.

- Sí.- Contestó ella.

El posadero se acarició la barba.

- Bueno.- Suspiró.- Tiene razón.

Liriel lo miró con ojos decepcionados.

- Cree que no soy capaz.

Teros movió una mano como si apartara las moscas.

- ¡No digas tonterías, muchacha!. Sabes perfectamente que no es por eso.

Liriel suspiró.

- ¿ Entonces ?.

- La semana pasada estuve hablando con él.- Le confesó.- Pensamos que tal vez pudieras hacer otra cosa.

Liriel asintió.

- ¿Por eso me ha pedido que venga a verte ?.- Dijo suspicaz.

Teros se arrellanó en la silla y se frotó los ojos.

- ¿Qué te ha dicho exactamente ?.- Preguntó él.

- Que tenías algo urgente que decirme.

Teros rió con voz ronca.

- Tu padre es muy inteligente.- Dijo.- Lo que quiere es pasarme el paquete.

- ¿Qué paquete ?.

- Nada, nada.- Dijo el moviendo las manos como si apartara las moscas.- Me refiero a que quiere que sea yo quien te proponga el asunto.

Y mirándola bien añadió :

- Demonios, ¿acaso te has vuelto más testaruda todavía ?. De pequeña aporreabas la puerta hasta que la pobre anciana Fannia salía a abrirte, medio histérica por el escándalo que armabas.- frunció el ceño, pesaroso.- A veces la echo de menos. Ahora soy yo el que tengo que abrirte.

Liriel hizo un mohín, molesta.

- Ya estamos con eso otra vez.- Agitó la melena en un gesto encorajado.- ¡Cuántas veces tendré que oír esa historia !. - Y se irguió en toda su estatura.- Soy una mujer adulta. Ya no hago esas cosas.

- Ya. Por eso mismo lo digo.- Sonrió.- Ahora debes de ser terrible. Si no, tu padre no me metería en esto. El es un hombre tranquilo y huye de los altercados. Está claro que soy necesario aquí.

Liriel sintió en sus mejillas el rubor de la rabia. ¿ Por qué siempre que estaba con el posadero acababa sintiéndose como una mocosa de ocho años y medio ?.

Liriel le habló sujetando la lengua con esfuerzo.

- Mi padre y yo nos llevamos muy bien, gracias. ¿ Podrías decirme ya, por qué estoy aquí a estas horas de la mañana ?.

El esperó un rato antes de contestar. La muchacha se había sofocado y quería darle unos minutos para que recuperara la serenidad.

- Está bien.- Aceptó Teros.- Te diré de qué se trata.

Y le expuso :

-Boreas quiere que trabajes aquí conmigo. A mí también me gustaría, claro. Me hace falta una mano. Y ambos hemos pensado que serían un trabajo más adecuado para ti, ya es hora de que cambies de ambiente. Te vendría bien una ocupación menos solitaria, conocerías a más gente. Y no está mal bajo mi punto de vista. - Añadió como si tal cosa.- También tendrías un sueldo bastante aceptable, por su puesto.

Liriel meditó un momento antes de contestar.

La perorata del hombre no la había pillado por sorpresa, se lo había visto venir desde hacía un mes aproximadamente. Ya había tenido una de estas charlas con su padre tiempo atrás, y su obstinación por continuar en la alfarería había desbaratado los argumentos de Boreas. Este, incapaz de impedirle nada a su única hija, había cedido ante ella.

Ahora, Liriel, se encontraba otra vez con e tema y todavía no había tomado una decisión.

- Me temía algo así.- Dijo.

- Y ¿qué piensas ?.- Teros hizo una mueca.- Puedes probar un par de días por lo menos. Si no te gusta, nadie va a obligarte a que te quedes.

Liriel frunció los labios.

- Me gusta mi trabajo. No se por qué he de cambiar. - Sacudió la cabeza.- Ya sabía yo que os tramabais algo... tanto hablar de mí a mis espaldas. ¿ Es que cambia algo el que en vez de alfarera sea camarera ?. No entiendo tanta insistencia de vuestra parte.

- Eres más cabezona que tu padre.- Rezongó Teros.- Te lo acabo de explicar. Sólo pruébalo. ¿ Vas a negarnos eso a él y a mí ?. ¿ Qué puedes perder ?. Ya te he dicho que te traerá aires nuevos. Necesitas abrirte paso al mundo, jovencita. Y mi posada te da esa oportunidad maravillosa.

Liriel lo miró sin contestar. Tampoco quería cambiar de aires.

El posadero esperó a que ella retomara la conversación, pero como no lo hizo, suspiró y volvió al ataque.

- Mira, Liriel. - Dijo con tono paciente.- No te diría esto si tu padre y yo no hubiéramos llegado a la conclusión de que es lo mejor para ti. Necesitas conocer gente y aprender a desenvolverte en algo distinto. Debes abrirte tantos caminos como puedas, por si algún día tuvieras que salir de Winder.

- ¿ Pero qué puede enseñarme una posada ?. Sólo voy a servir mesas.- Dijo Liriel convencida de ello.- ¿ Y por qué voy a salir de aquí ?. Se vive bien.

- Respecto a lo de la posada, te sorprenderías de las cosas que puede llegar a saberse.- Le dijo Teros seriamente.- Yo sé muchas historias sobre lugares lejanos que ni siquiera he visto, y de vez en cuando se hacen amistades muy interesantes que pueden serte útiles en un futuro.- Hizo una pausa para dar mayor peso a sus palabras.- Sobre lo de Winder, ¡quién sabe lo que te depara el destino, muchacha !. Pero siempre debes prepararte por si tus caminos se ensanchan. Conocer gentes de todos los lugares siempre será beneficioso para ti, porque tu eres...

- ...una chica especial.- terminó ella en tono de burla. Su padre se lo decía constantemente.

Teros la miró y por unos instantes pareció ver a través de ella.

- Todavía eres demasiado joven, inocente.- Su voz era más lenta, pesada.- Pero el brillo de sus ojos está en los tuyos. Y ella era una mujer muy especial, sin lugar a dudas.

Liriel tragó saliva. Teros se estaba refiriendo a una persona que ella nunca había conocido, y a la que siempre había ansiado conocer.

- Te refieres a mi madre.

- Si, Liriel. Me refiero a Eleanor. - Asintió.- Ella era especial. Y tu cada día te pareces más a ella. Tus ojos...son el vivo retrato de los suyos.

Liriel sintió que se ahogaba. Su padre rara vez hablaba con ella de su madre y cuando lo hacían eran conversaciones extrañas, difusas, perdidas en el tiempo. Por ello, ahora le invadía un ansia que le oprimía el corazón cruelmente. Tenía tantas preguntas...

- ¿ De veras me parezco a ella ?.

- Sí, es verdad.- Teros regresó al presente sintiendo que al haberse dejado llevar por los recuerdos, sin querer había avivado la inquietud de la joven. Tendría que haber tenido más cuidado al hablar.- Era una mujer muy bella, una gran señora.

- Cúentame más cosas, Teros.- Le pidió con tono quejumbroso.- Quiero saber más.

Teros negó con la cabeza.

- Eso debes pedírselo a tu padre.- Le dijo evasivo.- Yo sólo sé lo que todos los demás.

- Por favor - su voz era lastimera, ansiosa.- Por favor, Teros.

El posadero se reclinó en la silla y se aclaró la garganta. Tardó unos segundos en hablar de nuevo.

- ¿ Qué puedo decirte ?. Sólo son recuerdos : “ Eleanor era una mujer que tenía un don. Desde que tu padre y ella pisaron Winder, todos nosotros nos sentimos atraídos por ella. Y no sólo físicamente...había algo en ella que te provocaba reverencia. Sus maneras suaves de comportarse, esa delicadeza en sus movimientos. Era como estar ante una diosa. Sin embargo tanto tu padre como ella se dejaban ver poco. A penas salían de casa y cuando lo hacían eran de lo más discretos. No recuerdo que tuvieran una amistad íntima con nadie, y cuando Eleanor te tuvo a ti, sólo supimos de su enfermedad al ver a tu padre frecuentar más a menudo al herbolario.

Hicimos lo que pudimos. Su muerte fue una lástima. Nunca conocí a nadie como ella. Ni yo ni nadie de Winder. Ella era especial, muy especial.”

Teros guardó silencio unos instantes.

Su mente había vuelto a perderse entre los hilos del pasado. Claro, que era fácil enredarse en ellos. El había participado activamente en el intento de que Boreas saliera del ensimismamiento al que se había abandonado, después de la muerte de su esposa.

Liriel también permanecía callada. Había absorbido cada palabra en su mente, como si las hubiera gravado a fuego vivo. Aún oía el eco de la voz de Teros narrando parte del pasado de su familia. Se sentía extasiada.

- ¿ Y qué me contestas ?.

La voz de Teros volvía a ser la de siempre. Lireil pegó un brinco, incapaz de asimilar la repentina pregunta.

- ¿ A qué ?. ¿ Qué dices ?.

Teros suspiró.

- La posada.- Le recordó arrastrando las palabras.- ¿ Vas a trabajar aquí o vas a seguir en tus trece ?.

- Ah. - Liriel recordó. El asunto de antes.

La joven bajó la cabeza, pensativa. Seguía sin convencerse demasiado. No obstante, el hombre tenía razón. No perdía nada por probarlo. Y por otro lado tanto él como su padre la dejarían ya en paz.

- Puedo intentarlo.- Dijo finalmente.

Teros se levantó trabajosamente de la silla. Había sido una dura conversación que había agotado sus energías.

- Estupendo. - Dijo. - Asunto acabado.- Y Añadió volviéndose a ella.- Y dile a tu padre que me debe un favor. Aunque haya ganado una camarera, nadie me paga horas extras por resolver asuntos familiares. Ya no estoy para esos trotes.

Liriel sonrió. Sabía que Teros hablaba en broma.

- Y, ¿cuándo se supone que debo empezar?.- Preguntó ella levantándose también.

- Si quieres, hoy mismo.- Sugirió el posadero.

- De acuerdo. Pero si no me gusta me voy. - Le recordó.

- Si no te gusta, haz lo que te de la gana.

Así comenzó Liriel un día como otro cualquiera a trabajar como camarera.

Le costó un poco al principio, nadie nace sabiendo. Pero ella era una muchacha voluntariosa y quería aprender.

Una mañana, Liriel fue a trabajar más temprano.

El posadero le había dicho la noche anterior que aquel iba a ser un día ajetreado. El Río Dorado iba a estar a rebosar, tanto por extranjeros como por los propios clientes de la casa. También la había advertido, para que fuera haciéndose a la idea, de que tal vez los visitantes del Río Dorado ese día no iban a ser de su agrado. Sobre todo un grupo concreto de hombres al que él mismo ya había servido anteriormente y que se hospedaba actualmente en las habitaciones del piso de arriba. Podía dar fe de que eran difíciles de controlar...sobre todo si habían mujeres de por medio.

Liriel, intentó tomárselo con el mayor aplomo posible. Aunque hacía sólo un tiempo que trabajaba allí, ya había solventado con éxito algunas situaciones complicadas y algo embarazosas para ella. Había dado con clientes impertinente, pendencieros, algún que otro borracho sin una moneda en los bolsillos y, como no, con el típico adulador de turno. Sin embargo, cuando le había respondido a Teros que podría con ello sin lugar a dudas, éste se había encogido de hombros no sin antes mirarla con incredulidad. No es que éste no la creyera, Liriel podía ser muy desenvuelta a veces, sino que era consciente de que la joven había hablado con ligereza. Todavía no había tratado con clientes como esos.

Liriel no le dio más vueltas al asunto y se dispuso a barrer la posada.

Aún no había terminado de limpiar la joven cuando unos pasos hicieron crujir la madera allá arriba. Era el sonido de varias botas pesadas y el tintineo típico que producen las hebillas metálicas al caminar. Los clientes, al parecer, habían madrugado tanto como ella. Pronto estarían haciéndole “compañía”.

Teros salió entonces de la cocina acompañado de otro hombre. Este último era más bajo que el posadero pero más ancho que él. Se llamaba Gunass y era el cocinero de la posada.

El dueño le hizo una señal a Liriel para que se acercara. Cuando ella estuvo a su alcance le tendió un trapo húmedo y algo jabonoso.

- Cuando hayas terminado con la escoba puedes pasar el trapo a las mesas. - Y añadió con sorna.- Y hazlo rápido, los inquilinos se han despertado.

Liriel sonrió.

- Ya me he dado cuenta. No te preocupes.

La joven hizo lo que le pedían, con urgencia. Una hora después ya había acabado. Le dolía la espalda por el esfuerzo. Se llevó las manos a la cintura y se frotó los riñones. Miró la posada. Estaba reluciente como una patena. Y como si la viera por primera vez, se recreó en ella.

”El río Dorado“ era un lugar grande y espacioso. Estaba bien iluminado y aunque había sido decorado con sencillez tenía un aspecto confortable. Normalmente las gentes que pasaban por él, estaban de paso y Winder no era sino otro lugar más donde hacer un alto y descansar. Una gran chimenea rústica y algo carcomida por el uso se situaba en un extremo de la sala y la rodeaban ramas de árboles, que desprendidas, trepaban aquí y allá dándole a la posada un ambiente confortable.

Liriel salió de su ensimismamiento cuando oyó el ruido de muchos pasos detrás de ella, acercándose. ¿Se trataría de los hombres de los que le había hablado Teros ?.

Sin girarse simuló seguir limpiando las mesas.

- Señores, tomen asiento que en unos instantes Gunass os dará la mejor comida que hayáis probado nunca.- Dijo Teros saliendo del mostrador cargado de jarras de cerveza hasta arriba.

Los hombres al verlo vitorearon al posadero y golpearon las mesas con los puños.

Teros al pasar por el lado de Liriel la cogió del brazo y tiró de ella hasta la barra donde esperaban más cervezas. Una mano la rozó al pasar y la muchacha dio un respingo, molesta.

- Lleva más cervezas a la mesa y luego ven a por la comida.- Dijo él señalando las bebidas con un dedo.

Ella asintió.

- ¿ Son ellos ? - Le preguntó antes de obedecer.

- Si. - Afirmó él.- Si tienes problemas...

- ¡ Qué va !.- Se faroleó ella.- Esto es pan comido.

Teros no dijo nada, sólo se permitió una ligera sonrisa.

Aparentemente tranquila y con la barbilla bien alta, la joven cogió las jarras de la barra y se dirigió a la mesa. Cinco hombres la esperaban con sonrisas socarronas en la cara y un brillo lascivo en los ojos.

- ¡ Vamos mujer, ven aquí guapa ! - coreaban todos a la vez.

- ¡Danos de comer que estamos hambrientos ! - decía un hombretón de barba espesa y rizada.

La muchacha esquivó como pudo los manotazos y los pellizcos con la habilidad de quien no ha tenido que esquivarlos en toda su vida. Las cervezas golpearon la mesa salpicando a los hombres del preciado líquido dorado.

- ¡ Eh !, ¡ cuidado !.- Dijo uno con socarronería.

- Lo siento.- Repuso Liriel incómoda.

Un hombre de barba rubia y carrillos encendidos la agarró por una muñeca y de un empujón, la atrajo hacia sí. Liriel se soltó rauda de las manos de su apresor con una mueca de asco en la cara. Se apartó de ellos como pudo, echándose hacia atrás y dio media vuelta dispuesta a marcharse.

Entonces, de nuevo, otras manos la apresaron por la cintura y de golpe, se vio sentada en las rodillas de un pelirrojo desgreñado.

- ¡ Soltadme !.- Se quejó ella forcejeando con ahínco. A pesar de todos sus esfuerzos esta vez no pudo desasirse. - Pero, ¿quiénes os habéis creído que sois ?. ¡ Soltadme si no queréis que me enfade!.

Las palabras de Liriel divirtieron todavía más al grupo avivando el alborozo.

- ¿ Pero qué tenemos aquí ?.- La asió con más fuerza el pelirrojo.- Una gatita salvaje. Uhmmm...de las que me gustan.

- He dicho que me soltéis.- Repitió ella con el ceño fruncido. Aparentemente nadie habría dicho que estaba asustada, pero lo cierto era que su corazón bombeaba con una rapidez alarmante.- Si no lo hacéis llamaré al posadero y os echará de aquí inmediatamente.

El primer hombre que la había sujetado se rió de buena gana.

- ¿ Teros ?.- Dijo alzando las rubias cejas, incrédulo.- Es un buen amigo nuestro. ¿Verdad Hiwen ?. No haría eso en absoluto.

El pelirrojo asintió mostrando una mella en su dentadura.

- Está bien. Vosotros lo habéis querido.- Liriel se retorció sin conseguir nada más que arrancar otra carcajada del grupo. Se lo estaban pasando en grande a costa de ella. Y gritó.- ¡ Teros !, ¡ Teros !.

- Eh, eh.- La sacudió el hombretón.- No te pongas histérica, muchacha. Sólo nos estamos divirtiendo un rato.- Y aflojó su presa.

Liriel no se lo pensó dos veces. Actuando con rapidez, se soltó del abrazo del pelirrojo, se puso en pie y retrocedió unos pasos todo ello en un par de segundos. Esta vez se alejó de manera que la distancia fuera más protectora que antes.

- ¿ Pero dónde está la hospitalidad de esta posada ?- Fingió sentirse herido el pelirrojo.- Ese viejo posadero cada vez se está volviendo más tacaño.

- Tienes razón.- Le contestó el rubio barbudo.- El año pasado el servicio era más...cariñoso. ¿ Cómo se llamaba esa morenaza ?, ¿No era Melia...o Molly ?...

- Sí. Algo así. - Replicó uno que todavía no había hablado. Su voz era ronca.- Tenía unas enormes...virtudes.

Todos ellos se entregaron de nuevo al jolgorio. Poco a poco las carcajadas dieron paso a una canción obscena, y los puños golpearon al unísono la mesa ruidosamente, marcando cada estrofa.

Liriel enrojeció como la grana y se dio la vuelta. No iba a aguantar allí ni un minuto más. Ya había tenido suficiente de aquella manada de animales.

Dejando atrás a estos se dirigió a la cocina. Esta vez no tuvo problemas para marcharse, pues parecía que los hombres habían perdido todo el interés que habían mostrado por ella. Ahora estaban completamente absortos con la letra de aquella canción.

Muy cerca de las puertas de la cocina, Liriel ya había conseguido recuperar parte de la serenidad. Por lo menos el corazón ya no galopaba en su pecho y su latido era mucho más acompasado.

Una vez dentro intentó mostrarse con dignidad, no fuera que el posadero sospechase nada de lo que verdaderamente había pasado.

Cuando Teros la vio llegar a penas cambió de expresión. Simplemente, se guardó una sonrisa para sí. Evidentemente, las cosas habían sucedido tal y como había supuesto. Por mucho que la chica intentara ocultar tal echo, él podía notarlo con toda claridad.

Sólo había que mirar a Liriel.

El cabello castaño le caía ondulado y desordenado por la cara ; Un mechón rebelde tapaba casi sus ojos, de color verde profundo ; Los tirantes del vestido blanco que llevaba puesto caían lánguidas sobre sus hombros y las piernas le temblaban como dos hojas al viento.

- ¿ Algún problema ?.- Le preguntó él como si tal cosa.

- Oh, no.- Le contestó ella apartándose el cabello de la cara.- Ninguno en absoluto. Ya te lo dije. Pan comido.

Teros asintió con la expresión seria.

Liriel era la peor mentirosa que había conocido.

En su interior, llegó a la conclusión de que la muchacha no le contaría nada y que sería capaz de volver a su trabajo sin chistar si él se lo pedía. También sabía que era lo último que ella querría hacer...por lo menos en esas circunstancias.

Miró a su alrededor.

En la cocina había muchos quehaceres. Bien pensado, la necesitaba allí también.

- Quédate aquí con Gunass y ayúdalo en lo que puedas.- Le dijo.- Cuando te diga que ya no le haces falta, me llamas y te daré otras tareas.

Liriel asintió, sintiendo un gran alivio por las palabras del posadero.

Teros la miró satisfecho. Sentía mucho aprecio por la joven. Esta había aceptado su nuevo trabajo con resignación y no le había dado problemas. Se merecía un descanso de unos minutos al menos, hasta que el ambiente se tranquilizara un poco. Ya se apañaría como había hecho muchas veces antes de ahora.

Liriel se dispuso entonces a ayudar a Gunass.

La muchacha vio marchar al posadero hacia las mesas con los brazos ocupados hasta donde le era posible. Lo observó unos momentos en su que hacer. Un suspiro salió de lo más profundo de su alma. Se alegraba de estar ahí con el cocinero, a salvo de la hostilidad.

Gunass, que también la conocía desde hacía tiempo, se rió al verla.

Al verse observada, Liriel bajó la cabeza avergonzada y se entretuvo cortando un par de zanahorias que esperaban solitarias al lado de un cuchillo de hoja corta.

- No finjas más.- Le dijo él.- Esta cocina tiene una pequeña ventana, ¿ ves ?. Lo he visto todo.

Liriel se sobresaltó.

- Teros...

- No sabe nada, tranquila.- Le aseguró. - Pero no es tonto. Yo diría que me haces compañía porque le has dado lástima.

La joven asintió. Su farsa había fracasado.

Fuera ya de todo fingimiento, dejó salir hacia fuera toda su rabia. Su expresión era una mezcla de cólera e impotencia.

- Quita esa cara , mujer - La reprendió el cocinero.- No son más que unos cuantos hombres de buen humor.

- Eso lo dirás tú. Pero he sido yo la que ha sufrido su “buen humor”.- Se quejó Liriel mientras cortaba las zanahorias casi con furia.- Son unos salvajes.

Gunass alzó una ceja, divertido.

- ¿Sabes porqué llamamos a la posada ”El Río Dorado“?- Le preguntó el hombre.- Porque tenemos la mejor cerveza de todo Winder, la más pura y la más doraba, y por supuesto - dijo orgulloso - la mejor comida.

- No lo dudo. Pero la gente que viene a ella tiene de todo menos clase.

- No seas tan dura.- La reprendió él.- Todo el que quiera puede entrar aquí si tiene dinero para pagar y si no arma escándalo. A mi me da igual que vengan aquí nobles señores o mercenarios si los dos pagan, ¿ entiendes ?. Esto es un negocio.

- No pensé que fuera tan sacrificado.- Dijo Liriel.

- Y no lo es.- Le aseguró él.- Todo es acostumbrarse.

Liriel dudaba de que ella pudiera sentirse totalmente cómoda en este lugar. Se sentía como un pez fuera del agua.

- Toma.- Gunass le tendió unos platos que ya tenía preparados.- Llévalos a la barra para que Teros pueda cogerlos. No le hagamos perder más tiempo viniendo aquí a por ellos.

Liriel los llevó a la barra sin chistar. De un sólo vistazo pudo ver lo llena que estaba la sala.

Hombres de todos los lugares parecían haber aparecido como por arte de magia y ahora estaban sentados en las mesas riendo y comiendo como si hubiesen pertenecido a este lugar de toda la vida.

Liriel supuso que la mayoría serían inquilinos de la posada que se habían despertado por el ruido que habían levantado sus camaradas.

Teros se afanaba por servir con rapidez todas las mesas pero a pesar de ello no daba a basto. Un sentimiento como de culpa recorrió el cuerpo de Liriel y recogió los platos que había llevado a la barra con objeto de servirlos en las mesas. Fue un gesto que le pilló desprevenida incluso a ella.

Evitando mirar hacia el lugar donde se encontraban aquellos inquilinos tan molestos, se mentalizó en hacer lo que debía. Teros dio gracias al cielo cuando adivinó sus intenciones y le indicó con gestos rápidos en qué mesas debía servir cada plato. La labor fue más fácil de lo que había supuesto y la incomodidad que había sentido al principio del día se esfumó por completo.

Pasada media hora Liriel ya estaba completamente agotada y se decía a sí misma que si podía evitarlo, jamás sería la dueña de una posada. No sabía cómo Teros podía aguantar ese ritmo. El posadero rondaba ya los cincuenta años.

Por un momento, cuando se dirigía a la cocina a por más platos, estuvo a punto a de tropezarse con hombre alto y delgado. Iba todo vestido de negro y según observó ella, bajaba de las habitaciones del piso de arriba.

A Liriel le pareció joven, de unos treinta años y bastante bien parecido. Su cabello era rubio oscuro y lo llevaba pulcramente cortado y peinado hacia atrás.

Liriel vio cómo tomaba asiento en una de las mesas más poco iluminadas, en un rincón y en solitario. Después de comprobar que el posadero seguía suficientemente ocupado como para no haberlo visto, se dispuso a atenderlo ella.

El hombre la miró con ojos penetrantes mientras ella se acercaba.

Liriel limpió la mesa con detenimiento y sólo una vez se atrevió a mirar por entre el cabello que le caía sobre la frente. El hombre la seguía mirando, pero su expresión era impasible y difícil de definir.

Se irguió y esperó paciente a que el hombre hablara.

- Muchacha, ¿ Podríais servirme un vaso de vino ?- La voz del hombre era firme pero suave.

- Sí, ahora mismo.- Y añadió recordando lo que acababa de decirle Gunass.- Nuestra cerveza también es muy buena.

El hombre asintió con la cabeza agradeciendo el consejo. No obstante insistió.

- Preferiría un vaso de vino , gracias.

- ¿Estoy oyendo vino, señor ?- La voz de Teros se alzó entre la del gentío.

Este, que había dado por fin con la muchacha, se dispuso a ir en su ayuda. Liriel era todavía una novicia en el oficio y ese cliente en especial parecía ser un señor distinguido. Merecía sin duda un trato especial.

- Tenemos el mejor vino de todo el continente.- Dijo él mientras se acercaba.- Desde luego que nuestra cerveza es buena, pero nuestro vino no tiene nada que envidiarle.- Y añadió dirigiéndose a la joven.- Tráele a este caballero un buen vaso de vino tinto. Y no le cobres. Invita la casa.

Liriel obedeció sorprendida ante las palabras de Teros. Desde que entrara a trabajar con él, nunca había oído que invitara a ningún extranjero ni si quiera a un vaso de agua. ¿Sería realmente un desconocido o era este uno de los clientes que frecuentaban la posada en unas determinadas fechas al año.?.

Cuando llegó a la cocina preguntó a Gunass.

- ¿Quién es ese hombre ?.- Dijo apuntándolo con un dedo.

El cocinero miró en la dirección que le señalaba la joven y se rascó la cabeza haciendo memoria.

- Según creo recordar venía de Aldares, eso está bastante lejos de aquí.

- ¿ Lo conocéis ?.- Preguntó.

- No. Es la primera vez que viene aquí.

- Oh. Pues Teros le acaba de invitar a un vaso de vino. Supongo que del bueno.- Añadió.

Esta vez Gunass abrió mucho los ojos.

- Bueno, a veces Teros hace las cosas por motivos que sólo él sabe.- Y se fijó bien en el hombre de negro.- Tal vez intuya que puede convertirse en un cliente de los que valen la pena. El es un buen negociador y tiene olfato de zorro.

- Pero, ¿A qué habrá venido?.- Continuó ella intrigada -. No parece un mercenario y tampoco un noble a juzgar por sus ropas.

- Oh, Liriel. Si tuviera que hacer preguntas a todos los hombres que se hospedan en la posada, creo que tendríamos que cerrar. En la mayoría de los oficios es de buen juicio seguir el lema de no preguntar nada a nadie.

- ¿Por qué ?. Deberíais saber a quienes dejáis entrar.- dijo ella.

Gunass movió negativamente la cabeza.

- Te equivocas por completo. Si tu estuvieras al pie del negocio sabrías por experiencia de lo que hablo.- Le tendió una jarra de un líquido oscuro y a medio llenar.- Toma el vino y llévaselo. Sírvele bien.

Liriel, que no estaba muy convencida de lo que le había dicho Gunass, obedeció y le entregó el vino al hombre sin hacer más preguntas. Cuando lo depositaba encima de la mesa, miró de soslayo al distinguido cliente.

Sus ojos tropezaron inmediatamente con un colgante que sobresalía apenas un poco de entre la camisa del hombre.

Liriel vio que se trataba de un medallón con la forma de una estrella de cinco puntas. Sobre la punta superior había grabada una palabra que ella no pudo entender. Le pareció precioso. Ya se había dado media vuelta cuando el hombre le habló de nuevo.

- Me preguntaba mientras os miraba, cuál sería vuestro nombre.

Liriel detuvo su avance, sorprendida.

- ¿ Perdón ?, ¿ Qué decíais, señor ?.

- Decía, que vuestro rostro me resulta vagamente familiar.

Tragó saliva.

- Me llamo Liriel, señor. - Contestó al fin.

El hombre asintió y la observó de nuevo con aquellos ojos que parecían verlo todo.

- Es como si os hubiese visto antes.- siguió diciendo él pensativamente.- Sin embargo... ¿ Cómo os apellidáis, joven ?. - Pidió.

- Me llamo Liriel Deandra, señor.- Contestó ella.

El hombre ladeó la cabeza para tener otro ángulo.

Frunció los labios y chascó la lengua.

- Tampoco me dice nada vuestro apellido.- confesó.- Decidme entonces, ¿habéis nacido aquí, en Winder ?.

- Sí, señor. Aunque no soy realmente de aquí.

El hombre sonrió a medias.

- ¿ Podéis ser más precisa ?. - Movió la mano en el aire.- No os he entendido bien.

- Lo siento señor.- Se disculpó Liriel titubeante.- Quería decir que soy de Winder, aunque mi familia viene de Oranda realmente.

- Entonces, ha sido el destino lo que os ha traído a esta ciudad.- Concluyó él.

- Podría decirse así, sí.

El hombre se tanteó la barbilla en un gesto grácil. Liriel estaba comenzando a enrojecer.

- Muy interesante.- Reconoció él y repitió.- Oranda. Hummm...Queda lejos.- Entonces, cambiando de tema, añadió. - Por cierto muchacha, decidle al posadero que necesito que me ensillen mi caballo cuanto antes. He de partir esta misma mañana al mediodía a mucho tardar.

- Sí señor...

- Egolas.- Y completó.- Egolas Oribel.

Liriel asintió más ruborizada todavía.

- ¿ Desea algo más, señor ?. - Estaba deseosa de marcharse de allí. Intuía que debía de estar haciendo el ridículo.

- No, gracias, muchacha. Podéis retiraos.- Le dijo amablemente.

Liriel se retiró prometiendo al extranjero hacer todo cuanto estuviera en sus manos.

Tras el extraño interrogatorio, la muchacha le comunicó las palabras del hombre al posadero omitiendo el resto, que consideraba privado.

Teros la llamó media hora más tarde.

- Liriel, ve ha decirle al caballero que su caballo está listo.

Cuando la muchacha se dirigió hacia la mesa que ocupaba el extranjero, reparó en que ya no estaba allí. Tal vez había ido al establo por propia iniciativa. Sin pensárselo dos veces, se dirigió hacia allí.

El establo estaba situado en la parte posterior de la posada. A simple vista era amplio y de construcción sencilla al igual que la posada. Un abrevadero de forma circular se alzaba en el centro del patio : las piedras que lo formaban tenían un color gris cálido, y eran del mismo aspecto que las que se utilizaban para construir las casas de winder.

Cuatro anillas colgaban de él, repartidas de forma regular, de manera que cada una de ellas tomaba cada una de las cuatro orientaciones en el espacio.

En la anilla orientada al Sur, se encontraba atado un enorme caballo negro de cuerpo poderoso y actitud orgullosa.

Liriel supo de inmediato a quién pertenecía ese caballo tan impresionante, y buscó ávida con la mirada a su dueño.

Entró dentro de los establos, donde media docena de caballos más, estos no tan formidables, comían tranquilos y medio adormilados por el calor del ambiente.

Liriel no veía al extranjero por ninguna parte. Rodeó el establo. La parte trasera de este daba a la maleza.

Las plantas crecían salvajes allí, y formaban parte del bosque de Winder, llamado ”El Interminable“ tal vez porque cuando creías haberlo cruzado, de repente te encontrabas metido en sus mas hondas profundidades. Mucha gente se había perdido allí. Ahora nadie osaba cruzarlo, ni siquiera las gentes de la ciudad tan acostumbradas a los caprichos de la naturaleza extravagante del lugar.

Liriel apartó la mirada del bosque al oír las coces del caballo de Egolas patear más fuertemente el firme. Sus ollares se dilataban nerviosos y coceaba ruidosamente en el suelo de piedra.

De repente el dueño del animal apareció detrás de ella, sorprendiéndola.

- Oh, señor, os estaba buscando. Vuestro caballo ya está listo.- Dijo.

- Gracias joven.- Dijo él acariciando el animal.- Zaltior está inquieto por llegar a casa. Llevamos varios días de viaje.

- Me dijeron que veníais de Aldares.- Apuntó ella.

El hombre la miró divertido al pensar que la muchacha se había tomado las molestias de averiguar de dónde provenía.

- Así es, en efecto.

- Y, ¿a dónde os dirigís ?.

- A varios lugares.- Le contestó él, esquivo.- Hoy aquí...mañana allí.

- ¿ Sois caballero ?.- Le preguntó de nuevo ella, curiosa. - No había visto a nadie vestido así antes.

- ¿ De veras ?. Vaya.

- Debe ser emocionante.- Dijo ella.

- ¿ El qué ?.

- Pues...ser caballero, claro.

El hombre sonrió.

- Yo no he dicho que lo sea.

- Oh.- Se sorprendió ella. Y añadió segundos después.- ¿ No lo sois ?.

- Una joven curiosa, ciertamente.- Le contestó él con cortesía. - Pero he de marcharme ya. Me encantaría seguir aquí hablando con vos pero las obligaciones me reclaman.

El hombre montó en su caballo de un solo salto.

- Hasta que volvamos a vernos.- Continuó él.- Tal vez en otro momento se crucen nuestros caminos.

- A lo mejor. - Le respondió Liriel resignada a que la conversación acabara tan pronto. Aquel hombre era agradable.

El viajero sonrió de nuevo a la joven antes de espolear a su caballo para que se pusiera al trote.

Liriel lo vio marchar durante unos segundos. Luego fue a ver si Teros la necesitaba. Había estado demasiado tiempo en los establos.

Cuando hubo terminado la jornada laboral, Liriel caminó de regreso a su casa pensando en el hombre al que acababa de conocer. Era enigmático pero nada distante como ella había supuesto en un principio. Le había agradado conocer a una persona tan distinta a las demás.

Al final, Teros tenía razón respecto a la gente interesante que se podía conocer en una posada. Ahora ella agradecía haber aceptado ese trabajo, a pesar de que ello le hubiera alejado un poco de su padre, al que a penas veía dos o tres horas al día.

Liriel había conocido a mucha gente desde que entrara a servir en la posada pero aquel hombre era realmente atrayente.

Cuando llegó a su casa, abrió la puerta, todavía inmersa en sus pensamientos.

Su padre estaba de pie, y paseaba nervioso por la estancia. Su respiración parecía agitada y su caminar era casi espasmódico.

Cuando el hombre escuchó la puerta abrirse se sobresaltó como un gato asustado. Liriel vio que sus ojos se abrían como platos unos instantes antes de reconocerla.

- Liriel, eres tu.- Dijo con una voz irreconocible.

- Claro , padre.- contestó ella temiendo que algo pasaba.-¿ Quién iba a ser si no?.

Boreas meneó la cabeza y suspiró.

- Tengo que hablar contigo.- Le dijo.- Siéntate en la silla y escúchame con atención. Lo que tengo que decirte es muy importante.

Liriel tardó en reaccionar. Se sentó en la silla que tenía más a mano.

- ¿ Qué ocurre?.- Preguntó ella.- Estás pálido.

- Eso no importa. - Le contestó pasándose la lengua por los resecos labios.- Tu sólo préstame atención.

- ¿ De qué se trata ?. Me estás asustando.

Boreas se sentó también en otra silla, muy cerca de su hija. Habló en voz muy baja, como si temiera que alguien lo escuchara.

- Sabes que voy una vez al mes a Henna a vender los objetos de la alfarería. Y que iba a ir mañana mismo.

- Si, lo sé.- Contestó Liriel. Su padre le había dicho eso mismo hacía dos días.

- Este mes no voy a ir. Ha surgido algo muy urgente.

Liriel suspiró y se echó hacia adelante en la silla. Los mechones de su cabello cayeron lánguidos.

- Ah, bueno. Se trata de eso. - Se tranquilizó.- Pensé que pasaba algo peor.

Boreas la miró muy serio, sus ojos negros la atraparon.

- Liriel, esto es importante. Debes hacer algo por mí...y por ti.

La joven levantó la vista se nuevo sorprendida, porque la voz de su padre seguía siendo apremiante, temerosa.

- Padre, no te preocupes por el dinero.- Dijo ella intentando comprender.- Con lo que me paga Teros podremos salir adelante este mes. No importa que...

- No se trata de dinero, hija.- Boreas tenía una expresión en su rostro de dolor.- Debo pedirte algo. Pero es pronto, demasiado pronto. ¡ Maldita sea !. No estás preparada. Todavía no.

Liriel sintió cómo las lágrimas venían a sus ojos. Se estaba asustando de verdad.

- Padre...- Su voz era un sollozo. -¿ Qué te pasa ?. ¿ Qué está pasando ?.

El hombre puso su mano sobre el hombro de ella. Sus dedos se hincaron en la carne más de que era su intención.

- Liriel, escucha hija.- Intentó de nuevo.- Debes marcharte con Devin a Henna.

La joven escuchó las palabras de su padre en silencio. Intuía que había más.

- Debes ir con él y quedarte allí un tiempo. ¿ Me oyes ?. Debes quedarte allí.- Insistió.

- ¿ Quedarme en Henna ?. ¿ Cuánto tiempo ?. Ni siquiera la conozco. - Protestó con voz entrecortada.- Nunca me has dejado salir de Winder y ahora me pides que me quede allí. No entiendo, padre.

El hombre se mesó los cabellos con desesperación.

Liriel viendo el gesto, pensó en salir corriendo de allí y buscar a Teros. El era el único que podría calmarlo. Sin embargo, cuando Liriel hizo amago de levantarse de la silla, Boreas clavó sus dedos más fuertemente sobre ella, impidiendo que se moviera.

El hombre continuó hablando, esta vez para sí.

- Pensé que lo había hecho bien. - Se decías.- Pero no ha sido suficiente, no ha sido suficiente. Eleanor, perdóname, te he fallado.

Liriel rompió a llorar.

Las lágrimas que había sostenido salieron al fin después de escuchar el nombre de su madre. Algo andaba realmente mal si su padre lo pronunciaba. Desde que ella había muerto, el nombre de su madre se había convertido en tabú.

Boreas la miró, y su expresión de dolor casi se hizo tierna.

- Dios, te pareces tanto a ella...- Le escuchó decir Liriel por fin. - Sois como dos gotas de agua.

Y al decir eso su rostro se crispó de nuevo por el dolor. Sus ojos la miraron de nuevo con ardor.

- Es un infortunio, un infortunio. El peligro te acecha. Nos acecha a los dos.

A Liriel le costó respirar al oír eso. ¿ Era eso verdad o su padre estaba delirando ?.

- ¿ Qué quieres decir ?. ¿ De qué peligro hablas ?.- Acercó una mano a la frente de su padre. Estaba hirviendo.- Padre, estás enfermo, deja que te cuide. Verás como...

- ¡ No !.- Boreas se levantó de su salto de la silla, rechazando el contacto de su hija. Comenzó a caminar de nuevo por la habitación, dando círculos. - ¡Haz lo que te pido !.- Le gritó.- ¡Vete con Devin a Henna y quédate allí. !

Liriel asintió entre sollozos.

Boreas nunca le había gritado. Estaba fuera de sí.

- Haré lo que quieras, ...pero por favor, cálmate. Iré a Henna si es lo que quieres.

Boreas asintió trastornado y dio un suspiro profundo.

- Eso es. Buena chica. - Dijo bajando la voz.- Ve con Devin.

Liriel intentó dejar de llorar. Cuando consiguió volver a articular palabra su padre hablaba de nuevo. Esta vez más tranquilo.

- Debes ir a Henna. Quédate allí un tiempo, no sé cuanto. El necesario. - Decía a cada paso que daba.- Cuando yo te lo diga, podrás regresar. Hasta entonces no, ¿ has oído ?.

- Si, padre.- La voz de Liriel era un suspiro. No lo miraba.

Boreas reparó por primera vez en que su hija había llorado y parpadeando, de nuevo sumido en el dolor, se arrodilló a su lado. Le sostuvo la barbilla al hablar.

- Lo siento, hija. - Se disculpó.- Perdóname. Sé que no puedes entenderme - dijo -, y yo tampoco puedo explicarte nada, por tu bien. Sólo obedéceme y haz lo que te pido.

- Sí, padre.- repitió de nuevo ella. Seguía sin mirarlo.

- Siento haberte asustado. Pero yo he de marcharme también y no puedo llevarte conmigo.- Siguió él.- Debemos seguir caminos separados hasta que yo te mande llamar. Pero no te preocupes,- añadió.- Yo siempre sabré dónde estás tu. Cuando el peligro haya pasado volveremos a estar juntos.

Liriel levantó la cabeza y se atrevió a mirar a su padre a los ojos. ¡ Cuánto sufrimiento había en ellos !.

- Sé que haces esto por algo muy importante.- Dijo ella susurrando.- Y que ese algo te llena de pavor. Ignoro qué es y no voy a preguntártelo. Haré lo que me pides, sin más.

- Gracias, hija. Tienes un gran aplomo.- Le dijo.- Vas a necesitarlo de ahora en adelante. No voy a poder protegerte.

Liriel quiso preguntarle que de qué, pero se abstuvo de ello. En cambio, dijo :

- Me debes una explicación, padre.

Boreas asintió.

- A su debido tiempo, hija. A su debido tiempo.

Liriel asintió.

- ¿ Y a dónde vas a ir tu ?.- Quiso saber ella. Desde que tenía uso de razón Boreas tampoco había salido de Winder excepto para vender las mercancías y para poca cosa más.

- Eso no puedo decírtelo, hija.- Continuó él.- Pero he de marcharme lejos.

- De acuerdo.- acedió ella.- pero dime al menos qué es lo que tiene tanta fuerza para separarnos a los dos, y de esta manera tan dolorosa. - Pidió lastimera.- ¿ Quién o qué tiene tanto poder para ello ?. ¿Cuál es la naturaleza de tu temor por los dos ?.

Boreas guardó silencio impertérrito.

Liriel pensó por unos instantes que su padre tampoco iba a contestar a eso. Sin embargo, tras unos instantes, este se llevó una mano al bolsillo y tiró en cima de la mesa un papel arrugado.

Ella lo tomó en sus manos, lo alisó despacio y lo observó detenidamente.

Liriel sólo pudo ver unos garabatos escritos en él, algo que no comprendía y que sin duda parecía un dibujo infantil. A pie de página había un símbolo extraño : Se trataba de dos guadañas superpuestas y opuestas a su vez, dentro de un doble círculo. Parecía haberse estampado con un anillo y algo de cera caliente. Como si representara la insignia del que había dibujado tan extraños garabatos a modo de firma.

Si no hubiera sido por lo escabroso de todo lo que la rodeaba, se hubiera echado a reír de buena gana. No obstante, se mantuvo seria. Miró a su padre y este le devolvió la mirada a su vez. Una mirada vacía.

Boreas tampoco le iba a dar una explicación para ello.

Liriel miró de nuevo aquellos garabatos y acto seguido hizo una bola con el papel. Se levantó de la silla y lo introdujo en su vestido.

Su padre se acercó a ella y le dio un beso en la frente.

- Te quiero hija.- Dijo.- Algún día habrá una explicación para todo.

Ella le devolvió el beso y se marchó silenciosa a su habitación.

A la mañana siguiente, Boreas ya no estaba allí. No había ningún mensaje en la mesa, no había habido ninguna despedida. Simplemente, su padre se había marchado.

La había dejado sola.









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