sábado, 1 de diciembre de 2007

El Círculo del Poder - Capítulo 6



EL CIRCULO DEL PODER

Capítulo 6 - El Carruaje Desaparecido






Los cascos de los corceles golpeaban ruidosamente el suelo de piedra de la ciudad de Trempos. Venían cansados y sudorosos, y los animales tiritaban bajo el frío viento que se levantaba.

Sir Ulquier y sus hombres regresaban al castillo de Rinos después de haber tenido que salir tan precipitadamente de él. La llamada había sido una falsa alarma y además de agotados se sentían levemente molestos.

Los paladines habían recibido la noticia de que un carruaje al que debían proteger pasaría con seguridad por las afueras de Trempos en muy poco tiempo. Sir Ulquier había alertado a los paladines nada más recibirla. Era su deber acudir a la cita. Muy pocas veces su viaje era en vano. Pero hoy había sido una de esas veces.

Sir Ulquier y sus hombres habían esperado pacientemente en el sitio convenido durante horas. Ningún carruaje había pasado y tampoco vino ningún correo con una contraorden. Pensando que este se había retrasado en su horario y que podía pasar de noche, se quedaron allí vigilando el camino.

Al día siguiente aun permanecían en el mismo sitio. Montaban guardia y realizaban maniobras de inspección continuamente.

Esperaron de nuevo bajo el sol. Los paladines recorrieron el lugar en todas direcciones y durante todo el día. Cansados y sin haber obtenido éxito se volvieron sobre sus pasos.

Las calles de Trempos estaban desiertas. Todo el mundo se encontraba en su casa. Era muy tarde, probablemente había pasado ya la media noche. La vida de un paladín nunca era fácil, se dijo Ulquier, y a menudo estaba llena de decepciones como estas.

Tal vez fuera por el frío de la noche, por la labor infructuosa o por ambas cosas. Lo cierto era que todos se sentían incómodos. Pasaron por las calles de la ciudad acompañados tan solo por las respiraciones de sus monturas y el repiqueteo de sus cascos.

El ánimo era en general de decepción, ofuscación e incertidumbre.

- Sir Ulquier.- Le habló un compañero de orden en voz baja, el que estaba a su lado derecho.- ¿Creéis que ha sido realmente una falsa alarma?. Quiero decir, que no se haya tratado de una maniobra encubierta.

- No sé qué contestaros.- Le respondió.- Tengo varias hipótesis.

- Señor.- Dijo otro paladín llamado Banegun.- ¿No sería probable que alguien nos hubiera querido retener en ese lugar a propósito?.

- Es en lo primero que pensé cuando ya llevábamos allí unas dos horas.- Afirmó Ulquier.- Pero por más que lo he pensado, no podría entender los motivos.- Argumentó.

- Tenéis razón, señor.- Contestaron al unísono ambos paladines. Y añadió Hirow.- Ya hemos pasado por esta situación antes. Tal vez seamos demasiado recelosos.

- ¡ Eso es por que tenemos mente de guerreros !.- Un paladín espoleó a su corcel y avanzó filas uniéndose a la conversación. A la luz de la luna cualquiera hubiera dicho que se traba de un bárbaro por lo tosco de su apariencia. Su voz era ronca, fuerte y colérica.- Siempre preparados para lo peor. No me molestaría enzarzarme con cualquiera si se atrevieran a atacarme.

- Eso nadie lo pone en duda, Lanver.- Le contestó Banegun a medio sonreír.- En lugar de paladín, deberíais haberos hecho guerrero. Hace más justicia a vuestro carácter.

- ¡Es que me ponen furioso estas falsas alarmas !.- El paladín hizo un gesto brusco con la mano, golpeando el aire.- Yo soy un hombre de acción. Prefiero partirme la cara con alguien que servir de monigote de esos estúpidos y patéticos ricos que alquilan nuestros servicios.

- Estoy de acuerdo contigo camarada.- Dijo Banegun.- Además esta incertidumbre me exaspera.

- ¿Por qué nos habrán llamado para luego dejarnos y no avisarnos siquiera?.- Preguntó Hirow. - ¿Pero qué se han pensado?. ¡ Nosotros somos paladines !

- ¡Eso !. - Lanver gruñía enfadado.- ¡ Les machacaría a todos sus nobles cabezas de un puñetazo!.

- Caballeros, por favor, comportaos como es debido. Como bien ha dicho Hirow, ante todo somos paladines y no borrachos de taberna.- Intervino Ulquier molesto por el griterío que se estaba formando a su alrededor.- Mañana encontraremos una explicación a todo esto. No vale la pena alterarse.

- Sir Ulquier tiene razón.- Dijo Banegun secundando a su superior.- No vamos a resolver esto poniéndonos nerviosos. Siempre que nos encontramos en la misma situación decimos las mismas tonterías.

- Alguna vez tenemos que dar en el clavo.- Apuntó Hirow un poco avergonzado por su comportamiento.- ¿Recordáis aquella vez que nos cercaron, en Maltia ?.

- No seáis cenizo, Hirow.- Lo reprendió Banegun haciendo el signo de Kiril.- Decir esas cosas es de mal agüero.

Hirow se encogió de hombros.

- Como queráis,- dijo - sólo apuntaba que por simple regla de tres ...es cuestión de nos toque alguna vez. La suerte no nos va a acompañar siempre.

- Si a esto lo llamáis suerte, compañero,- Se quejó Lanver - prefiero no tenerla. Me duele la espalda de estar tanto tiempo vigilando si ese maldito carruaje iba a pasar. Las noches a la intemperie no le sientan bien a mis huesos.

- Eso es porque son viejos.- Dijo divertido Hirow.

- ¿Queréis ver lo en forma que están ?.- Lanver se irguió ofendido sobre su caballo y enseñó un puño amenazador.- Me he quedado con las ganas de atizarle a alguien.

- No seáis críos, por favor.- Se quejó Banegun.- Estoy deseando llegar a Rinos por no tener que escucharos más.

- Entonces me iré a hacer compañía a la retaguardia.- Dijo Lanver en tono despectivo dando la vuelta al caballo.

Banegun miró ofendido cómo se marchaba.

- Estáis sacando las cosas de quicio.- Ulquier no quería que hubiera mal ambiente entre ellos.- Dejadlo ya. - Y añadió cuando Lanver ya estaba lejos dirigiéndose a todos.- Desde que él ha entrado en nuestra orden vuestro comportamiento deja mucho que desear. Que sea la última vez que presencio un altercado de estos. Y ya es la segunda vez que os llamo la atención en esta noche. Quiero auténticos paladines a mi lado, honorables y valiosos.- Y continuó.- Y tampoco quiero más quejas sobre el asunto del carruaje. Nuestro deber es cumplir con nuestra misión, sea lo duro que sea y el tiempo que haga falta, ¿está claro ?.- Y añadió con seriedad.- El próximo que se comporte indebidamente será expulsado de la orden con deshonor.

Los paladines aceptaron con aplomo la amonestación que les acababan de dirigir. Ciertamente, se habían dejado llevar por la contagiosa grosería del paladín Lanver.

- Por otra parte - continuó más suavemente Ulquier -, hablaré en privado con el paladín. Si no cambia de actitud correrá el destino que os acabo de describir. No toleraré que el desorden irrumpa en nuestras vidas.

El silencio se hizo de nuevo hasta que alguien llamó desde atrás.

- ¡Señor, alguien nos sigue !- Era precisamente Lanver, que se había colocado el último.- Viene a lo lejos.

Sir Ulquier se giró, refrenando su montura y aguzó la vista.

Era cierto. Una oscura sombra se acercaba a ellos a galope tendido. Parecía querer reunirse con ellos.

- Deteneos, camaradas. Tenemos compañía.- Dijo.

- Parece uno de los nuestros, señor.- Dijo Hirow fijándose también.

Todos esperaron impacientes mientras la silueta de un hombre alto se definía a lo lejos. El caballo era muy veloz a juzgar por las numerosas piedrecitas que levantaba al pasar. Cuando el jinete estuvo más cerca y la luz de la luna iluminó su rostro, Ulquier exclamó asombrado.

- ¡Egolas !, ¡Por Kiril!.- Cuando el recién llegado frenó el galope de su montura y estuvo a medio metro de Ulquier, abrazó a su amigo con efusividad.

- ¡Ulquier !.- El paladín se retiró después un poco para saludar a los demás.- Compañeros. Os he venido pisando los talones desde hace un tiempo.- Dijo.

- Te esperábamos ayer.- Le Dijo Ulquier emocionado.- ¿Por qué te has retrasado?, ¿fue todo bien ?.

- Es una historia muy larga. Os lo contaré luego.- Se excusó él.- Pero, ¿adónde vais ?.

- ¿ No te lo ha dicho Ariana ?.- Preguntó extrañado Ulquier.

- No he ido todavía al castillo. - Le informó. - Os vi de lejos y fui tras vosotros. Ahora mismo me dirigía hacia allí.

Ulquier frunció el ceño.

- Entonces no sabéis lo que ha ocurrido.- Dijo. Y Le explicó todo muy brevemente interrumpido de vez en cuando por los demás paladines que también querían poner su granito de arena en la conversación.

- ¿ Qué habéis pensado al respecto ?.- Quiso saber el recién llegado.

- Por aquí se baraja de todo.- Le informó Ulquier.- Desde que ha sucedido una falsa alarma, hasta que ha podido ser alguna estratagema para retenernos allí. No hemos llegado a ninguna conclusión.

Egolas se llevó una mano a la barbilla.

- Desde luego, el asunto parece complicado.

- Tenemos tan poca información...- Dijo Hirow.

- Podrían haber surgido problemas con el carruaje.- Comentó para sí Egolas.- Pero entonces, ¿por qué no ha venido nadie a avisaros para que os marcharais ?. Hubiera sido lo más apropiado. No se puede tener a toda una tropa detenida dos días seguidos en el mismo lugar. Aparte de que es una pérdida de tiempo, lo considero peligroso.

- Pienso lo mismo.- Lo secundó Ulquier.

Egolas sacudió la cabeza.

- Lo mejor será que lo pensemos mañana. De día se ve todo con mayor claridad.- Concluyó.

- Sí, vayámonos ya.- Dijo Sir Ulquier dando por terminada la conversación.

Los paladines se pusieron en marcha.

Sir Ulquier y Egolas iban al frente seguidos por los demás compañeros. La noche era fría y Todos ellos estaban cansados. Llegaron en poco tiempo.

Jumar salió a recibirlos y a atender a sus caballos.

Cenaron frugalmente y en silencio. Ariana y Liriel no se dieron cuenta de que ya habían llegado hasta que fue de día de nuevo.

- ¡Por Kiril !- exclamó Ulquier cuando tuvo a Liriel delante de sus ojos.- Eres la viva imagen de ...

- Sí, el parecido es asombroso.- Dijo Egolas.- La primera vez que la vi no logré identificarlo, incluso más tarde. Ariana ha sido tan gentil de aclarármelo.

- Y decidme joven.- Interpeló Ulquier a Liriel.- Decís que vuestra madre se llamaba Gevena y que vuestro padre se llama Boreas.

- Sí, señor. - repitió Liriel por segunda vez.- Se que mis padres se trasladaron a winder un año antes de nacer yo, donde vivimos ahora. Nos ganamos la vida como podemos. Siempre hemos llevado una vida de lo más normal.

Ulquier, Egolas, Ariana y Liriel estaban reunidos en la sala donde el día anterior habían hablado las dos mujeres. Se habían sentado en los cómodos sillones. Ulquier y Egolas en uno y Ariana y Liriel en el otro.

Por la mañana los tres paladines habían mantenido una conversación privada y se habían puesto al corriente de diversos asuntos, entre ellos lo ocurrido el día anterior respecto al misterioso carruaje, la precipitada misión de Egolas y por supuesto habían hablado largo y tendido de la muchacha.

Ulquier no dejaba de mirar a la joven y a su hermana de hito en hito.

- No puedo creer que haya muerto Nereida. Tal vez Nereida y la madre de Liriel no sean la misma persona.- Dijo Ulquier a su hermana.- Es posible que el parecido sea sólo una coincidencia.

- No lo creo hermano.- Intervino Ariana segura de lo que decía.- Tengo buenos fundamentos para pensar que hay un parentesco muy directo entre la sacerdotisa y la muchacha. Además, el que le ocultaran la verdad a Liriel fortalece más aún mis sospechas.

- ¿ Creéis que es hija de Kelmor ?.- Preguntó Ulquier.

- Sí, lo creo.- Ariana ataba cabos mentalmente.- Estoy segura de que ambos buscaron el anonimato por algún motivo de peso. Y por supuesto ocultar su identidad a todos incluso a su propia hija es de lo más sensato dadas las circunstancias en las que desaparecieron.

- Aunque fuera así, hay algo que no me acaba de cuadrar.- Ulquier miró a Liriel.- ¿Por qué han guardado silencio tantos años?. ¿Y por qué no escribieron ni siquiera a Travis ?. El se merecía más que nadie una explicación.

- Eso ya es algo personal. No nos pertenece a nosotros saberlo.- Dijo Ariana.- Te repito que habrán tenido motivos importantes. Créeme Ulquier, mi instinto me dice que no nos equivocamos.

Liriel se sentía incómoda y muy confusa.

No entendía toda la conversación, pero el hilo que seguía la misma estaba muy claro. Era patente que la semejanza de su aspecto físico y el de esa mujer llamada Nereida era la clave de todo.

Ariana que estaba a su lado, apoyó cariñosamente una mano sobre su hombro.

- Me imagino que al venir aquí no esperabais encontraros con esto.- Le dijo en un tono conciliador.- Mucho me temo que nuestra alegría por desenredar un asunto del pasado que habíamos perdido la esperanza de resolver, os cause a vos una gran inquietud.

- Sí, es verdad.- Dijo Liriel en un susurro.- Entiendo en parte lo que decís pero no puedo creérmelo. Me da la sensación de que se menos de mis padres que vosotros. Es una sensación tan extraña y triste a la vez...

Calló apesadumbrada y miró después a todos los presentes como si quisiera buscar un apoyo firme. Cuando se encontró con la mirada de Egolas, su expresión cambió entonces a otra que rogaba alivio.

Egolas se dirigió a la mujer paladín, incómodo por el sufrimiento de Liriel.

- Ariana, me pregunto si no sería mejor hablar de esto claramente.- Propuso.- Tal vez tendríamos que contarle toda la historia desde el principio.

Ariana ladeó la cabeza al meditar la propuesta.

- Nosotros no sabemos mucho más que ella, Egolas. - Dijo ella.- Si os sirve de consuelo, he mandado un mensaje a Travis para que venga lo antes posible. Si es verdad lo que decimos, le espera también un trago amargo.

Egolas se encogió de hombros, impotente.

- Entonces no tenemos por qué darle más vueltas al ovillo.- Dijo mirando a Liriel. Su sentido práctico acudía a él en cuanto se respiraba en el aire un poco de tensión. - No os preocupéis. No hay motivo para ello sea cual sea el sentido que tomen los acontecimientos. Lo importante es que estáis aquí y que no podríais haber elegido estar en mejor compañía. Siempre hay que mirar hacia adelante sin importar cual sea tu pasado. Os lo digo por experiencia.

Liriel suspiró y le sonrió agradecida. Confiaba en Egolas.

- Me han ocurrido tantas cosas extrañas en estos días...- Comenzó a decir ella. - Creo que me siento así porque todo ha ocurrido muy de prisa.

- Estoy seguro.- Dijo Egolas.- Espero que con el paso del tiempo estas experiencias os valgan la pena.

Los dos se miraron directamente a los ojos.

Por unos instantes fue como si estuviesen solos, de nuevo en Henna.

Ulquier que había permanecido en silencio por un tiempo, intervino de repente quitando dramatismo a la escena. Su voz sonó demasiado alta para el momento.

- Y yo espero que Jumar haya preparado ya la comida.- Dijo. Y añadió con voz ronca.- Me ruge el estómago.

Egolas se unió al ánimo de su amigo y le dio una sonora palmada en la espalda. Ulquier tenía una forma inoportuna de ser que paradójicamente resultaba oportuna en según qué momentos.

Y este era uno de ellos.

- Como en los viejos tiempos. Mi buen amigo Ulquier sólo piensa en comer.

Los compañeros se rieron de buena gana. El ambiente se relajó.

Ariana y Liriel se levantaron de los sillones y se retiraron cortésmente dejando a solas a los dos paladines en la sala.

Una vez fuera, Liriel se separó de Ariana alegando que tenía un ligero dolor de cabeza y se retiró a su habitación. Se quedó en ella por espacio de varias horas hasta bien entrada la tarde.

Ya anochecía cuando alguien llamó a su puerta. Liriel se incorporó de la cama en la que estaba tendida con Osses y se arregló el cabello y las ropas como pudo antes de responder.

- Adelante.- Dijo cuando estuvo lista.

Era Egolas. El paladín tenía el mismo aspecto regio de siempre.

- Hola Liriel. ¿Puedo pasar ?. - Le preguntó.

- Claro, sentaos por favor.- Le dijo ella ofreciéndole una de las sillas de la habitación. Liriel se sentó a su lado en la otra. - ¿Qué puedo hacer por vos ?.

- Esta vez no he venido a pediros nada.- Dijo Egolas tomando asiento.- Sólo quería veros. Desde que llegué de Seymour no hemos tenido tiempo de hablar a solas.

- Oh. ¿ Y cómo os fue vuestro viaje ?.- Le preguntó.

- Sin problemas.- Le dijo él.- Entregué el mensaje como se me pidió. No tuve ningún percance en el camino.

- Me alegro.

Egolas notó en el tono de voz de la muchacha que no estaba de muy buen ánimo. Seguramente le había afectado la conversación que habían mantenido durante la mañana.

- ¿Cómo estáis?. - Tanteó.- Respecto a lo de antes, me refiero a lo de Nereida...

- No quiero hablar del asunto, Egolas.- Pidió. Liriel se giró un poco en la silla y se quedó sentada de lado. - ¿ Veníais a eso ?.

- No.- Dijo él.- Quería agradeceros una vez más el que me hayáis prestado vuestra ayuda. Pocas personas habrían hecho lo mismo de estar en vuestra situación.

- Como antes dije a Ariana, hice lo que debía.- Liriel miró a Egolas.- Mi única recompensa es el saber que he prestado un buen servicio. Nada más.

Egolas sonrió a medias. Se apoyó en la mesa redonda que los separaba acercándose más a la joven.

- En eso discrepo. - Dijo. Y le tomó la mano.- Os prometí enseñaros Trempos en cuanto tuviera ocasión.

Liriel se sonrojó y se soltó de las manos del paladín. Su contacto le turbaba.

- Si, es verdad.- recordó.

- Entonces, ¿ os parecería bien si mañana por la mañana salimos a dar un paseo por la ciudad ?.- Le preguntó él.- Las calles de su casco antiguo son dignas de ver. Lo pasaréis mejor que aquí encerrada en el castillo.

Liriel se lo pensó.

- Vamos, aceptad. Quisiera demostraros que no soy desagradecido.

- No tenéis que hacerlo por eso.- Dijo Liriel dándose importancia.

- No. Pero me encantaría que me vieran con una muchacha tan hermosa como vos.

Liriel lo miró esta vez incrédula.

En la cara del paladín se pintaba una sonrisa.

- De acuerdo. - Aceptó ella. - Pero que sólo sea para haceros un segundo favor.- Dijo bromeando.

- Recordad que me lo pedisteis vos.- Le hizo notar él ladinamente.- Además no se que haría se tuviera que devolveros tantos favores. Me ponéis en un aprieto.

Liriel sonrió.

El buen humor de Egolas la estaba contagiando.

- Tenéis toda la razón.- Dijo ella.- Acepto vuestro ofrecimiento.

- Entonces os espero mañana en los jardines del castillo después de desayunar.- Dijo Egolas levantándose de la silla y dirigiéndose hacia la puerta.

- Allí estaré. Sin falta.

Egolas sonrió a la joven y desapareció tras la puerta de su habitación.

Liriel se recostó en la silla y con la mirada fija en la ventana se perdió en sus pensamientos. Sea como fuera, la verdad era que no se había arrepentido de nada de lo que había hecho a pesar de los sin sabores. Como le había dicho Egolas esa misma mañana, siempre había que mirar hacia adelante y Liriel estaba dispuesta a hacerlo.

No se rendiría ahora.





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