sábado, 1 de diciembre de 2007

El Círculo del Poder - Capítulo 8










EL CIRCULO DEL PODER


Capítulo 8 - Las Dudas de Liriel








Cuando Liriel abrió los ojos, se encontraba recostada en la cama de su habitación. Alguien, tal vez Egolas, la había llevado a ella después del haberse desmayado. A penas recordaba nada de lo ocurrido, lo único que se mantenía en su confusa mente era la terrible sensación de desamparo que había sentido en esos momentos. No quería volver a pensar en ello, ni siquiera para ordenar tantos pensamientos que revoloteaban fuera de su control y que le exigían constantemente que les prestara atención.

Estaba cansada de tanta intriga y sufrir tantas emociones fuertes. Que ella pudiera recordar, ésta había sido la primera vez que se había desmayado. Jamás le había ocurrido algo semejante. Y era horrible. No quería que ello volviera a repetirse.

Pero, ¿cómo iba a hacer para despejarse, para olvidar ?. Estaba continuamente rodeada por todos aquellos que de alguna que otra manera estaban cambiando su destino.

Desde que conociera a Egolas, la tranquila y apacible vida que había llevado se había esfumado de golpe. Siempre había deseado salir de Winder y vivir su propia vida como si fuera una aventura, y ahora que lo había conseguido, de repente todo se le hacía excesivamente acelerado.

Necesitaba tiempo. Tiempo para asimilar tantas cosas.

Primero estaba la extraña petición de su padre, a la que no había dado más vueltas para evitar sufrir; Después el haber abandonado a Devin en Henna con sólo una nota en un escritorio solitario, para marcharse con un desconocido a una ciudad desconocida y repleta de gentes desconocidas.

Todo aquello era descabellado.

En un principio había creído que estaba preparada para ello, que ya había llegado su hora de madurar, de tomar sus propias decisiones por arriesgadas que fueran. Pero ahora mismo, en aquella habitación que se le antojaba extraña, ya no estaba tan segura de que hubiera obrado bien.

No se arrepentía de nada. O eso se decía constantemente a ella misma, a lo mejor, para darle algún sentido a todo lo que había ocurrido. ¿ Acaso se estaba engañando a sí misma ?. ¿ Habría cometido un error al enzarzarse en semejante lío ?.

No. No podía abandonarse a las dudas ahora. Todo estaba ya hecho y no había vuelta atrás. Debía enfrentarse al futuro con valentía. Tenía que elegir su próximo camino, la llevara a donde la llevara. Pero no sabía qué camino tomar.

Liriel se sentó en la cama y dejó que sus ojos quedaran fijos en la puerta de la habitación. El silencio era denso y la soledad la rodeaba por todas partes.

Recordó entonces la conversación que había mantenido hacía unos instantes con Ariana. Le había prometido que iría con ellos de viaje con la misma actitud que uno podía decir que ya había salido el sol. Ni siquiera había indagado a dónde irían, ni si era conveniente que fuera con ellos. Había aceptado así sin más. Sin hacer demasiadas preguntas, como si todo aquello no fuera con ella.

Bajó los ojos y miró al suelo. Se llevó las manos a la cara y suspiró.

Tal vez estaba actuando demasiado a la ligera. Necesitaba pensar. Ya no se sentía tan segura de los pasos que daba. Su cabeza estaba hecha un torbellino.

Liriel se levantó finalmente de la cama. Se calzó y se arregló el vestido antes de salir de la habitación. Cerró la puerta tras de sí.

No había dado ni dos pasos cuando un ladrido hizo que diera media vuelta. Abrió la puerta y sonrió.

Osses estaba allí sentado, con un montón de plumas blancas metidas en la boca y con la lengua colgando. Su cola se movía de un lado a otro, barriendo el suelo.

Liriel había estado tan absorta en sus propios pensamientos que no se había dado cuenta que no había estado sola en absoluto.

Miró al animal con cariño.

- Osses.- Le dijo suavemente.- Ya has estado jugando de muevo con mi almohada, ¿eh ?. ¿ Etabas debajo de la cama ?.

El perro ladró dos veces como contestación.

Las plumas que llevaba encima revolotearon a su alrededor. Una de ellas alzó el vuelo para volver a caer de nuevo en su hocico. El animal emitió un corto aullido y se puso bizco. Finalmente removió la cabeza haciendo caer la pluma, abrió la enorme boca de dientes blancos y se la comió.

Ella rió por lo bajo y acarició las lánguidas orejas del animal.

- Anda, vámonos.- Le dijo cerrando de nuevo la puerta.- Vamos a tomar un poco de aire fresco.

Liriel observó cuidadosamente los pasillos del interior del castillo. Si quería no perderse debía de atender por dónde pasaba. Tras unos minutos de dar vueltas a la derecha y luego a la izquierda, llegó hasta la entrada principal del castillo.

La luz le dio de lleno en el rostro y se llevó una mano a los ojos para protegérselos. Cuando se acostumbró a los reflejos del sol, entonces observó lo ocurría en el patio.

Los paladines se movían de un lugar a otro, llevando caballos de las riendas, transportando alforjas, trasladando cubetas de agua y otro son fin de cosas. Se estaban preparando para el viaje.

Liriel buscó con la mirada a alguien conocido. Era difícil dar con el paladín porque todos sus compañeros de orden vestían exactamente igual que él. Tras unos momentos de búsqueda se dio por vencida. Tampoco vio a Ariana ni a Ulquier, aunque creyó reconocer a Jumar, el escudero.

Este último estaba cubierto de sudor, con las mangas de la camisa arremangadas hasta los codos y ayudando en todo lo que podía a sus señores. Los paladines se cruzaban sin molestarse, cada uno inmerso en su propio que hacer, pero cuando veían a Jumar le daban una u otra orden. Así que el escudero era aparentemente el que más ajetreo estaba sufriendo.

Liriel observó unos instantes más a los hombres.

Era un espectáculo digno de ver cómo éstos se organizaban tan limpiamente para llevar a cabo la faena con tanta precisión y ligereza. A ella le recordaron un reguero de hormigas. Todos hacían su trabajo con decisión y sin titubeos.

Liriel se lo pensó un par de veces antes de avanzar hacia el interior del patio. Quería preguntarle algo a Jumar, pero no se atrevía a molestar en esos momentos.

Esperó pacientemente hasta que las idas y venidas de los paladines se hicieron menos frecuentes y aprovechó entonces para dirigirse hasta el escudero. Este ni siquiera la vio venir y estuvo a punto de derramar una cubeta de agua encima de ella cuando realizó un giro repentino.

Jumar paró en seco el gesto y el agua le salpicó la cara y parte de la camisa.

- Oh.- Exclamó sorprendido.- Perdonad señora, no os había visto llegar.

- No, perdonad vos. Os habéis empapado por mi culpa.- Dijo Liriel avergonzada.

- No tiene importancia.- Dejó la cubeta en suelo y se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano.- Al agua es ahora mismo lo que menos me importa.- Reparó en su aspecto.- Espero que disculpéis cómo me encuentro, me hace falta un baño.

Ella sacudió la cabeza.

- Estáis trabajando, señor. Tal vez no he debido molestaros.

- No es ninguna molestia.- Aseguró.- Decidme a qué habéis venido. ¿En qué os puedo ayudarla ?.

Liriel hizo una mueca y desvió la vista.

- Me estaba preguntando...- comenzó -, si sabéis algo de un lugar llamado “ Fuego Fatuo”?.

Jumar arrugó el ceño y se rascó la cabeza haciendo memoria.

- Fuego fatuo...,fuego fatuo ..., sí, se trata de una taberna.

- ¿ Estáis seguro ?.- Quiso saber ella.

- Bueno, creo que he ido un par de veces. ¿ Por qué lo preguntáis ?.

- Alguién me nombró ese lugar.

- Si, es un lugar de reunión. - Le explicó el escudero.- No es la mejor taberna de Trempos pero he oído que a veces realizan funciones de teatro y cosas por el estilo.

Liriel asintió.

- Si, eso me encaja.

Jumar la observó confuso. No quería preguntar nada, pero le daba la impresión de que la joven estaba meditando algo.

- Jumar.- Dijo ella sacándolo de dudas.- Voy a ser sincera con vos.

- Os escucho, señora.- Se cruzó de brazos.

- El mismo día que entré en este castillo conocí a un bardo.- Le explicó -. Me acompañó hasta aquí mismo, ¿ lo recordáis ?.

Jumar asintió.

- Sí, señora.- Se pasó una mano por la cara.- Aquel hombre de cabellos rizados y ropas tan chillonas. Sí,- repitió -, me acuerdo porque me llamó la atención ver a un paladín acompañado de un...- el escudero no sabía como definirlo -, cantor.- Dijo al fin.

Liriel sonrió.

- Sí, a ese me refiero. Lo que ocurre es que quisiera verlo otra vez y si algún paladín preguntara por mí...

El escudero entendió.

- ¿ Cuánto tiempo vais a estar fuera ?

- Sólo un par de horas.- Se encogió de hombros.- Tal vez menos. No quiero que nadie se preocupe por mí si no me encuentran aquí.

- No os preocupéis. Si me preguntan diré que habéis salido a dar un paseo.

Liriel sonrió.

- Gracias, Jumar. Me hacéis un gran favor.- Y sin que el escudero se lo esperara, la joven le dio un beso en la frente.- Ah - recordó -, y perdonad cuando os mentí diciendo aquello de que yo era...ya sabéis, un paladín.

Jumar hizo un gesto con la mano, como si apartara las moscas.

- No hay nada que perdonar.- Le dijo.- Al fin y al cabo, yo no soy más que un escudero. Mi trabajo es atender a quien entre por estas puertas sea paladín o no.

Liriel asintió.

- Gracias otra vez.

Dio media vuelta dirigiéndose a las puertas del castillo.

- Señora.- La llamó él mientras cogía la cuba de agua de nuevo.

Liriel se giró.

- ¿ Qué ocurre ?.

- Para ir a “ fuego Fatuo”- le indicó él -, debéis torcer primero dos veces a la derecha y luego una a la izquierda nada más salir del castillo. Cuando lleguéis a una pequeña plazoleta, entonces mirad a vuestro alrededor. La encontraréis en seguida.

Liriel asintió para hacerle entender que lo había comprendido. Se giró de nuevo y salió por las puertas del castillo acompañada de nuevo por Osses, su fiel acompañante.

Tardó mucho menos tiempo del que había pensado, para llegar a la plazoleta que le había mencionado Jumar. Efectivamente, un cartel que ponía “ Fuego fatuo “ se recortaba claramente en uno de los locales.

Liriel se dirigió hacia él, se paró unos instantes ante sus puertas y palmeó un par de veces el dorso de Osses.

- Entremos.- Dijo hablando más para sí que para el animal.- Veamos si a sido buena idea venir hasta aquí.

Y acto seguido entró en su interior.

Un ambiente anaranjado, cálido, la recibió. Debido a que la taberna no tenía más que una pequeña ventada a su fondo, en lo alto de la pared, la luz entraba muy tenuemente por ella, sumiendo al lugar en las penumbras.

Nada más pasar, Liriel advirtió que las tinajas de barro rojizo, de esas que son grandes y pesadas, formaban una parte importante de la decoración. Había por lo menos siete u ocho de ellas repartidas por la estancia. Un grupo de ocho, de diferentes pero proporcionados tamaños, se situaban en una de las esquinas haciendo compañía a una gran mesa redonda, brillante y solitaria. En lugar de sillas o bancos donde sentarse, habían pequeños barriles vacíos a modo de taburetes.

Otras mesas más pequeñas, con menor número de barriles a su alrededor, terminaban de ocupar el lugar. También observó Liriel que el techo de “ Fuego fatuo” estaba construido al completo por enormes vigas de madera oscura y atravesada. Y que sus paredes, de piedra, contenían numerosos grabados sobre ella.

La taberna no estaba muy llena, sólo habían unas cuantas personas tomando un tentempié, en silencio y calmadamente. El posadero se recostaba sobre un codo encima de la barra, mientras que con la otra mano tamborileaba con los dedos aparentemente aburrido.

Osses dio un potente ladrido, reclamando atención.

El posadero levantó la vista y se fijó en el perro y luego en Liriel. Se incorporó.

- Eh, muchacha - le dijo señalando al animal con un dedo acusador -, en mi bar no están permitidos los chuchos. Llévatelo de aquí.

Osses ladeó cabeza y ladró dos veces más, enfadando al posadero.

- Calla, Osses.- Lo reprendió Liriel - Lo vas a estropear todo.

- ¿ Es que no me has oído ? - Continuó el hombre viendo que la joven no hacía ademán de marcharse. Es más, incluso avanzó unos pasos hacia él.

- Perdone, señor.- Dijo ella intentando ser cortés .- Estoy buscando a una persona.

El posadero señaló con una mano a la gente que había sentada en las mesas.

- Si no lo ves ahí, no está.

Liriel carraspeó. Aquel tipo era realmente antipático. Dio un par de pasos más.

- ¡Eh !, - Se quejó de nuevo el posadero con la cara avinagrada - Te acabo de decir que no quiero que entre el chucho. ¿Es que estás sorda ?.

E hombre salió molesto de detrás de la barra y se situó frente a ella. Cuando estuvo a medio metro sacó algo parecido a un hueso fino de su delantal y se hurgó con él los dientes.

A Liriel le entraron arcadas. El aliento de aquel hombre apestaba a alcohol.

- Osses no es un chucho.- Lo corrigió apartando un poco la cara de aquella pestilencia - Es un podenco amaestrado y no le creará problemas. Sólo dígame si está aquí la persona que busco, y en caso contrario me marcharé.

El hombre, de tez morena y cabello negro azarcillado, puso mala cara. Miró al perro e intentó tocarlo en la cabeza. Osses, al ver el gesto, le enseñó los dientes y gruñó roncamente. El hombre retiró la mano al instante y retrocedió un paso.

Liriel era la primera vez que lo veía plantar cara a alguien.

- ¿ A quién buscas ?. - La voz del hombre era como un latigazo.

- A un bardo llamado Yargos. - Dijo Liriel acariciando a Osses.- Me dijo que lo encontraría aquí.

El posadero chascó la lengua.

- Ah. Ese estúpido afeminado.- Negó con la cabeza.- Debería de haber venido hace unas horas, pero tiene tan poco cerebro que no extrañaría que se hubiera caído a un pozo. Tiene mal fario.

Liriel suspiró.

- ¿ Sabe cuándo puedo encontrarlo ?.

El posadero escupió un trozo de carne que se había sacado de los dientes.

- ¡ Y yo que sé !.- Se quejó malhumorado.- ¿No te acabo de decir que es un mequetrefe que no sabe por dónde va?.

Liriel comenzó a sentirse incómoda.

No le gustaba aquel lugar sombrío y era seguro que aquel hombre hosco no iba a ayudarla nada en absoluto. Lo mejor era que se fuera de allí y regresara al castillo. Al fin y al cabo, su búsqueda había resultado infructuosa e incluso desagradable.

- Gracias, señor.- Dijo retirándose.

Dio media vuelta seguida del perro y cruzó la puerta.

Al salir de la taberna el aire fresco inundó sus pulmones. Respiró profundamente como si le faltara oxígeno.

- Osses, - le dijo al animal -, aquí no podemos hacer nada más. Volvamos con Egolas y los demás.

El perro la miró con la misma cara de bueno de siempre y meneó la cola alegremente. Cuando escuchó el nombre del paladín soltó un ladrido.

- Sí, volvemos al castillo.

Y echaron a andar en esa dirección.

Liriel, regresó por donde había venido, recordando el camino que había tomado antes. Cuando llevaba ya una buena parte recorrida, Osses se apartó de ella y corrió hacia adelante entremezclándose con la gente.

Liriel se sobresaltó y llamó al animal.

Este había emprendido un trote corto y avanzaba decidido sin obedecer a su ama.

De repente, una voz a lo lejos la alertó.

- Eh, joven paldín, - escuchó ella -, ¿ Otra vez has perdido a tu perro ?.

Liriel reconoció esa voz aflautada.

Era Yargos indudablemente, que venía hacia ella.

Esta, esperó a que él se acercara. Osses se alzaba sobre sus patas traseras alcanzado casi la altura del bardo con su húmedo hocico. En su alegría, intentaba lamerle la cara.

- Me vas a tirar - dijo dirigiéndose al perro -, abajo. Vamos, baja. Eso es, buen perro.

Liriel ladeó la cabeza.

- ¿ Cómo lo haces ?.- Le dijo ella.- Te adora. Y eso que no te ha visto más que una vez.

Yargos, iba vestido de la misma manera que cuando los había conocido. Su cabello tenía el mismo rizo vivaracho de entonces y la sonrisa de su cara era igual de amable y atractiva.

- Por que soy su salvador, querida.- Dijo él haciéndole una reverencia cortés.- Siempre que el animalito está en apuros, me encuentra a mi. Además, tengo encanto para los animales.

Ella le sonrió.

- De eso no me cabe la menor duda. Pero para decirte la verdad, - le explicó -, esta vez Osses no se ha perdido. De hecho me atrevo a decir que ha salido corriendo porque te ha visto.

Yargos acarició la cabeza del perro.

- ¿ Es eso verdad, Osses ?.

El podenco dio un par de vueltas alrededor del bardo y se alzó de nuevo sobre sus patas, reclamando más mimos,.

- ¡Eh !, ¡cuidado con mis ropas ! - Yargos lo apartó de nuevo -, ¿ No ves que son de gran calidad, querido ?. Me costaría una eternidad encontrar otras como estas.

Liriel chascó los dedos, el perro acudió a su lado y se sentó con la respiración agitada.

- Vamos, quieto de una vez.- Lo reprendió - No te muevas más.

Yargos, que se atusaba las mangas de su camisa estridente, comenzó a hablar para sí en una jerga indescifrable. Cuando se dio cuenta de que la joven la miraba, paró en seco y mostró sus manos al aire.

- Bueno, querida Liriel. - Y la miró de arriba a bajo por primera vez.- Estás muy distinta. ¿Qué hay de ese uniforme de paladín ?. ¿ Es que estás en misión secreta ?.

Liriel negó con la cabeza.

- En realidad no soy un paladín.- Y señaló su vestido.- Me han prestado estas ropas.

El bardo alzó las cejas.

- ¿ Y cómo es eso ?.

- Es una historia muy larga.

El bardo dio un par de pasos hacia adelante.

- ¿ Y a dónde ibas ahora ?. Puedo acompañarte.- Se ofreció.

- Pues, acabo de volver de la taberna “ Fuego Fatuo”.- Dijo como quien no quiere la cosa.- Había ido a buscarte. Como me dijiste que podía ir a verte...

Yargos cogió uno de sus rizos cobrizos con sus dedos y se lo retorció.

- ¡Vaya !. ¡ Virgen de lo inesperado !, ¡ esta sí que es buena !.

Liriel rió.

- ¿ Y a qué se debía la visita ?.- Preguntó Yargos hinchado de placer.- ¿ Tanto me echabas de menos ?. Ya sé que soy entrañable y todo eso... pero he de reconocer que no esperaba volver a verte más.

Liriel se encogió de hombros.

- Bueno, la verdad es que yo tampoco - susurró por lo bajo -, pero estaba tan sola y confusa que de repente me acordé de ti.

Yargos comenzó a caminar, Liriel y el perro lo siguieron.

- Uuuummm...sola...confusa..., no eres un paladín...- Y preguntó en tono agudo y exagerado -. Te llamas Liriel ¿no ?.

Esta se rió de nuevo. Aquel hombre era divertido. Siempre lo había dicho.

- Sí, si. Me llamo Liriel.

Yargos suspiró haciendo sonar en aire entre sus labios.

- Bueno, entonces, ¿ qué es lo que me he perdido ?.- Le preguntó él.

- ¿ Tienes tiempo ?.

- Claro. Todo el tiempo del mundo.- Le aseguró haciendo un mohín.

Liriel arrugó la naricilla.

- Ese jefe tuyo no opina lo mismo.- Comentó ella -. Según me ha dicho, te está esperando desde hace horas.

El bardo se carcajeó comedidamente, con finura.

- Ese botarate no es mi jefe. Trabajo para él cuando me manda llamar. - Le explicó.- Pero de ahí a que sea mi jefe...Además, que espere. Me debe dinero, ¿sabes ?. Y yo soy un gran bardo. No pienso poner más los pies en ese cuchitril hasta que me pague...y me pida perdón.

- ¿ Perdón ?.

- Sí, - se quejó él dolido -, dice cosas terribles sobre mí. Mi alma es muy sensible.

- Ah, claro.

Liriel no quiso entrar en detalles.

- Entonces, ¿ me vas a contar ya por qué una joven y hermosa damisela se siente sola y confusa ?.- La expresión del cantor era toda inocencia - ¿ Y que hace vestida de paladín, cuando no es paladín, dentro de un castillo de paladines ?.- Negó con la cabeza. Los rizos se movieron de arriba abajo en un extraño vaivén .- ¿ Y cómo has conseguido que te presten ropas en lugar de cortarte en minúsculos pedacitos cuando se han enterado de la verdad?. - Y entonces se paró como si lo hubiera fulminado un rayo.- Porque lo saben, ¿no ?.

- Sí, lo saben.- Asintió ella.

- Y no te persiguen, ¿ verdad ?. - Dijo mirando a todos lados, preocupado.- A lo mejor nos están siguiendo.- Y dio un respingo, histérico. - ¡ A lo mejor nos matan a los dos !. ¡Por Kiril, soy joven para morir ! -, se tocó la cara -, ¡ Y no estoy maquillado !.

Liriel no sabía si romper en risas o sacudir al bardo por el cuello.

- No digas tonterías. No me persigue nadie y no corro ningún peligro de muerte.- Añadió para mayor tranquilidad de él.- Y tu tampoco. Si me dejaras explicarme, tal vez...

- Sí, si, si.- Dijo él pasándose un sedoso pañuelo por la cara, limpiándose un sudor imaginario.- Tienes muchas cosas que explicarme querida, muchas cosas.

- Entonces, escucha. Y no me interrumpas.

Liriel , mientras continuaban con el paseo, le contó todo lo referente a su viaje a Trempos. De hecho omitió ciertos datos que consideró prudente que no supiera, pero su relato fue prácticamente el mismo que le había contado unos días antes a la mujer paladín. Además, le contó los nuevos acontecimientos que habían sucedido desde que llegara al castillo. El asunto referente a su madre y el parecido con esa misteriosa sacerdotisa se lo ocultó.

Cuando ella terminó de hablar, Yargos le tomó la palabra.

- Qué historia más interesante.- Dijo.- Casi podrías escribir un libro con lo que me has contado. Es increíble.

- Sí, es verdad.

El bardo se sujetó la barbilla.

- ¿ Y qué piensas hacer respecto a lo del viaje ?. ¿ Irás ?.

Liriel meditó unos instantes antes de contestar.

- No lo sé. Antes estaba segura.- Le confesó.- Ahora ya no tanto. ¿ Tu qué harías ?.

Yargos sonrió de oreja a oreja.

- Oh, vamos, querida. Yo iría, ¡por su puesto !.- Exclamó alegremente.- Nunca hay que darle la espalda a la aventura.

- La aventura.- Liriel sonrió para sí.- No sé. Tal vez debería volver a mi casa y ver si mi padre está allí, si Teros le dio la nota. Estoy preocupado por él y no sé qué hago yo aquí.

El bardo alzó un brazo coloreado al aire, con pompa.

- ¡ El destino, querida !. Ha sido el destino lo que te ha traído aquí.- Dijo recreándose en sus propias palabras.- No te quepa la menor duda.

- Yo no creo en esas cosas.- Le contestó ella.

El bardo puso cara de niño travieso.

- Eso no tiene importancia. El destino cree en ti.

Liriel arqueó las cejas, incrédula. No sabía si el bardo estaba hablando en serio o decía tonterías. A veces pensaba que hablaba por hablar.

- Bueno. Ya veré qué hago.- Dijo finalmente.

- Irás.

- Eso no lo sabes, no lo he decidido aún.

- Lo veo en tus ojos.- Yargos sonreía enigmáticamente. - No eres de las que se dan media vuelta a la primera de cambio.

- Dices tonterías otra vez.- Se quejó ella un poco incómoda por el comentario.- Tu no me conoces.

- ¿ Entonces por qué me cuentas todo esto si no piensas que puedo ayudarte ?.- Pudo las manos en jarras.- Claro que irás. Lo que pasa es que te has dado cuenta de tu vida ha dado un cambio de ciento ochenta grados y ahora tienes miedo.

Liriel lo miró estupefacta. Tardó en hablar.

- Es posible. A lo mejor.- susurró.

- Es eso mismo.- Insistió él. - Mira, puedes hacer dos cosas : O marcharte y echar a perder un futuro que nunca conocerás para volver a la vida que siempre tenías, o ser valiente y atreverte a dar el salto.

- ¿ Qué salto ?.

- ¡El salto hacia tu nueva vida, querida !.- Dijo Yargos casi desesperado por la pasividad de la chica.- Vamos, atrévete. Hazlo.

Liriel refunfuñó.

- Me lo pensaré.

- Hazlo, no te arrpentirás.- Insistió él.

- ¿ Y tú cómo lo sabes ?. Tu vida es siempre la misma. - Le recriminó.- Un día cantando aquí, otro allá...pero siempre haces lo mismo.

Yargos frunció el ceño, dolido.

- Oye, jovencita.- La miró con sus ojos azules entrecerrados.- Que sepas que si a mi me dieran la oportunidad de ver mundo, lo haría sin pensármelo un ápice. ¡Ya querría ir yo también y ver ciudades nuevas, gentes diferentes, y todo lo demás !.

- ¿ Y qué te lo impide ?. Ves solo.

El bardo negó con la cabeza.

- Odio la soledad.- le confesó.- Es mi debilidad.

Liriel se serenó.

Había sido ella la que había venido a hablar con él, amistosamente, para que calmara su turbación. Y en lugar de agradecer su compañía lo criticaba e incluso lo recriminaba.

- Perdona. - Dijo disculpándose.- Me estoy metiendo en lo que no me llaman.

- No te preocupes. Además, tienes razón.

A su lado, Osses ladró fuertemente. Se estaba haciendo de noche.

- ¿ Y qué voy a hacer con el perro si me voy ?.- Dijo para sí ella.

Yargos miró al animal.

- Llévatelo.

- No puedo, van a ser varios días de viaje. No puedo obligarlo a venir conmigo.

Osses, al ver que hablaban de nuevo de él, se removió y ladró otra vez.

El bardo lo acarició.

- Si quieres puedes dejarlo en el castillo.

- No, todos se van. No habrá nadie dentro.

Osses lamió la mano del hombre.

- También puedes dejármelo a mi.

Liriel lo miró de hito en hito.

- ¿ De veras me harías ese favor ?.- Le preguntó asombrada.

El bardo sonrió.

- Casi me haces el favor a mi.- Dijo dándole unas palmadas en el lomo al perro.- Es un animal magnífico, y me haría compañía.- Añadió bromeando -. Sólo espero que no me babee las zapatillas.

Liriel sonrió, agradecida.

- Oh, no te preocupes por eso.- Le previno.- Sin embargo, ten cuidado con tu almohada.

Yargos la miró extrañado, pero no preguntó nada. Miró el cielo.

- Está oscureciendo. Vamos, te acompañaré al castillo.

Liriel llegó allí bastante más tarde de lo que le había prometido a Jumar. Había estado fuera por lo menos cuatro horas. Cuando el escudero la vio, suspiró aliviado. Miró de reojo su a estrambótico acompañante y luego los hizo pasar.

- ¿ Se ha enterado alguien de que he salido ?.- le preguntó ella una vez dentro del castillo.

- No, señora.- Respondió Jumar.- Los paladines han estado tan ocupados que no han reparado en vuestra ausencia. Pero si hubierais tardado un poco más...

- Gracias, Jumar.- Le dijo.

Luego se dirigió al bardo

- Y tu cuida bien de Osses. No te olvides de darle de comer y de beber... y le gusta que le acaricien detrás de las orejas.

Yargos asintió.

Sabía perfectamente cómo cuidar un perro. Había deseado tener uno toda su vida.

- Y también gracias.

- No te preocupes. Tendrá más atenciones que mis ropas, si cabe.- Le aseguró él.

Osses ladró y permaneció al lado del bardo. El inteligente animal parecía entender que debía quedarse con él.

Yargos se despidió con un gesto de la mano y desapareció seguido del perro. Cuando hubieron salido, Jumar se dirigió a Liriel.

- La cena estará servida en unos instantes, señora.

- Gracias, Jumar. - Y le preguntó.- Por cierto, ¿cuando partimos de viaje?.

- Mañana, al amanecer. Yo la avisaré.

- Sois muy amable.

Liriel, tras despedirse también del escudero, se dirigió a su habitación. Cuando estuvo dentro se echó en la cama y cerró los ojos. Estaba agotada. Este había sido un día especialmente complejo. Por unos instantes, tuvo la sensación de que Osses iba a saltar de un momento a otro encima de la cama. Con esas plumas colgando de la lengua y esa cara de “ yo no he roto un plato”. Pero Osses ya no estaba con ella, sino con Yargos.

Suspiró. Se levantó de la cama y se dispuso a cepillarse el pelo. Tenía que estar presentable antes de cenar. Una vez que ya estuvo lista, abrió la puerta y se dirigió al salón con el resto de los paladines. Probablemente la estarían esperando. Mientras caminaba por los pasillos, resonaron en su mente las palabras del bardo.


“ ¡El destino, querida !. Ha sido el destino.”







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